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Cesacionismo, el movimiento que combate contra el Espíritu

Por Fernando E. Alvarado*

La historia del cristianismo da cuenta de numerosas herejías surgidos a través de los siglos de existencia de la iglesia. Una de tales herejías fue el macedonianismo, o secta pneumatomaki. Los pneumatomaki fueron un grupo herético relacionado con el nombre del obispo Macedonio I de Constantinopla (342-361 d.C.). Macedonio negó la divinidad del Espíritu Santo y consideraba a este como una criatura que solo difería de los ángeles en grado, subordinada al Padre y al Hijo. Macedonio creía con esto salvar el monoteísmo cristiano, defendiendo la unicidad de Dios. Sin embargo, la doctrina de los macedonianos sobre la naturaleza y divinidad del Espíritu Santo era una herejía y, ciertamente, bastante confusa.

Los macedonianos creían que el Espíritu Santo no se mencionaba en el Nuevo Testamento como creador o causa primera, sino más bien como criatura primerísima, como espíritu servidor, en el cual se halla la vida en primer término. Confundiendo estas dos operaciones divinas: generación y procesión, parecen reconocer la divinidad del Hijo y su consustancialidad con el Padre, pero la rechazan en el Espíritu Santo, por considerarlo criatura supraangelical, procedente exclusivamente del Hijo y subordinado al Padre y al Hijo. Esta herejía fue condenada por el primer Concilio de Constantinopla en el año 381.

A partir de esta condena, la figura de Macedonio comienza a oscurecerse pronto y su nombre se pierde en la historia. Su propia secta semiarriana, revitalizada por dos de sus discípulos (Eleusio y Maratonio), adquirió el nombre de maratonianos. Más tarde, a todas estas sectas semiarrianas cuyo fondo doctrinal coincide en la negación de la consustancialidad (divinidad) del Espíritu Santo propuesta por Macedonio, se las conoce con el calificativo común de pneumatómacos (pneumatomakis) o enemigos del Espíritu Santo, incluyendo en ellas tanto a los macedonianos como a otros grupos similares.[1]

El error de los macedonianos (o al menos el más grave de todos) fue negar la divinidad del Espíritu Santo. Tal herejía les merecía ser llamados “enemigos del Espíritu”. Hoy en día, sus herederos modernos se hayan dentro de la supuesta ortodoxia cristiana. Y es que ciertos grupos que se dicen ortodoxos en cuanto a la doctrina trinitaria se levantan como los nuevos “enemigos del Espíritu” en un área diferente: No niegan su divinidad, pero sí la vigencia de los dones que Él otorga a los hombres, negando, no teóricamente sino en la práctica, el poder divino de Aquél a quien dicen honrar.

En esta nueva y deficiente comprensión del Espíritu Santo, se le ve únicamente como interviniendo dentro del proceso de salvación (convenciendo de pecado, regenerando, santificando, etc.), pero como el Espíritu que imparte los dones “como el quiere” (1 Corintios 12:11). Es más bien un Espíritu enjaulado, obligado a actuar dentro de los límites que los nuevos pneumatomaki le han impuesto, tanto en la liturgia como en la predicación y el mover de la iglesia. Ellos han decidido y decretado que el Espíritu Santo ya no imparte dones extraordinarios como las lenguas, interpretación de lenguas, profecía, sanidades y milagros, y el Espíritu Santo debe sujetarse a su decreto y aceptar su decisión, pues muertos los apóstoles y cerrado el canon – han dicho –, ya nadie lo necesita para empoderar a la iglesia. ¡Ya vino lo perfecto! Pero eso perfecto no era Él. La verdad del Evangelio ha sido establecida en el primer siglo y el mensaje apostólico ha sido confirmado ¡Ya no se necesitan sus servicios! Y así, el Espíritu, que es el Señor (2 Corintios 3:17) se quedó sin empleo en la iglesia o, cuando menos, fue degradado en sus funciones.

