Cesacionismo, Continuismo, Distintivos del Pentecostalismo, Dones Espirituales, Glosolalia, Pentecostalismo, Pneumatología

Una Respuesta a los cesacionistas | ¿Es auténtico el don de lenguas que se da entre pentecostales?

Por Fernando E. Alvarado

Cierto cristiano de tradición bautista reformada y cesacionista, me dijo en una ocasión:

«El don de lenguas, tal cual se practica en círculos pentecostales y carismáticos, es la evidencia misma de que los dones carismáticos han cesado. Lo que se ve en las iglesias pentecostales y carismáticas no es el don practicado en la edad apostólica, sino una falsificación. Hablar en lenguas consiste en hablar idiomas extranjeros que la persona desconoce, no los tartamudeos y jerigonzas que se repiten imparablemente durante los cultos pentecostales.»

Tal comentario no me pareció para nada raro. Ellos siempre han pensado así y solo repiten (de forma mecánica e irreflexiva en la mayoría de los casos) lo que han aprendido por más de un siglo como refutación del pentecostalismo. Lo que realmente me asombró fue escuchar a cierto joven pentecostal, miembro reconocido de un ministerio paraeclesiástico (Castillo del Rey) hacer las mismas afirmaciones:

«La Biblia dice que los primeros cristianos hablaban en otras lenguas, pero que estas no eran extrañas. Era el don conocido como xenoglosia, el hablar un idioma sin necesidad de haberlo aprendido. No se trataba de sílabas repetitivas o palabras sin sentido. Eran lenguas humanas reales, Esto era necesario para fines evangelísticos, para así poder compartir las buenas nuevas a quienes no hablaban griego, hebreo o arameo, que era el idioma que los discípulos hablaban. Cualquier otra clase de lenguas que se dé en las iglesias es falsa. Además, el hablar en lenguas no es necesario como evidencia inicial del bautismo en el Espíritu, de hecho, aún en la época de los apóstoles la Escritura nos relata otro evento donde hubo derramamiento del Espíritu Santo sin  la necesidad del don de lenguas.»  

Este joven no sólo negaba el evidencialismo (el cual está incluido en nuestra misma declaración de Verdades Fundamentales) sino que también afirmaba que si no son lenguas humanas perfectamente traducibles (es decir, lenguas que bien podrían aprenderse en cualquier academia secular de idiomas), entonces no es el don de lenguas que se menciona en la biblia.

Todo esto me lleva a cuestionar varias cosas: (1) La primera, el conocimiento que las nuevas generaciones de jóvenes pentecostales tienen de nuestras propias doctrinas fundamentales; (2) la calidad educativa de nuestras instituciones y su habilidad para transmitir la fe de forma correcta a sus alumnos; (3) el conocimiento que nuestros propios maestros tienen y su habilidad para solucionar bíblicamente las dudas legítimas de sus alumnos; y (4) el poco criterio de muchos pentecostales para seleccionar los libros de teología que leen (todo esto sumado a la escases de buenos libros de teología auténticamente pentecostales traducidos al español). ¡Incluso he visto libros que promueven el cesacionismo, libros de John MacArthur, vendiéndose en la librería oficial de las Asambleas de Dios de mi país, El Salvador durante conferencia anual de pastores! ¡Y luego nos lamentamos porque la cantidad de creyentes bautizados en el Espíritu Santo ha disminuido en nuestras iglesias!

No es mi intención poner el dedo en la llaga, o sazonar esta herida con sal y limón, pero creo que hemos guardado silencio por mucho tiempo sobre este tema. A quienes piensan que las lenguas de las cuales se habla en el Nuevo Testamento sólo se refieren a lenguas humanas claramente traducibles por cualquier traductor calificado, quiero invitarles a pensar en lo siguiente:

  • Hechos 2 es el único texto del Nuevo Testamento en el que se dice explícitamente que hablar en lenguas consiste en hablar idiomas extranjeros que la persona desconoce.
  • No tenemos motivos para pensar que Hechos 2, en lugar de, por ejemplo, 1 Corintios 14, es la pauta por la que debemos juzgar todas las apariciones de este fenómeno.
  • Otros factores sugieren que las lenguas también pueden ser angélicas o celestiales.

Pablo afirma: “Así que las lenguas son una señal, no para los que creen, sino para los incrédulos.” (1 Corintios 14:22, LBLA). Esto genera en mi mente varias preguntas. En primer lugar, si las lenguas son siempre un idioma extranjero, pretendiendo ser una señal para los no creyentes: ¿por qué las lenguas de Hechos 10 y 19 se hablan en presencia de creyentes? Pensemos también que Pablo describe «diversas clases de lenguas» en 1 Corintios 12:10. Es poco probable que quisiera decir diversos idiomas humanos porque: ¿quién hubiera dicho que todas las lenguas eran solamente un lenguaje humano, como el griego, el hebreo o el alemán? Sus palabras sugieren que existen diferentes clases de glosolalia, que podría ser al menos un conjunto de idiomas humanos y de lenguas angelicales.

