Por Fernando E. Alvarado.
En la epístola de los Romanos, se conceptualiza la Iglesia como el «nuevo Israel». Sin embargo, es crucial destacar que esta terminología no implica en modo alguno la suplantación de Israel por parte de la iglesia, sino más bien la continuidad del Israel restaurado en Cristo. Bajo esta óptica, Cristo emerge como el genuino Hijo de Dios y la verdadera simiente de Abraham, Isaac y Jacob (la simiente de la promesa), a través del cual se llevan a cabo todos los designios divinos para Israel y la totalidad de la creación. Por lo tanto, mediante la fe en Cristo, la Iglesia (integrada tanto por judíos como por gentiles) se erige como el pueblo de la nueva alianza de Dios y como heredera de todas sus promesas redentoras. En la cosmovisión de Pablo, Jesús es concebido como el auténtico Israel, y la Iglesia, mediante su unión con él, participa igualmente de este estatus. De esta manera, en el esquema tipológico de Israel, Cristo representa primordial y esencialmente su cumplimiento, mientras que nosotros, como miembros de la Iglesia, nos reconocemos como el ‘Israel de Dios’ exclusivamente a través de nuestra unión con Cristo. En otras palabras, la Iglesia no se erige como el cumplimiento predicho de Israel en un sentido primigenio, ese no es nuestro papel; dicho papel es exclusivo de Cristo.

Tras delinear esta distinción, la afirmación de que la Iglesia representa el nuevo Israel encuentra sustento en la interpretación paulina de su ministerio de proclamación del Evangelio en el contexto de la historia de la salvación. Pablo sustenta su afirmación en tres características fundamentales del Evangelio que él proclama:
- En primer lugar, se enfoca en el Hijo de Dios, el auténtico Israel (Romanos 1:3). A través de Jesucristo, y gracias a su resurrección, se inaugura una nueva era.
- En consecuencia, Jesús ocupa ahora el trono de David como la cabeza del pacto del nuevo Israel. Pablo afirma que su Evangelio “es el mensaje acerca de Su Hijo, que nació de la descendenciade David según la carne, y que fue declarado Hijo de Dios con un acto de poder, conforme al Espíritude santidad, por la resurrección de entre los muertos: nuestro Señor Jesucristo. Es por medio de Él que hemos recibido la gracia y el apostolado para promover la obediencia a la fe entre todos los gentiles, por amor a Su nombre; entre los cuales están también ustedes, llamados de Jesucristo.” (Romanos 1:3–6, NBLA). Así pues, la identidad del pueblo de Dios ya no se determina por su linaje étnico, sino por su conexión con Jesucristo (Romanos 1:6).
- Como mediador del pacto, Jesús, la simiente de la promesa, es el portador de las promesas del Antiguo Testamento para todos aquellos que depositan su fe en él (Romanos 5:1).
En segundo lugar, el evangelio de Pablo representa la realización de la prometida liberación del exilio y de una nueva creación, un tema mencionado por los profetas (1:2; 8:18–25; 10:15; cf. Isaías 52:7; 65:17). A lo largo del libro de Romanos, el autor sostiene que las bendiciones de esta nueva creación se han manifestado en el presente. Estas buenas nuevas no están restringidas exclusivamente a los judíos, sino que están dirigidas a todos aquellos que creen (1:16). Con la extensión de la redención de Dios a los gentiles, las promesas hechas a Abraham se cumplen plenamente (4:16–18). El Espíritu Santo, quien fue prometido, ha sido derramado y ahora circuncida los corazones de todos aquellos que tienen fe, empoderándolos para obedecer la ley (2:25–29; 8:1–4). Por lo tanto, un argumento fundamental de la carta a los Romanos es demostrar cómo estas promesas, previamente otorgadas a Israel, están siendo cumplidas en la Iglesia a través de su unión con Cristo.
El tercer aspecto característico del evangelio de Pablo reside en el hecho de que todo individuo que profese su fe recibe el honorable título y estatus de Israel. Por ejemplo, el apóstol alude a la Iglesia como la amada de Dios (Romanos 1:7), los santos (Romanos 1:7), los auténticos descendientes judíos (Romanos 2:25-29), los hijos de Abraham (Romanos 4:1), los hijos adoptivos de Dios (Romanos 8:14-15) y los herederos de la promesa (Romanos 4:13). Estos títulos, inicialmente conferidos al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, son aplicados por el autor de Romanos a todos aquellos que depositan su fe en el Evangelio.

Después de analizar detenidamente estos tres temas en relación con la Iglesia, se puede concluir a través de un argumento acumulativo que en el libro de Romanos, Pablo considera a la Iglesia como el nuevo Israel y, en consecuencia, como heredera de la promesa. Cabe destacar que la salvación del Israel étnico no está garantizada únicamente por su condición de Israel, ni tampoco tienen el derecho de reclamar privilegios sobre los gentiles en virtud del Nuevo Pacto. Los judíos solamente pueden obtener la salvación mediante la mediación de Cristo. Es en ese momento, al reconocer a Jesús como Mesías y entregarse a Él, cuando los judíos son reintegrados al verdadero olivo, al auténtico Israel, que es Cristo, y nosotros, los no judíos, también formamos parte de este verdadero Israel en la actualidad a causa de nuestra unión con Él.
En resumen: La iglesia no ha sustituido al Israel étnico. Es el concepto de “Israel” el que se ha expandido, o redefinido, en el Nuevo Pacto. Al final de los tiempos Israel será restaurado y volverá a los brazos de su Mesías (Zacarías 12:10-14; Romanos 11:25-36). Entonces, y solo hasta entonces, el Israel étnico será reinjertado de nuevo en el verdadero Israel de Dios que es Cristo (Romanos 11:24-26). Tras la Segunda Venida de Cristo, Israel reconocerá a Jesús como su Mesías (Zacarías 12:10), será regenerado, restaurado, y reunificado (Jeremías 33:8; Ezequiel 11:17; Romanos 11:26). Un futuro glorioso le espera a la nación judía:
«Porque si el rechazo momentáneo de los judíos ha servido para que el mundo vuelva a estar en paz con Dios, su readmisión ¿no será como un volver de los muertos a la vida?» (Romanos 11:15, BLPH)
¡Anhelamos ese día!
𝐁𝐈𝐁𝐋𝐈𝐎𝐆𝐑𝐀𝐅𝐈𝐀:
- P. Chase Sears, Herederos de la promesa: La iglesia como el nuevo Israel en Romanos, trans. Clara Puerta Capa (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2020).
- Peter J. Gentry & Stephen J. Wellum, Kingdom through Covenant: A Biblical-Theological Understanding of the Covenants, Crossway; 1er edición (30 Junio 2012).