Distintivos del Pentecostalismo, Evangelicalismo, Pentecostalismo, REFLEXIÓN BÍBLICA, Vida Espiritual

¿Eres mi hermano aunque pienses distinto?

Por Fernando E. Alvarado

Sepulcros de una mujer católica y su marido protestante, a quienes no se les permitió ser enterrados juntos en Roermond (Países Bajos)

En el cementerio de Roermond, en los Países Bajos, hay una tumba muy particular que llama la atención de los paseantes. La sorprendente imagen atrae la mirada y contagia romanticismo. Apodada “la tumba de las manos” (“graf met de handjes” en neerlandés), se trata de una de las sepulturas del antiguo cementerio de Roermond, Países Bajos.

Separadas por un muro, dos estelas se unen gracias a la escultura de dos manos entrelazadas. De hecho, se trata de una doble sepultura, la de un matrimonio que murió en el siglo XIX: Jacob Werner Constantin van Gorkum y Josephina van Aefferden. En el lado protestante del cementerio yacen los restos de Van Gorcum, mientras que su esposa, la señora Van Aefferden, fue enterrada en el lado católico. Él fue el primero en fallecer. Tenía 71 años y se le dio sepultura en el lado protestante del cementerio. Poco antes de morir, y sabiendo que sus respectivas tradiciones religiosas no les permitirían ser sepultados juntos, él buscó una ubicación ideal junto al muro que limitaba ambas áreas. El plan ya estaba previsto de antemano…

UNA HISTORIA DE AMOR, RESPETO Y TOLERANCIA

El 3 de noviembre de 1842, el protestante Jacob Werner Constantin van Gorkum, entonces coronel de caballería, se casó con la católica Josephina Carolina Petronella Hubertine van Aefferden.

A la muerte de Jacob van Gorcum en 1880, fue enterrado en la parte protestante del cementerio de Roermond, contra el muro que divide la parte católica de la protestante. Sin embargo, cuando Josephina van Aefferden falleció ocho años más tarde, no pudo ser enterrada en la misma parte que su exmarido debido a la diferencia de confesiones, así que fue enterrada lo más cerca posible de su marido, pero al otro lado del muro, en la parte reservada a los católicos. Ella misma, justo antes de morir, pidió ser enterrada lo más cerca posible de su amado compañero, justo al otro lado del muro. Ambos habían previsto muchos años antes el levantar dos monumentos fúnebres a cada lado, para unirse por encima del muro de separación en dos brazos que se cogen de la mano. Ni el tiempo, ni las religiones, los separarían.

Las dos tumbas, colocadas a cada lado del muro que separaba los lados católico y protestante, disponían de unas lápidas lo suficientemente altas como para elevarse por encima del muro. Finalmente, dos manos fueron talladas en la parte superior de las lápidas sepulcrales para que se encontraran en medio del muro. Un hermoso símbolo de unidad y eternidad.

¿POR QUÉ CREYENTES DE UNA MISMA FE NO PUEDEN SER IGUAL DE UNIDOS?

Si una pareja de esposos de diferentes tradiciones de fe, una mujer católica y su esposo protestante, pudieron amarse a pesar de las diferencias doctrinales y religiosas ¿por qué nosotros, los evangélicos, no podemos tolerar que otro evangélico piense diferente a nosotros? Pablo tiene la respuesta:

«Porque todavía son carnales. Pues habiendo celos y discusiones entre ustedes, ¿no son carnales y andan como hombres del mundo?» (1 Corintios 3:3, NBLA)

A los pentecostales nos gusta llamarnos el pueblo del Espíritu, pero nosotros, al igual que el resto de evangélicos (e inconversos en general) solemos comportarnos de forma opuesta a ello, encajando más con la definición de «el pueblo de la carne». Sobre esto Pablo escribió:

«Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, las cuales son… enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, herejías, envidias… y cosas semejantes, contra las cuales les advierto, como ya se lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.» (Gálatas 5:19-21, NBLA)

¿En verdad vivimos de tal manera? ¿Somos los evangélicos un pueblo dividido y enemistado? En muchas ocasiones lo somos. Y para muestra, un botón. En fecha reciente, el reconocido pastor español Itiel Arroyo vivió en carne propia el sectarismo rabioso del pueblo evangélico. El pastor Itiel, quien por su formación debería pasar el día programando, desgranando los entresijos de algún lenguaje informático o navegando por las entrañas de la Deep Web, fue invitado a predicar en la Convención Nacional de Jóvenes de la denominación pentecostal más grande de El Salvador. Luego, un vídeo malintencionado compartido en redes, en el cual el pastor Itiel compartió su postura escatológica (postribulacionismo), levantó toda una oleada de odio, rechazo, insultos y desprecio hacia su persona. La razón: Pensar diferente. Tener una opinión distinta sobre un tema secundario de la fe: el rapto de la iglesia.

Nada más importó. En ese momento de fanatismo rabioso, los pentecostales olvidaron que el pastor Itiel (otro pentecostal) lleva media vida intentando conocer el corazón de la juventud y explorando las profundidades del alma, predicando el mensaje de salvación a una juventud perdida. Itiel Arroyo (nacido en Bilbao, 1985) es ingeniero informático, aunque centra todos sus esfuerzos en predicar el Evangelio, en especial, a los jóvenes; en una época en la que bien podría ser considerado un influencer por sus más de 130.000 seguidores en Instagram y hasta 260.000 suscriptores en YouTube, redes sociales en las que todos sus mensajes se reducen a la misma esencia: Jesús.

