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PPA Biblia & Teología responde | 2 Pedro 1:19-21 y la revelación particular

Por Fernando E. Alvarado

Uno de nuestros lectores nos expresó la siguiente duda:

“A la luz de 2 Pedro 1:19-21, que presenta las Escrituras como la «palabra profética más segura”,  ¿significa esto que la revelación divina está completa y no necesitamos nuevas “revelaciones” o iluminación especial del Espíritu Santo para situaciones que la Biblia no aborda, o en la toma de decisiones y circunstancias que nos afectan en el diario vivir?

«En una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende.  Por sueño, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se adormecen sobre el lecho, entonces revela al oído de los hombres, y les señala su consejo» (Job 33:14-16)

El pasaje en cuestión (2 Pedro 1:19-21) declara:

«Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.»

He aquí nuestra respuesta:

En 2 Pedro 1:19-21, Pedro está afirmando que las Escrituras proféticas (en este caso, probablemente refiriéndose al Antiguo Testamento y a las enseñanzas apostólicas) son confiables y divinamente inspiradas. Sin duda la expresión «más segura» busca contrastar la revelación escrita con la experiencia personal de Pedro en el monte de la transfiguración (2 Pedro 1:16-18), sugiriendo que la Escritura tiene una autoridad objetiva y permanente. Pedro subraya, además, que las profecías no provienen de la imaginación humana, sino de la inspiración divina, lo que refuerza su autoridad. Es por eso que Pedro exhorta a los creyentes a confiar en las Escrituras como guía infalible y plenamente confiable hasta la segunda venida de Cristo («hasta que el día esclarezca»).

Sin embargo, nótese que el pasaje no dice explícitamente que no habrá más revelación divina en el futuro. La afirmación de que «no necesitamos más revelación» es una interpretación que muchos quisieran añadir al texto con base en sus prejuicios teológicos, no un mandato directo del pasaje. Para empezar, la Biblia no afirma que la revelación está cerrada. Simplemente no existe un punto en la historia de la revelación bíblica en el que se dijera que la revelación había terminado. Es fundamental establecer una distinción teológica crucial entre «revelación» y «canon». La revelación, entendida como el acto soberano de Dios de comunicarse con su pueblo, no ha cesado; Él continúa hablando, guiando, convenciendo e iluminando a los creyentes mediante su Espíritu. Por otro lado, el canon—es decir, el conjunto de escritos reconocidos como la regla de fe y práctica autoritativa, inspirada e infalible—está cerrado. Esto significa que ninguna nueva revelación puede añadirse al canon bíblico ni poseer la misma autoridad normativa que los sesenta y seis libros de las Escrituras. En otras palabras, mientras Dios sigue actuando y comunicándose hoy, ninguna de estas comunicaciones contemporáneas constituye nueva Escritura. Su propósito no es añadir doctrina, sino aplicar, confirmar y hacer vivo el mensaje del canon ya establecido.

Hay, sin embargo, muchos malos entendidos sobre la “revelación” que son, a menudo promovidos intencionalmente, por nuestros hermanos cesacionistas.

