Historia de la Iglesia, Historia del Pentecostalismo, Pentecostalismo, Pentecostalismo Clásico, Pietismo

El pietismo, ancestro espiritual del pentecostalismo

Por Fernando E. Alvarado

¿Alguna vez has oído de la conexión existente entre el pietismo del siglo XVII y el movimiento pentecostal? Generalmente, cuando pensamos en los orígenes del pentecostalismo solemos asociarlo de inmediato con Wesley, el metodismo y el Movimiento de Santidad. Esto es en parte cierto, ya que la conexión con Wesley (a través del Movimiento de Santidad) y el pentecostalismo es innegable. Sin embargo, reducir al movimiento pentecostal como conectado a una sola tradición religiosa (en este caso la wesleyana) sería insuficiente. Las raíces teológicas del pentecostalismo van más allá de Wesley. De hecho, mucho de lo que en común tienen estos movimientos se lo deben a un “ancestro espiritual común”, el pietismo. Como cualquier conocedor de la historia podrá constatar, el mismo Wesley fue influenciado en su vida y teología por la profunda fe y la espiritualidad pietista. Pero ¿Qué es el pietismo?

¿QUÉ ES EL PIETISMO?

El pietismo fue un movimiento religioso protestante nacido en la segunda mitad del siglo XVII que buscaba “revitalizar la fe personal y con ella interiorizar la piedad evangélica, para lo que se necesitaba volver a una mayor dedicación al estudio de la Biblia y revitalizar las prácticas relacionadas con el sacerdocio universal.”[1] Dicho movimiento, nacido en Alemania, surgió como reacción al academicismo excesivo en el que había caído el luteranismo alemán de su época. Su fundador reconocido fue el pastor y teólogo alemán Phillip Jakob Spener (1635-1705), quien ejerció como pastor principalmente en las iglesias de Fráncfort, Dresde y Berlín, y quien posteriormente escribiera su obra magna Pia Desideria (1675), la cual es considerada como el pilar fundacional del pietismo, ya que contiene la doctrina esencial del movimiento.

Con la consolidación del dogma luterano en Alemania, Escandinavia y otras regiones, el luteranismo institucional comenzó a desconectarse de las masas y a enfrascarse cada vez más en la especulación académica superflua, en detrimento de una vivencia religiosa más sencilla, personal, mística y estrechamente ligada en lo esencial a la fuente bíblica. Ante la decadencia del luteranismo post-Lutero y la carencia de vida espiritual en las altamente politizadas y academicistas iglesias nacidas de la Reforma, el pietismo buscó erigirse como un faro de luz que guiara a los creyentes hacia una nueva forma de espiritualidad cristiana.

¿QUÉ CREÍAN LOS PIETISTAS?

Una lectura cuidadosa de Pia Desideria deja en evidencia que la teología de Spener iba encaminada esencialmente a buscar una transformación en el creyente a través de la renovación y el nuevo nacimiento en Cristo. La doctrina pietista sobre el nuevo nacimiento evocaba las creencias anabaptistas, motivando a los fieles a la práctica de un ascetismo seglar, en el que los creyentes debían, en cierto sentido, estar alejados del mundo, siguiendo el precepto joánico (Juan 17:15-17) y paulino (Romanos 12:2), haciendo gala de una moral sin tacha en público y especialmente en privado. En la mentalidad pietista, entretenimientos como el baile, el teatro, juegos públicos, etc. eran rechazados por su trasfondo pecaminoso.[2]

Tal búsqueda de santidad personal y separación del mundo hizo que, más allá de su teología, fuera la piedad de Spener y sus ideas sobre moralidad y vida cristiana las que cobraron más repercusión y dotaron de idiosincrasia al pietismo. El pietismo no se conformaba con dogmas, perseguía más bien la transformación radical del individuo. Dicha transformación era buscada por medio de la devoción individual y una piedad intensa, profunda, sencilla y sincera.

En su obra Pia Desideria, Spener enuncia seis claves para la reforma de una Iglesia formada por miembros más comprometidos con la piedad personal: (1) el conocimiento más profundo por parte de los creyentes de las Escrituras merced a la lectura privada, personal, y la organización de grupos de estudio de reducido tamaño, a lo que se sumaba la predicación; (2) aumento de la participación seglar en las funciones eclesiales; (3) la puesta en práctica por parte de los fieles de su fe y su conocimiento de Dios; (4) evitar las controversias y discusiones religiosas, y la agria condenación de la heterodoxia, siempre que fuera posible; (5) formación de pastores preparados y sumamente piadosos, que pusieran énfasis en las prácticas devocionales; (6) y centrar la predicación en el fomento del crecimiento de la fe en los creyentes comunes, con una oratoria más accesible y menos retórica y superflua.[3]

¿UN MOVIMIENTO ANTI-INTELECTUAL?