Pero hablar de Jesús no fue suficiente: ¡El Rapto Pre-tribulacional superó incluso a Jesús y su mensaje de perdón, salvación y vida eterna! De pronto Itiel Arroyo, el pastor de la juventud, se convirtió en Itiel, el “hereje”, “el sicario del Cuerpo de Cristo”, “el influencer de mala doctrina”, “el divisor de la iglesia y pervertidor de la sana doctrina”. ¿Quiénes lo atacaron? ¿El mundo? No ¡Los mismos creyentes! Y todo esto ante la mirada atónita de un mundo inconverso que no entendía por qué quienes predican que “Dios es amor” ( Juan 4:8), parecían olvidar que “Todo el que aborrece a su hermano es un asesino, y […] que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él.” (1 Juan 3:15, NBLA)

La oposición fue tal que los organizadores del evento dieron marcha atrás y cancelaron la invitación hecha al pastor Itiel, no sin antes dejar dividida, y en una posición vergonzosa, a la organización religiosa organizadora del evento. Las palabras conciliadoras (cargadas de madurez y empatía) dirigidas por el pastor Itiel en un vídeo de carácter privado (que luego se viralizó), sólo generaron más ataques por parte de un pueblo inmaduro, altamente fanatizado y con una deficiente formación en teología y ética cristiana.

El pueblo pentecostal olvidó (si es que alguna vez lo supo) que, ni siquiera todos los pentecostales, y mucho menos todos los evangélicos, creemos lo mismo en cada aspecto de la fe, ¡Sobre todo en lo que a escatología se refiere!

Nuestro fanatismo, sin embargo, nos ha pasado la factura. Una factura elevada que no sólo dejó enemistados a algunos que, por devoción ciega a una doctrina que ni siquiera conocen bien, o por mera envidia y celos ministeriales, se comportaron muy por debajo del noble llamado pastoral que dicen representar, dejando en evidencia el poco carácter cristiano de aquellos que dicen ser «guías espirituales» de sus congregaciones y «guardianes de la fe y la sana doctrina». Dicho sea de paso, tan demencial comportamiento dañó seriamente la imagen de la mayor denominación pentecostal y evangélica de El Salvador, no sólo localmente, sino a nivel internacional. Incluso páginas y blogs cristianos de otros países censuraron nuestro fanatismo.

Y no, no se dirá que los pentecostales salvadoreños «son fieles en defender la sana doctrina.» ¡Nuestros pastores ni siquiera supieron defender eruditamente y sin perder los estribos la doctrina pretribulacionista! ¡No supieron qué decir! ¡Simplemente ofendieron, atacaron y se burlaron de los que pensaban distinto! Simplemente se dirá de nosotros la verdad: Actuamos con fanatismo e intolerancia ¡Y todo por defender una doctrina que, si bien forma parte de nuestras creencias más arraigadas, ni siquiera existía antes del siglo diecinueve! Una creencia que, aunque nos alivia al pensar que huiremos de la ira venidera ¡Ni siquiera era creída por los fundadores del pentecostalismo ni en la iglesia primitiva! (pero claro, como no estudiamos historia, y nuestra preparación teológica a menudo es deficiente, solemos desconocer esto).

¿TE IRÁS EN EL RAPTO QUE PREDICAS?

Sí, a los pentecostales nos encanta hablar de dones carismáticos y manifestaciones espirituales, pero ¿Y el fruto del Espíritu? (Gálatas 5:22-23). Amamos las largas disertaciones escatológicas más de lo que amamos vivir como cristianos (¡Hay radios pentecostales que últimamente predican sólo de un rapto venidero, gastando valiosas horas de tiempo al aire en especulaciones sin sentido, mientras felizmente olvidan el resto del Evangelio!), gritando a voz en cuello la inminencia de la Segunda Venida y la necesidad de santidad y unidad entre creyentes como requisitos para “irse en el rapto de la iglesia”, pero ¿De cuál santidad hablan? ¿De cuál unidad? Si Pablo resucitara y visitara nuestras iglesias, concilios, juntas y hasta grupos de Facebook, muy probablemente diría:

“Pero al darles estas instrucciones, no los alabo, porque no se congregan para lo bueno, sino para lo malo. Pues, en primer lugar, oigo que cuando se reúnen como iglesia hay divisiones entre ustedes, y en parte lo creo. Porque es necesario que entre ustedes haya bandos, a fin de que se manifiesten entre ustedes los que son aprobados.” (1 Corintios 11:17-19, NBLA)

“Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” (Gálatas 5:14-16, NBLA).

Sí, nos atacamos en redes sociales y en persona, lanzamos acusaciones y señalamos pecados mutuamente ¡Todo esto a los ojos del mundo que luego querremos ganar para Cristo! Exponemos en público los trapos sucios que deberían lavarse en casa ¡Y aquél que más escarnece se considera a sí mismo el nuevo heraldo de la santidad, la sana doctrina y la moralidad bíblica!

“Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, pues al juzgar a otro, a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas.” (Romanos 2:1, NBLA)

Pero tú tranquilo, sigue así, ¡Seguro te vas en el rapto que tanto predicas! ¡Y ten cuidado! Si llegas, quizá allá te encuentres al pastor Itiel y a otros que aquí en la tierra pensaron diferente ¿Soportarás vivir con ellos allá arriba?

«El que tiene oídos para oír [y ojos para leer], oiga [y lea]» (Mateo 13:9)

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