En un mundo donde las personas más vulnerables a menudo enfrentan exclusión, discriminación y olvido, la Iglesia tiene la misión profética de erigirse como un faro de esperanza, inclusión y amor incondicional, particularmente hacia aquellos con discapacidad. Este llamado trasciende las barreras físicas, sociales y culturales, invitando a las comunidades eclesiales a ser espacios de acogida donde cada persona, independientemente de sus capacidades, sea reconocida como un reflejo de la dignidad divina. La Iglesia, inspirada por el ejemplo de Jesús, quien siempre se acercó a los marginados con compasión y respeto, está invitada a promover una pastoral inclusiva que no solo adapte sus espacios físicos, sino que también transforme actitudes y corazones. Esto implica escuchar activamente las necesidades de las personas con discapacidad, garantizar su participación plena en la vida comunitaria y litúrgica, y abogar por una sociedad que valore la diversidad como un don. Así, la Iglesia no solo responde a su vocación de ser signo del Reino de Dios, sino que se convierte en un testimonio vivo de que el amor y la dignidad no conocen límites, construyendo puentes que unen a todos en una misma familia humana.
Categoría: Metodismo
La santidad social en la tradición wesleyana: Un rescate de la visión bíblica integral
En muchas iglesias actuales, se ha dado un proceso de espiritualización excesiva del cristianismo, donde la fe se reduce a una experiencia individual centrada en la oración, el culto y la esperanza escatológica. Este enfoque ha llevado a descuidar la dimensión social del evangelio, olvidando que el Reino de Dios no solo implica redención personal, sino también justicia, misericordia y transformación terrenal (Lc 4:18-19; Is 61:1-2). Dietrich Bonhoeffer advirtió que el cristianismo no debe ser una mera "religión de salvación", sino un llamado a vivir "para los demás" (Bonhoeffer 1959, 342). Sin embargo, al enfatizar únicamente lo espiritual, muchas congregaciones han adoptado una mentalidad escapista, anhelando la Segunda Venida como una forma de huir de las responsabilidades en el mundo presente, en lugar de trabajar activamente por él (1 Jn 4:20).
La continuidad de los dones en la historia y la teología wesleyana
Resulta una premisa ampliamente extendida, casi un axioma dentro de ciertos círculos teológicos contemporáneos, sostener que el movimiento pentecostal constituye el único, o al menos el primer, baluarte moderno en la defensa y práctica de la continuidad de los dones carismáticos del Espíritu Santo. No obstante, un examen más profundo de la historia eclesiástica y la teología pietista revela que esta afirmación, aunque comprensible en su contexto, requiere de una significativa matización.
La doctrina de la perfección cristiana en la tradición wesleyana
La doctrina de la perfección cristiana, tal como la articuló John Wesley, irrumpe en la teología del siglo XVIII como un llamado audaz a la santidad plena, no como un estado estático de infalibilidad, sino como un amor perfecto que transforma el corazón humano por la gracia divina, liberándolo del pecado voluntario y orientándolo hacia Dios y el prójimo con intensidad total. Wesley, el fundador del metodismo, la presentó no como una abstracción estéril, sino como el clímax de la vida cristiana: un amor perfecto que expulsa el pecado y alinea el corazón humano con el de Dios.
El pecado original en la teología wesleyana
La perspectiva wesleyana del pecado original armoniza la sombría realidad de la depravación humana con el resplandor esperanzador de la gracia divina. Lejos de ser un destino inescapable, la corrupción heredada de Adán se presenta como el umbral de una transformación radical, donde la fe activa y la acción divina convergen para renovar la imagen de Dios en la humanidad.
El Cuadrilátero Wesleyano: Un faro de sabiduría teológica
¿Te has preguntado alguna vez cómo se puede tejer un marco teológico que equilibre la verdad divina con la experiencia humana? ¿Has oído hablar acerca del Cuadrilátero Wesleyano, ese fascinante modelo que brilla en el corazón del metodismo como una guía luminosa para la reflexión teológica? En el corazón del metodismo, el Cuadrilátero Wesleyano brilla como una guía luminosa para la reflexión teológica, tejiendo con maestría la Escritura, la tradición, la razón y la experiencia en un tapiz de fe viva. Este marco, destilado de la obra pastoral y teológica de John Wesley por el erudito Albert C. Outler, no es solo un método, sino una invitación a vivir la fe con profundidad y autenticidad, iluminando el camino de quienes buscan armonizar la verdad divina con la experiencia humana.
El caso del metodismo calvinista: ¿Pretexto para crear un pentecostalismo reformado?
El metodismo, como movimiento religioso, surgió en el siglo XVIII en el contexto de la Inglaterra anglicana, liderado principalmente por John Wesley y, en menor medida, por su hermano Charles Wesley y George Whitefield. Sin embargo, dentro del metodismo existieron corrientes teológicas divergentes, particularmente en lo que respecta a la soteriología. Mientras que John Wesley abrazó una soteriología arminiana, George Whitefield defendió una perspectiva calvinista. Esta aparente convivencia entre dos corrientes distintas dentro del metodismo, ha dado lugar al fantaseo, en ciertos círculos pentecostales (comprometidos más bien con el calvinismo que con su propia identidad pentecostal), a la promoción de la quimera teológica que denominan “pentecostalismo reformado”