Por Fernando E. Alvarado.
Cuando nos acercamos al arminianismo, descubrimos un enfoque teológico profundamente centrado en el amor de Dios por toda la humanidad y en la dignidad del ser humano como partícipe en la salvación. En respuesta al calvinismo y su doctrina de la predestinación absoluta, Jacobo Arminio y sus seguidores desarrollaron lo que hoy conocemos como los «Cinco Puntos del Arminianismo». Estos puntos, también llamados los «Cinco Artículos de la Remonstrancia», ofrecen una visión bíblica y equilibrada de cómo opera la gracia de Dios y cómo el ser humano responde a esa gracia. Hoy te invito a conocer cada uno de los 5 puntos del arminianismo: ¡Las verdaderas doctrinas de la gracia!

DEPRAVACIÓN TOTAL PERO RESPONSIVA A LA GRACIA
El arminianismo, al igual que el calvinismo, comienza reconociendo la depravación total del ser humano. Esto significa que, debido a la caída, la humanidad está completamente incapaz de salvarse por sus propios medios o de hacer el bien que agrada a Dios sin la intervención divina. La Biblia enseña que, debido al pecado, la humanidad está espiritualmente muerta (Efesios 2:1), lo que significa que no podemos, por nuestras propias fuerzas, buscar a Dios ni aceptar su oferta de salvación. Romanos 3:10-11 dice: «No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios». Este es un punto donde el arminianismo y el calvinismo coinciden: el ser humano está radicalmente corrompido y no tiene la capacidad natural de volver a Dios sin la intervención divina.
Ambos sistemas reconocen que el ser humano, en su estado caído, está cegado por el pecado, alienado de Dios, y esclavizado a sus deseos carnales (Juan 8:34). Por lo tanto, sin la ayuda de Dios, no puede elegir el bien supremo de la salvación. Esta es la esencia de la depravación total, tal como la enseñan ambas corrientes teológicas.
Pero el calvinismo va más allá de lo que afirman las Escrituras, afirmando no solo la depravación extensiva del ser humano, sino afirmando también que el ser humano es completamente incapaz de responder al evangelio sin una regeneración previa e irresistible efectuada antes de creer, eliminando así la posibilidad de rechazar la gracia de Dios. Esto, anula la genuina libertad del ser humano, convirtiendo la salvación en algo forzado e inevitable para aquellos que son elegidos.
¿Regeneración sin fe? Sí, eso es lo que enseña el calvinismo. Pero eso es equivalente a poner «la carreta delante de los bueyes» o, más exactamente, parir al niño antes de engendrarlo. Es decir, altera el orden lógico y bíblico de la salvación, haciendo que la regeneración, que es el nuevo nacimiento y fruto de la fe en Cristo, sea una condición previa para creer. En términos lógicos, la idea de que alguien debe ser «regenerado» antes de ejercer fe implica que Dios debe cambiar el corazón de una persona para que pueda creer, lo que plantea varias incoherencias:
- Responsabilidad moral y libre albedrío: Si la regeneración es irresistible y precede a la fe, entonces el ser humano no tiene ninguna capacidad real de responder al evangelio por su propia voluntad. Esta perspectiva contradice la idea básica de responsabilidad moral. En cualquier sistema justo, la responsabilidad moral requiere la capacidad de elección. ¿Cómo puede Dios responsabilizar a una persona por no creer si esa persona no tiene la capacidad de responder hasta que primero sea regenerada? La lógica nos dice que para que la fe sea genuina, debe ser una respuesta voluntaria a la gracia de Dios, no el resultado de un cambio forzado e irresistible en el corazón del individuo.[1]
- El propósito del Evangelio: El calvinismo propone que la regeneración debe ocurrir antes de la fe, pero el propósito mismo del evangelio es llamar a las personas a creer y, por medio de esa fe, ser regeneradas y salvadas (Romanos 10:17). Si la regeneración viene antes de la fe, entonces el evangelio no tiene verdadero sentido como una invitación a la salvación. En cambio, se convierte en un anuncio para aquellos que ya han sido regenerados, lo que hace redundante el llamado a creer. Esta contradicción lógica pone en duda el rol del evangelio en la salvación humana.[2]

El calvinismo puede parecer lógico, sin embargo, no lo es. Pero ¿Qué dice la Biblia al respecto? La Escritura nos muestra claramente que la fe es la condición para la regeneración, no al revés. El acto de creer es lo que lleva a la vida nueva en Cristo. Por ejemplo:
- Efesios 2:8-9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Este texto deja claro que la fe es el medio por el cual recibimos la gracia de Dios. La salvación es por fe, y luego viene la regeneración, no al revés. Si fuéramos regenerados primero, antes de creer, entonces este versículo perdería su sentido, ya que estaríamos recibiendo la salvación antes de la fe.
