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Por qué el Evangelio de Mateo nos obliga a rechazar el unicitarismo

Por Fernando E. Alvarado

La doctrina unicitaria, también conocida como modalismo, postula que Dios es una única persona que se manifiesta en diferentes modos o roles (Padre, Hijo y Espíritu Santo), negando la distinción ontológica de personas dentro de la deidad. Esta perspectiva contradice la doctrina trinitaria, pilar del cristianismo histórico y evangélico, que afirma la existencia de un solo Dios en tres personas coeternas, coiguales y distintas.

El análisis exegético del Evangelio de Mateo demuestra que la doctrina unicitaria es incompatible con la presentación de las tres personas de la Trinidad —Padre, Hijo y Espíritu Santo— como distintas en su relación interpersonal, pero unidas en su esencia divina. Desde la fórmula bautismal de Mateo 28:19 hasta la distinción de conocimiento en Mateo 24:36, el texto refuta el modalismo y reafirma la doctrina trinitaria, fundamento de la fe cristiana histórica. Este estudio, anclado en la exégesis rigurosa y la tradición teológica, invita a una comprensión profunda del misterio de Dios como uno en esencia y trino en personas.

La fórmula trinitaria en el mandato bautismal (Mateo 28:19)

En Mateo 28:19, Jesús ordena: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. El empleo del singular “nombre” (ὄνομα, onoma) subraya la unidad esencial de la deidad, mientras que la mención explícita de las tres personas, con artículos definidos en el texto griego (τοῦ Πατρὸς, τοῦ Υἱοῦ, τοῦ Ἁγίου Πνεύματος), evidencia su distinción relacional. Esta estructura gramatical contradice el unicitarismo, que reduce las personas a manifestaciones sucesivas. Carson (2010) argumenta que “la fórmula bautismal constituye una declaración fundacional de la teología trinitaria, reflejando tanto la unidad divina como la distinción personal” (p. 598). La tradición patrística, desde Tertuliano hasta los concilios de Nicea y Constantinopla, ha interpretado este versículo como un baluarte contra el modalismo (Kelly, 2006, p. 111).

La relación recíproca entre el Padre y el Hijo (Mateo 11:27)

Mateo 11:27 afirma: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. Este pasaje revela una relación interpersonal de conocimiento mutuo entre el Padre y el Hijo, incompatible con la noción unicitaria de una sola persona divina. La mutualidad implícita en el texto presupone una distinción ontológica dentro de la deidad. France (2007) sostiene que “el conocimiento recíproco entre el Padre y el Hijo refleja una distinción personal que subyace a la unidad divina” (p. 447). Este versículo corrobora la doctrina trinitaria, que distingue a las personas mientras afirma su consustancialidad, en línea con la teología ortodoxa (Grudem, 1994, p. 243).

La manifestación trinitaria en el bautismo de Jesús (Mateo 3:16-17)

El relato del bautismo de Jesús en Mateo 3:16-17 presenta una manifestación simultánea de las tres personas de la Trinidad: “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu Santo que descendía como paloma, y venía sobre él. Y he aquí una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. La presencia concurrente del Hijo encarnado, el Espíritu descendente y la voz del Padre refuta la idea modalista de manifestaciones sucesivas. Blomberg (1992) destaca que “la narrativa del bautismo evidencia una distinción funcional y relacional entre las personas de la Trinidad, incompatible con el unicitarismo” (p. 81). Este pasaje ha sido fundamental en la teología patrística para articular la doctrina trinitaria (Ayres, 2004, p. 78).

La distinción volitiva en la oración de Getsemaní (Mateo 26:39)

En Mateo 26:39, Jesús ora: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Este texto revela una distinción volitiva entre el Hijo, quien expresa su voluntad humana, y el Padre, a cuya voluntad divina se somete. La doctrina unicitaria, al postular una sola persona, no puede explicar esta interacción sin incurrir en incoherencias teológicas. Hagner (1995) observa que “la sumisión del Hijo al Padre en Getsemaní refleja una relación interpersonal que presupone una distinción de personas” (p. 776). Este pasaje refuerza la ortodoxia trinitaria, consistente con la tradición cristiana (O’Collins, 2002, p. 132).

La confesión de Pedro y la autoridad divina (Mateo 16:16-19)

En Mateo 16:16-19, Pedro confiesa que Jesús es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, y Jesús responde que esta revelación proviene “de mi Padre que está en los cielos”. La distinción entre el Padre, como fuente de la revelación, y el Hijo, como objeto de la confesión, contradice la noción unicitaria de una sola persona. Además, la autoridad que Jesús otorga a Pedro refleja una prerrogativa divina compartida con el Padre. Davies y Allison (1991) argumentan que “la interacción entre el Padre y el Hijo en este pasaje evidencia una distinción relacional dentro de la deidad” (p. 627). Este texto apoya la teología trinitaria de la iglesia primitiva (Luz, 2001, p. 356).

El Espíritu como agente distinto (Mateo 10:20)

Mateo 10:20 declara: “Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros”. Este versículo distingue al Espíritu del Padre, presentándolo como un agente divino activo que capacita a los discípulos. La doctrina unicitaria, que considera al Espíritu como un modo del Padre, no puede dar cuenta de esta distinción funcional. Keener (1999) señala que “la presentación del Espíritu como un agente distinto refuerza la concepción trinitaria de personas divinas diferenciadas” (p. 317). Este pasaje alinea a Mateo con la tradición trinitaria ortodoxa (Grudem, 1994, p. 246).

La distinción de conocimiento en Mateo 24:36

En Mateo 24:36, Jesús afirma: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre”. Este versículo distingue al Padre, quien posee el conocimiento del tiempo escatológico, del Hijo, quien en su humanidad no lo conoce. La doctrina unicitaria no puede explicar esta distinción sin contradecir la unidad de la deidad. Nolland (2005) argumenta que “la limitación del Hijo en su estado encarnado refleja una distinción funcional dentro de la Trinidad” (p. 977). Este texto refuerza la enseñanza histórica de la distinción de personas (Kelly, 2006, p. 113).

BIBLIOGRAFÍA

  • Ayres, L. (2004). Nicaea and its legacy: An approach to fourth-century Trinitarian theology. Oxford University Press.
  • Blomberg, C. L. (1992). Matthew: The New American Commentary. Broadman Press.
  • Carson, D. A. (2010). The Gospel according to Matthew. In T. Longman III & D. E. Garland (Eds.), The Expositor’s Bible Commentary (Vol. 9, pp. 1-599). Zondervan.
  • Davies, W. D., & Allison, D. C. (1991). A critical and exegetical commentary on the Gospel according to Saint Matthew (Vol. 2). T&T Clark.
  • France, R. T. (2007). The Gospel of Matthew. Eerdmans.
  • Grudem, W. (1994). Systematic theology: An introduction to biblical doctrine. Zondervan.
  • Hagner, D. A. (1995). Matthew 14-28: Word Biblical Commentary. Word Books.
  • Keener, C. S. (1999). A commentary on the Gospel of Matthew. Eerdmans.
  • Kelly, J. N. D. (2006). Early Christian doctrines (5th ed.). Continuum.
  • Luz, U. (2001). Matthew 8-20: A commentary. Fortress Press.
  • Nolland, J. (2005). The Gospel of Matthew: A commentary on the Greek text. Eerdmans.
  • O’Collins, G. (2002). The Trinity: An introduction. Oxford University Press.

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