Por Fernando E. Alvarado*
Se dice que la fe es un don de Dios y, en cierta forma, eso es cierto. Pero ¿qué queremos decir con eso? ¿significa, acaso, que el hombre no participa en el proceso de ejercer la fe y arrepentirse para ser salvo? En los Evangelios encontramos repetidas veces el mandato de pedirle al Señor que nos ayude en nuestra falta de fe (Mc. 9:24), que nos aumente la fe (Luc. 17:5), porque Jesús, que es el inicio de nuestra fe, es también el que la lleva a cumplimiento, según la Carta a los Hebreos (12:2). Quien pide la fe la obtiene, porque el deseo de fe es ya un acto de fe. La fe es un don de Dios por cuanto su otorgamiento, su crecimiento, su principio y su fin radican en el Señor, no en el hombre. El hombre cree, pero Dios es la causa y motor de su fe.
La fe es también un don de Dios porque, sin el auxilio de su gracia, no podríamos siquiera creer. La humanidad caída es incapaz, por sí misma y fuera de la gracia de Dios, de pensar, querer o hacer nada bueno, incluyendo el creer. Pero la gracia preveniente de Dios prepara y le permite al pecador recibir el don gratuito de la salvación ofrecida en Cristo y su evangelio. Solo por la gracia de Dios pueden los pecadores creer y así ser regenerados por el Espíritu Santo para la salvación y la vida espiritual (Flp. 1:29; Hch. 13:48; Rom. 12:3; Hch. 11:18; 2 Tim. 2:24-25).). Es también la gracia de Dios la que les permite a los creyentes continuar en fe, así como también en buenos pensamiento, voluntad y obra, de modo que todas las buenas obras o movimientos que puedan ser concebidas deben atribuirse a la gracia de Dios (Judas 1:24-25; 2 Tim. 1:12; Flp. 2:13).
Pero entender la fe como un don de Dios, si se tergiversa, puede llevarnos a cometer ciertos errores graves que afectan no solo nuestra comprensión soteriológica, sino también nuestra comprensión del carácter de Dios. Si bien la depravación de la naturaleza moral humana vuelve necesaria la intervención de la gracia soberana de Dios en la salvación, esto en ninguna manera resta mérito a la responsabilidad humana de creer. La fe es también un proceso sinérgico. Las exhortaciones universales a arrepentirse y creer sólo tienen sentido si es cierto que podemos aceptar o rechazar la salvación.
La salvación brota totalmente de la gracia de Dios, pero afirmar que esto es así no nos exige disminuir nuestra responsabilidad cuando se nos presenta el evangelio.[1] Todo el mérito es de Dios, pues el influjo de la gracia de Dios en el ser humano siempre es anterior a la respuesta del hombre. Sin embargo, cuando la gracia de Dios, la cual es impartida a través de la obra del Espíritu Santo en el interior del hombre (Juan 16:8-11) ha hecho su parte, es responsabilidad del hombre buscar a Dios.[2] En el cálido lenguaje del sentimiento personal, esto se afirma en el Salmo 42: “Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser.” (Salmo 42:1, NVI).

LA FE NO SE IMPONE
Aunque Dios desea que todos se salven, Él nunca forzará a nadie a hacerlo. Por tal motivo, muchos resistirán la gracia y finalmente se perderán. Jesús deja claro esto en Lucas 14:26-33, en donde explica que algunos considerarán que los términos del discipulado son demasiado costosos y, por lo tanto, rechazarán la invitación. Las palabras de Jesús cobran un mayor significado si tenemos en cuenta que a este relato le sigue la parábola del banquete de bodas, que a su vez sigue el lamento de Jesús sobre Jerusalén en el final del capítulo 13. Todos pudieron haber creído, Dios los habilitó para ello, pero ellos se rehusaron a creer. Dios los amaba, pero no los forzó a creer ni les impuso el don de la fe. La culpa fue de ellos, no del Señor, pues él dispuso la fe para todos, no solo para unos cuantos escogidos. El sinergismo, aún en el ejercicio mismo de la fe, es evidente en las Escrituras.
