Arminianismo Clásico, Calvinismo, Ordo Salutis

¿Qué ocurre primero? ¿La fe o la regeneración?

Por Fernando E. Alvarado

«En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido.»

Efesios 1:13, NVI

INTRODUCCIÓN

¿Qué ocurre primero? ¿La fe o la regeneración? ¿Somos salvos porque creemos, o llegamos a creer porque ya somos salvos? ¿La regeneración precede a la fe, o es al revés? El auge de ciertos movimientos neo-calvinistas en nuestro tiempo ha traído consigo una oleada de artículos respecto a la doctrina de la regeneración, afirmando que esta precede a la fe; es decir, que somos regenerados antes de creer. Esto ha generado mucha confusión al respecto.

El problema reside en que muchos de estos entusiastas teólogos calvinistas supeditan la exégesis bíblica a sus sistemas teológicos particulares. Cuando hacen esto, consciente o inconscientemente, no leerán lo que la Biblia realmente dice, sino lo que –según sus ideas o sistema teológico preconcebido– le gustaría que la Biblia dijese. Interpretan las Sagradas Escrituras de tal forma que su sistema doctrinal quede a salvo. La línea es muy fina y pocos se percatan de ello.

Bíblicamente, la «regeneración», llamada también «nuevo nacimiento» o «nueva creación», se define como la obra en la que Dios cambia la naturaleza esclava y pecaminosa de la persona, tornándola en una nueva naturaleza que es guiada por el Espíritu de Dios. Tanto calvinistas como arminianos estamos de acuerdo en que nadie puede entrar en el Reino de Dios sin haber experimentado este nuevo nacimiento (Juan 3:3). También es bien cierto que la regeneración no es fruto del esfuerzo humano, sino una obra de Dios (Juan 1:13). Hasta aquí no hay desacuerdos entre calvinistas y arminianos. El punto de controversia se encuentra en la siguiente pregunta: Qué es primero, ¿la fe o la regeneración?

EL ERROR CALVINISTA

La mayoría de los calvinistas creen que la regeneración precede a la fe. Esto puede constatarse en las declaraciones de prominentes teólogos calvinistas. Por ejemplo:

“Un hombre no se salva porque cree en Cristo; él cree en Cristo porque es salvo.»[1]
“Un hombre no se regenera porque primero creyó en Cristo, pero cree en Cristo porque ha sido regenerado.»[2]
“No creemos para nacer de nuevo; nacemos de nuevo para que podamos creer.”[3]
“La fe es la evidencia del nuevo nacimiento, no la causa del mismo.”[4]
«La regeneración es la condición previa necesaria y la causa eficiente de la fe en Jesucristo.”[5]
«El corazón revivificado (regenerado) se arrepiente y confía en Cristo con una fe salvadora como la única fuente de justificación.”[6]

Para el arminiano, sin embargo, esto suena absurdo y antibíblico. Sería como afirmar que una mujer dio a luz sin quedar embarazada primero. Entonces, ¿Por qué la mayoría de los calvinistas creen que la regeneración precede a la fe? Hay dos razones:

  1. Primero, la mayoría de los calvinistas definen la depravación total como una incapacidad total en el sentido de que una persona no puede ejercer la fe a menos que se regenere.
  2. Segundo, se hace una mala interpretación de pasajes clave de las Escrituras como Juan 1:12-13; 3:1–16; Efesios 2:1–10; y 1 Juan 5:1.

DISTINCIONES CLAVE SOBRE LA REGENERACIÓN Y LA FE

Pero, ¿Qué pretende decir un calvinista al afirmar que la regeneración, o nuevo nacimiento, precede a la fe? La mayoría de los calvinistas dicen que hay tres cosas que deben distinguirse cuando se aborda el tema de la regeneración como acto divino que precede a la fe:

  1. Orden temporal y lógico.
  2. La diferencia entre regeneración y conversión.
  3. La regeneración inicial y final.

ORDEN TEMPORAL Y LÓGICO

La primera distinción es entre orden temporal y lógico. La mayoría de los calvinistas argumentan que, temporalmente, la regeneración y la conversión son simultáneas. Pero a menudo ven un orden lógico necesario. Por ejemplo, Sproul dice:

«Cuando la teología reformada dice que la regeneración precede a la fe, está hablando en términos de prioridad lógica, no prioridad temporal. No podemos ejercer la fe salvadora hasta que hayamos sido regenerados, entonces decimos que la fe depende de la regeneración, no la regeneración de la fe.”[7]

Con respecto a la frase «aun estando muertos» usada en Efesios 2: 5, Sproul comenta:

«Los hombres muertos no pueden cooperar con la gracia. A menos que la regeneración tenga lugar primero, no hay posibilidad de fe.”[8]

Esto puede sonar lógico para un calvinista, pero solo suma un aspecto más a la confusión. ¿Cómo puede un efecto ser lógicamente anterior a su causa? ¿Como puede un efecto ser temporalmente simultáneo con su causa? ¿Qué sentido tiene decir que algo es «lógicamente» antes pero no «temporalmente» antes? Sproul está asumiendo su definición de lo que significa estar «muerto». Wayne Grudem afirma:

«Sin embargo, hay varios pasajes que nos dicen que esta secreta y oculta obra de Dios en nuestros espíritus viene antes de que respondamos a Dios con fe salvadora (aunque a menudo puede ser solo unos segundos antes de que respondamos).”[9]

Sin embargo, Grudem parece olvidar que, si la regeneración ocurre, aunque fuese unos segundos antes de que respondamos en fe salvadora, entonces existe una precedencia tanto lógica como temporal para la regeneración.

REGERACIÓN Y CONVERSIÓN

Una segunda distinción hecha por la mayoría de los calvinistas es entre regeneración y conversión. Algunos incluso parecen sugerir que la conversión sigue a la regeneración. De modo que la salvación es por fe, pero no por regeneración. Esto significaría que somos regenerados (o nacidos de nuevo) con anterioridad a la fe, pero no salvos hasta que ejerzamos la fe salvadora. ¿Tiene esto sentido? No lo creo, pues la Biblia afirma que, si hemos sido regenerados, somos salvos. Ambas cosas están inseparablemente unidas. Son simultáneas. La fe pues, precede a la regeneración y esta nos trae la salvación de nuestra alma. Nótese el orden lógico y temporal mencionado en Juan 1:12:

“Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en él [fe], les dio el derecho de ser hijos de Dios [regeneración].” (Juan 1:12, NBV)

No somos regenerados un día para luego, tiempo después, poder ejercer fe y ser salvos. No. Primero ejercemos fe, luego somos regenerados y salvados simultáneamente:

“Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo.” (Tito 3:5, NVI)

Algunos calvinistas sostienen que la regeneración y la conversión ocurren simultáneamente pero causalmente la regeneración es «previa» a la conversión. Para el calvinista, uno solo puede responder con arrepentimiento y fe después de que Dios ha dado una nueva vida. Pero de nuevo, no tiene sentido hablar de una prioridad lógica si uno solo puede hablar de la fe que ocurre después de que Dios da una nueva vida. La doctrina calvinista, en cualquiera de sus variantes, es una contradicción de las palabras de Pedro en Hechos 3:19:

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio…” (NVI)

No hay tiempos de refrigerio (un nacer de nuevo, el llegar a ser salvos y estar en paz con Dios) si primero no hay fe, arrepentimiento y conversión genuina. Los calvinistas, sin embargo, insisten en lo contrario. Por ejemplo, Anthony Hoekema (teólogo calvinista) dice:

«Cuando Nicodemo y el carcelero creyeron el mensaje del evangelio, se dieron cuenta de que Dios les había dado [con anterioridad a su fe] nueva vida en la regeneración. Se dieron cuenta de su regeneración a través de sus resultados [es decir, la fe].”[10]

Lo que Hoekema pretende decir con esto es que tanto Nicodemo como el carcelero habían sido regenerados (nacidos de nuevo) mucho antes de ejercer fe salvadora. Su fe fue producto de la regeneración previa, no a la inversa. Pero, ¿Es esto correcto? No según la Biblia. Como veremos a continuación, la salvación y la regeneración son presentadas como simultáneas e inseparables en las Escrituras.

