El descenso de Cristo a los "infiernos" (o Hades, el lugar de los muertos en la tradición judía) es un evento teológico central en la fe cristiana, afirmado en el Credo de los Apóstoles. Este acto, que ocurrió entre la crucifixión y la resurrección, no fue una derrota, sino una conquista gloriosa que combina la proclamación de salvación y juicio, la liberación de los justos antiguos, la derrota del diablo y la universalidad de la redención. Basado en pasajes bíblicos como 1 Pedro 3:18-20, 1 Pedro 4:6, Judas 6, Génesis 6:1-4, Efesios 4:8-10, Hebreos 2:14-15 y Apocalipsis 1:18, este evento demuestra la autoridad de Cristo sobre la muerte, el diablo y toda la creación. Estos pasajes se entrelazan para formar una narrativa coherente, que bien podemos denominar “el Saqueo del Infierno”.
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Continuismo, dones proféticos y sola scriptura | ¿Se oponen entre sí?
Los cristianos (y particularmente nosotros, los pentecostales y carismáticos) debemos ser muy cautelosos con aquellos que afirman tener un "nuevo" mensaje de parte de Dios. Sin duda creemos en la vigencia actual de todos los dones, incluso el de profecía. Pero esto no significa que seamos incautos. Lejos de afirmar que el don profético ha cesado, o deba cesar porque ya tenemos las Escrituras, Pablo escribe a los Tesalonicenses: "No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal" (1 Tesalonicenses 5:19-22). La estrecha conexión entre "no menospreciéis las profecías" (versículo 20) y "examinadlo todo" (versículo 21) da a entender que las profecías se encuentran naturalmente incluidas en la expresión "todo" del versículo 21. Las profecías (en especial) deben ser "examinadas" y de ese análisis procederán algunas cosas que sean "buenas”, pero no todo lo que se nos diga, aún presentándosenos como una expresión profética, necesariamente lo será.