- Juan 1:12-13: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Este pasaje refuerza que primero viene la fe (creer en su nombre), y como consecuencia de esa fe, las personas son adoptadas como hijos de Dios (lo que implica regeneración y salvación). No dice que sean hechos hijos de Dios para luego creer, sino que la fe precede a la regeneración.
- Romanos 10:9-10: «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo.» Aquí Pablo claramente pone la fe antes de la salvación. La confesión y la creencia en el corazón son los pasos necesarios para alcanzar la salvación. No hay indicios de que debamos ser regenerados antes de poder creer.
- Gálatas 3:2-3: Pablo se pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿ahora vais a acabar por la carne?” Aquí, Pablo enfatiza que el Espíritu Santo, y por ende la regeneración, se recibe por el oír con fe. Nuevamente, la fe precede a la obra regeneradora del Espíritu.
¿Qué tal si analizamos esto desde otro punto de vista? Desde una perspectiva filosófica, la doctrina calvinista de la regeneración previa e irresistible plantea problemas con la naturaleza de la relación entre Dios y el ser humano. En una relación de amor genuino, ambas partes deben tener la capacidad de elegir. Si Dios regenerara a algunos de manera irresistible antes de que ellos pudieran tener fe, esto no sería coherente con la naturaleza de un Dios que nos invita a una relación de amor y libre albedrío. La fe es una respuesta voluntaria al amor de Dios, y en ese acto de fe, se inicia la regeneración.
Si la regeneración fuera irresistible, el ser humano no tendría participación activa en la relación con Dios, y esta relación se convertiría en un acto unilateral. Sin embargo, la Biblia presenta a Dios como un ser que respeta nuestra libertad y que desea que entremos en una relación con Él por elección y amor (Juan 3:16). Filosóficamente, el amor auténtico no puede ser forzado; debe ser correspondido libremente, y esto requiere que la fe preceda a la regeneración, no al revés.[3]
La idea de que el ser humano debe ser regenerado antes de creer es, como hemos visto, poner la carreta delante de los bueyes. Bíblicamente, la fe es la puerta a la regeneración, no su consecuencia. Lógicamente, la regeneración previa a la fe elimina la responsabilidad moral y vacía el evangelio de su propósito como invitación a creer. Filosóficamente, la doctrina calvinista reduce la relación amorosa entre Dios y los seres humanos a un acto unilateral, anulando la capacidad de una respuesta genuina de amor y fe.
A diferencia del calvinismo, el arminianismo introduce el concepto de la gracia preveniente, una gracia que actúa antes de que la persona decida seguir a Cristo, habilitando la voluntad humana para responder a la oferta de salvación. El arminianismo sostiene que, aunque el ser humano está en un estado de pecado, la gracia preveniente de Dios actúa antes de que la persona siquiera lo busque, habilitando su voluntad para responder a la gracia salvadora de Dios.
