Por Fernando E. Alvarado
INTRODUCCIÓN
Muchos hermanos bien intencionados, pero equivocados, sostienen que la Biblia prohíbe traer árboles a nuestros hogares para decorarlos. Esto es totalmente falso. El pasaje más citado es el de Jeremías 10:1-16, pero este pasaje se refiere a cortar árboles, cincelar la madera para hacer un ídolo y después decorarlo con plata y oro con el propósito de inclinarse ante él y adorarlo (Isaías 44:9-18). El pasaje en Jeremías no puede tomarse fuera de contexto y aplicarse como legítimo argumento contra los árboles de Navidad. Simplemente no es correcto torcer la Escritura de esa manera para justificar nuestra preferencia. Si te llamas creyente no puedes mentir, hacer una mala exégesis del texto o simplemente distorsionar lo que dice la Biblia para atacar un punto de vista al cual te opones.
Cuando el argumento bíblico fracasa, muchos recurren al argumento etnocentrista o judaizante para atacar la navidad y la colocación de árboles navideños. Y es que muchos religiosos del Evangelio descartan la costumbre de colocar el árbol de Navidad, y con ello la Navidad misma, por no haber sido nunca parte de las tradiciones o religión judías de las cuales se derivó el cristianismo. Tal razonamiento concluye que, si no fue una costumbre de los pueblos de la Biblia, no es digna de ser considerada o cristianizada. Suelen enfatizar que la adoración de árboles es parte del paganismo, no de la religión bíblica. Pero ¿Es esto cierto? ¡Para nada! El concepto de pagano no puede ser aplicado a todos aquellos elementos que no surgieron dentro de la cultura judía. Solo es aplicable con propiedad a aquellas manifestaciones culturales, cuya esencia riñe con lo que Dios establece en su Palabra. Paganas son prácticas que en esencia y principio se oponen a los que Dios establece: La idolatría, los sacrificios humanos, la promiscuidad sexual, la hechicería y otros asuntos semejantes constituyen prácticas paganas, pero todas las culturas poseen elementos redimibles que pueden utilizarse para honra y gloria de Dios. La Biblia nos da ejemplos de esto: Debe recordarse que los pueblos paganos ofrecían sacrificios de animales, presentaban holocaustos, tenían sacerdotes, construían templos, altares y presentaban ofrendas a sus dioses mucho antes que el judaísmo fuese establecido como tal. ¿Se convirtió en pagana la religión judía por incorporar en su adoración esos elementos usados de forma generalizada por otras naciones, religiones y culturas? Por supuesto que no. Y lo mismo puede decirse del cristianismo. La incorporación de un elemento ajeno a la cultura de los pueblos originales de la Biblia no lo convierte en pagano. Sólo enfatiza la universalidad de la fe y su trascendencia más allá del etnocentrismo judío.
SOMOS LLAMADOS A REDIMIR AL SER HUMANO Y SU CULTURA, NO A PERDER EL TIEMPO EN DISCUSIONES
Cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa, descubrieron que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol de fresno perenne, en la fecha próxima a la Navidad cristiana. Este árbol simbolizaba al árbol del Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa se hallaba Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín); y en las raíces más profundas estaba Helheim (el reino de los muertos). Posteriormente con la evangelización de esos pueblos, los conversos tomaron la idea del árbol, para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole totalmente el significado. Se dice que Bonifacio (680-754 E.C.), evangelizador de Alemania, tomó un hacha y cortó un árbol que representaba al Yggdrasil (aunque también pudo ser un árbol consagrado a Thor), y en su lugar plantó un pino, que, por ser perenne, simbolizó el amor de Dios, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo como luz del mundo. Conforme pasó el tiempo, las manzanas y las velas, se transformaron en esferas, luces y otros adornos.
¿Es suficiente motivo el origen germánico de esta tradición para satanizar el árbol de navidad? No lo creo. El Señor Jesús no vino a fundar una religión, ni siquiera a confirmar al ya decadente y extremadamente legalista judaísmo de su época, él vino a trascender fronteras culturales, económicas, raciales y políticas, pues su mensaje alcanza a todos los hombres. Aunque su advenimiento se produce en el marco de una cultura, pues vino como hombre, su misión tiene un carácter escatológico, es decir, su encarnación es la intervención directa de Dios en la historia, lo que indudablemente deberá tener notoriedad universal de alguna forma.