Los calvinistas, sin embargo, tienden a sentirse incómodos con la sola insinuación de cualquier sinergismo en el proceso de salvación o en la recepción de la fe. Veamos, por ejemplo:
“Si nuestra fe (nuestra confianza en Cristo, quien es el objeto de nuestra fe) no es un don de Dios, sino que es algo que surge de nosotros, podríamos decir que contribuimos algo en nuestra conversión —lo cual nos conduce a estar menos agradecidos de lo que deberíamos estarlo ante Dios… Por tanto, podemos decir con seguridad que nuestra fe y arrepentimiento son regalos de Dios que recibimos al ser llamados [entiéndase: “de forma irresistible”] por Él.” [3]
“La fe, así en su parte inicial como en su continuación, depende enteramente de Dios, y tal es el caso en lo que respecta a toda nuestra salvación”.[4]
La cuestión es simple: Si es verdad que la fe es un don de Dios, tú y yo no tenemos que hacer nada para obtenerla. La fe sería un don gratuito pero (y es aquí donde radica el problema, en el “pero”), solo sería otorgada a los elegidos. Desde esta perspectiva, la fe no es un don que se otorgue a todos. Dios les niega a algunos la fe mientras que a otros les es impuesta por medio de su gracia irresistible y la elección incondicional de Dios hacia los que desde la eternidad pasada el predestinó para ser salvos.
Tal perspectiva de la fe genera numerosos problemas prácticos que he podido observar en personas que se adhieren o han sido influenciadas por dicha enseñanza: Hay personas que esperan ser invadidas por un sentimiento de fe. Dicen: me gustaría creer, pero no me ha sido concedido. A ellos les respondo: “¡Claro que les ha sido concedido!”
El cristianismo es una religión de alianza y pactos, y se necesitan dos personas para hacer una alianza, para entrar en relación. Por lo tanto, no hay don que no pida ser acogido, que no pida una respuesta. Dios ofrece su amor, el nuevo nacimiento y la salvación, no los impone. Nosotros sólo debemos decir «Sí». Nuestra parte en el proceso es simple, pero necesaria. Dios no lo hará por nosotros ni nos obligará (sin que nos demos cuenta) a elegirlo a Él. Es un acto libre de la voluntad humana que ha sido tocada por la gracia de Dios. Es su participación en este sinergismo divino-humano llamado salvación.

¿QUÉ HAY CON EFESIOS 2:8? ¿ES LA FE UN “DON DE DIOS”, O ES ESTE DON LA SALVACIÓN POR GRACIA A TRAVÉS DE LA FE?
Por siglos, los comentadores de la Biblia han diferido sobre la referencia precisa del pronombre “esto” en Efesios 2:8. El pasaje en cuestión nos dice:
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
El problema con dicho pasaje es el siguiente: ¿Se refiere “esto” (touto) a la fe, como muchos han declarado, o se refiere “esto” a la salvación del pecado? El teólogo y erudito Eric Lyons (M.Min), autor y coautor de más de 20 libros, incluidos The Anvil Rings: Answers to Alleged Bible Discrepancies (Volumes 1-3), The Defenders Series (Volumes 1-4), Reasons to Believe, Truth Be Told y Wonders of God’s Creation, afirma sobre dicho pasaje:
“Es cierto que al leer superficialmente Efesios 2:8, puede parecer que el pronombre relativo esto tiene a la fe como su antecedente gramatical. Los que creen que la fe es un don (i.e., imposición milagrosa) de Dios, a menudo señalan que en este versículo la “fe” es el antecedente más cercano de “esto” (“por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”). Sin embargo, cuando se examina Efesios 2:8 en el lenguaje que fue escrito originalmente (griego), se descubre que el pronombre esto (touto) es de género neutro, mientras que la palabra fe (pistis) es femenina. Ya que la regla general en la gramática griega es que el género de un pronombre relativo sea el mismo de su antecedente (Mounce, 1993, p. 111), entonces sería necesario que se demostrara alguna circunstancia lingüística atenuante, uso idiomático especial u otro factor moderativo para justificar el enlace de “esto” con la “fe”. Si no se puede presentar esta justificación razonable, entonces debemos continuar estudiando el pasaje para conocer con seguridad cuál es “este” don de Dios. Cuando no se encuentra un antecedente claro en el texto, el erudito en griego William Mounce recomienda sabiamente que el estudiante de la Biblia estudie el contexto del pasaje para ayudarle a determinar a qué hace referencia un pronombre relativo (como “esto”) [1993, p. 111]. El contexto general de los primeros tres capítulos de Efesios es la salvación del hombre encontrada en Cristo… No solo la salvación es el contexto general de los primeros tres capítulos de Efesios, sino también es el contexto inmediato de Efesios 2:8,9, no la fe. Estos versículos documentan totalmente la manera en la cual una persona llega a ser salva, no cómo llega a creer… Pablo no estaba dando una exposición acerca de la fe en su carta a los efesios. Su enfoque era la salvación. Se menciona la fe como el medio por el cual se acepta la salvación. La salvación es a través de la fe. Así como se recibe el agua en una casa a través de un tubo de agua, el pecador recibe la salvación a través de la fe obediente. El enfoque principal del mensaje de Pablo en Efesios 2:8,9 fue la salvación (la “fuente de agua que salte para vida eterna”—cf. Juan 4:14), no el medio de la salvación… La fe no es un don que Dios da a algunos y a otros no. En cambio, como Pablo escribió a la iglesia en Roma, “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). La fe en Cristo como el Hijo de Dios solo se encuentra en aquellos que han oído primero la Palabra de Dios y luego han creído (cf. Juan 20:31).”[5]
Entendido correctamente, Efesios 2.8-9 no pretende decirnos que la fe es un don que Dios da a algunos y a otros no. Antes bien, nos enseña cinco verdades acerca de la salvación:
- La salvación es por gracia.
