Por Fernando E. Alvarado
Sin duda nuestras sociedades actuales no nacieron ex nihilo; son el resultado de un proceso. Investigar y profundizar nuestro conocimiento acerca de los orígenes de ese proceso nos permite al menos entender el génesis u origen de las características esenciales de la civilización en la cual vivimos y con cuyos defectos, indudablemente, muchas veces no estamos para nada conformes. El llamado Evangelio de la Prosperidad es precisamente uno de esos “elementos defectuosos” que nos causan malestar y desagrado en el mundo cristiano y la sociedad occidental conformada bajo su amparo. Dicha herejía es un mal que muchos tratan de achacar a otro mientras que, al mismo tiempo, tratamos con vehemencia de desvincular de nuestra propia herencia religiosa.
Del lado calvinista los esfuerzos por desvincular su teología y culpar a otros (particularmente arminianos y pentecostales) por el surgimiento de este falso Evangelio de la Prosperidad ha llegado a niveles desesperantes. Incluso al uso de falacias, medias verdades y distorsión de la historia.

Recientemente (el lunes 23 de mayo de 2022, nuestros hermanos de BITE, un ministerio de orientación calvinista, publicó un vídeo en su canal de YouTube titulado: “¿Cuál es el origen del Evangelio de la prosperidad?” (https://youtu.be/dQVzXmVBllQ). Al día siguiente, un artículo escrito por Matías Peletay[1] (quien también es colaborador del blog calvinista Coalición por el Evangelio) publicó en el sitio web de BITE un mediano artículo titulado: “Riqueza, felicidad y fe: orígenes del evangelio de la prosperidad”(https://biteproject.com/origenes-del-evangelio-de-la-prosperidad/).
Tanto el vídeo como luego el artículo publicado por BITE, hacen afirmaciones como las siguientes:
“Puede argumentarse, con bastante certeza, que Estados Unidos se construyó sobre las bases del cristianismo puritano. La mentalidad y ética protestante fueron cruciales para sentar los fundamentos de la nación. Pero, con el paso del tiempo, aquel puritanismo fundacional y la teología calvinista fueron perdieron terreno en la ética nacional, especialmente luego de la Independencia del país.”[2]
Con ello, sin duda, el autor de dicho artículo busca desvincular el calvinismo de cualquier parentesco con el Evangelio de la Prosperidad, al mismo tiempo que insinúa que fue el abandono de la teología calvinista lo que llevó al evangelicalismo norteamericano a abrazar la herejía. El decisionismo de Charles Finney, el Movimiento de Santidad “metodista”, el positivismo de Essek William Kenyon (de quien maliciosamente se señala su “cuño arminiano” por su adhesión a los bautistas del libre albedrío), el Nuevo Pensamiento y (claro, no podía faltar en su lista) el naciente pentecostalismo, sumado a lo que él llama (citando a Kate Bowler, autora del libro “Blessed: A history of american prosperity gospel”) una cultura del pragmatismo, esfuerzo individual y alta movilidad social, son vistos como los verdaderos culpables del Evangelio de la Prosperidad.
Aclaro. Siento un profundo respeto por el ministerio multimedia desarrollado por nuestros hermanos de BITE. Les considero mis hermanos en Cristo y yo mismo he sido bendecido por algunos de sus aportes. En ningún momento deseo atacar su ministerio o pedir a mis hermanos pentecostales que se satanice a BITE, su blog o su canal de YouTube. ¡En ninguna manera! Sin duda lo que hacen lo hacen de corazón, por amor a Cristo, y porque lo creen correcto. ¡Y qué decir de la calidad de sus vídeos! Sin duda sirven mucho al cuerpo de Cristo.

