Se dice que la fe es un don de Dios y, en cierta forma, eso es cierto. Pero ¿qué queremos decir con eso? ¿significa, acaso, que el hombre no participa en el proceso de ejercer la fe y arrepentirse para ser salvo? En los Evangelios encontramos repetidas veces el mandato de pedirle al Señor que nos ayude en nuestra falta de fe (Mc. 9:24), que nos aumente la fe (Luc. 17:5), porque Jesús, que es el inicio de nuestra fe, es también el que la lleva a cumplimiento, según la Carta a los Hebreos (12:2). Quien pide la fe la obtiene, porque el deseo de fe es ya un acto de fe. La fe es un don de Dios por cuanto su otorgamiento, su crecimiento, su principio y su fin radican en el Señor, no en el hombre. El hombre cree, pero Dios es la causa y motor de su fe.
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Soteriología Arminiana: ¿Monergista o sinergista?
Más allá de los monos de paja levantados por los calvinistas en contra del arminianismo, la teología arminiana, entendida correctamente, enseña que la salvación es monergista. Sí, leíste bien: Monergista. ¿por qué? Porque la salvación es del Señor y sólo de Él (Salmos 3:8, 62:1). Sólo Dios regenera el alma que está muerta en pecado. Sólo Dios perdona y justifica por los méritos de la sangre de Cristo. Sólo Dios nos hace santos y justos. En todas estas formas, la salvación es enteramente monergista.