En segundo lugar, leemos en 1 Corintios 14:2 que el que habla en lenguas «no habla a los hombres, sino a Dios». Pero, si las lenguas siempre son idiomas humanos, Pablo comete una equivocación, ya que el idioma humano ¡sirve para «hablar a los hombres»! Es más, Pablo dice que cuando uno habla en lenguas, «nadie lo entiende», lo cual no tiene sentido si las lenguas fueran idiomas humanos, ya que muchos las habrían entendido, como hicieron el día de Pentecostés (Hechos 1:8-11). Esto sería especialmente cierto en Corinto, una ciudad portuaria cosmopolita y políglota, frecuentada por gentes de muchos dialectos.

En tercer lugar, si las lenguas siempre eran idiomas humanos, entonces el don de interpretación no requeriría la manifestación, obra o presencia del Espíritu Santo. Cualquiera que hablara varios idiomas, como el mismo Pablo, podía interpretar lenguas en virtud de su talento (y esto sin ninguna intervención sobrenatural).

En cuarto lugar, no puede ignorarse que en 1 Corintios 13:1, Pablo habla de «las lenguas humanas y angélicas». Quienes niegan la posibilidad de la existencia de lenguas angélicas suelen afirmar que Pablo está utilizando una hipérbole, no obstante, es igual de probable que se esté refiriendo a dialectos celestiales o angélicos, por los cuales se manifiesta el Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque todo el argumento de Pablo se basa en su ininteligibilidad, tanto para el hablante como para el oyente; ciertamente no considera la posibilidad de que haya alguien allí presente que pudiera entenderlo, lo cual sería perfectamente posible si se tratase de un idioma terrenal. Además, su uso de los idiomas terrenales como analogía en 14.10-12 implica que no se trata de un idioma humano conocido, ya que una cosa por lo general no es idéntica a aquello a lo que es análoga. Por lo tanto, lo más probable es que la clave para la forma en que Pablo y también los corintios entendían 14:10-12, radique en el término «lenguas angélicas» en 13:1. Así pues, el término «lenguas humanas» se referiría a un idioma humano, inspirado por el Espíritu pero desconocido para el hablante; mientras que «lenguas angélicas» reflejaría el punto de vista de que quien habla en lenguas está comunicándose en el idioma o idiomas del cielo. Pero ¿Existe evidencia en favor de esta interpretación? ¡Por supuesto que sí!

El reconocido erudito Gordon Fee[1], en su obra “Primera Epístola a los Corintios”, publicada originalmente como parte de la prestigiosa serie de comentarios bíblicos “The New International Commentary on the New Testament”, presenta evidencia a partir de fuentes judías antiguas donde se ve la creencia de que los ángeles tenían sus propios lenguajes celestiales y que, por medio del Espíritu, uno podía hablar con ellos. Ante tal evidencia, resulta obvio que Pablo no usaba una hipérbole al hablar de “lenguas angélicas2 en 1 Corintios 13:1, ya que era una creencia aceptada por los judíos de la época de Pablo. Así pues, resulta fácil aceptar que los corintios, y también Pablo, consideraran las lenguas como el idioma o los idiomas de los ángeles. Según Fee, esto resulta sumamente probable, por dos razones:

(1) Existe cierta evidencia, por fuentes judías, de que se creía que los ángeles tenían su propio lenguaje (o dialectos) celestial, y que por medio del «Espíritu» uno podía hablar tales dialectos. Es así como, en el Testamento de Job 48-50, a las tres hijas de Job se les dan «cinturones carismáticos»; cuando estos cinturones se ponían en la cintura le permitían a Hemera, por ejemplo, hablar «extáticamente en un dialecto angélico, haciendo subir un himno a Dios con el estilo hímnico de los ángeles. Y al hablar ella extáticamente, permitía que `El Espíritu’ quedara inscrito en su vestidura.»[2] Esa manera de ver el habla celestial podría hallarse también detrás del modo de expresarse en 1 Corintios 14.2 («por el Espíritu habla misterios»).

(2) Como se ha argumentado en otros lugares, 24 puede explicarse bastante bien la manera en que los corintios entendían la «espiritualidad», si creían que ya habían entrado en cierta expresión de la existencia angélica. Esto explicaría su rechazo de la vida sexual y de los papeles sexuales (cf. 7.1-7;11.2-16) y también explicaría en parte su negación de una futura existencia corporal (15.12, 35). Para ellos, la evidencia de que habían «llegado» a ese tipo de estado «espiritual» sería el hecho de que hablaban «lenguas angélicas». De allí la altísima estima en que tenían ese don.[3]

Quienes se oponen a la interpretación pentecostal suelen argumentar que la referencia en 1 Corintios 14:10-11 a idiomas humanos extranjeros demuestra que toda la glosolalia se compone también de idiomas humanos. No obstante, parecen olvidar que la analogía consiste en que las lenguas funcionan como idiomas extranjeros, no que las lenguas sean idiomas extranjeros. Su idea es que el oyente no puede entender las lenguas sin interpretación, al Igual que no puede entender un idioma extranjero. Si las lenguas fueran idiomas extranjeros, no haría falta una analogía. ¿O sí?

