"¿A qué tengo que renunciar?" Esta es una pregunta común que uno puede hacer al entregar su vida a Cristo. Para muchos tan sólo hacerse esta pregunta genera temor. Las personas están muy apegadas a lo que han adquirido o logrado, ¿y por qué no deberían estarlo? Se invierte mucho tiempo, energía y recursos en todo lo que obtenemos en la vida. ¿Tenemos que renunciar a todo para seguir a Cristo?
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¿Es tu vida de oración una fuente de gozo?
Si tuvieras que describir tu vida de oración en una palabra, ¿Cuál palabra elegirías? ¿Fiel? ¿Eficaz? ¿Gozosa? ¿O elegirías palabras como irregular, inconsistente, o mediocre? Todos hemos estado allí en algún momento de nuestra vida. Y de hecho ni siquiera nos preocupa la mayoría de las veces; pensamos que es normal y que todo está bien. Es hasta que la crisis azota nuestra vida que orar se vuelve necesario y nos damos cuenta de su valor. Es entonces que descubrimos que estar contento con una vida de oración mediocre expone nuestra visión anémica de Dios. Hace que Dios parezca opcional en vez de supremo, y distante en lugar de accesible a través de la fe en Cristo. Ahí, aleccionados por nuestros problemas, nos damos cuenta que Él es digno de mucho más que nuestras excusas y nuestra pereza. ¿Te ha pasado a tí también? Déjame decirte algo: Una vida de oración más gozosa puede estar más cerca de lo que piensas, incluso si no tienes idea de cómo llegar allí. Dios quiere que disfrutemos de Él en oración.
Y tú, ¿Por qué le eres fiel a Dios?
Imagínate por un momento que estás casado. Tu cónyuge te pregunta: “¿Por qué me eres tan fiel?” Y tú respondes, “Bueno, cariño, no es que te ame tanto... te soy fiel porque no quiero contraer enfermedades sexuales, no quiero tener un bebé no deseado fuera del matrimonio y tampoco quiero que te enfades. La verdad es que valoro mi tranquilidad.” ¿Qué crees que pensaría tu pareja? ¿No le caerían esas palabras como un balde de agua fría? ¿Acaso no le harías sentir desvalorizada? ¿Acaso no debería ser el amor el motivo real para la fidelidad hacia tu cónyuge? ¿No le deberías, más bien, haber respondido, “Te soy fiel, mi vida, porque te amo con toda la fuerza de mi corazón”? Cuando amas a alguien, no le engañarás. Tal idea ni siquiera pasa por tu imaginación. Incluso los no creyentes saben esto. La misma regla es aplicable a Dios.