El decoro, el pudor y la modestia no es opcional para el cristiano, es un mandamiento escritural, un mandamiento que muchos parecen estar olvidando. Cada vez se nota menos la diferencia entre nosotros y los paganos que no conocen a Dios. La pregunta que debieran hacerse muchos cristianos de hoy es la siguiente: ¿Es tu vestimenta un reflejo de la humildad y castidad que debe caracterizar a un creyente? Cristo nuestro Salvador, derramó Su preciosa sangre en la cruz para comprar tu espíritu, tu alma y tu cuerpo: "Que Dios mismo, el Dios de paz, los haga a ustedes perfectamente santos, y les conserve todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sin defecto alguno, para la venida de nuestro Señor Jesucristo." (1 Tesalonicenses 5:23; DHH)
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El cristiano y la ley de Dios
Como hijos de Dios la importancia de la Ley de Dios es grande para nosotros ya que, sin ella, ni la gracia ni la misericordia de Dios nos salvarán el día del Juicio. La salvación y la Ley de Dios se relacionan íntimamente porque, aunque la Ley no salva, sí actúa como un espejo que nos permite ver la suciedad del pecado que hay en nosotros. Esa es la importancia de la Ley de Dios, que nos permite ver nuestras debilidades y nuestra condición de pecado ante un Dios Santo y Justo que no lo tolera. aunque no tiene poder para salvarnos, la Ley es una herramienta importante para conocer el pecado, un pecado que sin ella no tendría ningún sentido. Pablo lo dijo: “Yo no conocí el pecado sino a través de la ley” (Romanos 7:7).
Just Thinking | Y Dios, ¿Tiene derechos?
En el curso del tiempo ha habido una proliferación y especificación de los denominados “Derechos Humanos”. De esa multiplicidad surgieron los derechos del niño, del soldado, de la mujer, del consumidor, del trabajador, del estudiante, del homosexual, del emigrante, ¡Y hasta de los animales! Todo ese incremento de derechos, cuyo objetivo primordial era defender a tales colectivos de arbitrariedades y abusos, ha llegado a crear una mentalidad generalizada en la que ha quedado poco sitio para la responsabilidad, creándose un peligroso desequilibrio consistente en la abundancia de derechos (supuestos o reales) y en la escasez o inexistencia de responsabilidades, algo a lo que la naturaleza humana es propensa.