CRISTIANISMO Y RELIGIONES PAGANAS
Resulta irónico que el argumento en contra del árbol de navidad, acusándolo de pagano, es una espada de dos filos que hiere por igual a aquellos que lo usan. Por ejemplo, se suele atacar la Navidad diciendo que la fecha de su celebración concuerda con la celebración del natalicio del dios Mitra, Tammuz o cualquier otro dios pagano, y que los árboles de navidad son la introducción dentro de la iglesia de una vieja costumbre de los pueblos paganos de origen germánico. Pero si se sigue esta línea de razonamiento se debe rechazar mucho más que la Navidad y los árboles de Navidad en sí. De hecho, debería descartarse el relato de los Evangelios en su totalidad. De Mitra, el dios que los legalistas asocian con la Navidad, también se dice que nació de una virgen en una cueva el 25 de Diciembre, que era un maestro itinerante como Jesús, que tuvo 12 discípulos, que le prometió inmortalidad a sus seguidores, que se sacrificó a sí mismo por la paz del mundo, que fue sepultado en una tumba, que resucitó al tercer día, y que fue considerado el Logos, el Redentor, el Mesías, así como “el camino, la verdad y la vida”. ¿Te suena conocido? Y ese es solo un caso. Los paralelos se extienden a muchos otros cultos como el de Baal, Atis, Tammuz y Osiris, por sólo citar algunos. Si nuestros hermanos que se oponen a la Navidad quieren ser coherentes en su razonamiento, deberían asumir entonces que el cristianismo en su totalidad no sólo es un plagio, sino lo que es peor, el herético producto del paganismo. Pero ¿Es realmente así? Rotundamente no.
Entre el cristianismo y las religiones de misterio existen dos diferencias que las separan abismalmente. La primera es que las religiones paganas y de misterio están fundamentadas en mitos que se traspasaban oralmente de una generación a la otra, mientras que el cristianismo está enraizado en hechos históricos, ocurridos en el tiempo y en el espacio, que fueron registrados por escrito por los testigos oculares de esos hechos. Lo segundo es que ninguna religión de misterio posee nada parecido al mensaje del evangelio: Salvación por gracia, por medio de la fe, por cuanto el Dios encarnado, Jesucristo, tomó en la cruz el lugar de los pecadores, muriendo la muerte que ellos merecían por haber violado la ley divina. El mensaje evangélico de la justificación por la fe no solo no encuentra equivalencia alguna en ninguna religión antigua o moderna, sino que es totalmente contrario a cualquier religión o culto pagano. Lo mismo ocurre con el uso del árbol de navidad y su significado en nuestra época.
La costumbre moderna de colocar árboles de navidad no tiene nada que ver con lo que los paganos hacían con sus árboles hace siglos, como tampoco las leyendas de Mitra y Tammuz tienen nada que ver con el relato de los Evangelios sobre el nacimiento y vida de Jesús. Parecido no significa necesariamente igualdad o relación alguna. Los cristianos no adoramos a los árboles, no los veneramos, no los consideramos una manifestación de la divinidad. Son simplemente un elemento decorativo que nos recuerda ciertas verdades de la fe cristiana.
Aunque el origen del árbol de Navidad, con su carácter decorativo y festivo, suele ser trazado por sus opositores a los cultos paganos con el objetivo de desacreditar su uso, quienes esto hacen no han logrado descubrir que el oro, el incienso y la mirra que llevaron los magos al pesebre, y que el evangelista Mateo destaca como un homenaje al Dios Encarnado, también eran de origen “pagano” en su significado y contexto cultural, y que quien esculpió las figuras que adornaron el templo de Salomón se formó en las artes escultóricas de Tiro, cuyo origen no era judío, sino pagano (1 Reyes 7:1). La Biblia dice que cuando Cristo se establezca en la tierra vendrán los reyes de todas las latitudes del planeta para honrar con sus diversas expresiones culturales al Rey de Reyes y Señor de Señores (Isaías 2:2). El árbol de Navidad no necesita ser de origen judío, ni ser mencionado en la Biblia para ser considerado como una expresión cultural válida y legítima de celebración.
EL ÁRBOL DE NAVIDAD Y SU RELACIÓN CON EL PROTESTANTISMO
Seamos honestos: Si algún elemento relacionado con las celebraciones navideñas puede reclamar ser verdaderamente protestante, es el Árbol de navidad. Aunque el primer árbol de Navidad en la historia moderna fue erigido en una plaza pública en la ciudad de Tallin (Estonia) en 1441 y Riga (Letonia) en 1510, la tradición del árbol de Navidad dentro del protestantismo data del Siglo XVI, cuando Martín Lutero decoró con luces por primera vez un árbol dentro de su hogar. ¿Cómo? ¿Martín Lutero, el gran reformador protestante? Sí, el mismo.
