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Por qué creo que todos los niños que mueren antes de alcanzar la edad de responsabilidad son salvos

Por Fernando E. Alvarado

Ayer, al compartir en mi muro un artículo acerca de la salvación de los niños que mueren antes de comprender la diferencia entre el bien y el mal (o lo que suele llamarse “la edad de la inocencia”), un hermano me señaló que “no existe un solo versículo en la Biblia que afirme que los bebés o párvulos que mueren vayan todos al cielo”. He oído este argumento en labios de mis hermanos calvinistas, los cuales me han dicho que “sólo los bebés elegidos se salvan, los réprobos van a condenación eterna a pesar de ser bebés”.

No me causa sorpresa oír algo semejante de aquellos que creen en el predeterminismo. Simplemente son coherentes con su escuela de interpretación. Pero esta vez fue un no calvinista quien lo afirmó (es más, ni siquiera todos los calvinistas piensan así). Hoy, mientras escuchaba casualmente una clase en línea impartida por un pastor de mi propia denominación (las Asambleas de Dios), escuché de nuevo la misma afirmación: “no todos los bebés se salvan, algunos son condenados”. Sobra decir que tal afirmación me causó cierta indignación y molestia, no obstante, solo expresa la diversidad de opiniones que el mundo evangélico tiene al respecto.

Hoy en día, se distinguen 4 posturas principales:

1.- La postura positiva: Afirma que todos los niños que mueran antes de ser moralmente responsables irán al cielo. Debido a que tales seres no han llegado a la edad de responsabilidad personal ante Dios, los niños no pecan “conscientemente” y, por lo tanto, no pueden ser condenados, siendo herederos de la vida eterna. No obstante, los niños caen de tal estado de gracia el día que pecan de forma consciente y voluntaria por primera vez. Y a partir de aquel momento, necesitan creer en el evangelio para volver a alcanzar la salvación que antes disfrutaban en su estado de inocencia (a esta escuela se adhieren mayormente los arminianos).
2.- La postura negativa: Afirma que todos los niños –sí o sí- irán al infierno al morir. Según esta postura, todos los niños que nacen en el mundo –sean hijos de creyentes o de incrédulos- son hijos de Adán y Eva y, por lo tanto, dignos de condenación eterna. Esta escuela presupone que todos los niños de la gran familia humana merecen ser castigados eternamente por ser posteridad del primer Adán. Por lo tanto, no importa si el niño peca “conscientemente” o no contra Dios, lo que cuenta es la imputación del pecado de Adán. Además, los defensores de esta postura razonan también que, si la salvación es únicamente por la imputación de la justicia del Señor Jesucristo a través de la fe, los niños no pueden ser salvos precisamente porque no pueden creer en el evangelio (esta es la postura más comúnmente aceptada por los calvinistas, aunque no por todos).
3.- La postura de santificación: La postura de santificación es la idea de que solamente los niños de creyentes alcanzarán la salvación al morir. Si un niño tiene un padre creyente o una madre creyente, aquel hijo es “santificado” por la fe de sus padres hasta que llega a la edad de la responsabilidad personal. Sin embargo, como en el caso de la primera escuela, los niños de los creyentes pierden su salvación el día que pecan “conscientemente” por primera vez.
 En cuanto a los hijos de los no creyentes que mueren, estos pasarán a la condenación eterna porque no son hijos del pacto. Esta escuela de interpretación se fundamenta principalmente en 1 Corintios 7:14 para afirmar que los hijos de los creyentes van al cielo mientras que los hijos de los incrédulos sufrirán eterna perdición.
 4.- La postura de predestinación: La postura de predestinación cree que entre todos los infantes que hay, Dios tiene un grupo soberanamente elegido por su gracia. Los hijos de los creyentes no necesariamente han de ser elegidos sus padres. Tal conocimiento reside solamente en la voluntad secreta de Dios. Para esta escuela, el Señor puede regenerar a un niño milagrosamente sin necesidad de que este ejerza fe en él, convirtiendo su corazón de piedra en uno de carne y regalándole el don del Espíritu Santo. Fundamentan tal interpretación en el caso particular de Juan el bautista, pues cuando un ángel del Señor se le aparece a Zacarías para anunciarle a él que su esposa Elizabeth concebiría a Juan el Bautista, el ángel le dijo estas palabras acerca de su hijo en Lucas 1:15: “y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre”. Con ello buscan probar la posibilidad de ser regenerados desde el vientre.