El pietismo enfatizaba el sacerdocio universal de todo creyente propugnado por Lutero, sin desmerecer el papel de los pastores. Poseía un carácter cristocéntrico, y por tanto fervientemente evangélico. Esto, sin embargo, no fue suficiente para granjearse las simpatías de todos. Su minusvaloración de la teología le granjeó al pietismo la fama de ser un movimiento anti-intelectual, convirtiéndolo en un movimiento rechazado por las élites academicistas luteranas y reformadas. A pesar de ello, el pietismo se expandió por toda Alemania y Suiza, consolidándose posteriormente en Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia y los países bálticos.

Pero la influencia del movimiento fue mucho más allá de las fronteras alemanas o escandinavas, repercutiendo hondamente en comunidades protestantes de todo el mundo. El pietista pronto dejaría de ser un movimiento de renovación luterana para convertirse en “un movimiento protestante transversal, no ligado a una confesión en concreto sino presente en comunidades diversas, basado en pilares como la centralidad de la relación individual con Dios, el idealismo religioso y su énfasis en la lectura y meditación de la Biblia.”[4]

A pesar del rechazo que el pietismo alcanzó en círculos académicos, su influencia en otros movimientos llegó a ser incuestionable, hallándose presente en ciertas manifestaciones del puritanismo inglés y el calvinismo continental. La extraordinaria expansión de las ideas pietistas y su actual conservación se debe en gran medida al protestantismo británico, a través de la singular relación del pietismo con una corriente muy similar y prácticamente paralela en el tiempo, como fue el metodismo de John Wesley (1703-1791), que se inspiró en el pietismo continental para fundar su movimiento.

INFLUENCIA DEL PIETISMO EN WESLEY

La influencia del pietismo en Wesley y el metodismo es de todos conocida. El historiador Justo González, por ejemplo, comienza hablando de Wesley a partir del encuentro que tiene con los pietistas moravos durante su viaje a Savannah, Georgia, a bordo del navío Simmonds en 1735:

“¡Al principio, todo fue bien en el viaje, y el anglicano [Wesley], hombre de intelecto excepcional, aprendió suficiente alemán para poder comunicarse con aquel extraño contingente de hombres, mujeres y niños que se dirigía hacia tierras desconocidas para dar a conocer el evangelio! Pero tras algún tiempo de travesía el tiempo cambió, y una fuerte tormenta azotó al navío. […]. El peligro se hizo inminente cuando el palo mayor se quebró, y el pánico hizo presa de los pasajeros y hasta de la tripulación. Pero el grupo de moravos, sin dejar de cantar himnos y con una ecuanimidad sorprendente, logró calmarlos a todos. Pasado el peligro, los moravos le dijeron al ministro anglicano [Wesley] que la razón por la cual podían comportarse de tal modo era que no le temían a la muerte. El pastor, que hasta ese momento se había considerado buen cristiano, comenzó entonces a dudar de la profundidad de su fe.”[5]

Esta experiencia con la Hermandad Morava y sus ideas pietistas influyó grandemente en Wesley, quien trabajó junto a los moravos en Estados Unidos e Inglaterra. La famosa experiencia de Wesley sobre el “corazón ardiente” fue vivida por él junto a sus hermanos moravos, durante una reflexión en torno al prefacio de Martin Lutero de la Epístola a los Romanos. Pero ¿Quiénes eran los moravos?

La Hermandad Morava era fundamentalmente otra fase del pietismo.[6] Según Gillian Gollin, ex profesor de religión en Columbia College, la piedad morava abrazaba “un estilo de vida pietista en el que la pureza en la moral y la conducta eran recalcados sobre la singularidad doctrinal, [con la] Biblia como el único estándar de doctrina religiosa y práctica.”[7] Para otros autores como John Weinlick, la piedad morava poseía “una profunda fe cristocéntrica expresada en devoción obediente personal al Salvador.”[8] Muy probablemente, sin su encuentro con los moravos, Wesley jamás hubiese dado vida al movimiento metodista

La piedad morava impactaría profundamente en Wesley y sus ideal de santidad y perfección cristiana; no obstante, estas no serían las únicas ideas pietistas que influirían en el padre del metodismo. También es ampliamente conocida la conexión y dependencia de Wesley de las ideas del pietista alemán Johann Albrecht Bengel (1687-1752), conocido también como Bengelius, así como de otros líderes pietistas. Es así como se establece la estrecha relación entre el pietismo y el metodismo, relación que ejercería una fuerte influencia en el metodismo norteamericano y posteriormente en el Movimiento de Santidad (s. XIX) y el evangelicalismo en general.

