Carismatismo, Cesacionismo, Continuismo, Distintivos del Pentecostalismo, Glosolalia, Hablar en Lenguas, Hermenéutica Pentecostal, Historia del Pentecostalismo, Liturgia, Neopentecostalismo, Pentecostalismo, Pentecostalismo Clásico, Pentecostalismo Reformado, Pentecostalismo Unicitario, Teología Pentecostal de la Adoración, Xenoglosia, Xenolalia

La glosolalia y la adoración (y oración) jubilosa y emotiva en el culto público

Por Fernando E. Alvarado.

A menudo, quienes se identifican como cesacionistas o, peor aún, continuistas moderados, con una tendencia a la obsesión por el orden perfecto y la liturgia, se sienten incómodos con la práctica de la glosolalia en el culto público. Este malestar suele estar basado en las instrucciones que Pablo nos da en 1 Corintios 14:27-28, donde se menciona que si no hay intérprete, la persona que habla en lenguas debe guardar silencio en la congregación. Sin embargo, es importante analizar este pasaje con más detenimiento y en su debido contexto para comprender realmente lo que el apóstol nos está diciendo.

CONTEXTO DE 1 CORINTIOS 14

No, Pablo no está actuando acá como continuista moderado ni mucho menos como opositor de los dones espirituales. ¡pocos pentecostales y carismáticos de hoy serían tan continuistas como Pablo! Lo que Pablo, en este capítulo, está regulando es el orden en el culto público, no prohibiendo la práctica de las lenguas. Lo que él busca es evitar que los cultos abiertos, donde pueden estar presentes tanto creyentes como no creyentes, se tornen confusos y no edificantes (1 Corintios 14:23). Pero recordemos que el objetivo de Pablo no es eliminar las lenguas, sino más bien regularlas para que todos los que asisten puedan ser edificados. De hecho, el apóstol nos anima claramente: “Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar en lenguas; pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:39-40). Aquí vemos que su instrucción es regular el uso de las lenguas, no prohibirlo.

CULTO PÚBLICO VS. ORACIÓN PRIVADA O REUNIONES ESPECÍFICAS

Es fundamental tener en cuenta que las palabras de Pablo en 1 Corintios 14 están dirigidas específicamente a un culto público abierto a la comunidad. Pero en ningún momento estas instrucciones limitan las reuniones específicas de adoración donde, como iglesia, nos reunimos con el propósito de buscar intensamente al Señor. En estas reuniones, o en nuestra oración privada, la glosolalia es más que bienvenida (Hechos 1:14, Hechos 4:31). En esos momentos de intimidad con Dios, podemos hablar en lenguas sin ningún impedimento, como Pablo mismo lo reconoce: «Quisiera que todos ustedes hablen en lenguas» (1 Corintios 14:5). ¿Por qué los cesacionistas y moderados se saltan este versículo? Y aún más enfáticamente dice: «Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos ustedes» (1 Corintios 14:18).

Incluso en un culto público, cuando no hay un intérprete, Pablo no dice que la persona no pueda hablar en lenguas en absoluto. Lo que nos indica es que, en ese caso, debemos hablar en voz baja, para nosotros mismos y para Dios: «Pero si no hay intérprete, que guarde silencio en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios» (1 Corintios 14:28). Esto muestra claramente que la glosolalia no está prohibida en público, sino que debe ser practicada con moderación para no interrumpir la edificación colectiva. Se permite hablar en lenguas, pero con sabiduría y consideración hacia los demás.

LA OBSESIÓN CON EL «ORDEN PERFECTO»

Es importante señalar que un enfoque excesivo en un «orden perfecto» en el culto que excluya la glosolalia puede reflejar un legalismo y ritualismo que ahoga la libertad del Espíritu Santo. A través de la Biblia, vemos ejemplos de cómo el Espíritu de Dios se movió de maneras que algunos podrían considerar «caóticas» o «desordenadas», pero que en realidad eran manifestaciones poderosas de Su presencia.

