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Uso de símbolos judíos en iglesias cristianas: El hexagrama o estrella de David

Por Fernando E. Alvarado.

El hexagrama, también conocido como la Estrella de David o Magen David en hebreo, es un símbolo de seis puntas formado por la superposición de dos triángulos equiláteros. Aunque probablemente suene extraño para muchos cristianos, la Estrella de David no tiene un origen bíblico, sin embargo, se ha asociado tradicionalmente con el Rey David, de ahí su nombre. Curiosamente, esa conexión con el Rey David es puramente simbólica, no histórica ¡David no tiene nada que ver con ella! De hecho, este símbolo fue adoptado y adaptado por comunidades judías en tiempos mucho posteriores (Charlesworth, 1992).

Aunque a menudo se ha interpretado la Magen David como la unión de lo terrenal (el triángulo apuntando hacia abajo) y lo divino (el triángulo apuntando hacia arriba), reflejando la conexión entre Dios y la humanidad, esta interpretación no es bíblica y, ciertamente, es de carácter reciente (Schechter, 1896). La popularización y el significado del Magen David han evolucionado a lo largo del tiempo, y su uso actual es resultado de múltiples factores históricos y culturales (los cuales te invito a considerar en este artículo). Aunque difícilmente podríamos decir que las iglesias que usan este símbolo en sus decoraciones incurren en pecado alguno, es justo preguntarnos: ¿Cuál es la necesidad de hacerlo? ¿Es parte de la fe cristiana o una apropiación indebida de un símbolo religioso ajeno? ¿Conocen los cristianos el origen de dicho símbolo? ¿Es la obsesión por todo lo judío adecuada para un cristiano evangélico?

LOS CRISTIANOS Y SU USO DEL MAGEN DAVID

Hoy en día, la estrella de David es universalmente reconocida como un símbolo del judaísmo y de la identidad judía. Se usa en una variedad de contextos, desde banderas y escudos hasta sinagogas y joyería, representando tanto la herencia histórica como la continuidad y la identidad del pueblo judío (Goodman, 2018; Schwartz, 2004).

Lo anterior, sin embargo, no ha impedido su uso por los cristianos, especialmente entre los evangélicos y, de forma particular, en algunas iglesias pentecostales, iglesias independientes y hasta entre los bautistas (como el Tabernáculo Bíblico Bautista “Amigos de Israel” en El Salvador y otras naciones).

La devoción cristiana hacia los símbolos judíos, particularmente la menorá y el Magen David, no es un fenómeno nuevo; ha adquirido, no obstante, cierta visibilidad en tiempos recientes al manifestarse en diversas iglesias con tendencias judaizantes. A lo largo de la historia, el cristianismo y el judaísmo han compartido una relación compleja y, en muchos aspectos, entrelazada. En los últimos tiempos, con el surgimiento y expansión del dispensacionalismo y el sionismo judío y cristiano, algunas iglesias han mostrado cierta inclinación hacia el uso de símbolos judíos en sus prácticas y decoraciones, buscando una conexión más profunda con las raíces judías del cristianismo (Davies, 1974). Entre estos símbolos, la menorá (candelabro de siete brazos) y el Magen David (nuestro objeto de estudio en este artículo) son particularmente prominentes.

No nos cabe duda de que, en el contexto cristiano, el uso del Magen David en la decoración de iglesias puede reflejar un deseo de solidaridad y reconocimiento de las raíces judías del cristianismo. ¡Los cristianos amamos al pueblo judío! (¡Ojalá amásemos a todos los pueblos por igual!). Este símbolo aparece en vitrales, mobiliario litúrgico y otros elementos decorativos, buscando una conexión visual y espiritual con el judaísmo.

¿Por qué los cristianos buscan tal conexión? Muchas iglesias buscan una conexión más profunda con las raíces hebreas del cristianismo, enfatizando la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La adopción de símbolos judíos sirve para resaltar esta conexión y para recordar a los fieles la herencia compartida.