PIETISMO, MORAVISMO Y METODISMO COMO BASE DEL EVANGELICALISMO AMERICANO Y DEL PENTECOSTALISMO

Tanto el metodismo como el pietismo y el moravismo son considerados por los historiadores protestantes como movimientos de renovación del protestantismo. Dichos movimientos comparten conexiones históricas y muchos puntos en común, tales como el protagonismo de los laicos, su pretensión de reformar la Iglesia o su carácter carismático y anti-institucional.[9] Ambos movimientos llevarían sus ideas al Nuevo Mundo. América vio muy pronto llegar pietistas a sus costas por la emigración de alemanes y escandinavos ya en el siglo XVIII, estos grupos contribuyeron al nacimiento en Estados Unidos del evangelicalismo dentro del cual, en siglos posteriores, se desarrollaría el movimiento pentecostal, heredero actual de muchas de las ideas del pietismo.[10]

Pero la relación entre el pentecostalismo y movimientos como el pietismo y el moravismo van más allá de su énfasis moralista y su búsqueda de una relación personal con Dios. El movimiento moravo puede, con pleno derecho, considerarse a sí mismo una comunidad proto-pentecostal. Sobre todo, a partir del avivamiento en Herrnhut el 27 de agosto de 1727, conocido como el Pentecostés Moravo.

Dicho avivamiento fue liderado por el Conde Nicolaus Ludwig von Zinzendorf (1700-1760), líder principal del movimiento moravo, quien construyó una casa comunitaria en Herrnhut como refugio de inmigrantes y cuartel general para “levantar un ejército de misioneros fervientes en la oración.”[11] Herrnhut creció rápidamente debido a la gran cantidad de refugiados moravos, pietistas alemanes, luteranos, reformados, separatistas, anabaptistas y otros entusiastas religiosos, los cuales se sintieron atraídos a la creciente comunidad cristiana. Esta masa heterogénea de doctrinas y formaciones religiosas terminó por generar gran discordia, debido sobre todo a la diversidad de opiniones y diversos entusiasmos religiosos. Tales disensiones terminarían el12 de Mayo de 1727 cuando los inmigrantes y refugiados en Herrnhut confesaron su lamento por las divisiones del pasado y juraron vivir en amor mutuo. La unidad generada ante tal compromiso traería como resultado el avivamiento en Herrnhut.

El clímax del avivamiento ocurriría en agosto de 1727. Una acción extraordinaria de oración organizada lo precedió. El miércoles 13 de agosto, la presencia manifiesta del Espíritu Santo visitó a la comunidad de manera impresionante, ya que vino acompañada de profecías, visiones, glosolalia (hablar en lenguas) y sanidades.[12] Esta renovación corporativa fue el ímpetu para el movimiento de oración morava de cien años sin cesar

Desde Herrnhut, el avivamiento moravo se extendió a otras regiones. El don de sanidad fue parte del ministerio de algunos pietistas, destacándose Johann Christoph Blumhardt (1805–1880) y su hijo, que en ocasiones también efectuaron exorcismos (expulsión de demonios o liberación). Herrnhut fue apenas el génesis de movimientos proto-pentecostales entre luteranos de otras partes de Europa, como en Finlandia con el avivamiento bajo Paavo Ruotsalainen (1777-1852) y el movimiento Laestadiano, llamado así en honor a Lars Levi Laestadius (1800-1861). Ambos avivamientos fueron acompañados por el hablar en lenguas y otros dones como predicación extática, visiones, etc.[13]

Este Pentecostés Moravo – Pietista se tradujo en un nuevo entendimiento de la importancia del trabajo misionero. Dicho avivamiento moravo contuvo cuatro componentes: Biblicismo (la centralidad de la Escritura), Cruzcentrismo (la centralidad de la cruz de Cristo), Activismo (la centralidad del servicio activo y de misiones), y el Conversionismo (la centralidad de hacer conversiones cristianas).[14] La espiritualidad misionera morava supo entretejerse bien entre estas cuatro hebras, enviando misioneros pietistas a África y Asia, a partir de quienes hubo importantes avivamientos entre la población indígena ya en el siglo XIX, con potentes expresiones pentecostales o carismáticas. Así mismo, el luteranismo en aquellas latitudes tomó un carácter fuertemente carismático hasta el día de hoy, teniendo las Iglesias más grandes y de mayor crecimiento de la Federación Luterana Mundial.

A donde fueran en el mundo, estos grupos de moravos y pietistas promovían una adoración unificada e incesante del Cordero entre todos los respectivos grupos cristianos. El entusiasmo de los creyentes moravos encendía un hambre por Dios, lo cual solo se podía satisfacer con un encuentro sobrenatural con el Dios viviente. Dicho entusiasmo aún pervive en el pentecostalismo, descendiente directo del pietismo y el moravismo.

