Distintivos del Pentecostalismo, Neumatología, Pentecostalismo, Pentecostalismo Clásico

Pentecostés, la Reforma del Espíritu, ha llegado

Por Fernando E. Alvarado

Aunque existen antecedentes históricos, el principal detonador del movimiento pentecostal se dio en la primera década del siglo XX en lo que conocemos hoy como el avivamiento de la Azusa en los Estados Unidos. A principios del siglo XX, los misioneros pentecostales comenzaron a llegar a América Latina, principalmente de los Estados Unidos. El nuevo y hasta entonces desconocido movimiento empezó a propagarse rápidamente.

Los pentecostales fueron rápidos para entrenar a los pastores latinoamericanos y nacionalizar sus denominaciones. De este modo, el pentecostalismo se despojó de su ropaje anglosajón y tomó forma latinoamericana. A diferencia de otras denominaciones protestantes que buscan no solo difundir sus creencias, sino también colonizar culturalmente a sus oyentes, dándole al Evangelio un rostro norteamericano o europeo, los predicadores pentecostales tienden a sonar y a parecerse más como sus congregantes, dando vida a un cristianismo autóctono, moreno y latino.

Predicadores sin corbata, de piel bronceada y en lenguaje común, tomaron el lugar de los viejos predicadores protestantes y curas extranjeros. Decenas de millones de latinoamericanos han abandonado la Iglesia Católica Romana en las últimas décadas y han abrazado el cristianismo evangélico en su mayoría pentecostal. Casi uno de cada cinco latinoamericanos se describe a sí mismo como protestante, la mayoría se autodenominan como pentecostales o pertenecen a una denominación pentecostal.

Los pentecostales, ese grupo heterogéneo de creyentes emotivos, ruidosos y con celo evangelístico, comparten muchas creencias con otros protestantes evangélicos, pero ponen más énfasis en los «dones del Espíritu Santo», tales como hablar en lenguas, sanidades y profecía. Dones que, al parecer, han sido olvidados por otros protestantes. Y Dios ha respaldado el pentecostalismo. De hecho, se estima que el pentecostalismo tiene casi 300 millones de seguidores en todo el mundo. En Brasil, por ejemplo, las Asambleas de Dios tienen entre 10 millones y 12 millones de miembros; mientras que a nivel mundial suman ya más de 69 millones de creyentes, siendo hasta la fecha la mayor denominación pentecostal a escala global. y es que, más allá de las críticas infructuosas de sus adversarios, si el pentecostalismo nunca hubiera llegado a América Latina, el paisaje religioso no sería tan vibrante como lo es hoy en día. El catolicismo seguiría reinando.

AVANZAMOS, A PESAR DE LA CRÍTICO Y OPOSICIÓN DE NUESTROS PROPIOS HERMANOS

Por todo el mundo, el crecimiento espectacular del pentecostalismo ha creado una gran curiosidad y a la vez se ha creado una muralla entre protestantes conservadores y el movimiento pentecostal/carismático. La acusación mas clásica de la ortodoxia es que el pentecostalismo es condenable por su “emocionalismo” que le resta profundidad, seriedad y fundamento bíblico a la espiritualidad. Se ignora que precisamente los avivamientos de todos los tiempos, tienen aspectos emocionales y que Jonathan Edwards, precisamente acusaba a las iglesias tradicionales de privar al cristianismo de ese contenido emocional. Las emociones religiosas no se producen por casualidad, ni son fenómenos vacíos, sino que son afectos del alma y de la esfera de la intimidad que salen al exterior y generan profundas y enriquecedoras experiencias emocionales.

La otra crítica es la del llamado “escándalo” que producen las manifestaciones físicas como las caídas, el llanto, las lenguas ininteligibles, etc. Sin embargo no se puede olvidar que tanto en el Gran Despertar de Jonathan Edwards y también con John Wesley se produjeron fenómenos parecidos. Es la incredulidad de los conservadores, más que las manifestaciones espirituales emotivas, lo que realmente causa un problema para la aceptación del pentecostalismo. Y es ese rechazo a lo sobrenatural, a las manifestaciones del Espíritu, lo que servirá como el último clavo en el ataúd de las viejas y frías denominaciones históricas que lo rechacen.

PENTECOSTÉS SÍ IMPORTA

Aunque muchos desprecian el significado del pentecostés, para nosotros, los pentecostales, tal festividad nos recuerda grandes verdades de la Palabra. Verdades que, más que simple teoría, son realidades vivenciadas por millones de creyentes en todo el mundo.

En el Antiguo Testamento, el día de Pentecostés era una festividad que se celebraba 50 días después de la festividad judía de la Pascua (Levítico 23:16, Éxodo 34:22). En el Nuevo Testamento, en el día de Pentecostés después de la muerte y resurrección de Jesucristo, el Espíritu Santo vino poderosamente sobre Sus discípulos, permitiéndoles hablar en idiomas extranjeros que no habían estudiado, y proclaman el Evangelio con valentía a los reunidos en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés (Hechos 2). Los eventos relatados en el día de Pentecostés en Hechos 2 tienen varias implicaciones importantes para los cristianos de hoy.

La presencia de Jesús con nosotros

Después de Su resurrección, Jesús prometió estar siempre con los discípulos (Mateo 28:20). Luego los dejó y subió al cielo (Lucas 24:51). Sin embargo, el espíritu de Jesús (es decir, el Espíritu Santo) vino sobre los discípulos en Pentecostés, cumpliendo la promesa de Jesús de estar con los discípulos siempre.

