Por Fernando E. Alvarado.
¿Alguna vez escuchaste decir a alguien que «la vida no es en blanco y negro»? Este dicho (muy bien dicho, por cierto) es una metáfora que nos invita a rechazar la simplificación de la realidad moral en categorías absolutas (bueno/malo, correcto/incorrecto) y reconoce la existencia de matices, contextos y tensiones éticas en las decisiones humanas. La inmigración ilegal, esa terrible decisión que muchos se vieron obligados a tomar, no es la excepción.
Quienes celebran (o por lo menos prefieren mirar a otro lado) ante la inhumanidad de las deportaciones, argumentando que los migrantes «rompieron reglas» y deben aceptar las consecuencias, cometen el error de simplificar la realidad moral en categorías absolutas, a la vez que ignoran sin querer, y a veces voluntariamente (ya sea por conveniencia, apatía o por adoctrinamiento político-religioso) el fundamento bíblico que debe regir nuestra ética cristiana. Hay 5 aspectos que quiero resaltar en esta ocasión.
FUNDAMENTO BÍBLICO
La dignidad humana y el trato al extranjero:
La Biblia reitera el mandato de proteger al migrante y al vulnerable, sin condicionar la compasión a su estatus legal:
• Deuteronomio 10:18-19 nos dice: «Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y ama al extranjero, dándole pan y vestido. Amen, pues, al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto». Aquí, Dios no pregunta si el extranjero entró «legalmente» a Israel; su dignidad es inherente.
• En Mateo 25:35-40, Jesús identifica su presencia con el hambriento, el forastero y el desnudo. No exige documentos, sino misericordia.
La parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37):
El samaritano ayuda a un hombre vulnerable sin juzgar su origen o acciones previas. Cristo condena la indiferencia de quienes priorizan normas sobre la vida humana.
ÉTICA CRISTIANA
Hablemos claro: a ley no justifica la deshumanización. El argumento de que «violar una ley migratoria justifica consecuencias naturales» ignora principios éticos clave:
• Todos ser humano posee dignidad intrínseca. La enseñanza bíblica afirma que toda persona es imagen de Dios (Génesis 1:27), por lo que su valor es innegociable, independientemente de su estatus.
• No debemos violentar el principio de proporcionalidad y justicia. Una falta administrativa (cruzar una frontera sin documentos) no puede equipararse a crímenes graves. Las deportaciones masivas, el abuso físico o la separación familiar son castigos desproporcionados y violan el principio de justicia restaurativa.
•Debemos hacer una distinción entre ley y moralidad. Las leyes migratorias modernas no siempre reflejan la justicia divina. Por ejemplo, EE.UU. ha cerrado vías legales a refugiados centroamericanos, obligándolos a ingresar irregularmente. La Iglesia debe denunciar leyes que niegan derechos básicos (cf. *Pacem in Terris*, 1963).
CRÍTICA A LA HIPOCRESÍA E IDOLATRÍA POLÍTICA
Mi post original nunca tuvo el propósito de justificar la violación de las leyes migratorias por parte de muchos inmigrantes. Es algo que está a la vista. Nunca es correcto violar la ley y, obviamente, quien lo hace sabe que pueden haber consecuencoas. Mi publicación original señala la incoherencia de aquellas iglesias que callan ante los abusos que pueden cometer los gobiernos que les son afines ideológicamente. Esto contradice el mensaje cristiano:
• Amós 5:24 nos dice: «Que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo perenne». La fe exige coherencia: no se puede defender la vida (oponiéndose al aborto) y al mismo tiempo justificar la violencia contra migrantes.
• Santiago 2:9 también nos enseña: «Si hacen acepción de personas, cometen pecado». Callar ante el maltrato a migrantes por lealtad política es complicidad.
• 1 Juan 4:20 nos recuerda que: «Si alguien dice: ‘Amo a Dios’, pero odia a su hermano, es un mentiroso». La fe se manifiesta en la defensa de los vulnerables, no en el tribalismo partidista.
LAS CONDICIONES ESPECIALES DE VULNERABILIDAD DE MUCHOS INMIGRANTES Y EL CONTEXTO ESTRUCTURAL DE SUS PAÍSES DE ORIGEN REQUIEREN UN TRATO HUMANITARIO
La mayoría de migrantes indocumentados huyen de violencia, pobreza o desastres climáticos. Su «ilegalidad» no es una elección libre, sino resultado de sistemas injustos. Me limito a señalar solamente dos aspectos que merecen ser considerados:
• Primero, el principio de necesidad: La Biblia y el mismo sentido común reconocen el derecho a migrar ante peligro (David migró, Jesús migró, RUT y muchos otros personajes bíblicos también optaron por la migración ante situaciones que ponían en peligro sus vidas o por necesidad extrema).
• Segundo, la responsabilidad global en el asunto: Países como EE.UU. han contribuido a crisis en Centroamérica (por citar ejemplo) y en otras regiones, mediante políticas económicas o apoyo a regímenes opresores. La justicia exige reparar daños, no castigar a las víctimas.
DERECHO A DEPORTAR ≠ DERECHO A MALTRATAR
Un Estado puede hacer cumplir leyes migratorias, pero nunca de manera cruel o degradante. Si bien Romanos 13:1-7 exige respeto a las autoridades, Romanos 13:8-10 subraya que toda ley debe resumirse en el amor al prójimo. ¡Hasta las leyes humanas no basadas en la Biblia entienden esto! Tratados como la Convención de la ONU contra la Tortura prohíben malos tratos, incluso en deportaciones.
POR LO TANTO…
No podemos negar la soberanía de las naciones en el establecimiento de leyes y en el ejeeci6de acciones para hacerlas cumplir, pero sí es nuestro deber cristiano condenar cualquier acción que deshumanice a los inmigrantes o a cualquier otro individuo creado a la imagen y semejanza de Dios. Como dijo alguien por ahí: «Ningún migrante es ilegal, porque nadie es ilegal por existir». La misericordia (Lucas 6:36) y la justicia (Miqueas 6:8) deben guiar nuestra respuesta, nunca la indiferencia o la complicidad con la crueldad.
Hoy te pregunto:
¿Qué haría Jesús con los migrantes? Esta es quizá la pregunta que avergüenza a aquellos que, llamándose cristianos, se vuelven cómplices del abuso, la deshumanización de los inmigrantes, la violación de los derechos humanos, o que, cuando sus falsos mesías así lo piden, ignoran el principio bíblico del amor al prójimo.