Y es así como el cesacionismo, sin quererlo o siquiera darse cuenta de ello, cae en el error de negar la suficiencia, la inspiración y la enseñanza misma de las Escrituras que dicen creer y llamar inerrantes. La existencia misma de esta doctrina que niega la realidad del poder de Dios en nuestra época hace un terrible daño a la causa del Evangelio y al cuerpo de Cristo.

ALGO ANDA MAL CON EL CESACIONISMO

Como bien lo señala el reconocido teólogo y escritor Sam  Storms, al parecer los cesacionistas ignoran a su conveniencia que:

“A partir de Pentecostés, y continuando a lo largo del libro de los Hechos, siempre que el Espíritu se derrama sobre los nuevos creyentes, ellos experimentan su charismata. No hay nada que indique que estos fenómenos se limitan a ese grupo y a ese momento. Esto parece ser algo extendido y común en la iglesia del Nuevo Testamento. Cristianos de Roma (Ro 12), Corinto (1 Co 12-14), Samaria (Hch 8), Cesarea (Hch 10), Antioquía (Hch 13), Éfeso (Hch 19), Tesalónica (1 Ts 5), y Galacia (Gá 3) experimentan los dones milagrosos y de revelación. Es difícil imaginar cómo los autores del Nuevo Testamento podrían haber hablado más claramente acerca de cómo debe lucir el cristianismo del nuevo pacto. En otras palabras, la evidencia apunta en contra del cesacionista. Si ciertos dones de una clase especial han cesado, la responsabilidad de demostrarlo es del cesacionismo.”[2]

¿Eran estas señales solo para los apóstoles? No lo creo. Eso no es lo que dice la Biblia. Como bien lo señala Storms:

“Muchos hombres no apostólicos y mujeres, jóvenes y viejos, en toda la amplitud del imperio romano, ejercieron sistemáticamente estos dones del Espíritu (Esteban y Felipe ministraron en el poder de señales y prodigios y no eran apóstoles). Otros, que ejercían los dones milagrosos, aparte de los apóstoles, incluyen: 1) Los 70 que fueron enviados en Lucas 10:09, 19-20; 2) Al menos 108 personas, entre los 120 que estaban reunidos en el aposento alto en el día de Pentecostés; 3) Esteban (Hch 6-7); 4) Felipe (Hch 8); 5) Ananías (Hch 9); 6) Miembros de la iglesia en Antioquía (Hch 13); 7) Conversos anónimos en Éfeso (Hch 19:06); 8) La mujer en Cesarea (Hch 21:8-9); 9) Los hermanos sin nombre, mencionados en la carta a los Gálatas (Gá 3:5); 10) Los creyentes en Roma (Ro 12:6-8); 11) Los creyentes en Corinto (1 Co 12-14) y 12) Los cristianos de Tesalónica (1 Ts 5:19-20)… Nadie niega que la época o período de la iglesia primitiva o edad «apostólica» fue una época extraordinaria y excepcional. Sin embargo, existe una continuidad fundamental o una relación espiritualmente orgánica entre la iglesia en Hechos y la iglesia en siglos posteriores. La iglesia universal o cuerpo de Cristo que fue establecido y dotado por el ministerio de los apóstoles es la misma iglesia universal y el cuerpo de Cristo hoy. Estamos juntos con Pablo, Pedro, Silas, Lidia, Priscila y Lucas, todos miembros del mismo cuerpo de Cristo.”[3]

Si la iglesia de hoy es tan verdaderamente la iglesia de Cristo como lo fue la iglesia apostólica, las mismas señales, prodigios y carismas que ellos experimentaron están disponibles para nosotros. Si en las iglesias cesacionistas estas señales han cesado, les toca a ellos justificar la autenticidad, no de los carismas en nuestra época, sino de su propia unidad o pertenencia al cuerpo de Cristo.