Esta gracia preveniente es un regalo que Dios otorga a todos los seres humanos, haciendo posible que el pecador responda al llamado del evangelio. Jesús dijo en Juan 6:44: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere», pero también vemos en Juan 12:32 que Jesús afirma: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo». Este equilibrio entre la incapacidad humana y la gracia universal de Dios es fundamental para la comprensión arminiana de la salvación.[4]
La Biblia respalda esta idea de que Dios extiende su gracia a todos los hombres, ofreciendo la oportunidad de respuesta. Juan 12:32 dice: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo», sugiriendo que la gracia de Dios está disponible para todos. Esta gracia preveniente nos permite entender cómo Dios respeta nuestra libertad, mientras nos atrae con su amor. Lógicamente, la idea de una gracia que habilita al ser humano pero no lo obliga a aceptar la salvación armoniza con la dignidad humana que vemos en la Biblia, ya que Dios no fuerza su voluntad sobre nosotros.[5]
De este modo, la gracia preveniente en el arminianismo hace que la depravación total sea responsiva a la gracia. A pesar de que el ser humano está espiritualmente muerto y no tiene poder por sí mismo para buscar a Dios, esta gracia le permite escuchar el evangelio, entenderlo y, lo más importante, decidir aceptarlo o rechazarlo. Así, la depravación no es una barrera insalvable una vez que la gracia preveniente de Dios entra en acción.
Esta idea armoniza con el llamado universal del evangelio que vemos a lo largo de las Escrituras. En Apocalipsis 3:20, Cristo dice: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él». Este versículo ilustra que la puerta de la salvación puede ser abierta por cualquier persona que, mediante la gracia preveniente, elija responder al llamado de Cristo. La responsabilidad final de abrir la puerta recae en el individuo, pero es la gracia de Dios la que hace posible esta apertura.
Así, aunque el arminianismo afirma la depravación total, enseña que esta depravación es responsiva a la gracia preveniente de Dios. A través de esta gracia, Dios habilita a todas las personas para que puedan responder al evangelio, sin obligar a nadie a creer, respetando así la libertad y responsabilidad humana. Este enfoque es coherente con el carácter justo y amoroso de Dios, quien desea que «todos los hombres sean salvos» (1 Timoteo 2:4) y ofrece su gracia a todos, dándonos la oportunidad de decidir.

ELECCIÓN CONDICIONAL
El calvinismo enseña que Dios elige de manera incondicional a quienes serán salvos, sin tener en cuenta su respuesta futura o su fe. A diferencia de la elección incondicional del calvinismo, que afirma que Dios elige a algunos para la salvación sin tener en cuenta ninguna condición en ellos, el arminianismo defiende una elección condicional, es decir, que Dios elige a aquellos que Él sabe, en su presciencia, que responderán en fe a su gracia.
En 1 Pedro 1:2, leemos que los creyentes son «elegidos según la presciencia de Dios Padre», lo que indica que la elección divina está basada en el conocimiento previo de Dios acerca de quiénes responderán al llamado. Esto, a su vez, demuestra que Dios, en su infinita sabiduría, toma en cuenta nuestra libre respuesta a su gracia. Ahora bien, el hecho de que Dios elija salvar a aquellos que, en su presciencia divina, ve que responderán a su gracia con fe, no significa que la fe humana sea la causa de la elección, sino que la fe es la respuesta a la iniciativa de Dios.
Este concepto es consistente con pasajes como Juan 3:16, donde vemos que «de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». La elección de Dios está abierta a todos, pero solo aquellos que eligen responder con fe recibirán la salvación.[6]
Lógicamente, la elección condicional es más coherente con la naturaleza de un Dios que es justo y amoroso. Si Dios eligiera incondicionalmente a algunos para la salvación y a otros para la condenación, estaríamos cuestionando el carácter de Dios como justo. La Escritura nos dice que Dios «quiere que todos los hombres sean salvos» (1 Timoteo 2:4), lo que no tendría sentido si Dios predestinara incondicionalmente a algunos para la condenación. La elección condicional refleja mejor la justicia de Dios y su amor por toda la humanidad.[7]

EXPIACIÓN ILIMITADA
Uno de los aspectos más esperanzadores del arminianismo es su defensa de una expiación ilimitada. Esto significa que Cristo murió por todos los seres humanos, no solo por los elegidos. El sacrificio de Jesús es suficiente para salvar a todos, pero su eficacia depende de la respuesta de fe de cada individuo. 1 Juan 2:2 afirma claramente: «Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo». El amor y la misericordia de Dios, entonces, se extienden a toda la humanidad.