- La salvación es a través de la fe.
- La salvación no es de nosotros.
- La salvación es un don de Dios.
- La salvación no es por obras.

UN DON, PERO NO EL DON IMPUESTO QUE ALGUNOS CREEN VER EN EFESIOS 2:8-9
Dios nos habilita para creer al liberar nuestro albedrío cautivo por el pecado. Es en este sentido que la fe debe ser considerada un don otorgado por Dios al hombre; pero es el hombre y no Dios, quien elige creer o no creer luego de que su albedrío sea liberado por la gracia. Una vez aceptado, el precioso don de la fe abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar. Pero la fe necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia. Más aún, es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente:
“El que cree [acto voluntario y libre] en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer [nuevamente, “rehusarse a creer” implica un acto libre y voluntario] en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (Juan 3:36)
Fundamentados en la palabra de Dios, creemos que el hombre se encuentra cegado por el pecado y totalmente sin esperanza (1 Corintios 4:4), pero rechazamos la interpretación de que ni siquiera puede responder a Dios, una vez que Dios le extiende su gracia al buscarle. De lo contrario, Dios tendría que creer por nosotros u obligarnos a creer. Si el hombre no pudiera responder a Dios, la Biblia no llamaría continuamente al hombre a responder a Él en todas sus páginas ¿Como explicamos los reclamos que Dios presenta al ser humano por no responder a Él, si el hombre no pudiera hacerlo? ¿Acaso se le olvidó a Dios que no puede, pues no está predestinado por él a salvación? Romanos 10:21 nos dice:
“Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor.”
Mateo 23:37 reafirma dicho punto:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”
Nótese la apelación de Dios al albedrío humano también en Lucas 7:30:
“Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.”
En conclusión: La fe es un don precioso cuya posesión, crecimiento y perfección solo es posible por la gracia de Dios; pero en Efesios 2:8-9, Pablo enseña que el don de Dios es la salvación por gracia a través de la fe, la cual no es por obras sino que procede directamente de Dios. En ninguna parte Pablo afirma que la fe es un don que solo se otorga a los elegidos mientras que a los demás se les niega. La gracia previniente de Dios pone la fe a disposición de todos.
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” (Hechos 17:30-31)
BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS:
[1] Stanley M. Horton, Teología Bíblica: Una perspectiva pentecostal, Edición Ampliada, pp. 382. Editorial Vida, 1999.
[2] A. W. Tozer, La Búsqueda de Dios, Christian Publications, 1948.
[3] Josué Barrios, ¿Es la fe un don de Dios? 11 julio, 2019. https://josuebarrios.com/fe-don-dios/
[4] William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento: Efesios (Grand Rapids, MI: Libros Desafio, 1984), 133.
[5] Eric Lyons, M.Min. ¿Es la Fe un Don de Dios? https://apologeticspress.org/es-la-fe-un-don-de-dios-1976/ Véase también: Mounce, William D. (1993), Basics of Biblical Greek (Grand Rapids, MI: Zondervan).
ACERCA DEL AUTOR:

El pastor Alvarado es miembro de la Society of Evangelical Arminians (SEA).
Está casado con Cesia Abigail Cruz de Alvarado, también pastora y ministra licenciada de las Asambleas de Dios. Es el pastor principal del Templo Cristiano Maranatha (Asambleas de Dios), una congregación local ubicada en la ciudad de Tejutla, Chalatenango.