Don Carson, señala justamente que “La venida del Espíritu no se asocia únicamente con el amanecer de la nueva era, pero con su presencia, no solo con el Pentecostés, sino con todo el período desde Pentecostés hasta el regreso de Jesús el Mesías”.[4] En las Escrituras los dones de profecía y de lenguas (Hechos 2) no se presentan como meramente inauguradores de la nueva era de pacto, sino como lo que lo caracteriza, siendo una señal de los «últimos días». Además, en 1 Corintios 13:8-12, Pablo afirma que los dones espirituales no «pasarán» hasta la llegada de «lo perfecto» (vv. 8-10; RV60). ¡Y lo perfecto no se refiere a la formación del canon bíblico como los cesacionistas quisieran que creyéramos, sino al  cielo nuevo y la tierra nueva después del regreso de Cristo (Efesios 4:11-13).

Por último, aunque los cesacionistas quisieran hacernos creer que los dones carismáticos fueron diseñados exclusivamente para autenticar apóstoles, esto es bíblicamente insostenible. Los dones carismáticos sirvieron para varios propósitos distintos, no solo para probar la validez del ministerio apostólico. Storms de nuevo nos recuerda que la biblia no apoya dicha afirmación cesacionista, pues los dones carismáticos, sirvieron, entre otras cosas para:

1) Propósitos doxológicos (para glorificar a Dios: Jn 2:11; 9:03; 11:04; 11:40, y Mt 15:29-31.)

2) Propósito evangelístico (para preparar el camino para que el evangelio sea dado a conocer: ver Hch 9:32-43)

3) Propósito pastoral (como expresión de la compasión y el amor y el cuidado de las ovejas: Mt 14:14, Mr 1:40-41)

4) Para la edificación (para edificar y fortalecer a los creyentes: 1 Co 12:07 y el «bien común», 1 Co 14:3-5, 26).[5]

Todos los dones del Espíritu, sean cuales sean, continuarán funcionando en la iglesia pues son muy necesarios por todas las razones ya mencionadas. Por lo tanto, el cesacionismo está en un error y es, como mínimo, una herejía pneumatológica con serias implicaciones en la vida cristiana y en el cumplimiento de la misión de la iglesia. ¡Dios nos libre de la nefasta influencia del cesacionismo y sus mentiras!


FUENTES CONSULTADAS:

[1] Leo D. Davis, The First Seven Ecumenical Councils (325-787): Their History and Theology (Theology and Life Book 21), 2017, Liturgical Press. Pp. 121-135.

[2] Sam Storms, Por qué soy continuista, 19 de febrero de 2014. https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/por-que-soy-continuista/

[3] Ibid.

[4] Don Carson, Showing the Spirit , p. 155

[5] Sam Storms, Por qué soy continuista, 19 de febrero de 2014. https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/por-que-soy-continuista/

ACERCA DEL AUTOR:

Fernando E. Alvarado es escritor, pastor y maestro. Nacido el 19 de Abril de 1980 en la Ciudad de Sonsonate, El Salvador. Licenciada en Ciencias de la Educación, especialidad en Ciencias Sociales de la Universidad de Sonsonate. Graduado en Teología del Instituto Bíblico Betel de las Asambleas de Dios, Anexo Chalatenango Norte y especializado en Misiones en el Centro de Capacitación Misionera (CCM) de la Ciudad de Guatemala. También cuenta con diplomados en Fonética, Misiones Transculturales y Comunicación Transcultural otorgados por el Centro de Formación Misionera de las Asambleas de Dios de El Salvador (CAMAD). El pastor Alvarado también cuenta con formación en teología islámica y diplomados en Ley Sharia otorgados por la Asociación Cultural Islámica Chiita de El Salvador y la Comunidad Islámica Salvadoreña (Sunni). También es especialista en teología mormona, habiéndose graduado del Instituto de Religión SUD en la Ciudad de San Salvador.
El pastor Alvarado es miembro de la Society of Evangelical Arminians (SEA).
Está casado con Cesia Abigail Cruz de Alvarado, también pastora y ministra licenciada de las Asambleas de Dios. Es el pastor principal del Templo Cristiano Maranatha (Asambleas de Dios), una congregación local ubicada en la ciudad de Tejutla, Chalatenango.

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