Algunos creyentes (admiradores en demasía de todo lo judío) suelen afirmar que el uso de símbolos judíos enriquece su práctica religiosa, aportando una dimensión histórica y espiritual adicional a su fe. Para otros, el uso de estos símbolos constituye un acto de respeto y solidaridad con el pueblo judío, reconociendo su contribución a la historia religiosa compartida.

El uso de símbolos judíos en iglesias cristianas, sin embargo, no está exento de críticas y controversias. No falta el judío ofendido que argumenta que el uso cristianos del Magen David es inadecuado y lo perciben como una apropiación cultural, despojando a los símbolos de su contexto original y diluyendo su significado auténtico (Safran, 2004). Otros señalan que la devoción excesiva hacia estos símbolos puede desviar la atención de los elementos centrales del cristianismo, como la cruz y los sacramentos u ordenanzas cristianas legítimas.

EL HEXAGRAMA EN LAS CULTURAS PAGANAS

El símbolo de la estrella de seis puntas se ha encontrado en varias culturas antiguas, incluyendo las civilizaciones de Mesopotamia y la India, y no fue originalmente exclusivo del judaísmo. De hecho, no hay evidencia que sugiera que el símbolo tuviera un significado particular para los judíos en tiempos bíblicos (Goodman, 2018). De forma aún más específica puede afirmarse que la que hoy llamamos “estrella de David” tuvo un origen pagano.

En las culturas antiguas de Mesopotamia y Egipto, el hexagrama era utilizado en contextos mágicos y religiosos. Se creía que tenía propiedades protectoras y era empleado en amuletos y talismanes para proteger contra el mal (Biedermann, 1994).

En la India, el hexagrama es conocido como «Shatkona» y representa la unión del masculino y el femenino. Se asocia con los principios de Shiva y Shakti, simbolizando la creación y el equilibrio en el universo y a menudo era usado para ritos de magia sexual (Sarton, 1927).

EL HEXAGRAMA EN CONTEXTOS JUDÍOS Y MUSULMANES

Simultáneamente a su apropiación como símbolo judío, el hexagrama sería también usado por los musulmanes. En la cultura islámica, el hexagrama aparece en el arte y la arquitectura, especialmente en la decoración de mezquitas y manuscritos. Es parte de la rica tradición de patrones geométricos islámicos, donde se valora por su simetría y belleza (Critchlow, 1976).

El uso de la estrella de David como un símbolo judío comenzó a emerger apenas en la Edad Media, donde era usado en contextos mágicos y alquímicos, tanto por judíos como por no judíos. En la alquimia, el hexagrama representaba la reconciliación de los opuestos, como el fuego y el agua, y era visto como un símbolo de la perfección y el equilibrio. En la magia y el esoterismo medieval, el hexagrama se utilizaba en sellos y talismanes mágicos. Se creía que tenía poderes protectores y podía invocar fuerzas espirituales. Con el paso del tiempo, llegó a emplearse en contextos religiosos y decorativos en sinagogas y manuscritos judíos (Scholem, 1987).

En la Cábala, una tradición esotérica del judaísmo, la Magen David tiene un significado más profundo y místico. Los dos triángulos entrelazados representan la relación entre lo divino y lo terrenal, el cielo y la tierra. El triángulo que apunta hacia arriba simboliza los esfuerzos humanos por alcanzar a Dios, mientras que el triángulo que apunta hacia abajo representa la influencia divina que desciende al mundo (Scholem, 1987).

Los cabalistas ven en la Magen David un símbolo de equilibrio y armonía. Los seis puntos de la estrella representan las seis direcciones del espacio (norte, sur, este, oeste, arriba y abajo), con el centro simbolizando el punto de equilibrio y conexión con lo divino. Este equilibrio refleja la estructura del universo según la Cábala, donde todo está interconectado y en armonía (Scholem, 1987). Este simbolismo místico fascinó a muchos cristianos católicos de siglos anteriores, los cuales incorporaron el hexagrama en la iconografía medieval. A veces se utilizaba en la arquitectura de iglesias y en manuscritos iluminados (Biedermann, 1994).