También considero importante destacar que yo mismo considero al Evangelio de la Prosperidad como una herejía destructiva que ha infectado la iglesia evangélico del s. XXI, y creo que es necesario refutarla. En ninguna manera lo escrito aquí debe interpretarse como una apología de este. Sin embargo…
Me parece que el autor tiene una visión sesgada y prejuiciosa sobre el tema y a claras luces en contra del movimiento pentecostal y el arminianismo en general. No le pesa destacar las supuestas relaciones del Evangelio de la Prosperidad y sus fundadores con grandes figuras del pentecostalismo, como Aimee McPherson, fundadora de la Iglesia Cuadrangular; John G. Lake, fundador de los Healing Rooms; y F.F. Bosworth, uno de los fundadores de las Asambleas de Dios y luego, líder prominente dentro de la Alianza Cristiana y Misionera, mientras que al mismo tiempo pasa por alto, voluntariamente otros hechos históricos que vinculan al mismísimo calvinismo (y particularmente al puritanismo que tanto idealiza) con el Evangelio de la Prosperidad.
No es mi intención tampoco negar la obvia vinculación del Evangelio de la Prosperidad con muchos líderes e iglesias pentecostales. Yo mismo he citado en una artículo la evidente vinculación entre ambos movimientos.[3] Solo me parece incorrecto ignorar que, en última instancia, tales ideas no nacieron con nosotros ni tampoco pueden achacársenos exclusivamente. El calvinismo tiene su cuota de culpa en esto e ignorándolo no logran escapar de dicha responsabilidad. Acusar al pentecostalismo, al movimiento de santidad, al metodismo o al arminianismo no cambian la realidad. Sólo prueban que el autor no preparó adecuadamente (o no quiso hacerlo de forma intencional) su artículo, prefiriendo expresar sus ya notorios prejuicios. Entremos en materia…

MAX WEBER, CALVINO Y LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO
La sola mención de Weber y su obra hará que el calvinista fanático salte y diga: “¡Eso no es así! ¡Weber y sus postulados han sido refutados!”, pero eso no es del todo cierto. Pero ¿Quién fue Max Weber y por qué su obra es importante aquí?
Maximilian Weber (Erfurt, Alemania, 21 de abril 1864 – Munich, 14 de junio 1920) fue un economista político y sociólogo alemán, considerado uno de los fundadores del estudio moderno, antipositivista, de la sociología y la administración pública. El ensayo de Weber, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, es su obra más conocida. Su objetivo era encontrar razones que justificaran la diferencia entre el proceso de desarrollo de las culturas Occidental y Oriental. En su interesantísimo ensayo, Weber analiza el efecto de las ideas religiosas sobre las actividades económicas, la relación entre estratificación social e ideas religiosas, y las características singulares de la civilización occidental.
En el análisis de sus descubrimientos, Weber mantuvo que las ideas religiosas puritanas habían tenido un impacto importante en el desarrollo del sistema económico de Europa y los Estados Unidos, aunque aclarando que ésas no fueron las únicas causas del desarrollo. Contrario a lo que muchos calvinistas piensan, Weber no solo creía que el calvinismo fuese la causa única del surgimiento del capitalismo. El calvinismo fue más bien el catalizador religioso, pero no su único componente. Según Weber, el racionalismo en la búsqueda científica; el mezclar la observación con la matemática; el estudio sistemático y la jurisprudencia; la sistematización racional de la administración gubernamental, y la empresa económica (sumado a la ideología calvinista) fueron los elementos que se combinaron para dar vida la modelo capitalista.
