Por Fernando E. Alvarado
¿Qué pasaría si Pentecostés fuera el estándar para el cristianismo a lo largo de todos los períodos de la historia, no solo para la Iglesia del primer siglo? William Booth, fundador y primer general del Ejército de Salvación dijo en cierta ocasión:
“Es fuego lo que queremos, por fuego suplicamos, ¡Envía el fuego! El fuego satisfará todas nuestras necesidades. ¡Envía el fuego!” (𝑊𝑖𝑙𝑙𝑖𝑎𝑚 𝐵𝑜𝑜𝑡𝘩, “𝑆𝑒𝑛𝑑 𝑡𝘩𝑒 𝐹𝑖𝑟𝑒”, 𝟷𝟾𝟿𝟺)
Su deseo debería ser también el nuestro. El Señor nos está llamando a elevar nuestros estándares para que podamos ser testigos de una mayor demostración de la unción y el poder del Espíritu Santo en nuestros días. Si tenemos bajas expectativas para el cristianismo, continuaremos conformándonos con una baja y deficiente demostración del Evangelio. Pero, ¿y si realmente creyéramos que el libro de los Hechos fijó el estándar de cómo debería ser la vida cristiana? ¿Qué pasaría si Pentecostés fuera el estándar para el cristianismo a lo largo de todos los períodos de la historia, no solo para la Iglesia del primer siglo?

Jesús tenía una visión clara de cómo debería ser la Iglesia antes de su regreso. Pablo expresó tal visión a la iglesia en Éfeso, dándonos una hermosa imagen de lo que el Hijo de Dios está buscando en Su Segunda Venida:
“A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.” (Efesios 5:27 LBLA).
Tan solo medita en esa frase impresionante: “la iglesia en toda su gloria”. ¡Guau! Él no está regresando por algo que se está desmoronando y cayendo a pedazos. Él no regresa por una iglesia mundana y sin fe. Jesús regresará por una iglesia que está en avivamiento. Sobre la base de Efesios 5, podemos declarar con certeza que ¡Él regresará por un pueblo que está lleno de gloria!
Necesitamos definir Pentecostés claramente si vamos a usarlo como estándar y modelo para el cristianismo de hoy. Después de todo, muchos escuchan la palabra Pentecostés y piensan en una denominación o en un cierto “sabor” del cristianismo. Pero Pentecostés no es una preferencia o estilo de iglesia. Pentecostés no es una denominación. Pentecostés no fue una dispensación o era. Pentecostés no es algo que debamos esconder avergonzados en el cuarto trasero; sino algo que debe estar al frente y al centro de nuestra espiritualidad cristiana. Pentecostés fue el estilo de vida de la Iglesia primitiva. Y Pentecostés nos presenta ese “más de Dios” que está disponible ahora.
“Porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame.” (Hechos 2:39, LBLA)
Muchos creyentes hoy viven como los discípulos en Hechos 19. Simplemente no saben que hay más de Dios para experimentar:
“Y aconteció que mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo, habiendo recorrido las regiones superiores, llegó a Éfeso y encontró a algunos discípulos, y les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le respondieron: No, ni siquiera hemos oído si hay un Espíritu Santo.” (Hechos 19:1-2, LBLA)

Al decir que “hay más de Dios” disponible para ti, no te estoy animando a violentar los límites trazados por las Escrituras para buscar alguna experiencia no bíblica de carácter místico. Lejos de eso ¡Te invito a ser un cristiano verdaderamente bíblico y a practicar un Evangelio completo!
Durante demasiado tiempo hemos leído la Biblia a distancia, pensando que tales experiencias sobrenaturales eran exclusivas de la época bíblica o la edad apostólica. El canon está cerrado, pero Dios no ha cambiado. ¿Cuándo o en qué momento terminaron, oficialmente, los llamados días bíblicos? ¡Esos días no han pasado! Pentecostés nos presenta más de ese Dios que está disponible ahora.
Nos hemos satisfecho fácilmente y con poco. Estamos contentos si una persona se va de la iglesia el domingo complacida luego de un culto motivador. Pero Dios no los quiere complacidos ¡Dios los quiere asombrados por su poder! Es hora de que esta generación experimente a un Dios que nos deja sin aliento, en asombro y estupefactos ante su gloria. Quizás no hayamos visto muchas experiencias de este tipo en nuestro presente porque ni siquiera las hemos considerado como opcionales. Por lo tanto, nos hemos resignado cómodamente a una existencia espiritual de status quo, mientras anhelamos interiormente que algo, o alguien, nos provoque a buscar más.
Lo repetimos: Pentecostés no era exclusivo de la Iglesia primitiva, no era algo que ocurría “en aquel entonces” pero ahora no; el avivamiento no está esperando un día específico en el futuro para ocurrir. Pentecostés ha estado disponible durante dos mil años, y es lo que Jesús está buscando cuando regrese: un pueblo que realmente se eleve al estándar que Jesús puso a nuestra disposición a través de la cruz y que el Espíritu de Dios hizo accesible con su derramamiento.
Creamos la promesa de Jesús y busquemos nuestro propio Pentecostés:
“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas 24:49)
Lo que la iglesia necesita, lo que realmente necesitamos todos, es el fuego pentecostal.