La estrella de David se consolidó como símbolo judío apenas en el siglo XVII en Praga, donde fue adoptada como emblema de la comunidad judía local. Desde entonces, su uso se extendió a otras comunidades judías (Goodman, 2018). Finalmente, durante el siglo XIX, la estrella de David fue adoptada más ampliamente por las comunidades judías en Europa como símbolo de identidad, especialmente en el contexto de la emancipación judía y el surgimiento de movimientos nacionales y culturales judíos (Schwartz, 2004).

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el movimiento sionista adoptó la estrella de David como uno de sus símbolos principales. Theodor Herzl, uno de los padres fundadores del sionismo, promovió su uso (Goodman, 2018). Este símbolo sería luego utilizado por Hitler como un símbolo identificador de ascendencia judía. Fue así que, durante el Holocausto, los nazis forzaron a los judíos a llevar una estrella de David amarilla como identificación y estigmatización, lo que reforzó aún más su asociación con la identidad judía (Schwartz, 2004). Con la fundación del Estado de Israel, la estrella de David se convirtió en un símbolo central del Estado de Israel, estableciéndose en la bandera nacional cuando el estado se fundó en 1948 (Goodman, 2018).

EL SELLO DE SALOMÓN

El hexagrama es conocido también como Sello de Salomón, y es un reconocido símbolo mágico-espiritista. Agrippa menciona el hexagrama en su obra De Occulta Philosophia como un símbolo con significados esotéricos y místicos, pero no proporciona evidencia histórica directa de su uso por Salomón (Agrippa, 1533), lo cual evidencia el origen no bíblico del símbolo a pesar de todos los intentos por asociarlo con algún personaje bíblico.

Lo que sí resulta innegable es que el falsamente llamado Sello de Salomón ha sido ampliamente utilizado en la magia y el misticismo, particularmente en la alquimia, la cábala y otras tradiciones esotéricas, las cuales le atribuyen propiedades protectoras y de invocación de poderes sobrenaturales. Eliphas Levi, reconocido poeta y escritor esotérico francés de origen judío, describe el Sello de Salomón como un símbolo central en la magia ceremonial, utilizado para conjurar espíritus y proteger al mago (Levi, 1854).

Incluso The Lesser Key of Solomon [La llave menor de Salomón], un grimorio, atribuido al propio Salomón, detalla el uso del hexagrama en rituales mágicos y describe su poder para controlar demonios y espíritus (Mathers, 1904).

Aún hoy en día el significado místico, ocultista, esotérico y cabalístico del Magen David nunca ha desaparecido. Incluso en contextos modernos, el hexagrama sigue siendo utilizado como un amuleto o talismán en diversas tradiciones esotéricas y de la Nueva Era, las cuales lo consideran un símbolo de protección, equilibrio y conexión espiritual (Biedermann, 1994). ¿En verdad desean los cristianos evangélicos adornar sus iglesias con esta clase de símbolos?

¿VALE LA PENA USARLO EN NUESTRAS IGLESIAS?

El sincretismo, entendido como la amalgama de elementos de distintas religiones en una nueva expresión religiosa, es generalmente rechazado por las iglesias evangélicas. Esto no debería extrañarnos, ya que la pureza doctrinal es un pilar fundamental de la fe evangélica, basada en la interpretación literal de las Escrituras y la adherencia estricta a los principios del cristianismo primitivo. Este rechazo se basa en varias enseñanzas bíblicas, como las advertencias contra la idolatría y la mezcla de prácticas religiosas en el Antiguo Testamento (Éxodo 20:3-5) y las exhortaciones del Nuevo Testamento a mantenerse alejados de las prácticas paganas (1 Corintios 10:14, 1 Juan 5:21).

