Una soteriología defectuosa, impregnada de un pesimismo antropológico excesivo, distorsiona irremediablemente nuestra comprensión de la naturaleza humana y su relación con Dios. Ciertos sistemas afines a la tradición agustiniana, con su énfasis excesivo en la depravación total, han llevado a muchos a internalizar una visión del ser humano como un ente vil, un "gusano", una "escoria de la creación", un "trapo de inmundicia" (Isaías 64:6). Esta perspectiva, aunque pretende exaltar la gracia divina, termina menoscabando la doctrina bíblica de la Imago Dei, que afirma la dignidad inherente del ser humano como portador de la imagen de Dios. Lejos de ser una mera reliquia teológica, esta distorsión tiene consecuencias profundas: al degradar al hombre, olvidamos que Dios mismo nos creó con un valor intrínseco, reflejado en nuestra capacidad para reflejar Sus atributos, aun en nuestra condición caída. No es necesario menospreciar la humanidad para magnificar la gracia divina; tal dicotomía es innecesaria y, en última instancia, antibíblica
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La depravación humana en la Biblia y los Padres Pre-Agustinianos en contraste con la teología agustiniana
La doctrina de la depravación humana ha sido un pilar central en la teología cristiana, especialmente en la tradición agustiniana, que sostiene que el pecado original corrompió por completo la naturaleza humana, dejándola incapaz de buscar a Dios o hacer el bien sin la gracia divina. Sin embargo, un análisis más detenido de las Escrituras y de las enseñanzas de los Padres de la Iglesia preagustinianos revela una visión más matizada. Mientras que la teología agustiniana enfatiza una depravación total extrema, las perspectivas anteriores reconocen la pecaminosidad universal sin negar del todo la capacidad humana de responder a la iniciativa divina.
Expiación Limitada, la gran mentira (III) | Pablo y la expiación general
Los arminianos sostenemos la doctrina de la Redención universal o expiación general. La obra redentora de Cristo brinda a todos los hombres la oportunidad de ser salvos. Sin embargo, a pesar de que Cristo murió por todos los hombres, sólo los que creen en él son salvados. Su muerte es suficiente para la salvación de todos los hombres, pero sólo eficaz en los que creen. Pero esta no es una doctrina inventada por los arminianos, las Escrituras enseñan que el sacrificio del Cordero de Dios incluyó el pecado del mundo (Juan 1:29) y que la obra de redención (1 Timoteo 2:6; 2 Pedro 2:1), reconciliación (2 Corintios 5:19), y propiciación (1 Juan 2:2) del Salvador fue efectuada a favor de toda la humanidad (1 Timoteo 4:10). Esta doctrina bíblica (conocida como Expiación Ilimitada, general o universal) es enseñada de forma clara también en las cartas de Pablo.