Por Fernando E. Alvarado
Para muchos calvinistas, poco o nada de bueno puede extraerse de la teología arminiana. Más allá de nuestras diferencias en soteriología, ahora se pretende acusar al arminianismo de ser contrario a la inerrancia bíblica. Pero ¿Qué es la inerrancia? La inerrancia bíblica significa que, debidamente interpretadas, las Sagradas Escrituras se mostrarán como totalmente ciertas en todo lo que afirman, ya sea que tenga que ver con doctrina, o moralidad, o con lo social, físico, o ciencias biológicas.
No todos, sin embargo, concuerdan con dicho concepto de inerrancia. Para muchos eruditos (incluso pentecostales), dicho concepto de inerrancia merece ser revisado en alguna medida, ya que el propósito de la Escritura Sagrada es hacernos sabios para la salvación (2 Timoteo 3:15), no hacernos sabios en botánica, geología, astronomía, historia antigua o cualquier otra rama del saber. No debemos perder de vista que los escritores bíblicos tenían el propósito de informar los acontecimientos y el significado de los actos redentores de Dios en la historia para que los hombres puedan ser sabios para la salvación. La Biblia pues, es inerrante en este sentido.

Entonces, ¿Qué creemos los arminianos, y particularmente los pentecostales acerca de la inerrancia? Al afirmar la inerrancia de las Escrituras, los pentecostales nos remitimos exclusivamente a los autógrafos (a los manuscritos originales tal como nos llegaron de los autores). Creemos que la inerrancia absoluta se afirma sólo con respecto a los escritos originales y a ningún otro. Sin embargo, de todos es sabido que esos escritos originales ya no existen.[1] Así pues, nuestra comprensión de la inerrancia, exige tener en cuenta las siguientes consideraciones:
- Las afirmaciones de inerrancia conciernen a lo que declara y afirma la Escritura más que a la información que sólo se comunica con precisión:
“Es cierto que la Biblia documenta correctamente falsas declaraciones hechas por personas impías (por ejemplo, los consoladores de Job) e incluso las palabras de Satanás (por ejemplo, Génesis 3:1–5). En otras ocasiones, los escritores bíblicos citan documentos no canónicos y no inspirados, lo cual demuestra la veracidad de esa cita pero no confiere autoridad a la fuente (por ejemplo, Judas utiliza la Asunción de Moisés y el Libro de Enoc). Asimismo, no debe entenderse que cada hecho registrado en la Escritura está de acuerdo con el orden divino de Dios.”[2]
- La inerrancia de las Escrituras debe también considerarse a la luz de su contexto histórico y cultural:
“La Biblia llega a nosotros desde el Antiguo Cercano Oriente, una cultura y una época muy distantes del presente. Por ende, la exactitud científica en torno a los números y las citas que se espera de la escritura técnica contemporánea no se aplica a los textos bíblicos.”[3]
- Los autores bíblicos usaron el lenguaje de la apariencia para describir su mundo, así como suelen hacerlo los autores modernos:
“[Los autores bíblicos] escribieron desde su perspectiva y no en términos técnicos. Así, por ejemplo, podían hablar (como lo siguen haciendo los autores modernos) del sol «saliendo» o «poniéndose», con absoluta veracidad. Con respecto a los milagros, los escritores nos narran lo que vieron y experimentaron sin tratar de explicar el misterio en términos científicos. Por tanto, el milagro del cruce del Mar Rojo, por ejemplo, se anuncia de manera casual: «El Señor envió sobre el mar un recio viento del este que lo hizo retroceder» (Éxodo 14:21-31). Otros milagros del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento se comunicaron de manera similar, tal como se habían observado. Los escritores informan los hechos poderosos de Dios que experimentaron, y los atribuyen a su intervención misericordiosa. El objetivo final de los escritores es llamar a sus lectores a tener la misma fe en su Dios poderoso que mostraron ellos.”[4]

- La inerrancia de las Escrituras no queda invalidada por el uso de las numerosas figuras de dicción y los diversos géneros literarios:
“A través de la Biblia, encontramos parábolas, analogías, símiles, metáforas, hipérboles, símbolos, etc. Entre otros géneros literarios, los escritores emplearon el género narrativo, poético, apocalíptico, profético, didáctico y epistolario para trasmitir la verdad de Dios. Una interpretación precisa de los textos bíblicos requiere prestar suma atención a sus formas literarias.”[5]
- Habilidades gramaticales particulares:
“En lo que concierne al Espíritu Santo usando a seres humanos en el proceso de producción de las Escrituras, debe comprenderse que los autores usaron sus habilidades gramaticales particulares. Por lo tanto, encontrar lo que la gente moderna consideraría construcciones gramaticales incorrectas de ninguna manera resta valor a la inerrancia bíblica.”[6]
Sin ánimo de caer en la clásica bibliolatría de la cual pueden ser acusados muchos evangélicos, es claro que los pentecostales creemos en la inerrancia de las Escrituras. No obstante, los calvinistas pretenden negar que creemos en la inerrancia bíblica debido a nuestra soteriología arminiana ¿Por qué? Porque para ellos el albedrío humano es incompatible con el principio de la inerrancia bíblica. Algunos maestros calvinistas han afirmado lo siguiente:
“El arminianismo tiene implicaciones reales para la doctrina de las Escrituras. ¿Cómo puede Dios supervisar las palabras de los hombres con tanto cuidado y precisión como para asegurar una Escritura infalible, si Dios es un Dios que permite la libertad absoluta y permite que los pecadores, como el apóstol Pablo, o los pecadores como el apóstol Pedro, tomen decisiones absolutas? Si el Dios arminiano está inspirando la Escritura, esperaríamos que estuviera llena de algunos errores, porque esa es la naturaleza de la libertad. Si por el contrario, tenemos al Dios soberano que ejerce Su buena providencia con el propósito de misericordia sobre Sus criaturas, entonces podemos esperar que haya momentos en los que Él no permita la libertad, con el fin, de que se lleve a cabo una tarea en particular, supervisando así cada una de las palabras que escribe el Apóstol Pedro. Aunque el Apóstol Pedro, como sabemos, es propenso al pecado.”[7]
“El arminiano dice, ‘¡No!, tú debes tener un libre albedrío que opere por sí mismo, y la soberanía divina debe respetar el libre albedrío’. Pero si eso es así, ¿cómo podemos garantizar que las personas que escribieron la Biblia no ejercieron en algún momento su libre albedrío aparte de la soberanía de Dios, y así introducir algunos errores en ella? Y esta es la forma común de razonar en el arminianismo. Conduce a mayores críticas. Conduce a una comprensión de la Biblia y de la inspiración centrada en el hombre. Eventualmente, pierdes la doctrina de la Inerrancia”.[8]
“Los arminianos tienen problemas para defender la inspiración y la infalibilidad de las Escrituras porque ambas cosas requerirían que Dios anule el libre albedrío del hombre”.[9]
“Alguien que consistentemente sostiene la doctrina del libre albedrío, finalmente verá comprometidas las bases [mismas de su fe] para creer que la Biblia es la infalible e inerrante Palabra de Dios”.[10]
Tales afirmaciones son escandalosas y buscan desilusionar al creyente arminiano de proseguir con su fe, haciendo ver (falsamente) que los arminianos somos enemigos de la Palabra. Para tales maestros calvinistas, si el libre albedrío fuera cierto, entonces derrocaría la infalibilidad bíblica porque el libre albedrío humano del profeta o apóstol (autor del texto sagrado) sería propenso a introducir errores en el texto bíblico. Por lo tanto, solo un determinismo exhaustivo (tal como lo propone el calvinismo) puede garantizar que la Biblia sea 100% inspirada. A simple vista esto puede parecer lógico (y hasta bíblico), pero es un argumento con muchas fallas, ya que (como veremos a continuación) el libre albedrío y la infalibilidad bíblica son perfectamente compatibles.

RAZONEMOS UN POCO…
El calvinista afirma: “Si Dios es un Dios que permite la libertad absoluta y permite que los pecadores, como el apóstol Pablo, o los pecadores como el apóstol Pedro, tomen decisiones absolutas [y…] si el Dios arminiano está inspirando la Escritura, esperaríamos que estuviera llena de algunos errores, porque esa es la naturaleza de la libertad.”
No obstante, dicho ejemplo falla en que ignora (quizá intencionalmente) lo siguiente: Nadie está hablando aquí de libertad absoluta o de libre albedrío absoluto. Si Pedro o Pablo, o cualquier otro escritor sagrado cedió libremente su voluntad a la inspiración del Espíritu Santo, entonces el libre albedrío no presenta ningún problema, y eso es precisamente lo que ocurrió durante el proceso de transmisión de las Escrituras. Cabe aquí la siguiente analogía: Si normalmente conduzco un automóvil, pero elijo tomar un vuelo a bordo de un avión, entonces ya no tengo el control durante el transcurso del vuelo, ya que fue mi elección ceder el control total al piloto profesional de la línea aérea para llegar a mi destino. Incluso si intentara interrumpir al piloto, eso no sería posible. Mi libertad terminó en el momento en que cedí libremente el control. Lo mismo puede decirse del proceso de inspiración bíblica.