Por ejemplo, un principio teológico común (usado y abusado por nuestros hermanos cesacionistas para negar la continuidad carismática) sostiene que cualquier revelación posterior a las Escrituras canónicas es falsa si las contradice, e innecesaria si simplemente las repite. En sus Instituciones de la Religión Cristiana (Libro I, Capítulo 9), Calvino escribe: «El Espíritu Santo no tiene nada nuevo que revelar, porque la Escritura es la regla perfecta de la fe y la práctica.» Lutero, un defensor clave de sola Scriptura, también enfatizó que la Biblia es la única autoridad normativa. En su oposición a los «entusiastas» (como los anabaptistas radicales), quienes afirmaban recibir nuevas revelaciones, Lutero insistía en que cualquier revelación debía ser probada contra las Escrituras. Si contradecía la Biblia, era falsa; si no añadía nada nuevo, era redundante. Estamos parcialmente de acuerdo con ellos. Creemos que el canon bíblico está cerrado, más no que haya cesado la revelación dado por el Espíritu Santo a la iglesia y a sus miembros de forma individual. Si bien la primera parte de este principio es incuestionable, la segunda enfrenta serias objeciones. La dificultad principal de tal declaración radica en que ignora la función vital de la ratificación y confirmación profética. Un análisis del canon revela que una porción significativa de las revelaciones dadas después de Moisés (el sumo profeta y legislador de Israel), por ejemplo, no consistió en introducir legislación o doctrina radicalmente nuevas, sino en reafirmar, actualizar y hacer cumplir la Torah mosaica en contextos históricos específicos. Por ejemplo, los profetas como Natán, al confrontar a David (2 Samuel 12), o Elías, al desafiar a Acab e Israel (1 Reyes 18), no pronunciaron nuevos mandamientos; su autoridad profética se ejerció precisamente para aplicar la ley ya revelada, confirmando así su vigencia y exigiendo fidelidad al pacto establecido. Repetir por medio de nuevas revelaciones y nuevos profetas lo que ya estaba dicho en la Ley, o en profetas previos, no fue redundante, sino pedagógico.

En tiempos más recientes, apologistas evangélicos como Norman Geisler o R.C. Sproul han articulado ideas similares. Por ejemplo, Geisler, en sus escritos sobre la inerrancia bíblica, sostiene que las Escrituras son la norma final para probar cualquier supuesta revelación. Si una revelación contradice la Biblia, es herética; si solo la repite, no añade nada sustancial a lo que ya se ha revelado y es, por consiguiente, innecesaria. Creemos, sin embargo, que la mera repetición o confirmación de una verdad revelada no puede ser categóricamente considerada superflua. Lejos de ser irrelevante, esta función de reafirmación sirvió en el paso, y aún sirve hoy en la iglesia actual, como un mecanismo divino esencial para asegurar la obediencia, revitalizar la fe individual y comunitaria, o con el propósito de contextualizar la palabra eterna a situaciones específicas. Este precedente bíblico refuta eficazmente la noción de que una revelación contemporánea es innecesaria por el solo hecho de no contener elementos novedosos, demostrando que el valor de un mensaje profético reside no solo en su novedad, sino en su función de confirmación autoritativa de la verdad ya establecida.

En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo sigue guiando a los creyentes. Jesús dijo en Juan 16:13: «Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir.» Esto sugiere que el Espíritu puede revelar cosas nuevas conforme a la voluntad de Dios. En Hechos 2:17-18, Pedro cita a Joel: «Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán…». Esto indica que la profecía (una forma de revelación) continuaría en la era de la iglesia. Además, en 1 Corintios 14, Pablo anima a los creyentes a buscar dones espirituales, incluyendo la profecía (v. 1), lo que implica que Dios seguía revelando mensajes a través de su Espíritu.

Apocalipsis 22:18-19 tampoco cierra la revelación general. Aunque algunos podrían citar este pasaje, que advierte contra añadir o quitar palabras «al libro de esta profecía». Sin embargo, este versículo se refiere específicamente al libro de Apocalipsis, no a la totalidad de la Biblia, que no estaba compilada como un canon cerrado en el tiempo de Juan. Por lo tanto, no puede usarse para argumentar que no habrá más revelación.

Es aquí donde debemos hacer una distinción entre revelación normativa y revelación particular. La revelación normativa (como las Escrituras) es la base autoritativa para la fe y la práctica cristiana, y 2 Pedro 1:19-21 destaca su fiabilidad. Sin embargo, esto no excluye la revelación particular, como sueños, visiones, o palabras proféticas que Dios pueda dar para guiar a individuos o iglesias en circunstancias específicas, siempre que no contradigan las Escrituras. Ejemplos bíblicos de revelación particular incluyen, entre otros, la visión de Pedro en Hechos 10:9-16, que lo llevó a predicar a los gentiles; la profecía de Ágabo sobre la hambruna (Hechos 11:28) y la advertencia sobre la prisión de Pablo (Hechos 21:10-11). Estos casos muestran que Dios continuó revelando mensajes específicos incluso después de la venida de Cristo, sin que estas revelaciones se añadieran al canon bíblico.