Denes Martos, reconocido politólogo, geopolítico, consultor internacional y escritos, quien también sirviera como traductor de la obra de Weber, señala:
“En este texto, Max Weber se refiere al ascetismo protestante, una de cuyas características es el haberse inspirado, directa o indirectamente, en las escuelas ascéticas católicas pero arrancando – casi literalmente – la práctica ascética de la intimidad del monasterio o de la Orden para volcarla al mundo laico y a la vida mundana. Con ello, lo que originalmente fue pensado como un ejercicio y una disciplina practicadas lejos del mundo y en forma individual, terminó tratando de ser practicado como norma de vida cotidiana aplicable a todo el conjunto social […] Weber halla que el protestantismo en general y la ética del ascetismo mundano en particular constituyen una de las fuerzas impulsoras del capitalismo (y no la causa del surgimiento del capitalismo como algún lector superficial de Weber ha cometido el error de interpretar). Existe – y Weber lo demuestra – un nexo entre el protestantismo ascético y el capitalismo. Pero la evolución de esta tendencia, por si sola, muy probablemente no hubiera podido prevalecer de no hallarse asistida por otro ingrediente esencial: la doctrina de la predestinación aportada por el calvinismo.”[4]

Y de forma contundente añade:
“Lo menos que puede decirse de esta doctrina es que resulta siniestra. El sólo pensar que ya al momento de nacer estamos condenados o salvados, más allá de lo que hagamos o dejemos de hacer en la vida, sencillamente produce escalofríos. Es algo que no se condice ni con el libre albedrío y su correspondiente responsabilidad personal, ni tampoco con el principio de la justicia divina. Mucho menos se compatibiliza con la imagen auténticamente cristiana del Dios Padre predicada por Jesús de Nazaret, y, en todo caso, revierte bastante fuertemente al Jehová del Antiguo Testamento […] Pero el efecto más angustiante de la predestinación es que, por fuerza, instaura en la persona la compulsión a “verificar” o “comprobar” si es – o no – un “Elegido”. Por más vericuetos filosófico-teológicos que se le agreguen a la idea, en lo básico todo se resume a pensar que, si todo depende de de una soberana decisión divina y las buenas obras no sirven para nada, considerándonos “Elegidos” las peores acciones son hasta un lujo que cualquiera de nosotros se puede dar. Por supuesto que las buenas personas no pensarán así. Pero las malas – y las muy malas – fácilmente encontrarán en esto la semiplena justificación para sus peores actos. Porque, si soy un condenado: ¡qué más da! El infierno ya me está garantizado de todos modos, así que mi única posibilidad es pasarla lo mejor posible sobre esta tierra al precio que sea y a costillas de quien sea. Pero si tengo éxito en mis proyectos y adquiero una alta posición social, muy probablemente sea un “Elegido” porque, de no ser así, Dios no me premiaría con el éxito. En el fondo, se trata de un maquiavelismo puro elevado a la categoría de religión: de un modo o de otro, el éxito lo justifica todo.”
De acuerdo con Martos, la idea calvinista de la “comprobación” es clave en el surgimiento del capitalismo. La idea de que el trabajo bien realizado es consecuencia de la nueva vida engendrada por la fe está presente en el calvinismo aún hoy. Como producto secundario de la teología desarrollada por Calvino, un hombre salvado por Dios podía darse cuenta de su salvación y separarse de la masa de los condenados, si Dios le ha bendecido con los bienes de esta vida. La prosperidad material era vista como una prueba de que Dios había elegido a una persona. Por lo tanto, el hombre calvinista buscaba la prosperidad material como prueba de su salvación y como justificación de su propia existencia.[5]
Así pues, en vez de convertirse en un quietista o en un sinvergüenza sin más, el calvinista se hizo capitalista. Sus creencias religiosas produjeron una ansiedad espiritual capaz de suavizarse únicamente a través de la acumulación de la riqueza material: El calvinista buscaba reafirmar su elección a través de la prosperidad material. Solo así podía callar sus dudas internas. Así pues, el capitalismo naciente recibió su espíritu del calvinismo, el cual empujó a sus seguidores a que se hicieran ricos para probar así su elección. Weber señala:
“Ya los españoles estaban conscientes de que “la herejía” (aplicada al calvinismo) “era benéfica al espíritu comercial”, teoría que sostuvo enteramente sir W. Petty en su alegato acerca de las razones del crecimiento capitalista en los Países Bajos. Concedemos la razón a Gothein al calificar a la Diáspora calvinista en su calidad de vivero de la economía capitalista.”[6]
Sin el calvinismo, los medios nuevos de la industria habrían sido encauzados y disciplinados por la moralidad católica, y el mundo de hoy habría sido totalmente diferente de lo que es en realidad. Dicho de otra manera, el calvinismo desvió el nuevo progreso económico e industrial hacia una mentalidad y una psicología de inseguridad interna, insistiendo en que el individuo, como tal, se enriqueciera y de esta manera simbolizara su salvación para todo el mundo y para sí mismo. El germen de la teología de la prosperidad había sido implantado en el protestantismo.[7]

La obra de Weber también señala:
“Es una verdad histórica que el calvinismo ha sido uno de los más sólidos pilares de una educación en el espíritu capitalista […] Tanto aquí [Holanda, bastión del calvinismo] como en donde fuera, la pequeña y media burguesía que escalaba socialmente hasta los más altos puestos de las empresas de mayor importancia estaba integrada justamente por el clásico titular de la ética del capitalismo y de la Iglesia calvinista.”[8]
“[El Calvinismo] constituye la idea religiosa que originó todas y cada una de las luchas relativas tanto a la religión como a la cultura de los pueblos civilizados más avanzados dentro del capitalismo, esto es: el de los Países Bajos, de Francia e Inglaterra, durante los siglos XVI y XVII.”[9]
“Las amplias zonas de su poderoso influjo [el calvinismo]… eran a un tiempo representativas de cultura capitalista.”[10]
Esto no es necesariamente un cumplido. Aunque dudo que Weber quisiera ofender al calvinismo. Con total objetividad, afirma:
“El calvinismo da la impresión de encontrarse más cerca del glacial espíritu jurídico y dinámico de los empresarios burgueses capitalistas.”[11]
“El calvinismo dio por resultado el desencadenamiento de las fuerzas en el individuo un deseo vehemente de ganancia desmedida, ya que, pese a la expresa legalidad propia del “santo”, entre los calvinistas siempre fue válido este principio goethiano: El individuo en acción es desleal; únicamente tiene conciencia el contemplativo”.[12]

LOS PURITANOS Y EL ESPÍRITU CAPITALISTA QUE SENTÓ LAS BASES DE LA MENTALIDAD AMERICANA E, INDIRECTAMENTE, DEL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD
Las ideas de Calvino y el germen de la Teología de la Prosperidad sería exportada al Nuevo Mundo principalmente por los puritanos. Según Max Weber, la valoración ética que el calvinismo europeo, y luego el puritanismo, hace del oficio o la profesión, sumado al dogma de la predestinación y el ascetismo y la disciplina estricta que, desde la óptica del puritanismo debía impregnar todas las dimensiones de la vida humana, fue la base sobre la cual se construyó el capitalismo americano. La doctrina de la predestinación sería la base teológica del mismo ¿Por qué? De acuerdo con la Confesión de Fe de Westminster (1647), el contenido del dogma calvinista de la predestinación puede resumirse como sigue:
(i) Al caer el hombre en el pecado original, su voluntad pierde completamente la capacidad de encaminarse al bien espiritual y a la bienaventuranza.
(ii) Por decreto, en virtud de su omnipotencia, Dios destina a unos hombres a la vida eterna y condena a otros a la muerte.
(iii) Los hombres destinados a la vida eterna son elegidos por libre amor y gracia, no por mérito propio (esto es, no por sus buenas obras, su fe, etc.). De igual modo, los destinados al infierno no son condenados por demérito propio (esto es, no por sus pecados, su falta de fe, etc.).