Los escritores fueron motivados por Dios, y las palabras que escribieron fueron supervisadas por Dios. Todo el concepto de inspiración divina transmite el significado de intervención divina, en la que Dios interviene en un asunto particular para expresarse. En todas las sagradas Escrituras, los autores aseguran estar bajo la dirección del Espíritu Santo. David dijo: “El Espíritu del Señor habló por medio de mí; puso sus palabras en mi lengua” (2 Sam. 23:2, NVI). Pedro, al hablar del Antiguo Testamento en su totalidad dijo: “la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2 P 1:21, NVI).
Esto, sin embargo, jamás indica una “posesión” del escritor sagrado al punto de anular su personalidad, voluntad y albedrío, como si de una posesión demoníaca se tratase. Cuando un espíritu maligno toma el control de un cuerpo «Los signos exteriores de la posesión son casi siempre los mismos: la individualidad se desvanece y surge una distinta, demoníaca, que dura más o menos tiempo, a modo de un ataque»[11] (Véase Marcos 5:9-13). Esta sería la única forma en la cual la afirmación calvinista podría tener sentido: Una posesión al puro estilo demoníaco. Pero eso no es lo que la Biblia nos dice que ocurrió en el caso de los escritores sagrados, pues Dios no actúa de la misma forma que los demonios.
La naturaleza del profeta bíblico se describe con gran viveza en numerosos pasajes bíblicos. Dios dijo a Moisés a propósito de un profeta: “pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande” (Dt. 18:18, NVI). Y agregó: “No añadan ni quiten palabra alguna a esto que yo les ordeno” (Dt. 4:2, NVI). Jeremías recibió esta orden: “Así dice el Señor: ‘Ponte en el atrio de la casa del Señor, y habla a todas las ciudades … todas las palabras que te he mandado decirles. No omitas ni una palabra’” (Jer. 26:2, NVI). Bíblicamente, un profeta era alguien que decía lo que Dios le ordenaba decir, ni más ni menos. Pero en ninguno de los casos esto significa que ellos hayan perdido su individualidad o albedrío como sugiere el calvinismo. Dios no necesitaba eliminar la voluntad del profeta para comunicar su mensaje.
El profeta verdadero rendiría voluntariamente su voluntad a Dios y transmitiría fielmente el mensaje recibido ¡Dios no necesita manipular a nadie ni anular su libertad para usarlo! Sólo el dios calvinista, a semejanza de las posesiones demoníacas, haría tal cosa. Pero ese no es el Dios de la Biblia. La expresión “No añadan ni quiten palabra alguna” y “No omitas ni una palabra” nos indica que Dios no anuló en ninguna manera la voluntad de nadie, sino que trabajó, en unión con el libre albedrío sometido voluntariamente por los profetas (sinergismo), en el proceso de darnos Su Palabra inspirada. Así pues, aunque la Biblia asegura ser la Palabra de Dios también es palabra de hombres. Asegura ser la comunicación de Dios a los seres humanos con palabras humanas. No debemos perder de vista que, aunque asegura tener una fuente divina, la Biblia es también un libro totalmente humano.
¿Cómo sabemos esto? ¿Acaso no es blasfemia decir que la Biblia es también Palabra de hombre? No lo es. Ya que la Biblia misma nos lleva a concluir tal cosa. Primero que nada, cada libro de la Biblia fue obra de un escritor humano (Moisés, Josué, Samuel, Nehemías, David, Mateo, Marcos, etc.). Segundo, la Biblia incluye diferentes estilos literarios, desde la lúgubre métrica de Lamentaciones hasta la sublime poesía de Isaías, desde la sencilla gramática de Juan hasta el complejo griego de la carta a los Hebreos. Esto no sería posible sin la participación humana, el albedrío de los autores y su participación directa en el proceso. Todo guiado, más no impuesto, por la voluntad divina. Tercero, la Biblia muestra perspectivas humanas: David habló en el Salmo 23 desde la perspectiva de un pastor; el libro de Reyes está escrito desde el punto de vista de un profeta; Crónicas, desde un punto de vista sacerdotal; Hechos manifiesta un interés histórico; y 2 de Timoteo, el corazón de un pastor. Los escritores hablan desde la perspectiva del observador cuando hablan de la salida o la puesta del sol (Jos. 1:15). Esto no parece la “soberana eliminación del albedrío y la voluntad” propuesta por el calvinismo. Al parecer, no se trata de que los arminianos rechacemos la inerrancia de la Biblia (nosotros sí creemos en la inerrancia). El problema es la forma de inerrancia antibíblica propuesta por los calvinistas.
