Por Fernando E. Alvarado.
Profecía, en el contexto bíblico, es la comunicación de un mensaje dado directamente por Dios a una persona (el profeta) para el beneficio del pueblo de Dios. La profecía puede incluir predicciones sobre el futuro, pero más comúnmente involucra la proclamación de la voluntad y los propósitos de Dios en una situación específica. Según Pablo en 1 Corintios 14:3, «el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación”. Esto significa que la profecía no solo predice eventos futuros, sino que también edifica espiritualmente a la comunidad, la anima y la consuela.
Moisés, en el relato de Números 11:29, expresa su anhelo profundo de que, «¡Ojalá todo el pueblo de Jehová fuera profeta, que Jehová les pusiera su Espíritu sobre ellos!». Este deseo de Moisés se cumple en el evento de Pentecostés, narrado en Hechos 2. En este momento, el Espíritu Santo desciende sobre los apóstoles y otros creyentes reunidos, y comienzan a hablar en otras lenguas. Pedro, al explicar el fenómeno, cita a Joel 2:28-29: «Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños». En Pentecostés todos hablaron en lenguas, lo cual resulta curioso ya que Pedro lo asocia con las palabras de Joel: “vuestros hijos e hijas profetizarán”. ¿Por qué? Porque bíblicamente, el don de lenguas, según las Escrituras, adquiere un valor profético cuando es interpretado. En su estado natural, el don de lenguas es una forma de comunicación entre el creyente y Dios, que no puede ser comprendida por quienes escuchan a menos que haya una interpretación. Sin embargo, cuando este don se acompaña de la interpretación, su mensaje se convierte en una profecía que edifica, exhorta y consuela a la iglesia, como lo describe Pablo en 1 Corintios 14:3.

LAS LENGUAS COMO EXPRESIÓN DE MISTERIOS
En 1 Corintios 14:2, Pablo afirma que “el que habla en lengua no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios”. Esta declaración resalta una característica fundamental del don de lenguas: su naturaleza íntima y privada. Aquí, nos damos cuenta de que, cuando las lenguas no son interpretadas, su contenido permanece en el ámbito privado de la comunión entre el creyente y Dios. Pablo reconoce que, cuando un creyente habla en lenguas, está comunicándose directamente con Dios en una forma que no es comprensible para otros. Esta dinámica sugiere que las lenguas pueden ser una expresión de adoración, intercesión o comunión espiritual personal, permitiendo al creyente experimentar una conexión profunda con lo divino. Sin embargo, esta misma naturaleza implica que, sin la interpretación, el mensaje se queda en un ámbito privado, lo que limita su impacto en la comunidad. Esta dimensión privada del don de lenguas es esencial para la edificación personal, pero no debe ser la única manifestación en el contexto congregacional.[1]
De acuerdo con Pablo, los «misterios» que se hablan en lenguas no son accesibles ni entendibles por la congregación sin una interpretación. Es por eso que él insta a que, cuando se hable en lenguas en un contexto público, se busque también la interpretación, para que toda la iglesia pueda recibir el beneficio del mensaje.[2]

CARÁCTER PROFÉTICO DEL DON DE LENGUAS
En 1 Corintios 14:5, Pablo menciona que él prefiere que todos profeticen antes que hablen en lenguas, a menos que haya interpretación, “para que la iglesia reciba edificación”. Esta declaración subraya que, cuando el don de lenguas es acompañado por interpretación, cumple una función similar a la de la profecía, ya que proporciona un mensaje que todos pueden entender y que puede tener un impacto en la vida espiritual de la congregación.
La interpretación de las lenguas convierte el mensaje en uno comprensible, que puede contener elementos de exhortación, consuelo o dirección divina, características propias de la profecía (1 Corintios 14:3). Este es un asunto que no podemos ignorar, ya que la exhortación de Pablo a buscar la interpretación de las lenguas en un contexto público es fundamental para la edificación de la iglesia. En 1 Corintios 14:27-28, Pablo incluso llega al punto de establecer que si no hay intérprete, el que habla en lengua debe callar en la iglesia y orar en lenguas para sí mismo y su propia edificación (nótese que no se le prohíbe ejercer el don, sino únicamente mantener el orden), lo que indica que el propósito de edificación de la comunidad no se cumple sin la interpretación.
Esta insistencia en la interpretación resalta que el don de lenguas no solo debe ser una experiencia personal, sino que también debe estar al servicio del bienestar espiritual de toda la congregación. Como los pentecostales hemos experimentado por años, la interpretación de las lenguas transforma la experiencia privada en un mensaje que puede ser compartido y comprendido, creando así una comunidad que se edifica mutuamente.[3]
Cuando las lenguas son interpretadas, lo que inicialmente era un mensaje misterioso se convierte en una comunicación clara y edificante. Este proceso de interpretación revela los misterios ocultos y permite que el contenido espiritual se convierta en una profecía que puede ser entendida y aplicada por todos los presentes. En 1 Corintios 14:3, Pablo declara que el que profetiza habla para la edificación, exhortación y consolación de los hombres, lo que sugiere que la interpretación de lenguas puede cumplir un rol similar al de la profecía, haciendo que la expresión en lenguas tenga un impacto colectivo y permitiendo que los creyentes sean edificados en su fe de manera conjunta.[4]
En última instancia, la interpretación de lenguas permite que lo que fue dicho en un lenguaje desconocido se convierta en un mensaje accesible y significativo para la comunidad de creyentes. La interpretación actúa como un vehículo que conecta lo privado con lo público, haciendo que cada miembro de la iglesia pueda experimentar la presencia de Dios y el poder de su palabra en un contexto comunitario. Este proceso de interpretación no solo beneficia a aquellos que escuchan, sino que también enriquece la vida espiritual de la comunidad, promoviendo una cultura de adoración y aprendizaje en unidad.[5] Al hacer accesible el mensaje en lenguas, la interpretación transforma lo que era un acto de adoración privado en un mensaje profético público, lo que cumple con el propósito de la edificación colectiva.[6]

LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA A TRAVÉS DE LA INTERPRETACIÓN
El objetivo final de la interpretación de lenguas es la edificación de la iglesia. Mientras que hablar en lenguas es una experiencia personal que edifica al hablante (1 Corintios 14:4), cuando es interpretado, el mensaje se transforma en una palabra que puede fortalecer, exhortar y consolar a todos los presentes. Pablo señala que “si no interpretas, ¿cómo se entenderá lo que dices?” (1 Corintios 14:9). Es la interpretación lo que permite que el mensaje en lenguas tenga el mismo efecto edificante que la profecía.
El propósito de la profecía en el Nuevo Testamento es la edificación, exhortación y consuelo de los creyentes, y que cuando las lenguas son interpretadas, cumplen el mismo objetivo.[7] De este modo, el don de lenguas, a través de la interpretación, se convierte en una profecía que puede impactar espiritualmente a toda la congregación que reciba dicho mensaje.
Si bien muchos anhelan el don de lenguas por su carácter espectacular, todos deberíamos anhelar aún más el don de interpretación, ya que aunque las lenguas privadas cumplen su propósito devocional y edificante en el ámbito individual, las lenguas públicas están incompletas sin el don de interpretación. El don de interpretación de lenguas es vital e insustituible para el contexto congregacional.
Pablo enseña que el propósito principal de este don es la edificación de la iglesia. En 1 Corintios 14:5, él afirma: “Así que, yo quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero aun más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a menos que las interprete, para que la iglesia reciba edificación”. Este versículo indica que la interpretación permite que el mensaje espiritual llegue a toda la congregación, promoviendo una experiencia de adoración más rica y significativa, así como también proporcionando un medio por el cual los miembros de la iglesia pueden experimentar juntos la revelación de Dios.[8] Sin embargo, no debemos perder de vista que la interpretación de lenguas debe estar alineada con la enseñanza bíblica y debe ser discernida y validada por la comunidad de creyentes.[9] Es fundamental que aquellos que interpretan así como aquellos que evalúan y reciban el mensaje, se aseguren de que el mensaje sea coherente con las Escrituras y que promueva la unidad y la edificación de la iglesia.
Si las lenguas, sumadas al don de interpretación, se equiparan a la profecía, entonces deben ser juzgadas como tal. En 1 Corintios 14:29-33, Pablo aborda la importancia de la participación activa de la congregación y su liderazgo maduro en el discernimiento de los mensajes espirituales: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos.” Esto implica que la congregación tiene el deber de evaluar y discernir lo que se dice, asegurándose de que esté alineado con la enseñanza bíblica y la voluntad de Dios. Este proceso de juicio no solo protege a la iglesia de mensajes erróneos, sino que también promueve un crecimiento espiritual sano.
1 Tesalonicenses 5:20-21 complementa la enseñanza de Pablo al exhortar a los creyentes a no despreciar las profecías, pero a la vez a examinarlas cuidadosamente: «No menosprecien las profecías; examinenlo todo; retengan lo bueno.» Este examen es parte del proceso de «juzgar» lo que se comparte en la congregación, asegurando que se retenga lo que es verdadero y edificante.

¡EDIFIQUEMOS LA IGLESIA A TRAVÉS DEL EJERCICIO DE LOS DONES ESPIRITUALES!
El don de interpretación de lenguas es una manifestación importante de la obra del Espíritu Santo en la iglesia. Al permitir que los mensajes en lenguas sean comprendidos y recibidos por la comunidad, este don promueve la edificación, la unidad y la comprensión de la revelación divina. Su uso debe estar siempre orientado hacia el bienestar de la congregación, y su desarrollo requiere un ambiente de enseñanza y práctica espiritual.
Cuando el don de lenguas es interpretado, se convierte en un mensaje profético que puede edificar a la iglesia. Mientras que las lenguas por sí mismas son un medio de comunicación íntima entre el hablante y Dios, su interpretación revela los misterios de esa comunicación, transformando el mensaje en una profecía que puede exhortar, consolar y edificar a la comunidad. La interpretación es lo que permite que el contenido de las lenguas pase del ámbito personal al colectivo, dándole a la iglesia un mensaje comprensible y lleno de propósito espiritual.

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
[1] Fee, G. D. (2014). The First Epistle to the Corinthians (Revised Edition). Wm. B. Eerdmans Publishing Co., p. 678.
[2] Ibid., p. 672.
[3] Grudem, W. (2010). Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine. Zondervan, p. 1073.
[4] Carson, D. A. (2013). Showing the Spirit: A Theological Exposition of 1 Corinthians 12-14. Baker Academic, p. 126.
[5] Fee, 2014, p. 680.
[6]Carson, 2013, p. 121.
[7] Grudem, 2020, p. 1058.
[8] Fee, 2014, p. 678.
[9] Grudem, 2010, p. 1073.