El error del razonamiento calvinista ha sido admitido por algunos teólogos dentro de sus propias filas. Por ejemplo, El calvinista moderado Bruce Demarest admite:

“La fe no parece ser un efecto de regeneración. Textos bíblicos claros sugieren que el acto de fe precede lógicamente a la regeneración. Recibir a Cristo en fe da como resultado el nuevo nacimiento (Juan 1:12–13).  La fe precede al don del Espíritu con su poder regenerador (Juan 7:37–39). La noción de que Dios regenera antes al pecador antes de la respuesta de fe penitente (cronológica o lógicamente) parece ser bíblicamente injustificado (1 Juan 5:1).”[11]

REGENERACIÓN INICIAL Y REGENRACIÓN FINAL

Una tercera distinción hecha por la mayoría de los calvinistas es la de la regeneración inicial y la regeneración final o completa. En la teología reformada temprana, la regeneración se veía en un sentido más amplio de lo que suele ser visto por los calvinistas hoy. Calvino mismo usó el término «regeneración» para describir un todo que incluía aspectos como la renovación y la conversión. Por lo tanto, para Calvino, no hay distinción entre regeneración y conversión. Más tarde, los teólogos reformados comenzaron a distinguir entre la regeneración inicial, en un contexto más estrecho, y regeneración final, en un sentido más amplio. Sin embargo, al hacer esto, generalmente no hay evidencia bíblica que puedan citar para tal distinción. Esta es una afirmación que los calvinistas hacen con base en su propio sistema teológico, en lugar de la Escritura. La Biblia no enseña tal cosa, sino más bien lo contradice. ¿Por qué entonces los calvinistas insisten en dicho punto? La respuesta la hallamos en el cuarto punto del calvinismo: la gracia irresistible.

El concepto erróneo de la gracia irresistible lógicamente produjo otra suposición sobre la Escritura: “la regeneración precede a la fe”. En este silogismo tanto la premisa como la conclusión son erróneas:

  1. Las personas depravadas son incapaces de creer el evangelio.
  2. Sólo una persona regenerada puede creer el evangelio.
  3. Por lo tanto, una persona debe ser regenerada antes de que él o ella crean.”

Este punto de vista, aunque tal vez sea dictado por la lógica, está lejos de tener base bíblica. Sin embargo, este es el elemento esencial de la posición calvinista.

En cada referencia a la salvación, el nuevo nacimiento (la regeneración) está supeditado a la fe o confianza personal. No hay posibilidad de que el Espíritu Santo sea dado a un no creyente que más tarde se convertirá en creyente. La idea de una regeneración inicial del Espíritu Santo antes de que la fe sea ejercitada es totalmente contraria a Efesios 1:13:

“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”.

El elemento cronológico es simple y claro en este pasaje: primero escuchar el Evangelio, entonces la fe y la confianza en el evangelio son seguidas por la recepción del Espíritu Santo prometido (en la regeneración, sello, morada, etc.).

CALVINISMO, UN EVANGELIO DIFERENTE

Si la posición calvinista es correcta, ¿debe entonces la regeneración preceder a la fe y el oír? Así es como un teólogo calvinista describe la conversión. El calvinista William Shedd escribe en su Teología Dogmática que el pecador no está llamado a creer en el Señor Jesucristo, sino a llevar a cabo las siguientes obligaciones:

“(1) Leer y escuchar la palabra divina. (2) Dar aplicación seria de la mente a la verdad. (3) Orar por el don del Espíritu Santo para convicción y regeneración”.[12]

¡Así al pecador se le dice que ore en vez de creer! Este es un evangelio totalmente diferente. En ninguna parte se manda a los pecadores a orar en la incredulidad y pedirle a Dios por el don de la fe. La fe viene del oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17), y la comprensión de esas palabras (Mateo 13:23), después, se cree con el corazón (Romanos 10:10) y así el pecador recibe la justicia de la salvación por la fe (Efesios 2:8-9).