HEREDEROS DEL PIETISMO

Mas allá de nuestras diferencias menores (el pentecostalismo es un movimiento bastante heterogéneo), los adherentes al movimiento pentecostal nos unimos alrededor de un énfasis teológico sobre la experiencia del Espíritu Santo en la vida del creyente individual y en la iglesia.[15] Esa doctrina del bautismo en el Espíritu Santo ha sido globalmente la corona de la teología pentecostal.[16] Por ello, se ha definido al pentecostalismo como “una corriente dentro del evangelicalismo arminiano con énfasis distintivos sobre una experiencia adicional después de la conversión, es decir, el bautismo en el Espíritu Santo como una dotación de poder señalado por el hablar en lenguas (glosolalia) y sobre los dones del Espíritu enumerados en 1 Corintios 12,8-10”.[17]

Como bien lo señalara el erudito y apologista cristiano Michael Green, la fortaleza del pentecostalismo reside en que este “Ha sacado de su polvorienta estantería a la doctrina del Espíritu Santo y ha puesto a la persona del Espíritu en el centro mismo del hogar”.[18] Así pues, el evangelio completo predicado por el pentecostalismo “proclama la centralidad de la obra del Espíritu Santo, como el agente activo de la Trinidad en la autorrevelación de Dios a su creación”.[19]

Más que ser nuestro, el énfasis pentecostal en la santidad de vida, en un encuentro personal con Dios, y en la vigencia y manifestación de los dones o carismas espirituales, es un legado que el pentecostalismo heredó no solo de los metodistas o del movimiento de santidad. Los pietistas y moravos ocupan un lugar especial en nuestro ADN espiritual, quedando para siempre incluidos en nuestro árbol genealógico.

BIBLIOGRAFÍA


[1] López, Roberto J. (2002), “Iglesias y religiosidad en el siglo del Barroco”, en Historia Moderna Universal. Coord. Por Floristán, Alfredo, Barcelona: Ariel, pp. 281-305.

[2] Granquist, Mark Alan (2015), Lutherans in America: A New History, p. 13. Minneapolis: Augsburg Fortress Publishers.

[3] Spener, Phillip Jakob (1675), Pia Desideria, pp. 87-122. Ed. y trad. (1964) a cargo de Theodore G. Tappert, Fortress Press.

[4] Stoeffler, F. Ernest (1965), The rise of evangelical pietism. Leiden, pp. 13-20, E. J. Brill.

[5] Gonzalez, Justo. Historia del Cristianismo Tomo 2. Unilit, 1994. Pag.348.

[6]  August Gottlieb Spangenberg, The Life of Count Zinzendorf, (London: Holdsworth, 1838), p. 445.

[7]  Gillian Lindt Gollin, Moravians in Two Worlds: A Study of Changing Communities (New York: Columbia University Press, 1967), p. 4.

[8] John R. Weinlick, Count Zinzendorf (Bethlehem, PA: The Moravian Church in America, 2001), 45.

[9] Snyder, Howard A. (1983), Pietism, Moravianism and Methodism as Renewal Movements: A Comparative and Thematic Study. Tesis doctoral. University of Notre Dame.

[10] Stoeffler, F. Ernest (1965), The rise of evangelical pietism. Leiden: E. J. Brill.

[11] John R. Weinlick, Count Zinzendorf (Bethlehem, PA: The Moravian Church in America, 2001), 29.

[12] Véase: “Moravian Pentecost”, artículo publicado por The Moravian Church, disponible en: http://moravians.net/joomla/about-us/34-moravian-moments/231-moravian-moment-129

[13] The Journal of the European Pentecostal Theological Association (2009), pág. 30 y pág. 38. http://www.eptaonline.com/wp-content/uploads/2013/08/JEPTA-2009-1-text.pdf

[14] David Gillett, Trust and Obey: Explorations in Evangelical Spirituality, (London: DLT, 1993), 34-39.

[15] Frederick D. Brunner, A Theology of the Holy Spirit: The Pentecostal Experience and the New Testament Witness (Grand Rapids, MI.: Eerdmans, 1974), 20.

[16] Frank D. Macchia, “The Kingdom and the Power: Spirit Baptism in Pentecostal and Ecumenical Perspective”, en The Work of the Spirit, 110.

[17] Sinclair B. Ferguson, David F. Wright y J. I. Packer ed., Nuevo diccionario de teología (El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1992), 732-733.

[18] Walter Smet, Yo hago un mundo nuevo [Barcelona: Editorial Roma, 1977], pp. 255-256.

[19] Mark D. McLean, “El Espíritu Santo”, en Teología sistemática, p. 327

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