Dicho lo anterior, considero apropiado confesar que sostengo la postura positiva en este tema. A continuación, procedo a explicar por qué considero que la Biblia apoya tal postura.

POR QUÉ CREO QUE TODOS LOS NIÑOS QUE MUEREN ANTES DE SER MORALMENTE RESPONSABLES SON SALVOS

Personalmente, no puedo concebir en mi mente a un Dios que se dice amor (1 Juan 4:8) y envía al infierno a una criatura incapaz de discernir entre lo bueno y lo malo. ¡Un ser incapaz de escogerlo a Él libremente no puede ser culpado por rechazarlo! ¿Acaso el juez de toda la tierra no ha de hacer lo que es justo? Incluso Abraham, quien no conocía como nosotros la plenitud del Evangelio concluyó que una injusticia semejante no concordaría con el carácter de Dios:

“Abraham se le acercó y dijo: —¿Destruirás tanto al justo como al malvado?  Supongamos que encuentras cincuenta personas justas en la ciudad, ¿aun así la destruirás y no la perdonarás por causa de los justos? Seguro que tú no harías semejante cosa: destruir al justo junto con el malvado. ¡Pues estarías tratando al justo y al malvado exactamente de la misma manera! ¡Sin duda, tú no harías eso! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no haría lo que es correcto?” (Génesis 18:23-25, NBLA)

Al igual que Abraham, considero que Dios es justo, pero sobre todo grande en misericordia. Es por eso que ¡La simple idea de un niño siendo torturada en las llamas del infierno por mandato de una deidad airada me hace sentir que no podría amar a un dios tan cruel!

Afortunadamente, ese no es el Dios de la Biblia. Cuando Jonás se quejó porque Dios perdonó a los ninivitas luego de su predicación, Dios le respondió:

“Entonces Dios le preguntó a Jonás: «¿Tienes acaso razón para enojarte por causa de la planta?». «Tengo mucha razón para enojarme hasta la muerte», le respondió. Entonces el Señor le dijo: «Tú te apiadaste de la planta por la que no trabajaste ni hiciste crecer, que nació en una noche y en una noche pereció, ¿y no he de apiadarme Yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de 120,000 personas que no saben distinguir entre su derecha y su izquierda, y también muchos animales?».” (Jonás 4:9-11, NBLA)

O como es vertido en la TLA:

“¿No crees que yo debo preocuparme y tener compasión por la ciudad de Nínive? En esta gran ciudad viven ciento veinte mil personas que no saben qué hacer para salvarse, y hay muchos animales.” (Jonás 4:11, TLA)

Si Dios se compadeció de Nínive (adultos incluidos) porque ellos no sabían “que hacer para salvarse”, y tuvo compasión aún de los animales ¿Cómo podemos creer que no se compadecerá de los preciosos bebés humanos que tampoco saben cómo salvarse? Más aún, ¿Cómo podemos creer que Dios halla placer u obtiene gloria alguna en ver a criaturas arder en las llamas del infierno? Las palabras de Dios a Jeremías bien podrían aplicarse en este caso:

“La gente de Judá ha pecado ante mis propios ojos—dice el Señor—. Han puesto sus ídolos abominables precisamente en el templo que lleva mi nombre, y así lo han profanado. Han edificado santuarios paganos en Tofet, el basurero en el valle de Ben-hinom, donde queman a sus hijos y a sus hijas en el fuego. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa!” (Jeremías 7:30-31, NTV)

Si bien la biblia no dice: “Todos los bebés e infantes que mueren antes de comprender la diferencia entre el bien y el mal son salvos”, tampoco dice en ninguna parte: “Sólo los bebés elegidos, o hijos de elegidos, que mueran antes de ser responsables por sus actos serán salvos”.