Por otro lado, Mark Snoeberger, del Seminario Bautista de Detroit, intenta definir el significado de la regeneración, la vida nueva, la vida eterna, la nueva creación y la salvación, equiparando básicamente todas las obras del Espíritu a la regeneración, poniendo a ésta primero en el orden en el cual somos salvos:

“La única solución que sobrevive al escrutinio teológico es que la iluminación es la regeneración de la mente, y como tal, la regeneración y la iluminación ocurren simultáneamente. La ubicación de la fe, lógicamente antes de la regeneración en el ordo salutis (el orden de la salvación) ha sido una posición prominente sino dominante entre los evangélicos desde los inicios del fundamentalismo. Y, ciertamente, una lectura superficial de algunos textos lleva a esta conclusión… En vista de estas dos líneas de evidencia, ubicar lógicamente la regeneración antes de la salvación por fe emerge como la mejor solución en el establecimiento de una teología coherente con el ordo salutis.”[13]

Al redefinir el término “iluminación” haciéndolo igual a la regeneración, él mueve la regeneración posicionándola como el primer acto de Dios en la salvación del pecador “muerto”. El hecho es que una serie de transformaciones ocurren instantáneamente en el pecador, la persona que reconoce sus pecados (“la ley ha sido nuestro ayo para llevarnos a Cristo” – Gálatas 3:24), lo cual es seguido por la fe (“pero venida la fe” – Gal 3:25), lo que resulta en convertirse en “hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (3:26).

La intensa especulación para apoyar un sistema teológico determinista que depende más de la especulación que de una buena exégesis es un error, especialmente uno que ha creado tal controversia desde que empezó, y que ha sido un juego mental para excusarnos a nosotros mismos de la responsabilidad de alcanzar el último grupo de personas no alcanzadas en la tierra. Si Dios puede regenerarlos sin nuestra participación (“para que Él reciba toda la gloria”) entonces llega a ser un desafío encontrar la motivación para hacer los sacrificios necesarios para llevarles el evangelio.

El calvinismo podrá ser «un Evangelio», pero no es el Evangelio de Jesucristo, no es el Evangelio enseñado en la Biblia. Es, más bien, otro Evangelio diferente.

LO QUE LA BIBLIA DICE SOBRE LA REGENERACIÓN

Los textos bíblicos, interpretados en su sentido más básico y natural, no dan lugar a dudas de que la fe es una condición “sine qua non” para la regeneración o nuevo nacimiento. Efesios 1:13 dice:

“En él también vosotros, (1) habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y (2) habiendo creído en él, (3) fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”.

Quien no ve el orden lógico en textos como este, no ve nada en absoluto.

Santiago 1:18 dice:

“El, de su voluntad, nos hizo nacer POR la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”.

El motivo de nuestro “nacimiento” espiritual es haber creído en “la palabra de verdad”, por tanto, la fe es previa a la regeneración.

1 Pedro 1:23 también afirma:

“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, POR LA PALABRA DE DIOS “.

¿Cuál es el medio que Dios usa para nuestra regeneración? La Palabra de Dios. Pero la Palabra de Dios no obra en el hombre de forma mecánica, sino a través del entendimiento, la confrontación y el ejercicio de la fe consciente por parte del individuo.

En 1 Timoteo 1:16, Pablo afirma:

“Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en Él PARA vida eterna “.

No recibimos vida eterna PARA poder creer en Jesús, sino que creemos en Jesús PARA recibir vida eterna. La preposición “para” indica el propósito de la fe. Nótese que el orden natural de todos estos textos es: 1º Creer (fe) y 2º Regeneración. Y es menester recordar que, fe y arrepentimiento, siempre van de la mano. Son las dos caras de una misma moneda. Nadie puede decir que cree o tiene fe en Jesús si no da evidencias de un verdadero arrepentimiento. Y nadie estará verdaderamente arrepentido hasta que tenga fe en Jesús. Por tanto, es significativo encontrar otra serie de textos que, interpretados en su sentido más básico y natural, enseñan que el arrepentimiento también es previo a la regeneración.

Hechos 1:18 nos dice:

“Al oír esto, se callaron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios el arrepentimiento PARA vida!”.