En esta discusión tampoco podemos ignorar la naturaleza de Dios y su relación con los creyentes. La Biblia presenta a Dios como un ser relacional que se comunica activamente con su pueblo. Decir que «no necesitamos más revelación» podría limitar la capacidad de Dios para hablar a su iglesia en formas nuevas o contextuales. Además, en Efesios 1:17, Pablo ora para que Dios dé «espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él». Esto implica que Dios puede seguir iluminando a los creyentes con entendimiento espiritual.

Aún si dejamos de lado la biblia y analizamos esta objeción desde un punto de vista meramente lógico, aunque enmarcado en la teología, la afirmación de que «no necesitamos más revelación» presenta problemas. En primer lugar, dicha afirmación asume que la revelación divina debe estar limitada al canon bíblico, pero no se sustenta en evidencia bíblica o lógica alguna para sostener que Dios no puede o no desea hablar más allá de las Escrituras. Esto es un argumento desde el silencio, que no es concluyente. Además, afirmar que Dios no puede, o no desea, dar más revelación implica una restricción arbitraria a su soberanía. Si Dios es omnipotente y omnisciente, tiene la libertad de comunicarse con su pueblo como desee, siempre que no contradiga su revelación anterior (Gálatas 1:8).

El error cesacionista, en este caso, surge porque muchos de ellos confunden suficiencia y exclusividad. La suficiencia de las Escrituras (que contienen todo lo necesario para la salvación y la vida cristiana, 2 Timoteo 3:16-17) no implica exclusividad. Es decir, aunque la Biblia es suficiente para guiar la fe y la práctica, esto no significa que Dios no pueda dar revelaciones particulares para propósitos específicos, como dirección, consuelo o advertencia. Es más, a lo largo de la historia de la iglesia, muchos cristianos han reportado experiencias de revelaciones personales (sueños, visiones, palabras proféticas) que no contradicen las Escrituras, sino que las complementan en contextos específicos. Negar estas experiencias requeriría descartar testimonios coherentes con la fe cristiana simplemente por meros prejuicios.

La Biblia, la tradición pentecostal, la razón y la experiencia de millones de cristianos de todas las épocas alrededor del mundo, invalidan la afirmación cesacionista que niega que Dios continúa comunicándose con sus hijos a través del Espíritu Santo, especialmente en formas particulares que no alteran el canon bíblico. Como continuistas, nos negamos a confundir la suficiencia de las Escrituras con exclusividad, así como a ignorar la naturaleza relacional de Dios o los testimonios históricos y contemporáneos de revelaciones particulares. Por lo tanto, aunque las Escrituras son la autoridad suprema y suficiente para la fe y la práctica, concluimos que no hay base bíblica ni lógica para afirmar que Dios no puede o no desea dar más revelación en formas que no contradigan su Palabra escrita.

« Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.» (Joel 2:28-29)

Referencias y notas:

  • Calvino, Juan. Instituciones de la religión cristiana. Grand Rapids, MI: Subcomisión Literatura Cristiana de la Iglesia Cristiana Reformada, 1989 [Nota: La referencia a la idea de la suficiencia de las Escrituras se encuentra en el Libro I, Capítulo 9, donde Calvino discute la autoridad de la Escritura frente a las supuestas nuevas revelaciones]
  • Lutero, Martín. Obras de Martín Lutero. Editado por Teófanes Egido. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2000 [Nota: Lutero no usa la frase exacta, pero su defensa de sola Scriptura y sus críticas a los «entusiastas» se encuentran en textos como sus sermones y escritos contra los anabaptistas, recopilados en esta edición]
  • Geisler, Norman L. Christian Apologetics. 2ª ed. Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2013 [Nota: Geisler aborda la suficiencia de las Escrituras y la evaluación de supuestas revelaciones en los capítulos sobre la autoridad bíblica y la apologética]

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