La historia cristiana del árbol de Navidad data del Siglo XVI, cuando Martín Lutero decoró con luces por primera vez un árbol dentro de su hogar. Se cuenta que, durante una tarde fría de invierno en un denso bosque Alemán. Martín Lutero no notó que el sol gradualmente se estaba ocultando y el cielo fue oscureciendo. Sus pensamientos estaban centrados en el sermón que estaba preparando, pero los aullidos de lobos y otros animales empezaron a dejarse escuchar. Lutero se sintió atemorizado, e hizo una oración para pedir ser confortado. Continuó caminando y orando a Dios no encontrarse en el camino con algún animal salvaje. De pronto vio hacia arriba y observó un precioso y centellante cielo entre los árboles del bosque. ¿Qué podrá ser?, cuestionó. ¡Estrellas! En medio de esa noche oscura, estaba contemplando luces del cielo guiándole y confortándole, al igual que aquella estrella que guio a aquellos sabios la primera Navidad. Lutero descubrió en ello un espléndido tema para un sermón que luego compartiría. Martín Lutero sonrió ante aquel espléndido cielo, y no tuvo más temor. Sintiéndose más seguro, buscó alrededor un pequeño árbol que pudiera llevar a casa. Encontrando uno, lo cortó y llevó a su hogar.
Muy pronto llegó sano y salvo a su casa, y rápidamente preparó aquel pequeño árbol, esperando darle una sorpresa a su familia. Lutero decoró aquel árbol con candiles que se encontraban en el candelero que tenía en la mesa de centro, lo decoró con bellotas, castañas y avellanas de las ramas para recordar los dones que los hombres recibieron de Jesús, reunió a su familia y les narró la experiencia que había tenido en el bosque. De cómo, en el momento en que estaba atemorizado, vio las estrellas parpadeando entre los árboles, como si Dios le estuviese diciendo: ‘No temas, porque yo estoy contigo’”. Esta costumbre se extendió por Alemania al igual que el Protestantismo y, poco a poco, se le añadieron nuevos elementos como bolitas, guirnaldas, etc. Irónicamente, la Iglesia Católica (enemiga declarada de la Reforma) copió esta costumbre protestante con el paso del tiempo, lo cual ha llevado a muchos evangélicos a pensar que la decoración de árboles de Navidad se originó en el catolicismo, lo cual es falso. Martín Lutero merece el título de “padre del árbol de Navidad”.
SIMBOLOGÍA CRISTIANA EN EL ÁRBOL DE NAVIDAD
El árbol de Navidad o árbol navideño es un elemento decorativo, típico de la fiesta de Navidad y dotado con un gran valor simbólico, pedagógico y didáctico para transmitir verdades de la fe cristiana. Como muchas otras cosas en nuestras iglesias, es un elemento cultural redimido por el cristianismo y dotado de un significado diferente al que le daban los pueblos no cristianos. A los cristianos verdaderos no nos interesa el simbolismo o uso que los paganos daban a los árboles en la antigüedad. Para nosotros, actualmente, el árbol de Navidad representa una realidad distinta y muy superior. El árbol de Navidad recuerda al árbol del Paraíso de cuyos frutos comieron Adán y Eva, y de donde vino el pecado original; y por lo tanto recuerda que Jesucristo ha venido a ser Mesías prometido para la reconciliación. Pero también representa al árbol de la Vida o la vida eterna, por ser de tipo perenne. Por otra parte, el árbol navideño, simboliza la descendencia y brote del Árbol de Isaí que sería Jesús, el culmen de las profecías (Isaías 11:1-10). La forma triangular del árbol (por ser generalmente una conífera, con particular incidencia del abeto) representa a la Santísima Trinidad (1 Juan 5:7). Para su decoración se emplea en la actualidad una gran diversidad de objetos y elementos, con un significado especial fundamentado en los valores bíblicos, no en el paganismo:
(1.- ESTRELLA: Colocada generalmente en la punta del árbol, representa la fe que debe guiar la vida del cristiano, recordando a la estrella de Belén (Mateo 2:9-10).