Weber señala que, como efecto de esta doctrina, que excluye toda posibilidad de una salvación eclesiástico-sacramental y deja a los hombres sumidos en una completa incertidumbre respecto de su destino final, se produjo en la nueva mentalidad calvinista un sentimiento de profunda soledad y angustia. Para lidiar con él, el calvinismo propuso que el hombre debía procurar obtener esta seguridad recurriendo al trabajo metódico y constante.[13]
De esta manera el hombre podía sentirse seguro de ser receptor o instrumento del poder divino. Así pues, el camino señalado por el calvinismo promovería el ascetismo y la laboriosidad.[14] El complemento natural de esta exaltación del trabajo incesante –según Weber– sería la condena moral y el combate práctico del desempleo, la vagancia y la mendicidad.[15]
“La severa contraposición de lo divino y la naturaleza, clásica en los puritanos, hacía que éstos rechazaran los Evangelios apócrifos por no considerarlos de inspiración. Por lo que se refiere a los libros canónicos, tenía más fuerte ascendiente el Libro de Job, en el cual la intensa veneración a la Majestad Divina (de suprema soberanía y extraída a toda proporción humana), tan cara a los principios del calvinismo, surgía integrada con la convicción final (que para Calvino no tenía la importancia capital que, por el contrario, animaba al puritano) de que Dios suele derramar sobre sus elegidos, justamente en esta vida, sus dones, sin excluir los materiales.” [16]

Donde el calvinismo se afincaba (fuese en Europa o América), el capitalismo y el germen de lo que en siglos venideros sería llamado el Evangelio de la Prosperidad, también se establecía:
“Por lo que respecta a Holanda —aquí fue únicamente por siete años que dominó el calvinismo—, los círculos más apegados a la religiosidad, cuya sencillez y moderación iban cada vez más en ascenso, dueños de grandes riquezas, terminaron por lanzarse desenfrenadamente tras el cúmulo de capitales.”[17]
“El calvinismo ejerció una gran influencia también en Alemania. La confesión “reformada”, comparada con las demás, parece haber fomentado aquí, como en otros lugares, el desarrollo del espíritu capitalista. Influyó más que, por ejemplo, el luteranismo como lo demuestra la comparación – tanto en general como en detalle – especialmente con el Wuppertal. En Escocia y entre los poetas ingleses, tanto Buckle como en especial Keats, han subrayado estas relaciones. Más notoria todavía, aunque esto apenas si necesita ser recordado, es la relación existente entre la reglamentación religiosa de la existencia con un simultáneo, intensivo, desarrollo del sentido comercial.”[18]
El “ascetismo protestante” de los puritanos calvinistas moldeó el pensamiento norteamericano, ese “american gospel” o “american way of life” que, eventualmente, serviría de base al mismísimo Evangelio de la Prosperidad, tan aborrecido hoy por los propios calvinistas. Para los puritanos, la recreación y el descanso sólo eran permisibles en la medida en que fueran funcionales al cumplimiento del llamado. Los encantos de la recreación sólo eran considerados inocentes por el cansancio físico del cual debían ser el resultado y como forma de reposición de las energías agotadas en el trabajo, con vistas a acometer la nueva labor por delante. Las únicas metas que habilitaban a los hombres para no trabajar eran la preservación de la salud y la recuperación de energías.
En el mundo creado por Dios no había espacio para una clase ociosa: los no industriosos estarían pecando, contrariando la voluntad divina, al no cumplir con las obligaciones morales implicadas en el llamado de Dios. Por eso los pobres debían ser castigados, disciplinados y reconducidos, por los medios que fuera necesario, a la buena senda.[19] De este modo, en la doctrina de la vocación, o comprobación, el calvinismo unió dos elementos implícitos en su concepción del trabajo: la disciplina social y la autoafirmación. El trabajo era, a la vez que un medio de disciplinamiento, la forma de autoafirmación de los piadosos.[20]
Así pues, con tales ideas en mente, la ética calvinista/puritana terminaría, quizá sin querer, sirviendo de fundamento para el denominado “evangelio de la prosperidad”, que también suele denominarse como “evangelio de pídalo y recíbalo” o “evangelio de codicia”.
En resumen, no solo el positivismo de Essek William Kenyon, el Nuevo Pensamiento y el naciente pentecostalismo merecen ser culpados por la existencia del Evangelio de la Prosperidad. Las ideas calvinistas-puritanas se terminarían fusionando con la idea del “sueño americano” o “American Dream”, la emotividad y dinamismo pentecostal y el uso de la comunicación masiva para difundir el mensaje del nuevo “Evangelio”. Y esto es, a mi ver, lo que omite mencionar el autor del artículo y del vídeo compartido por nuestros hermanos de BITE y otros blogs calvinistas.