En el Evangelio del apóstol Juan, capítulo 3, Jesucristo enseñó que la regeneración o nuevo nacimiento es una obra del Espíritu Santo, que viene a habitar en la persona que está muerta en sus delitos y pecados, infundiéndole vida espiritual. Pero, ¿cuándo enseñan las Sagradas Escrituras que una persona recibe al Espíritu Santo? Las Sagradas Escrituras hablan claro al respecto. Gálatas 3:2 nos dice:

“Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? “.

Hechos 11:17 afirma claramente:

“Por tanto, si Dios les dio a ellos el mismo don [referencia al Espíritu Santo] que también nos dio a nosotros después de creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder estorbar a Dios? “.

Inequívocamente, el recibir a Cristo por la fe es una condición previa para ser hechos hijos de Dios (nacidos de Dios). El apóstol Juan lo expresaría así:

“Mas a todos los que le recibieron [CONDICIÓN], a los que creen en su nombre [EXPLICA LA CONDICIÓN DE MANERA MÁS PRECISA], les dio potestad de ser hechos hijos de Dios [CONSECUENCIA]” (Juan 1:12).

Esto no significa que el hombre gane para sí mismo la salvación, por sus propios méritos. ¡Ni mucho menos! El hombre, a parte de la gracia de Dios, está totalmente incapacitado (Juan 15:5). Pero puesto que Dios quiere la salvación de todos los hombres (1 Timoteo 2:3-6), se complace en iluminar a todos ellos (Juan 1:9 y 12:46), dotándoles de una gracia capacitadora (gracia preveniente), que hace posible la fe y arrepentimiento –razón por la cual se exige a todo hombre y en todo lugar que se arrepienta y crea en el Evangelio– (Hechos 17:30).

Esta gracia de Dios permite al hombre recibir la obra de Cristo en su favor (Juan 1:12) o resistir esa gracia (Hechos 7:51). No se trata de que el hombre contribuya meritoriamente a su salvación, pues el vil pecador no tiene nada que ofrecer. Se trata, más bien, que el hombre no resista la gracia y el obrar de Dios en su vida. La fe, por tanto, es la rendición plena al poder transformador de Dios; es la renuncia a todos los intentos humanos de autojustificación, es la confianza absoluta en que la salvación se encuentra únicamente en Cristo.

Pero esta es, todavía, una decisión del individuo, quien capacitado por el favor de Dios debe responder voluntariamente. En base a esta respuesta, el género humano será juzgado (Juan 16:8-9). El problema no es que esto no sea cierto, o que la Biblia no lo enseñe. El problema es que los calvinistas se niegan a verlo. ¿La razón? Porque de hacerlo verían desmoronarse ciertos aspectos fundamentales de su teología. Y, aparentemente, para ellos eso es más importante que lo que dice la Biblia.

REFERENCIAS:

[1] Lorainne Boettner, Predestination (Grand Rapids: Eerdmans, 1936), 101.

[2] Arthur W. Pink, The Holy Spirit (Grand Rapids: Baker, 1978), 55.

[3] R. C. Sproul, Chosen By God (Carol Stream, IL: Tyndale House, 1986), 73.

[4] John Piper, Desiring God (Sisters, OR: Multnomah, 2003), 63.

[5] Robert Reymond, New Systematic Theology of the Christian Faith (Nashville: Thomas Nelson, 1998), 708.

[6] ESV Study Bible, 2531.

[7] R. C. Sproul, What is Reformed Theology: Understanding the Basics (Grand Rapids: Baker, 1997), 195.

[8] R. C. Sproul, The Mystery of the Holy Spirit (Carol Stream, IL: Tyndale House, 1994), 105.

[9] Wayne Grudem, Systematic Theology (Leicester, England: InterVarsity Press, 1994), 702.

[10] Anthony Hoekema, Saved By Grace (Grand Rapids: Eerdmans, 1989), 111.

[11] Bruce Demarest, The Cross and Salvation, 264–65.

[12] Shedd, W. G. T. (1980). Dogmatic Theology (2d). Nashville: T. Nelson Publishing. 1980, pp. 472, 512, 513

[13] Snoeberger, M. A. (2002, Fall). “The Logical Priority of Regeneration to Saving Faith in a “Theological Ordo Salutis.” Detroit Baptist Seminary Journal, 7, 93.

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