Por otro lado, el calvinismo enseña una expiación limitada, argumentando que Cristo murió solo por los elegidos. Esta enseñanza es problemática tanto bíblicamente como filosóficamente. Bíblicamente, versículos como 2 Corintios 5:14-15 refuerzan la noción de que Cristo murió «por todos». Pablo afirma: «el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos».
Asimismo, el apóstol Pablo en 1 Timoteo 2:4-6 nos enseña que Dios «quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» y añade que Cristo «se dio a sí mismo en rescate por todos”. Este llamado a la salvación es inclusivo y universal, mostrando el deseo de Dios de que cada persona, sin importar su origen o condición, pueda recibir el regalo de la vida eterna a través de Jesús.
Otro pasaje importante es Juan 3:16, el cual conocemos bien: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna». Aquí, «el mundo» abarca a toda la humanidad. El amor de Dios no está restringido a algunos pocos, sino que Su deseo es que todos puedan creer y ser salvos.
Filosóficamente, una expiación limitada plantea problemas sobre la justicia de Dios: ¿por qué ofrecería salvación a unos y no a otros si todos están igualmente necesitados de gracia? El arminianismo, al afirmar una expiación ilimitada, presenta una visión más coherente de la justicia y el amor divinos.[8] Dicha doctrina es un testimonio del carácter inclusivo del evangelio, mostrándonos que el sacrificio de Cristo no está restringido a un grupo predeterminado, sino que ofrece la posibilidad de salvación a todos los que crean en Él.[9]
La expiación limitada, en cambio, no es ni lógica ni bíblica. Es más bien un cúmulo de inconsistencias y contradicciones. Por ejemplo, cuando observamos lo que las Escrituras nos enseñan, podemos notar que si la caída de Adán tuvo un impacto universal sobre toda la humanidad, resulta contradictorio que la obra redentora de Cristo, quien es llamado el «segundo Adán», fuera limitada solo a algunos, como sugiere la teología calvinista. Aunque los defensores de la expiación limitada suelen ignorar o restar importancia a este asunto, esta contradicción merece una consideración cuidadosa, ya que toca el corazón del evangelio y el alcance del amor de Dios.
En Romanos 5:18, Pablo expone un paralelismo entre Adán y Cristo: «Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida». Aquí vemos que, así como la caída de Adán afectó a todos, sin excepción, la obra de Cristo también tiene el potencial de traer justificación a todos. Sería ilógico pensar que el pecado de Adán es más poderoso que la gracia de Cristo, limitando la expiación de Jesús solo a unos pocos.
Siguiendo con esta línea de pensamiento, en 1 Corintios 15:22, se afirma: «Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados». Este versículo refuerza la universalidad del efecto de Cristo. Si el alcance del pecado y la muerte que vino por Adán es universal, entonces, en coherencia con el carácter redentor de Dios, la vida que viene por Cristo también debe ser universal. Limitar la expiación solo a un grupo selecto genera una contradicción, pues implicaría que el acto de redención de Cristo no es tan abarcador como la caída de Adán, algo que va en contra de la naturaleza justa y amorosa de Dios.
Aunque la teología calvinista insista en afirmar que Cristo solo murió por los «escogidos».[10] Lo cierto es que dicho concepto contradice el claro testimonio de las Escrituras, como vimos en 1 Juan 2:2, que declara que Cristo «es la propiciación… por los pecados de todo el mundo». Si la muerte de Cristo no fuera suficiente para todos, entonces la gracia de Dios sería parcial y no abarcaría la totalidad de la humanidad afectada por la caída de Adán. ¿cómo puede la expiación limitada considerarse una “doctrina de la gracia”? ¿No es más bien una desgracia para la mayoría de la humanidad?