NO SÓLO SE TRATA DE MAX WEBER
Desacreditar a Max Weber es el recurso final de un calvinista al ser confrontado con su paternidad indirecta sobre el Evangelio de la Prosperidad. Sin embargo, Max Weber no ha sido el único en ver el parentesco. El historiador, filósofo y teólogo Gerson Leite de Moraes, profesor de la Universidad Presbiteriana Mackenzie, en Sao Paulo, admitió:
«Calvino y también el calvinismo [es decir, interpretaciones posteriores de su teología] entienden que el trabajo debe ser visto como una bendición, ya que debe realizarse para glorificar a Dios… Cuando el calvinismo y el capitalismo se encuentran, es el matrimonio perfecto, ya que ambos tienen afinidades electivas, es decir, la misma lógica de funcionamiento.»[21]
No solo pentecostales o arminianos vemos la relación entre el calvinismo, el capitalismo y, en última instancia, su hijo ilegítimo, el Evangelio de la Prosperidad. El calvinismo y su ética están presentes en el mismo ADN de tal herejía. Incluso los no creyentes suelen reconocerlo. Antonio J. Martínez afirma:
“El espíritu trabajador y ahorrador del calvinismo actuó como factor de desarrollo del liberalismo más salvaje… El espíritu calvinista supuso un fenómeno expansivo que provocó el auge de una nueva forma de entender el trabajo en aquellos lugares a los que llegaba. Así, Suiza, Holanda, el impacto hugonote en Francia, las comunidades calvinistas en Alemania o Hungría o los presbiterianos escoceses y los puritanos ingleses que luego emigrarían a Norteamérica supusieron no sólo un nuevo modelo de sociedad espiritual, sino un cambio en la concepción del trabajo y de la economía en aquellos lugares donde fueron asentándose… Esa ética… propia del calvinismo se adivina como uno de los elementos que configuran el moderno capitalismo caníbal, una vez que el elemento espiritual (obtener a través del trabajo los recursos necesarios para vivir) ha sido sustituido por criterios más ‘racionales’.”[22]
El calvinismo con sus ideas alimentó el capitalismo, y este, a su vez, fue lo que en última instancia dio vida a ese “American Way Of Life” o “American Dream” que, llevado al plano religioso, dio vida al Evangelio de la Prosperidad. Este es anterior al pentecostalismo, por lo que acusar a pentecostales y arminianos de ser sus creadores es simplemente ridículo. El calvinismo debe reconocer su parte de la culpa.

El Dr. J. R. Rivas, PH.D. de la Tecana American University, comentando la obra de Weber, afirma:
“El protestantismo ofrece un concepto del «llamado» mundano y le da a la actividad mundana un carácter religioso. Si bien es importante, esto solo no puede explicar la necesidad de obtener ganancias. Una rama del protestantismo, el calvinismo, proporciona esta explicación. Los calvinistas creen en la predestinación: que Dios ya ha determinado quién es salvo y condenado. A medida que se desarrolló el calvinismo, surgió una profunda necesidad psicológica de pistas sobre si uno realmente era salvo, y los calvinistas buscaron pistas sobre su éxito en la actividad mundana. Por lo tanto, llegaron a valorar las ganancias y el éxito material como signos del favor de Dios. Otros grupos religiosos, como los pietistas, metodistas y las sectas Bautistas tenían actitudes similares en menor grado.”[23]
Incluso aquellos que buscan blanquear la imagen del calvinismo tienen que admitir dicha relación de parentesco. José Vidal Beneyto, director del Colegio Miguel Servet de París y presidente de la Fundación Amela afirma:
“El sistema económico dominante se olvidó de sus ascéticos y laboriosos orígenes calvinistas y terminó glorificando el enriquecimiento rápido como referencia del éxito. Eso abrió las puertas a la trampa y la rapiña… [el calvinismo] saca a los creyentes de los oratorios y los lanza a la conquista del mundo profesional… sostiene que la vida material en su conjunto nos viene de Dios y por tanto los bienes, e incluso el dinero, son signo de su bondad y en cierto sentido de su predilección.”[24]
Esta no es una verdad cómoda para el calvinista que tiende a satanizar al movimiento pentecostal y culparlo por todos los males y herejías del cristianismo de hoy. No obstante, los hechos son los hechos: Si bien el Evangelio de la Prosperidad hoy se encuentra ampliamente difundido en las filas pentecostales, no le es exclusivo ni tuvo su origen en él. La base teológico y ética sobre la cual se fundamente puede trazarse a los mismos orígenes del calvinismo. Ilegítimo quizá, pero al fin de cuentas este crío teológico lleva el ADN de Calvino y su movimiento.

