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El nuevo pueblo de Dios y su unidad bajo el Nuevo Pacto: La unidad de judíos y gentiles en el plan redentor

La restauración de Israel es espiritual, no nacional, cumplida en la salvación por la fe en Cristo. Las promesas abrahámicas encuentran su clímax en Jesús, no en un Israel étnico separado. La iglesia, como cuerpo de Cristo, no perpetúa distinciones étnicas, sino que las trasciende en una nueva humanidad. La visión dispensacionalista progresiva, con su insistencia en una diversidad étnica perpetua, fragmenta artificialmente el plan redentor de Dios, que culmina en la unidad gloriosa de Apocalipsis 5:9-10, donde los redimidos de toda nación cantan como un solo pueblo al Cordero.

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Cristo: ¿El verdadero Israel o un mero representante?

Basado en Isaías 49:3-6, Michael Vlach, sostiene que el Siervo del Señor, identificado como “Israel”, es un individuo que representa a la nación sin reemplazarla, con la misión de restaurar a Jacob y reunir a Israel, manteniendo así su identidad nacional. Este planteamiento, aunque ingenioso, carece de solidez exegética y teológica al ignorar el peso abrumador de la tipología cristológica y la hermenéutica del cumplimiento en el Nuevo Testamento y la tradición patrística.

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Los reformadores, ídolos con pies de barro y manos ensangrentadas

Los pentecostales a menudo intentamos reivindicar nuestro lugar como “verdaderos protestantes” (como si anhelásemos, igual que las iglesias tradicionales, anclarnos al siglo XVI y justificar así nuestra existencia; y aunque es evidente que la Reforma logró muchas cosas buenas, tampoco deberíamos creernos del todo la “leyenda rosa” que sobre ella se levanta o anhelar patéticamente ser incluidos en sus filas. ¡Yo mismo he intentado justificar nuestra pertenencia al protestantismo en numerosas ocasiones! pero a veces me pregunto ¿Por qué lo hacemos? ¿vale la pena insistir tanto en ello? ¿Ganamos algo de inmenso valor porque se nos incluya y acepte en las filas protestantes? Quizá no mucho…

Filosemitismo, LEGALISMO Y TENDENCIAS JUDAIZANTES, Sionismo, Sionismo Cristiano

El filosemitismo evangélico y sus peligros

El filosemitismo es un fenómeno cultural caracterizado por el interés y respeto hacia la cultura y el pueblo judío, por su significado histórico, el impacto que el judaísmo ha tenido sobre el mundo occidental a través del cristianismo y durante la diáspora, su estatus de pueblo elegido por Dios que aparece en la Biblia (Éxodo 6:6-7) ​ o las cualidades atribuidas colectivamente a los judíos. Así pues, el filosemitismo implica un sentimiento o acción que apoya o protege al pueblo judío, bajo el fundamento de que los judíos, en virtud de su judaísmo, poseen cualidades deseables. El término filosemitismo proviene del prefijo griego philos (amor) y de semita (relativo a los «hijos de Sem», esto es, a los judíos). En el ámbito evangélico el filosemitismo ha cobrado niveles de popularidad sumamente altos, convirtiéndose en la norma para ser medido como un buen cristiano y considerándose, a veces de forma supersticiosa, como un requisito indispensable para contar con el favor de Dios. El filosemitismo halla su razón de ser en pasajes bíblicos como Génesis 12:3-5; Isaías 62:1 y Salmo 122:6-9. ¿Es incorrecto amar a Israel?¡En ninguna manera! Nosotros los gentiles estamos en deuda con la nación judía. Pablo nos aclara este punto: “En primer lugar, a los judíos se les confiaron las palabras mismas de Dios.”  (Romanos 3:2, NVI). Los escritores del Antiguo y del Nuevo Testamento (exceptuando a Lucas) fueron judíos. En otras palabras, los judíos son nuestros hermanos mayores en la fe, pues de ellos, del “pueblo de Israel… son la adopción como hijos, la gloria divina, los pactos, la ley, el privilegio de adorar a Dios y el de contar con sus promesas. De ellos son los patriarcas, y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre! Amén.” (Romanos 9:4-5). No sólo la fe cristiana se fundamenta en la revelación original dada por Dios a Israel, sino que nuestro Señor Jesucristo, el Dios hecho hombre, el Salvador del mundo, ¡Era judío! ¿Puedes imaginar una razón mayor para amar a Israel? Un verdadero cristiano amará a Israel, deseará el bienestar del pueblo judío, pedirá en oración por la paz de Jerusalén. Un verdadero creyente en Cristo jamás procurará el mal para la nación judía ni apoyará forma alguna de antisemitismo. Sin embargo, eso no es todo: un verdadero creyente anhelará y trabajará por la conversión del pueblo judío a Cristo, pues sabe que, ni siquiera los judíos, podrán salvarse si no reconocen a Jesús como Salvador (Hechos 2:14-42; 4:12; 7:1-60; Juan 3:35; 1 Juan 5:12). Los cristianos evangélicos debemos ser muy cuidadosos en esta área. Jamás debemos permitir que nuestro amor por el pueblo hebreo nos lleve a una veneración enfermiza por Israel y todo lo relacionado con la cultura judía ¡Dicho extremo no es bíblico! Entonces ¿Por qué vemos en muchas iglesias evangélicas una obsesión fanática por la cultura judía? ¿Por qué algunos cristianos anhelan convertir sus iglesias en sinagogas adoptando emblemas, rituales, vestimenta, instrumentos y cualquier otro elemento judío? ¿Por qué muchos cristianos se obsesionan con las genealogías judías, los apellidos judíos y hasta buscan anhelosamente un supuesto linaje judío? Simplemente porque muchos cristianos no comprenden el actual estatus de Israel ante Dios ni su posición como creyentes en Cristo. El cristianismo moderno sufre de la misma enfermedad que la iglesia en los tiempos de Pablo: las tendencias judaizantes.