Un cuarto punto en contra de la interpretación calvinista se halla en el hecho de que la Biblia revela patrones y procesos de pensamiento humano, incluyendo el razonamiento humano (como en Romanos) y memoria humana (1 Cor. 1:14-16). Lo cual no sería posible si Dios anula el albedrío y voluntad humana durante el proceso de inspiración. Además, la Biblia revela emociones humanas, tales como la aflicción expresada acerca de los israelitas (Rom. 9:2) o la ira contra los gálatas (Gál. 3:1). Asimismo, la Biblia revela intereses humanos específicos indicados por su elección de imágenes: Oseas tenía intereses rurales, Lucas intereses médicos y Santiago interés en la naturaleza. Finalmente, algunas veces utiliza fuentes humanas: es posible que Lucas haya redactado su evangelio apoyándose en otras fuentes escritas (Lc. 1:1-4); el Antiguo Testamento a menudo utilizaba fuentes escritas no canónicas (Jos. 10:13); Pablo citó tres veces a poetas no cristianos (Hch. 17:28; 1 Cor. 15:33; Tit. 1:12); Judas citó material de libros no canónicos (Jud. 9,14). Aunque la Biblia procede de Dios, el elemento humano no puede ser descartado simplemente porque al calvinista le parece incoherente con su concepto torcido de soberanía, o su mala comprensión de lo que significa la inerrancia.

UN CALLEJÓN SIN SALIDA PARA EL CAVINISTA
Incluir el determinismo calvinista como elemento necesario del concepto de inerrancia e inspiración es un grave error, y tiene implicaciones nocivos para tal doctrina. Si como dicen los calvinistas, Dios ha decretado “cualquier cosa que suceda”, entonces ¿no tendríamos que concluir que todas las cosas están sujetas a la inspiración divina? Eso es lo que se vuelve profundamente problemático para los calvinistas.
Si todas las cosas fueran fijadas y determinadas exhaustivamente por Dios sin la más mínima desviación o participación del albedrío humano, entonces habría nada en la existencia que esté fuera de la inspiración divina. Eso significaría que la vida diaria de cada individuo está tan inspirada como las Sagradas Escrituras. Significaría que cada libro, no solo la Biblia, está inspirado por Dios (¿Acaso no lo ha determinado todo y decretado todo?), desde lo sacro hasta lo más profano jamás escrito. Y continuando con la lógica calvinista: Al aferrarse al determinismo exhaustivo, por necesidad los calvinistas también se aferran a la inspiración exhaustiva. La existencia del pecado, por lo tanto, sería tan divinamente inspirada como cualquier otra cosa en existencia, y por lo tanto lleva a la acusación común de «autor del pecado», correctamente aplicada al dios creado por el calvinismo. Errores engendran errores.
Los arminianos (y particularmente los pentecostales) creemos que la Biblia no es invención humana. Creemos que el Dios personal de la creación, la redención y la consumación, quería de tal manera comunicarse con su pueblo que eligió darse a conocer a través de la Biblia. Él supervisó la trasmisión escrita de esa actividad reveladora de una manera tan poderosa que podemos confiar en ella plenamente. Esto, sin embargo, en ninguna manera si hizo anulando el albedrío, la voluntad o la personalidad de los escribas humanos.

REFERENCIAS:
[1] LA INSPIRACIÓN, INERRANCIA Y AUTORIDAD DE LAS ESCRITURAS (DECLARACIÓN OFICIAL ADOPTADA POR EL PRESBITERIO GENERAL EN SESIÓN EL 1-3 DE AGOSTO DE 2015). Disponible en: https://ag.org/es-ES/Beliefs/Position-Papers/Inspiration-Inerrancy-Authority-of-Scripture
[2] Ibid.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] Ibid.
[7] Arminianism: The Root of “Christian” Liberalism? 3:01-4:10, tomado del DVD titulado, Amazing Grace: The History & Theology of Calvinism.
[8] Ibid., 4:11-4:39.
[9] Ibid., 4:40-4:49.
[10] Ibid., 4:50-5:14.
[11] Caro Baroja, Julio (2003). Las brujas y su mundo. pp. 180-181.