Por Fernando E. Alvarado
Si eres creyente, los criterios de Dios revelados en la Palabra de Dios son los que deben amarrar tu conciencia y guiar tus pasos, no las revistas de moda o las tendencias marcadas por los grandes diseñadores del mundo. No es Vogue, ni Harper’s Bazar, ni Cosmopolitan, ni GQ o Men’s Health para los hombres; sino la infalible, inerrante y todo suficiente Palabra de Dios la que debe definir cada aspecto de nuestra conducta, incluso el vestuario, pues escrito está: “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Rom. 3:4). Y la norma bíblica del vestuario es establecida por Pablo en 1Timoteo 2:9: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia”.

El decoro, el pudor y la modestia no es opcional para el cristiano, es un mandamiento escritural, un mandamiento que muchos parecen estar olvidando. Cada vez se nota menos la diferencia entre nosotros y los paganos que no conocen a Dios. La pregunta que debieran hacerse muchos cristianos de hoy es la siguiente: ¿Es tu vestimenta un reflejo de la humildad y castidad que debe caracterizar a un creyente? Cristo nuestro Salvador, derramó Su preciosa sangre en la cruz para comprar tu espíritu, tu alma y tu cuerpo:
«Que Dios mismo, el Dios de paz, los haga a ustedes perfectamente santos, y les conserve todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sin defecto alguno, para la venida de nuestro Señor Jesucristo.» (1 Tesalonicenses 5:23; DHH)
El Espíritu de Dios ha venido a hacer morada en ti. ¿Sabes qué debes hacer ahora a la luz de esa realidad? Dedicarte en cuerpo y alma a perseguir la gloria de Dios en todas las áreas de tu vida:
» ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.» (1 Corintios 6:19-20; LBLA)

Que Dios nos ayude a glorificarle en todo cuanto hacemos, incluyendo la forma como nos vestimos. Ciertamente, la Biblia no es un catálogo de ropa. Cristo no murió por tus pantalones, ni dió su vida para que tú usarás faldas largas. No caigamos en el error de añadir normas culturales y mandamientos de hombres a las Escrituras. Esto también es un pecado grave (mucho más grave que el que crees que cometen las mujeres que usan pantalones, se maquillan, usan joyas o se arreglan y tiñen el cabello – cosas que la Biblia en realidad no prohíbe), pues escrito está:
«No añadiréis a la palabra que yo os mando ni disminuiréis de ella…» (Deuteronomio 4:2)
«Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres…» (Marcos 7:6-8)
Tampoco caigamos en el error opuesto, creyendo que a Dios «solo le importa el corazón» y no nuestro testimonio público, expresado incluso a través del vestuario,.pues el decoro, el pudor y la modestia no es legalismo. Es lo que Dios exige de nosotros. Jamás lo olvidemos: Nuestra vestimenta dice mucho de la realidad de nuestro corazón. ¡Y esto es igual para hombres y mujeres! ¡Dios debe gobernar incluso en tu guardarropa!
«Y harás vestiduras sagradas… para gloria y para hermosura… para consagrarlo, a fin de que me sirva como sacerdote.» (Éxodo 28:2-3; LBLA)
«Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.» (1 Pedro 2:9)
