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El Evangelio de Juan: Una refutación del unicitarismo

Por Fernando E. Alvarado

La doctrina unicitaria, promovida por grupos heréticos como la Iglesia Pentecostal Unida, el Movimiento de la Fe en Jesús y otros similares, sostiene que Dios es una sola persona que se manifiesta en diferentes modos o roles (Padre, Hijo y Espíritu Santo), negando la distinción de personas dentro de la Trinidad. Esta perspectiva, conocida también como modalismo o sabelianismo, choca con la enseñanza histórica del cristianismo, que afirma la existencia de un solo Dios en tres personas distintas y coeternas.

El Evangelio de Juan ofrece una refutación contundente de la doctrina unicitaria al presentar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como personas distintas que comparten una sola naturaleza divina. A través de textos como Juan 1:1-2, 5:19-20, 14:16-17 y 10:30, se evidencia una relación interpersonal y eterna dentro de la Trinidad, incompatible con el modalismo unicitario.

La distinción personal del Hijo en relación con el Padre

El Evangelio de Juan presenta al Hijo, Jesucristo, como una persona distinta del Padre, compartiendo la misma naturaleza divina. En Juan 1:1-2, se declara: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio con Dios”. La preposición griega pros (traducida como “con”) implica una relación interpersonal, no una mera identificación modal. El Verbo (el Hijo) no es una manifestación del Padre, sino una persona distinta que existe eternamente en comunión con Él. Esta distinción se refuerza en Juan 17:5, donde Jesús ora: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Aquí, Jesús habla de una relación preexistente y personal con el Padre, incompatible con la idea unicitaria de un Dios que cambia de modos. Como señala Carson (1991), “la distinción entre el Padre y el Hijo es ontológica y relacional, no meramente funcional” (p. 226). La doctrina unicitaria, al negar esta distinción, contradice el testimonio joanino de una relación eterna entre personas divinas (Carson, 1991, p. 226).

La interacción dialógica entre el Padre y el Hijo

Juan presenta múltiples instancias de diálogo y relación entre el Padre y el Hijo que evidencian su distinción personal. En Juan 5:19-20, Jesús afirma: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Esta declaración implica una relación activa y consciente entre dos personas, donde el Hijo observa y actúa en armonía con el Padre. La doctrina unicitaria, que reduce al Padre y al Hijo a un solo actor divino, no puede explicar esta interacción sin recurrir a interpretaciones forzadas, como alegar que Jesús habla en un “modo humano”. Sin embargo, Köstenberger (2004) argumenta que “el lenguaje de Juan refleja una distinción funcional y personal dentro de la deidad, sin comprometer la unidad esencial” (p. 182). En Juan 14:31, Jesús dice: “Para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago”. Este amor y obediencia mutuos solo tienen sentido en un marco trinitario, donde las personas divinas se relacionan genuinamente (Köstenberger, 2004, p. 182).

El Espíritu Santo como persona distinta

El Evangelio de Juan también refuta el unicitarismo al presentar al Espíritu Santo como una persona distinta, no como una mera “fuerza” o un modo del Padre. En Juan 14:16-17, Jesús promete: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad”. La palabra griega allos (otro) indica un Consolador distinto, pero de la misma naturaleza que Jesús, lo que implica una tercera persona divina. Además, en Juan 16:13-14, Jesús describe al Espíritu como aquel que “os guiará a toda la verdad” y “me glorificará”. Estas acciones (guiar, glorificar) denotan una personalidad activa, no una energía impersonal. Como apunta Morris (1995), “el Espíritu en Juan no es un apéndice del Padre o del Hijo, sino un agente divino con funciones propias” (p. 653). La doctrina unicitaria, al colapsar al Espíritu en una manifestación del Padre, ignora estas distinciones claras en el texto joanino (Morris, 1995, p. 653).

La unidad esencial de la Trinidad en Juan

Aunque Juan enfatiza la distinción de personas, también afirma la unidad esencial de la Trinidad, refutando cualquier interpretación unicitaria que confunda unidad con unicidad personal. En Juan 10:30, Jesús declara: “Yo y el Padre uno somos”. El verbo esmen (somos) está en plural, indicando una unidad de esencia entre dos personas, no una identidad absoluta. Esta unidad se ve en Juan 14:9, donde Jesús dice: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Sin embargo, esta declaración no implica que Jesús sea el Padre, sino que comparte su naturaleza divina, como explica Ridderbos (1997): “La unidad en Juan es una comunión de esencia y propósito, no una fusión de personas” (p. 355). La doctrina unicitaria, al negar la distinción personal, malinterpreta esta unidad y cae en una forma de modalismo que la tradición cristiana ha rechazado históricamente (Ridderbos, 1997, p. 355).

La tradición cristiana evangélica, fiel a la exégesis bíblica y al consenso histórico, afirma la Trinidad como un misterio central de la fe, celebrando la unidad y la distinción de las personas. Aunque difícilmente reconocerán su error, invitamos a los proponentes unicitarios a reconsiderar su posición a la luz de Juan, abrazando la riqueza del Dios trinitario revelado en las Escrituras.

“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.” (2 Corintios 13:14)

REFERENCIAS:

  • Carson, D. A. (1991). The Gospel According to John. Grand Rapids, MI: Eerdmans.
  • Köstenberger, A. J. (2004). John. Baker Exegetical Commentary on the New Testament. Grand Rapids, MI: Baker Academic.
  • Morris, L. (1995). The Gospel According to John (Rev. ed.). Grand Rapids, MI: Eerdmans.
  • Ridderbos, H. (1997). The Gospel of John: A Theological Commentary. Grand Rapids, MI: Eerdmans.

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