En momentos de crisis —ya sea por pandemias, conflictos sociales, desastres naturales o incertidumbre espiritual—, la figura del ministro evangélico emerge como un pilar fundamental para la comunidad creyente. Nuestro liderazgo trasciende lo meramente religioso, convirtiéndonos en un referente de esperanza, guía y estabilidad en medio del caos. Y es que nuestro carácter y las acciones como ministros no solo definen nuestra autoridad espiritual, sino que también moldean la respuesta colectiva ante la adversidad, influyendo en cómo la comunidad enfrenta, interpreta y supera los desafíos.
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¡Dios te salve, patria sagrada!
Poner la confianza en los gobiernos de este mundo y en sus líderes es una causa perdida y la iglesia no debe participar de ello. Este mundo caído no tiene soluciones eternas. Es más, la Biblia declara que las alianzas con el poder mundano están en contra de su voluntad: "Sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está bajo el control del maligno." (1 Juan 5:19, NVI)
El autocuidado pastoral
Pastor, no te descuides de ti mismo. No bajes la guardia, ¡Sé fuerte! Tus ovejas te necesitan. La forma de ejercer nuestro ministerio ha cambiado, de eso no hay duda. ¡Y quizá nunca vuelva a ser igual que antes! Lo que no ha cambiado, ni cambiará, es nuestra responsabilidad de compartir la Palabra de Dios.
Misma tormenta, pero distinto barco…
Estamos en el mismo mar y enfrentando la misma tormenta, sí. Pero unos la enfrentan en yate, otros en lancha, otros en salvavidas y otros a duras penas continúan nadando con todas sus fuerzas. Cada cual que navegue su ruta con respeto y dignidad.