Por Fernando E. Alvarado
Mientras que la mayoría de cesacionistas afirma la posibilidad de que existan los milagros (aunque con expectativas mínimas), niegan al mismo tiempo que ese don esté presente en la vida de la Iglesia contemporánea. Ellos creen que Dios puede sanar a las personas y que ocasionalmente lo hace, de manera sobrenatural. Pero el don de sanidad ya no está al alcance de la Iglesia.

Una de las principales razones por las cuales los cesacionistas creen que dones como el de sanidad ya no están presentes en la vida de la Iglesia contemporánea es su concepción errónea acerca de los dones milagrosos. Muchos cesacionistas creen erróneamente que ser el receptor del «don de sanidad» o del «don de milagros» significa que alguien puede invariablemente ejercer el poder sobrenatural a discreción, en cualquier lugar, en cualquier momento, con el mismo grado de efectividad como lo hicieron los apóstoles. Esta manera erróna de entender la naturaleza de los carismas del Espíritu queda ejemplificada en las declaraciones de Josias Grauman durante Expositores 2022:
«Durante 5 años trabajé en un hospital en Los Angeles. Uno de mis trabajos era sacar a los “curanderos falsos” (creyentes carismáticos o pentecostales que iban a los hospitales a orar por los enfermos) … ¡Yo con mucho gusto lo hacía!… Y era fácil, yo los detenía en la puerta… y les decía: — «Mira, si quieres entrar está bien, solamente te pido una cosa: Por favor, quítame de mi cuerpo la mutación genética que yo sufro y, si lo haces, te dejo pasar y puedes sanar a todos los demás.» — Durante 5 años, muchísimos lo intentaron y sigo igual…» (La persona y dones del Espíritu – Josías Grauman, Expositores 2022, min, 35:00-35:48. Vídeo completo disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=8_IDbaFRc0E)
Grauman al parecer piensa haber soltado una bomba sobre el continuismo con tales declaraciones. Sin embargo, esto no es lo que enseña el Nuevo Testamento sobre el uso y naturaleza de los carismas, y particularmente sobre el don de sanidad. Las declaraciones de Grauman, más bien, nos invitan a cuestionar su fe y comprensión bíblica: Si lo que cuenta es cierto, nos preguntamos: ¿De verdad pedía ese milagro con fe o simplemente quería burlarse de quienes llegaban a orar por los enfermos y ridiculizarlos? ¡La intención de Grauman es obvia! Y la respuesta del Señor también:
“Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada…” (Mateo 12:38-39).
Y es que la actitud de Grauman en poco difiere de la experiencia de Jesús con el mismo Satanás:
“Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.” (Mateo 4:5-7).
El mismo Espíritu acusador y sembrador de duda que quiso tentar a Jesús puede verse también en la actitud de muchos cesacionistas. Dios, sin embargo, no se presta a este tipo de juegos: “El que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.” (Santiago 1:6-7)