Consideremos estos ejemplos bíblicos:

  • Pentecostés: En Hechos 2:4-6, el Espíritu Santo llenó a todos los presentes, quienes comenzaron a hablar en otras lenguas, y esto causó asombro y confusión entre los que escuchaban. No había interpretación, pero era evidente que era el Espíritu quien obraba.
  • Casa de Cornelio: En Hechos 10:44-46, mientras Pedro predicaba, el Espíritu Santo descendió sobre los gentiles, y todos comenzaron a hablar en lenguas. No había intérprete, pero la manifestación fue clara y genuina.
  • Los creyentes de Éfeso: En Hechos 19:6, cuando Pablo impuso las manos sobre los creyentes, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. Una vez más, no se menciona intérprete, pero el Espíritu estaba obrando.
  • Pentecostés Samaritano: En Hechos 8:14-17, aunque no se menciona directamente la glosolalia, hay una clara manifestación del Espíritu cuando los samaritanos recibieron el Espíritu Santo, lo cual es consistente con las demás experiencias.

En cada uno de estos casos se hablaron nuevas lenguas, fue en público, no hubo intérprete y todos oraban en voz alta y al mismo tiempo. ¿Era de Dios? Sin duda. ¿fue cada uno de estos sucesos un acto de desorden? No para Dios. Es por eso que creemos que la posición cesacionista y falsamente moderada, que insiste en un orden rígido y sin lenguas en el culto público, puede estar más relacionada con un temor al desorden que con un deseo genuino de seguir el Espíritu. Al suprimir las lenguas, se corre el riesgo de caer en un formalismo vacío que limita la obra de Dios en medio de nosotros. Pablo no nos llama a prohibir el uso de las lenguas, sino a manejarlas con cuidado y en el orden que permita la edificación. Pero ese orden no debe convertirse en un obstáculo que impida que el Espíritu Santo se mueva con libertad en nuestras reuniones.

Como iglesia, es nuestra responsabilidad encontrar un equilibrio entre mantener el orden y permitir la libertad espiritual. Si caemos en el legalismo, corremos el riesgo de limitar lo que Dios quiere hacer entre nosotros. Recordemos que el mismo Espíritu que provocó un «desorden santo» en Pentecostés sigue obrando hoy de maneras poderosas y muchas veces inesperadas. Dejemos que Él sea quien guíe nuestro culto, y no permitamos que el miedo a lo que algunos califican como desorden nos aleje de Su presencia. Al parecer Dios no siempre estaría de acuerdo con nosotros sobre lo que es, o no es, desorden ¿Por qué querer usar a Pablo para prohibir, limitar o hasta erradicar un don que el mismo amaba y practicaba abundantemente? Imponerle nuestras propias reglas a Dios, malinterpretando las Escrituras, es la peor forma de legalismo.

Por otro lado, ¿esperan nuestros hermanos de liturgia rígida que los pentecostales seamos como ellos? ¿Esperan que callemos al orar mientras solo uno de la congregación ora por todos? Esto tiene su lugar a veces, pero no es la norma de todas las reuniones. ¿Es malo que elevemos nuestras veces con júbilo al orar y expresemos nuestras emociones? No, no lo es. Existen numerosos ejemplos bíblicos que testifican de que, en momentos de intensa búsqueda de Dios, el pueblo elevó sus voces en unidad sin temor al desorden o a la interrupción del culto:

1. El clamor unánime de la iglesia en Jerusalén (Hechos 4:24-31):

Después de que Pedro y Juan fueron liberados, regresaron a la comunidad de creyentes, y todos, a una sola voz, oraron al Señor con intensidad:

  • «Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay» (Hechos 4:24).