En quinto lugar, la frase de Pablo en 1Corintios 14:18 «hablo en lenguas más que todos vosotros» es una prueba de que las lenguas no son idiomas extranjeros. Incluso el teólogo calvinista Wayne Grudem[4] afirma la veracidad de la interpretación pentecostal cuando admite:

«Si fueran idiomas extranjeros conocidos, que los extranjeros pudieran entender, como en Pentecostés, ¿por qué iba Pablo a usarlos en privado, cuando nadie le iba a entender, en lugar de hacerlo en la iglesia, donde los visitantes extranjeros podían entenderlo.»[5]

Y en sexto y último lugar, si las lenguas siempre fuesen idiomas humanos, entonces la frase de Pablo en 1 Corintios 14:23 pierde su sentido pues no siempre sería la verdad. Pablo dice: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?”. Pero, ¿por qué no sería verdadera la afirmación de Pablo? Simplemente porque cualquier creyente que conociera la lengua que se estaba usando no pensaría que «estaban locos», sino que pensaría que se trataba de un grupo de personas cultas.

A pesar de las caricaturizaciones que los cesacionistas y burladores hagan de nosotros los pentecostales, nuestra creencia en los dones del espíritu no disminuye nuestra capacidad de pensamiento racional o de compromiso con la autoridad de la Palabra escrita de Dios; por el contrario, la reafirma por encima de otros grupos que, en nombre de viejas tradiciones religiosas ya pasadas de moda, o por mero prejuicio y temor a la sobrenaturalidad del dios en quien dicen creer, sostienen un punto tan contrario a las Escrituras como el cesacionismo.  

Aquellos que poseemos el precioso don de hablar en lenguas hemos comprobado como Pablo que este don es de profunda ayuda en nuestra vida de oración. Hablar en lenguas nos ha servido para profundizar en nuestra intimidad con el Señor Jesucristo y para adorar con más entusiasmo y alegría. La burla de otros grupos religiosos no nos daña, por el contrario, nos motiva a presentar defensa de nuestra fe de una forma más profunda. Por otro lado, no esperamos que se conviertan porque les presentemos evidencia bíblica y extrabíblica de nuestra doctrina, después de todo, escrito está:

“Porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo, a los cuales él dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado; y este es el refrigerio; mas no quisieron oír.” (Isaías 28:11-12)

Y también:

“Vosotros, que sois duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo; como hicieron vuestros padres, así también hacéis vosotros.” (Hechos 7:51, LBLA)

Lo que el Espíritu Santo no ha logrado en ellos por la dureza de su corazón no lo logrará ningún argumento, por bueno, legítimo o bíblico que sea. Nosotros, sin embargo, queremos eliminar cualquier excusa. El que lee, que entienda.

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS:


[1] Gordon Donald Fee es un teólogo cristiano estadounidense-canadiense y un ministro ordenado de las Asambleas de Dios. Profesor Emérito de Estudios del Nuevo Testamento en el Regent College en Vancouver, Columbia Británica, Canadá. Con una licenciatura y maestría de la Universidad de Seattle Pacific y su doctorado. de la Universidad del Sur de California y un título honorario de Doctor en Divinidad de la Northwest University en Kirkland, Washington, Fee ejerció como maestro en Wheaton College en Illinois y durante varios años en Vanguard University of Southern California, Fee enseñó en Gordon-Conwell Theological Seminary en South Hamilton, Massachusetts. Fee es considerado un destacado experto en pneumatología y crítica textual del Nuevo Testamento. También es autor de libros sobre exégesis bíblica, incluido el popular trabajo introductorio Cómo leer la Biblia con todo su valor (en coautoría con Douglas Stuart), la «secuela», Cómo leer la Biblia, libro de Libro, Cómo elegir una traducción por todo su valor (en coautoría con Mark L. Strauss) y un comentario importante sobre 1 Corintios , así como muchos otros comentarios sobre varios libros del Nuevo Testamento. En la década de 1990, sucedió a FF Bruce para convertirse en editor de la notable serie de comentarios evangélicos, el Nuevo Comentario Internacional sobre el Nuevo Testamento, del cual forman parte sus comentarios sobre 1 Corintios y Filipenses.

[2] The Testament of Job, OTP I, p. 865.

[3] Gordon Fee, “La Primera Epístola a los Corintios”, Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1994, pp. 714-715.

[4] Wayne A. Grudem es un teólogo, misionero, escritor, erudito bíblico y predicador calvinista estadounidense conocido por ser el cofundador del Consejo sobre la masculinidad y la feminidad bíblicas y por su desempeñó como editor general de la Biblia de estudio ESV. Es autor de varios libros, incluido Teología sistemática: una introducción a la doctrina bíblica , que aboga por una soteriología calvinista , la inspiración verbal plenaria y la infalibilidad de la Biblia, el bautismo de creyentes , una forma de gobierno de la iglesia de ancianos plurales y el punto de vista complementario. de las relaciones de género . La teología sistemática es un libro de texto de teología de gran influencia que ha vendido cientos de miles de copias.

[5] Wayne Grudem, Systematic Theology, p. 1072.

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