Al considerar este tema, podemos sentirnos movidos por el inmenso amor de Dios, que no deja a nadie fuera de la posibilidad de la salvación. Cristo vino a redimir a todos aquellos que fueron afectados por el pecado de Adán, y limitar esa expiación sería minimizar el poder redentor de su sacrificio. Como bien dice la Escritura: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Romanos 5:20). Si la caída de Adán tuvo un impacto universal, no tiene sentido lógico que la expiación de Cristo sea limitada. La coherencia bíblica y la naturaleza amorosa de Dios nos llevan a afirmar que el sacrificio de Jesús es suficiente para todos, ofreciendo salvación a todo aquel que crea. La verdadera gracia se expresa a través de la doctrina de la expiación ilimitada o universal condicionada.

GRACIA RESISTIBLE
El cuarto punto del arminianismo, la gracia resistible, enfatiza que aunque Dios ofrece su gracia a todos, los seres humanos tienen la capacidad de resistirla. La gracia no es impuesta de manera irresistible, como en la teología calvinista, sino que el ser humano puede elegir rechazarla. En Hechos 7:51, Esteban, lleno del Espíritu Santo, le dice a los líderes religiosos: «¡Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros». Este pasaje nos enseña que, a lo largo de la historia, ha habido personas que han resistido la gracia de Dios. Si la gracia fuera irresistible, sería imposible que alguien pudiera rechazar la obra del Espíritu Santo, pero aquí vemos claramente lo contrario.
Además, en Mateo 23:37, Jesús expresa su lamento sobre Jerusalén, diciendo: «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!». Aquí vemos el corazón de Dios, quien ofrece su gracia y protección, pero su oferta es rechazada. Este acto de rechazo demuestra que los seres humanos tienen la capacidad de resistir la voluntad de Dios. Si la gracia fuera irresistible, esta escena no tendría sentido, ya que Jerusalén habría sido reunida bajo las alas de Jesús sin ninguna posibilidad de resistencia.
Aunque la teología calvinista sostiene que la gracia es irresistible, lo que significa que aquellos a quienes Dios ha escogido para la salvación no pueden resistir su llamado,[11] la Biblia dice lo contrario. Además, esta idea presenta una contradicción con la naturaleza de Dios. Si Dios es amor (1 Juan 4:8), entonces su amor no puede ser coercitivo, ya que el amor verdadero respeta la libertad de la otra persona. Obligar a alguien a aceptar la gracia sería una contradicción con el carácter libre y amoroso de Dios. La posibilidad de resistir la gracia es lo que nos permite tener una relación genuina con Dios, basada en el amor y la libertad, no en la imposición.
Desde una perspectiva lógica y filosófica, la doctrina de la gracia irresistible también plantea problemas. Si la gracia no puede ser resistida, entonces los seres humanos no tienen libre albedrío en lo que respecta a su salvación. Esto contradice múltiples pasajes que nos llaman a tomar decisiones conscientes en nuestra relación con Dios, como Deuteronomio 30:19, donde Dios dice: «A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida». Si la gracia fuera irresistible, la invitación a escoger no tendría sentido.
También debemos considerar 2 Pedro 3:9, que dice que Dios «no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento». Si la gracia fuera irresistible y Dios no desea que nadie se pierda, entonces todos se salvarían. Pero la realidad es que no todos se salvan, lo que demuestra que Dios respeta la libertad humana para aceptar o rechazar su gracia.
De este modo, la doctrina de la gracia irresistible no solo contradice la clara enseñanza bíblica, sino también la naturaleza amorosa de Dios y la libertad con la que Él nos ha creado. La gracia de Dios es poderosa y abarcadora, pero también es ofrecida en amor, lo que significa que podemos, lamentablemente, resistirla. Dios nos invita, pero no nos fuerza, porque su deseo es una relación genuina con cada uno de nosotros.