Lo interesante de este pasaje es que no hay ninguna indicación de que las voces de la congregación fueran controladas o moderadas. Más bien, todos elevaron sus voces juntos, como si de un concierto de oración se tratase, lo que nos muestra un modelo de oración comunitaria intensa y fervorosa muy parecida al estilo pentecostal. Luego de esta oración unánime y en voz alta, el lugar donde estaban tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo (Hechos 4:31). ¿No es esto, acaso, lo que experimentamos los pentecostales? Entonces, ¿Por qué les incomoda tanto?

2. El clamor del pueblo en la dedicación del templo de Salomón (2 Crónicas 7:1-3):

Cuando Salomón terminó de orar en la dedicación del templo, el pueblo respondió de manera pública y unánime con gran fervor:

  • «Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa… Y todos los hijos de Israel, viendo descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento, y adoraron y alabaron a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre» (2 Crónicas 7:1-3).

Este pasaje nos muestra que el pueblo oró y adoró en unidad, levantando sus voces en alabanza, como una respuesta colectiva al poder de Dios manifestado. Pues cuando Dios se manifiesta ¡Es imposible mantenerse frío y emocionalmente apagado!

3. El grito del pueblo en la conquista de Jericó (Josué 6:5, 20):

Durante la toma de Jericó, Dios instruyó a los israelitas a marchar alrededor de la ciudad en silencio durante seis días, pero el séptimo día todos debían gritar al unísono cuando oyeran el sonido de las trompetas:

  • «Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz…» (Josué 6:5).
  • «Entonces el pueblo gritó a gran voz, y los sacerdotes tocaron las bocinas; y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó» (Josué 6:20).

Aquí tenemos un claro ejemplo de una oración de acción, donde el grito fue la respuesta de obediencia y fe al mandato de Dios. Este grito unánime fue una forma pública y ruidosa de expresión de confianza en Dios, que resultó en la intervención divina. Expresar nuestra alegría, fe y adoración de esa forma no es necesariamente desorden como algunos quisieran hacernos creer.

4. El clamor del pueblo en tiempos de Esdras (Esdras 3:10-13):

Cuando los israelitas regresaron del exilio y pusieron los cimientos del segundo templo, su respuesta fue de oración y alabanza pública, y todos levantaron sus voces en alabanza y gritos de alegría. Este evento fue tan ruidoso que se oía desde lejos:

  • «Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel… Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y todo el pueblo gritaba con gran júbilo… Y muchos daban grandes gritos de alegría, de modo que no se podía distinguir el clamor de los gritos de alegría» (Esdras 3:10-13).

5. Oración pública en tiempos de Josafat (2 Crónicas 20:18-22):

Cuando Josafat se encontró con un gran ejército que venía contra Judá, él y el pueblo buscaron al Señor con oración y alabanza pública. Mientras cantaban y alababan, Dios les dio la victoria:

  • «Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir las emboscadas de ellos mismos…» (2 Crónicas 20:22).

Estos pasajes nos muestran que, en múltiples ocasiones, el pueblo de Dios oró públicamente, en voz alta, y muchas veces todos a la vez, sin que esto fuera considerado un desorden, sino más bien una manifestación legítima de la fe y la búsqueda de Dios. Incluso vemos ejemplos de adoración con gritos, como en la conquista de Jericó o en la dedicación del templo, donde el fervor espiritual no fue limitado, sino más bien alentado. Estos ejemplos bíblicos refuerzan la idea de que la oración y la adoración en voz alta, incluso con lenguas, es algo que Dios ha aceptado y usado a lo largo de la historia para manifestar Su poder y Su gloria.

Por lo tanto, no debemos temer o limitar las expresiones de fervor espiritual como la glosolalia o la oración en voz alta, siempre que se hagan con reverencia y buscando la edificación del cuerpo de Cristo. Pero ojo con esto: Lo que algunos llaman reverencia y orden no es lo mismo que Dios interpreta como tal. No dejemos que otros impongan sus frías interpretaciones, legalismos vacíos y normatividad hueca sobre nuestra liturgia pentecostal.

Deja un comentario