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El uso de las lenguas en la Iglesia: Un Equilibrio entre la manifestación espiritual y el orden según Pablo

Por Fernando E. Alvarado.

A lo largo de los años, diversos críticos han utilizado las instrucciones de Pablo en 1 Corintios 14 para cuestionar la legitimidad del uso de las lenguas en las iglesias pentecostales, argumentando que si no hay un intérprete presente, estas manifestaciones deben ser prohibidas. Sin embargo, esta interpretación no refleja con precisión la enseñanza de Pablo, quien establece un marco más matizado respecto al uso de los dones espirituales.

En 1 Corintios 14:27-28, el apóstol Pablo ofrece directrices sobre el uso de las lenguas en la congregación. Señala que si alguien habla en lenguas, debe haber una interpretación para que toda la iglesia pueda entender el mensaje y ser edificada. En caso de no haber un intérprete, Pablo aconseja que la persona hable en lenguas en privado, entre él y Dios, en lugar de hacerlo en voz alta durante la reunión. El propósito de esta regulación es claro: las reuniones de la iglesia deben ser para la edificación colectiva, y si el mensaje no es comprensible para los demás, su valor se pierde.

La razón detrás de estas instrucciones es que el objetivo de las reuniones es la edificación de toda la congregación. Si alguien habla en una lengua que nadie entiende, sin interpretación, no se logra la edificación del cuerpo, y podría causar confusión o desorden en el culto, algo que Pablo buscaba evitar para garantizar un culto claro y beneficioso. Sin embargo, es crucial señalar que Pablo no prohíbe el uso de las lenguas en sí. En 1 Corintios 14:39, Pablo explícitamente advierte: «no impidáis el hablar en lenguas», dejando claro que su intención no era reprimir este don espiritual.

De hecho, Pablo expresa su propio aprecio por este don al afirmar que él mismo habla en lenguas más que otros (1 Corintios 14:18), lo que demuestra que no consideraba las lenguas como algo negativo. En lugar de eso, promueve el uso de los dones espirituales, instando a los creyentes a procurar no solo las lenguas, sino también el don de interpretación (1 Corintios 14:1, 5). Esto subraya su enfoque equilibrado: las lenguas son valiosas, pero su uso en público debe ir acompañado de interpretación para que toda la comunidad pueda ser edificada.

Al mismo tiempo, Pablo valora la oración privada en lenguas, destacando que si no hay interpretación, la persona puede orar en lenguas en privado, entre él y Dios (1 Corintios 14:28). Esto señala que Pablo veía un profundo valor en el uso personal de las lenguas como una forma de comunicación directa con Dios, incluso si no se compartía con la congregación. Así, su énfasis no es prohibir el uso de las lenguas, sino garantizar que las reuniones se desarrollen de manera edificante para todos los presentes.

En todo su argumento, Pablo busca un equilibrio: permitir la manifestación de los dones espirituales, pero dentro de un marco ordenado que garantice la edificación colectiva. Su enfoque no es limitar el fluir del Espíritu Santo, sino asegurarse de que el culto no se torne caótico o confuso. En este sentido, 1 Corintios 14:40 refuerza la necesidad de que «todo se haga decentemente y con orden», sin reprimir la acción del Espíritu.

Algunos detractores de la glosolalia van más allá, cuestionando la validez de las lenguas en las iglesias pentecostales (llegando incluso a calificarlas como de origen demoníaco o, en el mejor de los casos, como histeria colectiva) debido a que no siempre se sigue estrictamente el principio paulino de la interpretación. No obstante, es fundamental recordar que, en la iglesia de Corinto, el don de lenguas era una manifestación genuina del Espíritu Santo, a pesar de que los corintios no siempre actuaban con el orden que Pablo requería. El apóstol no invalida el uso de las lenguas, sino que exhorta a que se empleen de manera ordenada para la edificación colectiva (1 Corintios 14:40).

El argumento que sostiene que una manifestación espiritual desordenada no puede proceder de Dios carece de bases sólidas desde una perspectiva bíblica. En la iglesia de Corinto, aunque había desorden, Pablo nunca cuestiona la autenticidad de los dones espirituales presentes en la comunidad. De hecho, el apóstol reconoce que los corintios no carecen de ningún don espiritual (1 Corintios 1:7), subrayando que el problema no radicaba en la naturaleza de los dones, sino en la forma en que se manifestaban. Así, aunque la falta de orden en el ejercicio de los dones requería corrección, esto no implica una negación de su legitimidad. Por tanto, invalidar el uso de las lenguas en las iglesias pentecostales debido a posibles desórdenes o a la ausencia de interpretación sistemática representa una interpretación parcial del texto paulino. Pablo no niega la validez de las lenguas, sino que aboga por un ejercicio controlado y edificante, promoviendo el equilibrio entre la manifestación carismática y el orden en el culto comunitario (1 Corintios 14:12, 33).

Por tanto, invalidar el uso de las lenguas en las iglesias pentecostales debido a posibles desórdenes o a la ausencia de una interpretación constante es una interpretación parcial y errónea del texto paulino. Pablo no rechaza la validez de las lenguas, sino que promueve su uso de manera controlada y edificante, buscando un equilibrio entre la manifestación carismática y el orden en el culto (1 Corintios 14:12, 33).

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