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES CITADAS:
[1] Matías Peletay es colaborador de TGC y Bosquejos Podcast (y por lo visto también de BITE). Vive, trabaja, y estudia en Córdoba, Argentina. Se congrega en la Iglesia Bíblica Bautista Crecer, una iglesia de orientación calvinista.
[2] Peletay, Matías, Riqueza, felicidad y fe: orígenes del evangelio de la prosperidad, publicado en el sitio oficial de BITE el 24 de mayo de 2022. Disponible en: https://biteproject.com/origenes-del-evangelio-de-la-prosperidad/
[3] Fernando Ernesto Alvarado. “Herejías destructoras: el evangelio de la prosperidad”, publicado en el sitio Pensamiento Pentecostal Arminiano el 20 de noviembre de 2018, en https://pensamientopentecostalarminiano.org/tag/pseudo-apostoles/.
[4] Max Weber, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, pp. 13-14. Traducción de Denes Martos. Edición Original: 1904/1905. Edición Electrónica: 2009. Disponible en: http://www.laeditorialvirtual.com.ar
[5] Fernando Ernesto Alvarado. “El Evangelio de la Prosperidad y sus raíces calvinistas”, publicado en el sitio Pensamiento Pentecostal Arminiano el 19 de octubre de 2021, en https://pensamientopentecostalarminiano.org/2021/10/19/el-evangelio-de-la-prosperidad-y-sus-raices-en-el-calvinismo/
[6] Max Weber, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, pp. 17. Traducción de José Chávez Martínez. 9na Edición, Premia Editora, 2009.
[7] Para un estudio más profundo del tema, véase: Ramiro de Maeztu, El sentido reverencial del dinero, Madrid, Editora Nacional, 1957.
[8] Ibid., pp. 32, nota al pie de la página.
[9] Ibid., pp. 56.
[10] Ibid., pp. 57, nota al pie de la página.
[11] Ibid., pp. 92
[12] Ibid., pp. 101
[13] Max Weber, Ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ediciones Brontes, pp. 138-139.
[14] Max Weber, Ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ediciones Brontes, p. 142.
[15] Max Weber, Ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ediciones Brontes, p. 226.
[16] Ibid., pp. 113
[17] Ibid., pp. 122
[18] Max Weber, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Pp. 38-39. Traducción de Denes Martos. Edición Original: 1904/1905 Edición Electrónica: 2009. Disponible en: http://www.laeditorialvirtual.com.ar
[19] Dunn, J.,The Political Thought of John Locke. Cambridge: Cambridge University Press. 1969, p. 277.
[20] Walzer, M., La revolución de los santos. Estudio sobre los orígenes de la política radical. Madrid: Katz. 2008, pp. 227-228
[21] Veiga, Edison. Quién fue Juan Calvino, el teólogo que ayudó a fundar el protestantismo y a justificar el capitalismo, artículo publicado en el sitio BBC News Mundo el 15 de enero de 2022 en https://www.bbc.com/mundo/noticias-59531178
[22] Martínez, Antonio J., El dios del capitalismo era protestante, artículo publicado en el sitio “Público.es” el 25 de noviembre de 2008, disponible en https://www.publico.es/culturas/dios-del-capitalismo-protestante.html
[23] Rivas, J. R., La ética protestante y el espíritu del capitalismo de Max Weber, artículo publicado en el sitio de la Tecana American University el 16 de enero de 2018, disponible en https://tauniversity.org/editorial/la-etica-protestante-y-el-espiritu-del-capitalismo-de-max-weber
[24] Beneyto , José Vidal, Las desvergüenzas del capitalismo, artículo publicado en el sitio web de El País, el 21 de noviembre de 2008, disponible en https://elpais.com/diario/2008/11/22/opinion/1227308412_850215.html