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El Libro de los Hechos: Una clara refutación de la Unicidad

Por Fernando E. Alvarado

La doctrina trinitaria, piedra angular de la teología cristiana ortodoxa, afirma la existencia de un solo Dios en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, coeternos, coiguales y consustanciales. Por contraste, la unicidad, una perspectiva teológica asociada con ciertos movimientos pentecostales, sostiene que Dios es una sola persona que se manifiesta en diferentes modos o roles, negando la distinción personal dentro de la Deidad. El libro de los Hechos de los Apóstoles, como texto fundacional del cristianismo primitivo, ofrece un terreno fértil para examinar estas posturas. Una lectura cuidadosa nos demostrará que el libro de los Hechos no solo no enseña la unicidad, sino que la combate implícitamente al presentar una clara distinción entre las personas de la Trinidad en la acción divina.

La Trinidad en la narrativa de Hechos: Distinción de Personas

El libro de los Hechos presenta múltiples instancias donde las tres personas de la Trinidad —Padre, Hijo y Espíritu Santo— se distinguen en sus roles y acciones, lo cual es incompatible con la unicidad. En Hechos 2:32-33, Pedro declara que Jesús, resucitado por Dios (el Padre), ha recibido del Padre el Espíritu Santo y lo ha derramado sobre los discípulos. Esta declaración distingue claramente al Padre, que resucita; al Hijo, que ha sido resucitado y recibe la promesa del Padre; y al Espíritu, que es derramado. Como señala Bruce (1988), “la distinción funcional entre el Padre, el Hijo y el Espíritu en este pasaje refleja una teología proto-trinitaria que subyace en la predicación apostólica” (p. 59). La unicidad, al negar la distinción personal, no puede explicar cómo una sola persona divina podría simultáneamente resucitar, recibir y derramar, roles que Hechos atribuye a agentes distintos.

Otro pasaje clave es Hechos 10:38, donde Pedro describe cómo “Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret”. Aquí, el Padre unge, el Hijo es ungido, y el Espíritu es el medio de la unción. Esta distinción de roles es consistente con la teología trinitaria, que mantiene la unidad de esencia pero diversidad de personas. Según Witherington (1998), “la narrativa de Hechos subraya la interacción dinámica entre las personas divinas, lo cual es difícil de reconciliar con una visión modalista” (p. 353). La unicidad, al interpretar estas acciones como manifestaciones de una sola persona, fuerza una lectura que contradice la estructura gramatical y teológica del texto.

La refutación implícita de la unicidad en Hechos

Lejos de respaldar la unicidad, Hechos combate implícitamente esta perspectiva al enfatizar la distinción relacional entre las personas de la Trinidad. En Hechos 7:55-56, Esteban, lleno del Espíritu Santo, ve a Jesús a la diestra de Dios. Esta visión no solo distingue al Hijo del Padre, sino que también implica una relación espacial y personal entre ellos, incompatible con la idea de una sola persona divina que cambia de modo. Como argumenta Bock (2007), “la visión de Esteban refuerza la distinción entre el Padre y el Hijo, presentando a Jesús como un ser glorificado junto al Padre, no como una manifestación del mismo” (p. 298). La unicidad, que reduce a Jesús y al Padre a una sola persona, no puede dar cuenta de esta visión sin recurrir a interpretaciones alegóricas que debilitan el texto.

Asimismo, Hechos 13:2-4 describe al Espíritu Santo dando instrucciones específicas a la iglesia para apartar a Bernabé y Saulo, quienes luego son enviados por el Espíritu. Este pasaje presenta al Espíritu como un agente personal con voluntad propia, distinto del Padre y del Hijo. Dunn (1996) observa que “la personificación del Espíritu en Hechos no es meramente retórica, sino que refleja una comprensión teológica de su distinción dentro de la Deidad” (p. 174). La unicidad, al tratar al Espíritu como un modo o fuerza impersonal, contradice esta representación activa y personal del Espíritu en la narrativa.

La fórmula bautismal y su implicación trinitaria

La aparente discrepancia entre la fórmula bautismal de Hechos 2:38; 8:16 y 10:48 (“en el nombre de Jesús”) y la de Mateo 28:19 (“en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”) ha sido, más que un punto de controversia, un argumento frecuentemente esgrimido por los defensores de la unicidad para defender su herejía. Ellos sostienen que esta fórmula apoya la idea de que Jesús es el único nombre de Dios, negando la distinción trinitaria. Sin embargo, un análisis exegético cuidadoso revela que la expresión “en el nombre de Jesús” no implica una negación de las personas divinas, sino que subraya la autoridad de Cristo como el Mesías resucitado y exaltado. Como señala Marshall (1980), “el bautismo en el nombre de Jesús en Hechos enfatiza la autoridad de Cristo como el Mesías resucitado, no una negación de la Trinidad” (p. 82). En el contexto de Hechos 2, Pedro está predicando a una audiencia judía que necesita reconocer a Jesús como el Mesías prometido, lo que explica el énfasis cristológico de la fórmula. Este enfoque cristocéntrico no excluye la realidad del Padre ni del Espíritu, quienes son mencionados explícitamente en el mismo capítulo (Hechos 2:32-33), donde se distingue al Padre que resucita, al Hijo que recibe, y al Espíritu que es derramado.