Evangelio para todos los pueblos

Antes de que Jesús viniera, para ser parte del pueblo de Dios, debías ser judío. O tenías que convertirte al judaísmo, incluía la cultura, las costumbres, las tradiciones, etc. Sin embargo, la proclamación sobrenatural del Evangelio en otras lenguas en el día de Pentecostés fue la forma en que Dios declaró poderosamente que el Evangelio era para todos los pueblos, culturas e idiomas. Las personas de cualquier cultura o idioma pueden ser parte del pueblo de Dios. No necesitan convertirse al judaísmo. Pero pueden permanecer en su propia cultura, y usar su propio idioma, y seguir siendo creyentes. Aún más que eso, Dios ahora está llamando a todas las personas de todas partes para que se arrepientan y crean en el Evangelio (Hechos 2: 38-39).

Poder para el testimonio

Antes de Pentecostés, los discípulos aún tenían miedo y aún no proclamaban el Evangelio ampliamente. Pero Jesús les había dicho que Él estaba enviaría Su Espíritu Santo (Lucas 24:49, Juan 14: 16-18) para que recibieran poder para ser testigos de la resurrección Señor Jesucristo en todo el mundo (Hechos 1:8). Antes de Pentecostés, el Espíritu no estaba ausente, participo en la creación (Génesis 1: 2) y en la regeneración de los elegidos de Dios para que creyeran en Él (Juan 3: 8, Tito 3: 5). Pero en Pentecostés, el Espíritu llegó mucho más poderosamente a los discípulos de Jesús, y ahora habita (mora) en todos los discípulos de Jesús hoy (Efesios 1: 13-14). La venida del Espíritu en Pentecostés y los eventos específicos de ese día fueron extraordinarios y especiales, más no únicos ni reservados a un solo momento en la historia, ya que el mismo Espíritu continúa estando presente en todos los cristianos, lo que les permite testificarles a otros acerca de Cristo y vivir la vida cristiana en el poder del Espíritu, acompañando el mensaje de la Cruz con señales, milagros y autoridad divina.

Estamos viviendo en los últimos tiempos

Después de que el Espíritu vino en Pentecostés, Pedro se puso de pie y les explicó a quienes escuchaban acerca del significado de lo que habían visto y oído. Su explicación está registrada en Hechos 2: 14-36. En resumen, dijo que la venida del Espíritu era el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento sobre lo que sucedería cuando el Mesías (Jesucristo) llegara al final de los tiempos. Los asombrosos eventos de Pentecostés señalan el comienzo del fin del mundo. Mucha gente piensa acerca del fin del mundo como algo en el futuro lejano, pero en la Biblia, el fin del mundo (o los tiempos finales) es un largo período de tiempo, comenzando con la primera venida de Cristo hace 2000 años. y concluyendo con la Segunda Venida de Cristo cuando regrese para juzgar al mundo. Todo lo que se encuentra entre la Primera y la Segunda Venida de Cristo se considera el fin de los tiempos. La venida del Espíritu en Pentecostés fue una señal de que el fin del mundo está llegando.

LOS INVITAMOS A LA NUEVA REFORMA, LA DEL ESPÍRITU

Como creyentes en Cristo, y orgullosos de nuestro legado pentecostal, afirmados sin temor ni vergüenza que el Espíritu Santo es la única fuente de poder y victoria para la iglesia (Hechos 1:8). Creemos que el protestantismo histórico, tan arraigado en su frialdad y legado histórico, confesiones y credos, haría bien en abrirle la puerta al Espíritu de Vida. Sólo esto los salvará de la decadencia, el liberalismo teológico y la extinción.

Hoy en día, sin embargo, y principalmente en círculos reformados y otros grupos protestantes tradicionales en donde el cesacionismo se ha vuelto la norma, el mensaje de pentecostés es menospreciado y sus defensores ridiculizados. «La iglesia no necesita eso» — afirman. «Al protestantismo le basta con las 5 solas de la Reforma» — nos dicen. Para ellos, el frío intelectualismo de los reformadores y sus sucesores basta. Prefieren vivir a la sombra de una iglesia del pasado, una iglesia que tenía nombre de estar viva, pero estaba muerta (Apocalipsis 3:1-6); muerta en debates, frialdad espiritual, conflictos políticos y luchas de poder. A ese cuerpo le faltaba la vida de Dios, la vida del Espíritu, el poder real que sólo viene de lo alto. Un poder que el Espíritu Santo, al establecer el movimiento pentecostal y carismático, hizo venir nuevamente sobre la iglesia cristiana.

No, la Reforma del siglo XVI no fue una obra consumada, fue apenas el inicio de algo. ¡5 Solas no bastan para declarar «todo el consejo de Dios»! (Hechos 20:27). Si se descarta el ministerio actual del Espíritu Santo, se desprecia la naturaleza experimental de nuestra relación con la Tercera Persona de la Trinidad, y se rechaza la continuidad de los dones espirituales en la iglesia moderna, el mensaje que se presenta es un Evangelio pobre, incompleto y mutilado. El pueblo de Dios está llamado a ser una comunidad pentecostal, carismática y profética. ¿Está la Iglesia evangélica hoy, dispuesta a asumir este reto? ¿O se dejará seducir por corrientes pseudobíblicas y cesacionistas que rechazan toda expresión carismática, emotiva y libre de la espiritualidad cristiana?

Sí. Necesitamos una Nueva Reforma, pero no una reforma incompleta atada a los viejos paradigmas y realidades de la Europa del siglo XVI. Para una reforma completa necesitamos una Sexta Sola: ¡Solus Spiritus Sanctus!

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