Curiosamente, entre los evangélicos, esto no aplica cuando del judaísmo se trata, ya que al mismo tiempo, se observa una tendencia en algunas de estas iglesias a tolerar y hasta promover la integración de símbolos y prácticas judías. Este fenómeno incluye el uso de la menorá, el Magen David, y la celebración de festividades judías como el Seder de Pascua y otras, así como la devoción evangélica por las peregrinaciones a Tierra Santa. Esta aparente contradicción puede ser percibida como hipócrita y se opone a la enseñanza paulina que enfatiza la pureza de la fe cristiana.

Tanto para observadores externos, como para muchos de nosotros que rechazamos tal mezcolanza religiosa, la aceptación de símbolos judíos mientras se rechaza el sincretismo con otras religiones nos resulta hipócrita. Esta práctica parece contradecir las enseñanzas de Pablo, quien en sus epístolas advierte contra la adherencia a los rituales y símbolos judíos en detrimento de la libertad en Cristo (Gálatas 5:1-6, Colosenses 2:16-17). Pablo abogó por una fe centrada en Cristo, sin la necesidad de regresar a las prácticas y símbolos de la ley mosaica, argumentando que en Cristo se ha cumplido toda la ley (Dunn, 1998; Wright, 2013; Moo, 1996.). Y para él, “el fin de la ley [y del judaísmo con su simbología] es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” (Romanos 10:4)

¿Deberíamos seguir venerando la sombra habiendo recibido la realidad? El autor de la carta a los Hebreos responde: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.” (Hebreos 10:1). Todo el sistema hebreo, con su simbolismo y sistema sacerdotal, ha caducado. ¡Cuántos más todos esos símbolos advenedizos procedentes de otras religiones, e incorporados tardíamente al judaísmo en siglos posteriores!

Aunque valoramos la cultura hebrea y amamos al pueblo judío, la conclusión es simple: La tolerancia y promoción del sincretismo con lo judío en algunas iglesias evangélicas, mientras se rechaza el sincretismo con otras religiones, representa una incoherencia doctrinal y práctica. Esta tendencia no solo puede ser vista como hipócrita, sino que también se opone a las enseñanzas paulinas sobre la pureza de la fe en Cristo. Para nosotros como evangélicos, mantener la centralidad de Cristo y la claridad doctrinal es crucial para la integridad de la fe cristiana, evitando la mezcla innecesaria de prácticas y símbolos externos.

FUENTES:

Agrippa, Heinrich Cornelius. De Occulta Philosophia. 1533.

Biedermann, Hans. Dictionary of Symbolism: Cultural Icons and the Meanings Behind Them. New York: Meridian, 1994.

Charlesworth, James H. Jesus and the Dead Sea Scrolls. Doubleday, 1992.

Critchlow, Keith. Islamic Patterns: An Analytical and Cosmological Approach. London: Thames and Hudson, 1976.

Dan, Joseph. Jewish Mysticism and Jewish Ethics. Seattle: University of Washington Press, 1986.

Davies, W. D. The Gospel and the Land: Early Christianity and Jewish Territorial Doctrine. University of California Press, 1974.

Dunn, James D. G. The Theology of Paul the Apostle. Eerdmans, 1998.

Goodman, Martin. A History of Judaism. Princeton: Princeton University Press, 2018.

Levi, Eliphas. Transcendental Magic: Its Doctrine and Ritual. 1854.

Mathers, S. L. MacGregor, ed. The Lesser Key of Solomon. 1904.

Moo, Douglas. The Epistle to the Romans. Eerdmans, 1996.

Safran, Hannah. «The Use of Jewish Symbols in Christian Contexts: An Analysis». Journal of Religious Studies, 2004.

Sarton, George. Introduction to the History of Science. Baltimore: Williams & Wilkins, 1927.

Schechter, Solomon. Studies in Judaism. The Jewish Publication Society of America, 1896.

Scholem, Gershom. Kabbalah. New York: Dorset Press, 1987.

Schwartz, Howard. Tree of Souls: The Mythology of Judaism. New York: Oxford University Press, 2004.

Urbach, Ephraim E. The Sages: Their Concepts and Beliefs. Cambridge, MA: Harvard University Press, 1979.

Wright, N. T. Paul and the Faithfulness of God. Fortress Press, 2013.

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