Lógicamente, la gracia resistible es más coherente con la libertad del ser humano, una libertad que Dios respeta profundamente. Si la gracia fuera irresistible, como enseña el calvinismo, entonces la responsabilidad humana sería anulada, y la relación de amor entre Dios y el ser humano se convertiría en una imposición unilateral. Pero Dios, en su amor, nos permite elegir, aun cuando lamenta que algunos rechacen su oferta. En Apocalipsis 3:20, Jesús dice: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo»; el hecho de que Él llame implica que depende de nosotros abrir la puerta.[12]
Este concepto de la gracia resistible es crucial para preservar la idea de responsabilidad humana. Dios es generoso y ofrece su salvación a todos, pero no fuerza a nadie a aceptarla. La Biblia nos presenta a un Dios que invita, pero que respeta la libertad del ser humano para aceptar o rechazar esa invitación.[13]

SEGURIDAD CONDICIONAL
El último punto del arminianismo es la seguridad condicional de los creyentes. A diferencia del concepto calvinista de «perseverancia de los santos», que sostiene que los elegidos no pueden perder su salvación, el arminianismo enseña que la salvación puede perderse si la persona, después de haber creído, se aparta deliberadamente de la fe. Uno de los pasajes más claros sobre la posibilidad de caer de la gracia es Hebreos 6:4-6, que advierte: «Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo… y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento». Este texto se refiere a personas que han experimentado la salvación y la obra del Espíritu Santo, pero que se han apartado de la fe. Si la salvación fuera absolutamente segura e irreversible, este tipo de advertencias no tendrían sentido. Hebreos nos alerta sobre el peligro real de la apostasía, llamándonos a perseverar en nuestra fe.
De manera similar, en 2 Pedro 2:20-22, Pedro escribe sobre aquellos que «habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero». Aquí, la Biblia nos muestra que es posible caer después de haber sido liberados por Cristo. Esta advertencia es una clara refutación de la idea de la perseverancia incondicional, que sostiene que los verdaderos creyentes no pueden perder su salvación.
Aunque la doctrina calvinista de la «perseverancia de los santos» afirma que aquellos que son verdaderamente salvos perseverarán hasta el final, sin posibilidad de perder su salvación,[14] eso no es lo que enseña la Biblia. Es más, dicha postura presenta contradicciones bíblicas y lógicas. Si no hay posibilidad de perder la salvación, entonces los numerosos llamados en las Escrituras a mantenernos firmes y a perseverar en la fe perderían su sentido. Pasajes como 1 Corintios 10:12, que nos exhorta: «El que piensa estar firme, mire que no caiga», se convertirían en advertencias innecesarias si la caída fuera imposible para los verdaderos creyentes.
Desde una perspectiva lógica, la doctrina de la perseverancia incondicional también plantea problemas. Si una persona no puede perder su salvación, entonces el libre albedrío queda anulado una vez que ha sido salva. Esto contradice la enseñanza bíblica sobre la libertad que Dios nos otorga para responder a Su gracia y caminar con Él o apartarnos. Gálatas 5:4 nos advierte claramente: «De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído». Esta declaración muestra que incluso los creyentes genuinos pueden caer de la gracia si optan por rechazarla o buscar otro medio de justificación.
En términos filosóficos, si la perseverancia fuera irresistible e incondicional, la relación con Dios sería unilateral. El amor genuino requiere libertad; si no podemos optar por alejarnos de Dios, nuestra relación con Él dejaría de ser una relación basada en el amor y la elección, convirtiéndose en una obligación impuesta. Esto sería inconsistente con el carácter de Dios, quien nos invita a amarle libremente y a permanecer en Él por elección, no por imposición.
En Apocalipsis 3:5, Jesús habla de la posibilidad de que un nombre sea borrado del «libro de la vida», diciendo: «El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida». Este pasaje implica que un nombre puede ser borrado, lo que sería innecesario si la salvación no pudiera perderse. Las promesas de recompensa están acompañadas de la necesidad de perseverar, lo que nos muestra que nuestra fidelidad a Cristo debe mantenerse hasta el final.