Los defensores de la unicidad argumentan que la fórmula de Hechos refleja una práctica normativa que sustituye la fórmula trinitaria de Mateo, sugiriendo que esta última es una adición posterior o menos auténtica. Sin embargo, tanto la evidencia textual como el análisis histórico desmienten esta interpretación. El contexto histórico del cristianismo primitivo también apoya la interpretación trinitaria de las fórmulas bautismales. En los escritos de los Padres de la Iglesia, la fórmula trinitaria de Mateo 28:19 aparece como la norma bautismal estándar desde el siglo II. Por ejemplo, la Didaché (ca. 100 d.C.) instruye bautizar “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Didaché 7:1, citado en Kelly, 1978, p. 83). La fórmula trinitaria de Mateo 28:19 se encuentra en todos los manuscritos griegos antiguos y es citada por los Padres de la Iglesia, como Ignacio de Antioquía y Justino Mártir, en el siglo II, lo que confirma su antigüedad y autenticidad (Carson, 1984, p. 597). Tertuliano, en su tratado Contra Praxeas (ca. 213 d.C.), refuta explícitamente el modalismo, una forma temprana de unicidad, y defiende la distinción de las personas divinas basándose en textos como los de Hechos y Mateo (Tertuliano, 2007, p. 112). Este testimonio patrístico indica que la iglesia primitiva entendía las fórmulas bautismales de Hechos como compatibles con la teología trinitaria, no como una negación de ella. Además, como argumenta France (2007), “Mateo 28:19 proporciona el marco teológico normativo para el bautismo cristiano, mientras que Hechos refleja una aplicación contextual centrada en la autoridad de Cristo” (p. 1053). La fórmula de Mateo no contradice a Hechos, sino que la complementa, al explicitar la distinción de las tres personas divinas dentro de la unidad de Dios, un concepto coherente con la teología proto-trinitaria del Nuevo Testamento. La unicidad, por contraste, surge como una interpretación minoritaria mucho más tardía, carente de respaldo en los escritos cristianos más antiguos.

El libro de los Hechos rechaza cualquier implicación unicitaria en su texto

Lejos de respaldar la doctrina de la unicidad, el libro de los Hechos la contradice de manera implícita pero contundente al exhibir una distinción funcional y relacional entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Textos como Hechos 2:32-33, 7:55-56, 10:38 y 13:2-4 destacan con claridad la interacción dinámica de las tres personas divinas, un marco teológico que resulta irreconciliable con la perspectiva modalista. La fórmula bautismal en el nombre de Jesús, frecuentemente invocada por los defensores de la unicidad, no debe malinterpretarse como un rechazo de la Trinidad, sino que ha de situarse en el contexto de la predicación cristológica, donde su significado se alinea con la proclamación del señorío de Cristo, no con una negación de la pluralidad divina. Una exégesis rigurosa, anclada en un análisis teológico meticuloso, revela que el libro de los Hechos refleja una cosmovisión proto-trinitaria, plenamente coherente con la fe ortodoxa histórica.

Los esfuerzos de los proponentes de la unicidad, aunque no exentos de un cierto ingenio especulativo, se desmoronan bajo el peso de sus fundamentos exegéticos deficientes, los cuales resultan no solo inútiles, sino también intelectualmente insostenibles. La unicidad, en su obstinada desviación de la enseñanza bíblica y de la tradición teológica ortodoxa, no solo ha sido históricamente considerada una herejía, sino que continúa mereciendo una condena inequívoca. Su refutación, tanto bíblica como histórica, se impone como una tarea ineludible para la defensa de la fe cristiana ortodoxa, frente a una doctrina que, en su afán de simplificación, traiciona la riqueza y complejidad de la revelación divina.

Bibliografía:

  • Bock, D. L. (2007). Acts: Baker Exegetical Commentary on the New Testament. Grand Rapids, MI: Baker Academic.
  • Bruce, F. F. (1988). The Book of Acts: The New International Commentary on the New Testament. Grand Rapids, MI: Eerdmans.
  • Carson, D. A. (1984). Matthew: The Expositor’s Bible Commentary. Grand Rapids, MI: Zondervan.
  • Dunn, J. D. G. (1996). The Acts of the Apostles. Valley Forge, PA: Trinity Press International.
  • France, R. T. (2007). The Gospel of Matthew: The New International Commentary on the New Testament. Grand Rapids, MI: Eerdmans.
  • Kelly, J. N. D. (1978). Early Christian Doctrines (5th ed.). San Francisco, CA: Harper & Row.
  • Marshall, I. H. (1980). Acts: Tyndale New Testament Commentaries. Leicester, England: Inter-Varsity Press.
  • Tertuliano. (2007). Against Praxeas. Traducido por P. Holmes. Whitefish, MT: Kessinger Publishing.
  • Witherington, B. (1998). The Acts of the Apostles: A Socio-Rhetorical Commentary. Grand Rapids, MI: Eerdmans.

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