(2.- ESFERAS: Al parecer en un principio Bonifacio, misionero a los pueblos germánicos, adornó el árbol con manzanas, representando el fruto del árbol del Edén (Génesis 2:8-9). Hoy día, se acostumbra a colocar bolas o esferas que simbolizan los dones de Dios a los hombres (Efesios 4:7-8).
(3.- LAZOS: Representan la unión de las familias y personas queridas alrededor de dones que se desean dar y recibir (Salmo 133:1-3).
(4.- LUCES: En un principio velas, representan la luz de Cristo (Juan 1:9-13).
Abandonemos de una vez por todas cualquier fanatismo y religiosidad. Reconozcamos lo bueno y redimible en cualquier cultura. Cristo es Dios de los judíos, pero también lo es de las demás naciones de la tierra, las cuales pueden adorarle y celebrar su encarnación según su propia cultura. El arbolito de Navidad es parte de ello. Es un símbolo de la naturaleza y de la vida que la cultura alemana ha puesto a los pies de Cristo para reconocerle y que todo Occidente ha asimilado como un icono que celebra su nacimiento.
CRISTO SOBREPASA TODA CULTURA Y MERECE SER ADORADO, RECORDADO Y CELEBRADO A TRAVÉS DE CUALQUIER EXPRESIÓN CULTURAL LEGÍTIMA DE LAS NACIONES. ESTO INCLUYE EL ÁRBOL DE NAVIDAD
El nacimiento de Jesús no fue un hecho común y corriente, como tampoco puede serlo la Navidad, que no es otra cosa que la celebración de su advenimiento. Aunque Jesús nació en la más humilde condición, en torno a él se dan hechos que testifican de su universalidad, su grandeza y deidad. Voces de júbilo y gloria irrumpieron en el cielo, y en la tierra se proclamó paz y buena voluntad para con los hombres. Al lugar llegaron los Magos de Oriente guiados por la Estrella para rendir tributo y saludar con beneplácito el nacimiento de Jesús. (Mateo 2:1-12). Los sabios más grandes de la época se inclinaron para honrar al niño. El gesto de estos magos viene a sugerir que Jesús tiene señorío sobre todo conocimiento, cultura o religión. Él era el misterio de Dios que había estado oculto por las edades y que fue revelado como la esperanza de gloria. (Colosenses 1:26-27). El nacimiento de Jesús no fue anunciado en el templo, no se quemó incienso en los altares ni se celebraron ceremonias oficiales para la ocasión. Quienes más cerca estuvieron de él fueron los Magos. Ellos no pertenecían ni a la religión ni a la cultura judía. Hoy diríamos que se trataba de gentes paganas, lo que evidencia que el Señor es también Señor de los paganos, de lo sagrado y de lo secular. Por desconocer esta dimensión de Cristo, es que el arbolito de Navidad, elemento decorativo alusivo al nacimiento de Cristo, está siendo talado por algunos cristianos que buscan lograr su extinción definitiva bajo el alegato de que es de origen pagano.
CONCLUSIÓN
Es muy significativo que las fiestas navideñas tengan el colorido que tienen. Que las casas se pinten con nuevos colores y se decoren con arbolitos y campanas, que las calles se iluminen con luces multicolores, que se canten villancicos por los campos y ciudades; en fin, que la fiesta al más Grande sea la más grande. Lo que no se entiende es por qué muchos cristianos están empeñados en despojar a la Navidad de los símbolos que evocan su contenido. Da la impresión de que si muchos cristianos pudieran suspender la celebración de estas fiestas lo harían sin mayor vacilación. Nuestra posición no debería ser la de oponernos a la Navidad, sino llenarla de sentido, reorientarla y enfatizar en actitud festiva su verdadera sustancia y razón. Algunos cristianos suspiran por un Cristo fuera de la cultura, un Cristo religioso y sectario, excluido de todo ruido y algarabía mundana. Parecen desear un Cristo sin fama y sin fiesta. Por fortuna y para gozo y satisfacción de muchos cristianos, Jesús es el hombre más conocido de la tierra, el más celebrado y adorado, el más influyente y quizás también el más detractado y ofendido. Los cristianos estamos llamados a proclamar su obra y propósito, a sustanciar con su amor y espíritu todas las esferas, no a “defenderlo” de las expresiones culturales que reconocen su grandeza, como es el caso del hoy anatemizado arbolito de Navidad, un símbolo de la naturaleza y de la vida, que la cultura alemana ha puesto a los pies de Cristo para reconocerle y que todo Occidente ha asimilado como un icono que celebra su nacimiento.