No se puede tapar el sol con un dedo. La Biblia nos advierte sobre el peligro real de la apostasía y la necesidad de perseverar en nuestra fe. La doctrina calvinista de la perseverancia incondicional de los santos, aunque busca dar seguridad a los creyentes, se contradice con las advertencias bíblicas y el carácter de nuestra relación libre con Dios. Estamos llamados a seguir confiando y caminando con Cristo cada día, sabiendo que, aunque la salvación es un don maravilloso, también es algo que debemos cuidar y no dar por sentado. La vida cristiana es una caminata continua, y debemos depender constantemente de la gracia de Dios para permanecer en el camino de la fe. Sin embargo, la salvación sigue siendo una promesa segura para aquellos que perseveran, como se afirma en Romanos 8:38-39: «ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».[15]

ARMINIANISMO: UNA TEOLOGÍA PROFUNDAMENTE CENTRADA EN LA GRACIA DE DIOS Y EL RESPETO POR LA LIBERTAD HUMANA
Al comparar los cinco puntos del arminianismo con los cinco puntos del calvinismo, vemos que el arminianismo ofrece una visión más coherente y bíblica de la gracia divina. Al comparar los cinco puntos del arminianismo con el acrónimo TULIP del calvinismo, descubrimos que lo que en algunos círculos se llama «doctrinas de la gracia» en realidad podría considerarse más como un mensaje de «κακές ειδήσεις» (gr. kakés eidíseis), o «malas noticias». Estas enseñanzas calvinistas distorsionan el carácter de Dios, lo presentan como alguien que predestina a la mayoría de la humanidad para la condenación, y limitan Su gracia, lo cual es contrario al testimonio bíblico sobre Su amor y justicia.
El primer punto del TULIP, la Depravación Total, enseña que los seres humanos están tan corrompidos por el pecado que no pueden responder al evangelio a menos que Dios intervenga de manera irresistible.[16] Si bien es cierto que el pecado ha afectado a toda la humanidad, la visión calvinista de la depravación anula completamente la capacidad del ser humano de elegir libremente a Dios. Esto difama el carácter de Dios al convertirnos en meros peones en un juego divino donde no tenemos responsabilidad real. Deuteronomio 30:19 nos muestra un Dios que nos llama a elegir: «Escoge, pues, la vida». Este Dios nos ofrece la gracia y nos invita a responder, lo que refleja un amor que respeta nuestra libertad.
El segundo punto, la Elección Incondicional, afirma que Dios ha escogido a algunos para la salvación y ha pasado por alto a otros, sin basarse en ninguna respuesta o acción humana.[17] Esta enseñanza retrata a un Dios arbitrario, que no refleja el amor que vemos en 1 Timoteo 2:4, donde se nos dice que Dios «quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad». Este versículo nos muestra un Dios inclusivo que desea la salvación de todos, no de unos pocos seleccionados. ¿Cómo podemos reconciliar la idea de un Dios que ama al mundo entero (Juan 3:16) con un sistema que enseña que Dios, desde el principio, decide pasar por alto a la mayoría?
El tercer punto del TULIP, la Expiación Limitada, enseña que Cristo murió solo por los elegidos, no por toda la humanidad.[18] Esta idea es extremadamente problemática, ya que contraría textos claros como 1 Juan 2:2, donde se nos dice que Cristo es «la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo». Limitar el sacrificio de Cristo a un grupo selecto de personas no solo desfigura la magnitud del amor redentor de Dios, sino que predica un mensaje de desesperanza para la mayoría de la humanidad, como si el sacrificio de Cristo no fuera suficiente para todos.
La Gracia Irresistible, el cuarto punto, plantea que aquellos que son escogidos por Dios no pueden resistir Su llamado.[19] Esto nuevamente presenta una imagen de Dios que coacciona, un Dios que obliga a algunos a la salvación sin darles la opción de decidir. Esto difiere drásticamente de lo que vemos en las Escrituras, donde Dios invita y llama a las personas a responder libremente. En Mateo 23:37, Jesús dice: «¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos… y no quisiste!». Aquí, el Señor expresa Su deseo de reunir a Su pueblo, pero respeta su decisión de resistir Su llamado. Este es el Dios de amor que nos ofrece gracia sin coacción.
Finalmente, la Perseverancia de los Santos enseña que una vez que una persona es salva, no puede perder su salvación, sin importar cómo viva después de esa experiencia.[20] Aunque parece ofrecer seguridad, este punto contradice las advertencias bíblicas sobre la apostasía. Hebreos 10:26-27 advierte sobre el peligro de caer de la gracia, diciendo que «si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados». Presentar la perseverancia como algo automático e inevitable deshumaniza la relación entre Dios y el creyente, transformando la fe en un proceso mecánico en lugar de una relación viva y dinámica.
