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¿Qué creen los pentecostales? | Las Asambleas de Dios (IV) – La Caída del Hombre

Al igual que las denominaciones protestantes históricas, las principales denominaciones pentecostales tienen sus propios credos o confesiones de fe. En el caso particular de las Asambleas de Dios (la más de las denominaciones pentecostales, con alrededor de 69 millones de miembros), dicha confesión de fe es conocida como “Declaración de verdades fundamentales”. Tal declaración contiene las 16 doctrinas que, de acuerdo con las Asambleas de Dios, la definen como denominación evangélica y pentecostal.

En esta ocasión te invito a conocer el Artículo 4 de la Declaración de Verdades Fundamentales de las Asambleas de Dios (en próximos artículos abordaremos las declaraciones de fe de otras denominaciones pentecostales).

ARTÍCULO 4, LA CAÍDA DEL HOMBRE

El hombre fue creado bueno y justo; porque Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Sin embargo, el ser humano por su propia voluntad cayó en transgresión, incurriendo así no sólo la muerte física sino también la espiritual, que es la separación de Dios (Génesis 1:26-27; Génesis 2:17; Génesis 3:6; Romanos 5:12-19).[1]

EXPLICACIÓN

Dios creó a nuestros primeros padres en estado de gracia, felicidad absoluta y perfección. Además, Dios creó al hombre como criatura libre y, en su soberanía, le ordenó que “comiera de todo árbol del jardín; pero no deberás comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque cuando comas de él, ciertamente morirás”. (Génesis 2:17).

Adán y Eva fueron creados con una vocación: unirse progresivamente a Dios en su capacidad para compartir su vida divina. En el siglo II, Teófilo de Antioquía postuló que Adán y Eva no fueron creados inmortales. Fueron creados con la capacidad de llegar a serlo por su obediencia. Mientras ellos permanecieran en obediencia tendrían acceso al árbol de la vida y podrían vivir para siempre, de lo cual dan testimonio las Escrituras. La libertad para obedecer o desobedecer les correspondía a nuestros primeros padres, porque Dios los hizo libres.

Sin embargo, Adán y Eva (en obediencia a Satanás) desobedecieron el mandamiento de no comer del árbol prohibido, rechazando a Dios y a su vocación de manifestar la plenitud de la existencia humana. Así, la muerte y la corrupción comenzaron su reino sobre la creación (Romanos 5:21). A través de Adán la muerte pasó a sus descendientes (1 Corintios 15:21). Por causa de la caída el hombre nace con el poder parasitario de la muerte dentro de sí. También heredamos una naturaleza tendiente al pecado: El hombre llegó a estar totalmente depravado.

Acerca de este estado de depravación total, el pastor y teólogo holandés Jacobo Arminio escribió:

“En este estado [tras la Caída] el libre albedrío del hombre hacia el verdadero bien no solo está herido, tullido, enfermo, deformado y debilitado, sino también encarcelado, destruido y perdido. Y, hasta que llega la asistencia de la Gracia, sus poderes no sólo están debilitados e inútiles, sino que no existen excepto cuando los estimula la Gracia Divina: Puesto que Cristo ha dicho: ‘Separados de mí, nada podéis hacer’… Cristo no dice, ‘separados de mí no podéis hacer más que unas pocas cosas’, ni tampoco, ‘separados de mí no podéis hacer ninguna cosa difícil’, o ‘separados de mí vais a tener muchas dificultades para hacer las cosas’. Lo que dice es ‘separados de mí nada podéis hacer’…”[2]

Así pues, la depravación total es extensiva, es decir, se extiende a todas las dimensiones de nuestro ser. Ella afecta la plenitud del ser del hombre. La Biblia, enseña que la mente de un hombre carnal y natural es obscura y sombría, que sus afectos son corruptos y excesivos, que su voluntad es obstinada y desobediente, y que el hombre sin Cristo está muerto en delitos y pecados. De ello encontramos amplias referencias bíblicas: Nuestro cuerpo (Romanos 6:6,12 Romanos 7:24), la razón humana (Romanos 1:21; 2 Corintios 3:14-15), las emociones humanas (Gálatas 5:24, 2 Timoteo 3:2-4), y la voluntad misma del hombre (Romanos 6:17) han sido afectadas por el pecado.