Hay, sin embargo, ciertos versículos que nos ayudan a establecer la doctrina de la redención infantil por obra de la gracia de Dios:

  • Sin duda, 2 Samuel 12:21-23, es el pasaje bíblico que parece identificarse con este tema más que ningún otro.  De acuerdo con el contexto, el rey David cometió adulterio con Betsabé, resultando en un embarazo. Dios envió al profeta Natán para informar a David que, por su pecado, el Señor había decretado la muerte del niño. David respondió a esto con lamentos, aflicción, y oración por el niño. Pero, una vez que el niño murió, el lamento de David terminó. Sus siervos se sorprendieron de escuchar esto. Ellos le dijeron al rey David:
“¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan. Y él respondió; Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo; ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí”.

La respuesta de David puede ser vista como un argumento de que aquellos que no pueden creer, que son incapaces de discernir entre el bien y el mal, están a salvo en el Señor. David afirmó que él podría ir al niño, pero que él no podría traer al niño de regreso con él. También, e igualmente importante, es que David parece ser confortado con esto. En otras palabras, David parecía estar diciendo que él vería al niño nuevamente (en la otra vida) aunque él no lo pudiera traer de regreso. David estaba seguro de que después que él muriese, se reuniría con su hijo perdido. Esto no tendría sentido si David hubiese creído que algunos niños nacen siendo reprobados por Dios y preordenados a condenación (y ciertamente el hijo de David parecía ser en todo aspecto uno de los “reprobados”).

  • Jesús mismo afirmó que el reino de los cielos le pertenece a los niños. En Mateo 19:13-14, Jesús afirmó que de los niños es el reino de los cielos. Cuando Él dice esto sabemos que está haciendo una analogía para establecer una verdad ante los adultos, pero el hecho que ocupe a los niños para ello no significa que lo que dijo acerca de los mismos es mentira. Por lo tanto sabemos con seguridad que de los tales es el reino de los cielos. También en Mateo 18:1-5 Jesús afirmó que “…el que reciba a un niño como éste en Mi nombre, Me recibe a Mí”, diciendo que los niños le pertenecen. Esto mismo es lo que Jesús habló de los discípulos en Mateo 10:40, afirmando que sus discípulos le representan. Con todo esto entendemos entonces que el que recibe a un niño, no recibe solo al niño, sino a Jesús, porque de Él y de su reino son todos ellos.
  • Teniendo en cuenta lo anterior, también es justo recordar que la muerte de Cristo se presenta como suficiente para toda la humanidad. 1 Juan 2:2 dice que Jesús “…es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. Este versículo es claro en que la muerte de Jesús fue suficiente por todos los pecados, no sólo los pecados de aquellos que específicamente han venido a Él en fe. El hecho de que la muerte de Cristo fue suficiente por todos los pecados, permitiría la posibilidad de que Dios aplicara ese pago a aquellos que nunca tuvieron la capacidad para creer.
  • A esto hemos de añadir 1 Timoteo 4:10, el cual afirma: “Es por eso que trabajamos con esmero y seguimos luchando, porque nuestra esperanza está puesta en el Dios viviente, quien es el Salvador de toda la humanidad y, en especial, de todos los creyentes.” (NTV). El que crea será salvo, pero ¿Qué hay de aquel que está incapacitado mentalmente de creer y arrepentirse? ¿Cómo podrán ellos resolver el asunto de su salvación? Dios, por su gracia y para su gloria, aplicará ese pago a aquellos que nunca tuvieron la capacidad para creer. Eso lo convierte en “el Salvador de toda la humanidad y, en especial [mas no únicamente], de todos los creyentes.”
  • La Biblia es clara al afirmar que el pecado que nos condena es el “no creer en Jesús como el Cristo” (Juan 3:18; 16:8-9). Por otro lado, en Juan 9:39-41 leemos que “Jesús dijo: ‘Yo vine a este mundo para juicio; para que los que no ven, vean, y para que los que ven se vuelvan ciegos.’ Algunos de los Fariseos que estaban con El oyeron esto y Le dijeron: “¿Acaso nosotros también somos ciegos?”. Jesús les dijo: ‘Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado; pero ahora, porque dicen: ‘Vemos,’ su pecado permanece.”. En este pasaje Jesús dice: “Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado…”. En otras palabras: pudiéramos concluir que si una persona no posee la capacidad natural de creer en Jesús como el Cristo, entonces el pecado de esa persona no permanecería, por lo que no se le tendría que acusar con sentencia firme de “no creer” lo que él no tuvo ni la capacidad natural de hacerlo. Esto precisamente es lo que sucede con los “no nacidos”, bebés, niños, y discapacitados intelectualmente, que no pueden comprender la revelación natural. No es que ellos no quieran creer; es que no pueden, por lo que si mueren en esa condición, ¿cómo se les puede acusar de no creer en Jesús?
  • De igual manera sucede con Romanos 1:19-20: “Pero lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que ellos no tienen excusa”. Sabemos que Dios no permitirá excusa alguna de aquellos teniendo la capacidad de ver y entender por medio de lo creado decidieron rechazaron al Dios verdadero. ¿Pero qué pasa entonces con aquellos que no tienen capacidad física-mental para entender la revelación natural de la gloria de Dios? ¿De qué se le puede acusar? La implicación que Pablo establece en este versículo es que los que poseyeron la capacidad física mental para entender la revelación de Dios no tienen excusa ante Dios, pero que, al mismo tiempo, aquellos que no poseyeron tales capacidades y mueren antes de alcanzarlas, sí tiene excusa, y esto solo aplica a los “no nacidos”, los bebes, niños y discapacitados mentalmente.