Cuando comparamos estos puntos con los principios del arminianismo, vemos en este último un mensaje mucho más acorde con el carácter de Dios. El arminianismo sostiene que la gracia de Dios es ofrecida a todos, que tenemos la libertad de responder a Su amor, y que, si bien la salvación es segura en Cristo, debemos perseverar en la fe. Este es un mensaje de «ευαγγέλιο» (euangelio), buenas noticias, que proclama la inclusividad del amor y la gracia de Dios.
La conclusión es simple: El TULIP calvinista no merece ser llamado «doctrinas de la gracia», porque presenta un Dios que parece limitar Su amor y gracia solo a unos pocos. En lugar de ser buenas noticias, estas doctrinas predican malas noticias para la mayoría de la humanidad, distorsionando el carácter de Dios y oscureciendo Su infinita misericordia. El Dios que vemos en las Escrituras no es un Dios que predestina a la condenación, sino uno que ama a todos y ofrece la gracia a todos.
Por el contrario, al reflexionar sobre los cinco puntos del arminianismo, encontramos una teología profundamente centrada en la gracia de Dios y el respeto por la libertad humana. Arminio y sus seguidores desarrollaron un sistema que enfatiza la responsabilidad del ser humano para responder al amor de Dios, pero que nunca compromete la soberanía y la iniciativa divina. Esta visión del evangelio es inclusiva, esperanzadora y bíblica, invitándonos a vivir una fe activa, donde la gracia de Dios y nuestra respuesta se entrelazan en un hermoso acto de amor y redención.
Aunque el TULIP puede ser considerado un sistema teológico bien estructurado, no se sostiene en la verdad bíblica. Al examinar cada uno de sus puntos en luz de las Escrituras, encontramos que no están respaldados por la Palabra de Dios. ¿Y acaso no es eso lo que cuenta después de todo? En lugar de ofrecer un entendimiento pleno del amor y la gracia de Dios, el TULIP distorsiona Su carácter y crea un mensaje que puede parecer restrictivo y desalentador. La belleza del mensaje del evangelio es que es inclusivo y está diseñado para ofrecer esperanza y salvación a toda la humanidad, no solo a unos pocos elegidos. Al final del día, la belleza de la teología arminiana no reside en la etiqueta de “arminiana”, sino en ser bíblica.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS:
[1] Walls, J. L. (2004). Why I’m Not a Calvinist. InterVarsity Press, p. 52.
[2] Olson, R. (2006). Arminian Theology: Myths and Realities. InterVarsity Press, p. 67.
[3] Pinnock, C. H. (1992). The Grace of God and the Will of Man. Bethany House, p. 101.
[4] Bangert, W. (2015). Jacobo Arminio y la Reforma. Ediciones Teológicas, p. 121.
[5] Stanglin, K., & McCall, T. (2012). Jacob Arminius: Theologian of Grace. Oxford University Press, p. 45.
[6] Stanglin, 2012, p. 68.
[7] Olson, R. (2006). Arminian Theology: Myths and Realities. InterVarsity Press, p. 101.
[8] Walls, J. L. (2004). Why I’m Not a Calvinist. InterVarsity Press, p. 160.
[9] González, J. (2010). Historia del Cristianismo: Tomo II. Editorial Clie, p. 134.
[10] Berkhof, L. (1938). Systematic Theology. Eerdmans, p. 395.
[11] Berkhof, 1938, p. 442.
[12] González, 2010, p. 145.
[13] Van Asselt, W. (2003). Theodicy and Predestination in Arminius. Baker Academic, p. 157.
[14] Berkhof, 1938, p. 546.
[15] Nichols, S. (2011). La Reforma: Un análisis profundo de sus implicaciones teológicas. Editorial Tyndale, p. 170.
[16] Berkhof, 1938, p. 245.
[17] Berkhof, 1938, p. 114.
[18] Berkhof, 1938, p. 395.
[19] Berkhof, 1938, p. 442.
[20] Berkhof, 1938, p. 546.