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La salvación no se pierde ¡Es imposible perderla!

Por Fernando E. Alvarado*

El joven teólogo chileno-alemán Patrick Bornhardt Daube acertó al afirmar que:

“¿La salvación se pierde o no? En un sentido sí y en otro sentido no. El problema de la pregunta es que se habla como si la salvación se tuviera, se poseyera, como si fuera propia o como si se tuviera algún derecho sobre ella. La salvación no se gana, no se obtiene, no se posee. No es de uno, es de otro [“La salvación es del Señor.” – Salmo 3:8, LBLA]. Uno es solo un invitado, participa de ella y la goza. Simplemente sé parte de la fiesta.”

¡El rey nos ha invitado a su fiesta! Lucas 14:21-27 nos dice:

«“Ve rápido a las calles y callejones de la ciudad e invita a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”. Después de hacerlo, el sirviente informó: “Todavía queda lugar para más personas”. Entonces su amo dijo: “Ve por los senderos y detrás de los arbustos y a cualquiera que veas, insístele que venga para que la casa esté llena”» (NTV)

¡Qué buena noticia! ¡Fuiste invitado! ¡ya estás dentro de la gran fiesta llamada salvación! Solo se queda fuera quien se niega a entrar y rechaza la invitación para gozar de la fiesta (Lucas 14:16-20).

Para quien aún no lo ha entendido, el pastor, escritor y teólogo mexicano-america Eliud Asaf Montoya de las Asambleas de Dios, nos aclara aún más este punto:

“¡La salvación no se pierde! ¡Eso es imposible! La salvación pertenece al que está sentado en el trono y al Cordero: “Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. Y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.” (Ap. 7:10). La salvación está disponible para todos los que de ella echa mano: “Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna a la cual fuiste llamado, y de la que hiciste buena profesión en presencia de muchos testigos.” (1 Ti. 6:12); siempre estará allí, en el trono de Dios, por lo tanto, no se puede perder. ¿O acaso hay algo que podría arrancarnos de la mano de nuestro Salvador? ¡No, nada nos puede separar! Jesús dijo: “y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano.” (Juan 10:28, LBLA)”

¡Qué grandiosa noticia! Nadie podrá arrebatarnos violentamente de las manos del Padre, nada ni nadie puede robarnos la salvación. Pero toda moneda tiene dos caras:

“No obstante, el que ha obtenido salvación y es salvo, si se aparta del Señor, puede (y efectivamente) se pierde. El que te pierdes eres tú si te apartas de Cristo, irás al lago de fuego si, como dice Pablo, no te ocupas de tu “salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12, LBLA), y si la descuidas no escaparás de la condenación eterna: “¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? La cual, después que fue anunciada[a] primeramente por medio del Señor, nos fue confirmada por los que oyeron.” (Heb. 2:3, LBLA).” [íbid.]

La salvación es gratis, pero es más que eso: No puedes perderla porque no te pertenece. Le pertenece al Señor, y si la recibes de su mano y permaneces en la gran fiesta a la cual has sido invitado, tu salvación es tanto cierta como segura. En esta fiesta llamada “salvación” solo se queda fuera el que elige libremente hacerlo o quien, luego de haber entrado en ella, muestra poco o ningún interés de permanecer dentro:

“Y entró el rey para ver los convidados, y vio allí un hombre no vestido de vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí no teniendo vestido de boda? Y a él se le cerró la boca. Entonces el rey dijo a los esclavos: Atadlo de pies y de manos tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mateo 22:11-13, LBLA)

¿Aceptas la invitación? Algo grandioso te espera si aceptas:

“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.” (Apocalipsis 19:9)

Una vez adentro solo debes preocuparte por disfrutar de la intimidad, la alegría y el gozo con el anfitrión de la fiesta; de vestirte incluso con la ropa que Él te regala para que lo acompañes. Si haces eso, no tendrás que vivir en el temor de “perder el acceso” o de que el anfitrión “revoque la invitación” a la gran fiesta de la salvación. ¡Ninguno de sus invitados debe temer! pues Él “es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría; al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.” (Judas 1:24)

ACERCA DEL AUTOR:

* Fernando E. Alvarado es escritor, pastor y maestro. Nacido el 19 de Abril de 1980 en la Ciudad de Sonsonate, El Salvador. Licenciada en Ciencias de la Educación, especialidad en Ciencias Sociales de la Universidad de Sonsonate. Graduado en Teología del Instituto Bíblico Betel de las Asambleas de Dios, Anexo Chalatenango Norte y especializado en Misiones en el Centro de Capacitación Misionera (CCM) de la Ciudad de Guatemala. También cuenta con diplomados en Fonética, Misiones Transculturales y Comunicación Transcultural otorgados por el Centro de Formación Misionera de las Asambleas de Dios de El Salvador (CAMAD). El pastor Alvarado también cuenta con formación en teología islámica y diplomados en Ley Sharia otorgados por la Asociación Cultural Islámica Chiita de El Salvador y la Comunidad Islámica Salvadoreña (Sunni). También es especialista en teología mormona, habiéndose graduado del Instituto de Religión SUD en la Ciudad de San Salvador. El pastor Alvarado es miembro de la Society of Evangelical Arminians (SEA). Está casado con Cesia Abigail Cruz de Alvarado, también pastora y ministra licenciada de las Asambleas de Dios. Es el pastor principal del Templo Cristiano Maranatha (Asambleas de Dios), una congregación local ubicada en la ciudad de Tejutla, Chalatenango.

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