El problema aquí no es que los dones ya no estén vigentes. El problema es que algunos han decidido imponer sus prejuicios a la Palabra del Señor y no comprenden la naturaleza de los dones. Por ejemplo, es erróneo pensar que si alguien puede sanar alguna vez, siempre podrá sanar. En Filipenses 2, Pablo dice que Epafrodito estaba enfermo, incluso a punto de morir, y aunque podemos suponer que Pablo oró por la sanidad de Epafrodito, resulta evidente por el contexto que, a pesar de poseer el don de sanidad, Pablo no lo sanó de forma inmediata. Luego en Filipenses 2:25-30 leemos:
«Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado. Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza. Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza. Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él; porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí.»
De igual forma, en 1 Timoteo 5:23, Pablo menciona que Timoteo tiene una enfermedad recurrente que parece estar relacionada con el estómago, y le recomienda beber un poco de vino. ¿Acaso no podía orar por él y hacer uso del don de sanidad? ¿O es que Pablo había perdido su autoridad apostólica? No lo creo. Algo semejante puede verse en 2 Corintios 12:7-10 y Gál. 4:13, en donde puede verse a un Pablo que ora para que le sea quitado un «aguijón en la carne», pero Dios se niega a hacerlo. En este caso, Pablo oró por la sanidad, pero su petición fue denegada. ¿Fue Pablo menos apóstol por ello? ¿Era acaso un embaucador? Grauman seguramente lo hubiera catalogado como un «falso sanador» por no poder curarse a sí mismo. Pero de acuerdo con la Biblia, Dios no siempre sanará a todos, y no porque el que ora no posea el don de sanidad, sino por causa de incredulidad (Mateo 13:58; Marcos 6:5; Mateo 17:19-20), de pecado inconfeso o impenitente (Santiago 5:14-16); o porque simplemente Dios tiene otros planes para esa persona (2 Corintios 12:9; Juan 11:21-45). Las razones pueden ser muchas pero, en todo caso, no nos corresponde a nosotros cuestionar a Dios.
Personalmente encuentro absurdo el argumento de Grauman, quien además de cesacionista es calvinista. ¿Acaso no afirma el calvinismo que Dios es perfectamente soberano y no está sujeto a la voluntad y deseos humanos? Entonces ¿Por qué pareciera que Grauman está afirmando que alguien puede ejercer el poder sobrenatural a discreción, en cualquier lugar, en cualquier momento, sin tener en cuenta la voluntad de Dios? Pedirle a esos «falsos sanadores», como él los llama, que le quitaran su desorden genético es ridículo. Él optó, en cambio, por sentarse en la «silla de escarnecedores» (Salmo 1:1) y burlarse de lo que no conoce. Cómo buen calvinista que defiende la soberanía de Dios, Grauman debería entender a la perfección que este don está sujeto a la voluntad de Dios, no a la voluntad del ser humano. ¿Por qué entonces pedir algo que él mismo sabe que no pasará, si no es como pretexto para su incredulidad?

Una persona puede tener el don de sanar a muchas personas, pero no a todas. Otro puede tener solo el don de sanar a una persona en una ocasión particular de una enfermedad particular. Nótese en 1 Corintios 12:9 que el don de sanidad es el único enumerado en forma plural. La forma plural indica que hay varias clases de sanidades—condiciones diferentes en las cuales las personas son sanadas y maneras diferentes en que ocurre la sanidad. Nadie puede decirle al Espíritu Santo cómo, cuándo y en qué forma ejercer este don. Según 1 Corintios 12:11, es el Espíritu Santo quien reparte y ejecuta los dones como él quiere ¡No Josías Grauman exigiendo ser sanado con la única intención de burlarse!
Cómo cualquiera que ha ejercido este don podrá confirmar, el ejercicio del don de sanidad suele estar unido a otros dones y manifestaciones del Espíritu Santo, pues los dones se complementan entre si. A través del don de conocimiento o palabra de ciencia, por ejemplo, aquel que ministra a otros podrá obtener una revelación interior que le otorgue una seguridad objetiva sobre una curación o un milagro inminente (Hechos 14:8-10), así como a través de una profecía o mediante un sueño o visión dada por el Espíritu Santo que le confirme el deseo y la voluntad divina de que dicho milagro o sanidad ocurrirá. ¡Esto es lo maravilloso de los dones! Se nos otorgan a los hombres, ¡Pero solo pueden ser ejercidos conforme a la voluntad divina o fracasarán! Ningún hombre es señor de los dones o carismas espirituales. Solo somos simples instrumentos.
Grauman y sus «Expositores» deberían comprender la naturaleza misma de los dones antes de siquiera pretender decirnos que estos ya no están vigentes. Pero pedirle a un grupo de escépticos cesacionistas como los «Expositores» que nos expliquen la naturaleza de algo que ignoran y que jamás han experimentado, es como esperar que un ciego nos describa la belleza de un arcoiris o el brillo del sol. Muchos pentecostales, sin embargo, están siendo engañados por gente como esta.