Sin embargo, al afirmar que el hombre es totalmente depravado no queremos decir que la persona no regenerada sea totalmente insensible en cuestiones de conciencia, de lo correcto e incorrecto. La depravación total del hombre no significa que todos los seres humanos sean potencial y extremadamente malos. Significa que no son tan buenos como necesitarían ser para ganar su propia salvación por mérito propio. La gracia, y sólo la gracia, es el único medio que puede superar los efectos graves y devastadores del pecado. Así pues, la depravación total implica que incluso el altruismo de la persona no regenerada siempre contiene un elemento de motivación inapropiada.

Al ser hijos de Adán, tal herencia de pecado y de muerte es una característica irrenunciable de nuestra especie. Dios, no obstante, en su deseo de corregir el error cometido por Adán y Eva y redimir a una descendencia que jamás pidió estar en tales condiciones, decidió sustituir a Adán como cabeza de la humanidad y “re-crear” una nueva humanidad libre de la maldición del pecado y las consecuencias de la caída. Dios sabía que la única forma de salir de nuestra naturaleza corrupta es heredar una naturaleza nueva. Por eso, Dios ha provisto una manera para que esto suceda: Dios envió a Jesús, el segundo y último Adán:

“Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron. Antes de promulgarse la ley, ya existía el pecado en el mundo. Es cierto que el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley; sin embargo, desde Adán hasta Moisés la muerte reinó, incluso sobre los que no pecaron quebrantando un mandato, como lo hizo Adán, quien es figura de aquel que había de venir. Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues, si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos! Tampoco se puede comparar la dádiva de Dios con las consecuencias del pecado de Adán. El juicio que lleva a la condenación fue resultado de un solo pecado, pero la dádiva que lleva a la justificación tiene que ver con una multitud de transgresiones. Pues, si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo. Por tanto, así como una sola transgresión causó la condenación de todos, también un solo acto de justicia produjo la justificación que da vida a todos. Porque, así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos. En lo que atañe a la ley, esta intervino para que aumentara la transgresión. Pero, allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, a fin de que, así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.” (Romanos 5:12-21).

Si bien aún sufrimos bajo la maldición que resultó como consecuencia de la caída, tenemos la esperanza de la salvación eterna. Podemos experimentar el perdón de nuestros pecados depositando nuestra fe en Jesucristo como la única fuente verdadera de redención. A través de Jesús, nos reconciliamos con Dios (Romanos 5: 10–11; 2 Corintios 5:18).

Mientras vivimos en la tierra donde nos rodean las consecuencias de la maldición, «gemimos interiormente» mientras esperamos la redención final cuando Cristo regrese a la tierra (Romanos 8: 22-23). Cristo va a reemplazar todas las cosas que han sido contaminadas por el pecado (Hechos 3:21); Él va a crear un cielo y una tierra nuevos: «Presten atención, que estoy por crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No volverán a mencionarse las cosas pasadas, ni se traerán a la memoria.» (Isaías 65:17; véase también 2 Pedro 3: 12-13; Apocalipsis 21: 1). En este día, los efectos de la maldición serán completamente eliminados y el pecado ya no tendrá lugar. La humanidad será completamente redimida y restaurada en todos los sentidos.

BIBLIOGRAFÍA


[1] Declaración de Verdades Fundamentales, disponible en: https://ag.org/es-ES/Creencias/Declaraci%C3%B3n-de-verdades-fundamentales-

[2] Jacobo Arminio, Disputation 11, On The Free Will of Man and its Powers, en The Works of James Arminius, 2:192.

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