Pero, ¿Acaso no nacen los bebés manchados con los efectos de caída? ¿No son acaso herederos de la condenación al ser descendientes de Adán? Sí, definitivamente todo ser humano que nace en este mundo lleva la mancha del pecado original desde el momento de la concepción.

La Biblia nos dice que, aunque un bebé o un niño no haya cometido un pecado personal, todas las personas, incluyendo a los bebés y niños pequeños, son culpables ante Dios debido a un pecado heredado e imputado. El pecado heredado es lo que se transmite por nuestros padres. En el Salmo 51:5 David escribió, “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”.

David reconoció que aún desde la concepción él era un pecador. El muy triste hecho de que algunas veces los bebés mueren, demuestra que aún los pequeños son impactados por el pecado de Adán, puesto que la muerte física y espiritual fueron el resultado del pecado original de Adán.

¿Cómo entonces podemos explicar el hecho de que, habiendo heredado una naturaleza pecaminosa y siendo por naturaleza pecadores, todos los niños que mueren antes de llegar a una edad en que sean moralmente responsables ante Dios, sean salvos? La respuesta es simple: Dios no salva a los bebés porque son inocentes, sino porque ellos no los son. Es decir, los salva porque son culpables, aplicando su misericordia y compasión sobre la base de la expiación de Cristo en la cruz.

No es algún mérito inherente que posean los bebés humanos o los incapacitados mentalmente, es por gracia, sola gracia, pura y hermosa gracia de Dios. Y es así como Dios recibe la gloria por la salvación de aquellos que, aunque no lo merecen, han sido redimidos gratuitamente por el sacrificio de Cristo. Él es “el Salvador de toda la humanidad y, en especial, de todos los creyentes”, pero también de aquellos que son incapaces de creer en Él por efecto de algo ajeno a ellos mismos.

EN CONCLUSIÓN…

La postura positiva no tendría siquiera que ser rechazada por los calvinistas por razón del amplio apoyo que goza en círculos arminianos. Calvinistas y arminianos podemos hallar razones para creer que todos los niños que meren antes de alcanzar la edad de responsabilidad son salvos. En palabras de Spurgeon:

“No es que Dios eligió a alguien para la salvación y que luego muriera en la infancia; más bien, Él ha ordenado que solo los que han sido elegidos para la salvación se les permitirá morir en la infancia”.

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