Por Gemuel Delgado Aybar
Servir en el ministerio genera influencia y granjea ciertos privilegios que para muchos pueden ser una tentación. No es de extrañar que muchos vean en el ministerio la oportunidad de sus vidas y hagan cosas incorrectas para alcanzar una posición ministerial.
En los últimos años con el auge de las redes sociales y la facilidad que éstas permiten de hacer virales videos controversiales de corta duración, realizar compra de seguidores y hacer promoción, muchos han acudido a estas plataformas para desde allí engendrar sus ministerios. Es por eso que hoy tenemos ministerios nacidos de las redes sociales y no del altar.

Tenemos una generación de «ministros» sin historia, pero sí con muchos likes. Han nacido bajo la influencia de YouTube, pero no fueron señalados por el Espíritu como Pablo y Bernabé, (Hechos 13). Ministros cuyo propósito de vida es la fama y están haciendo todo lo posible (incluso lo malo) para obtenerla.
La misión de tales «ministros» es tener miles de seguidores en un canal de Youtube, pero no ser puente de salvación para miles que se pierden en todos los espacios sociales. Las redes sociales han dado púlpito a gente que no ha pasado ni por una clase de escuela dominical. Mientras esta gente hace daño a la imagen del Evangelio nosotros nos reímos de sus videos y los compartimos ingenuamente.
Éstos se han vestido de ovejas, pero nunca dejaron de ser lobos. Ya los identificaba el apóstol Juan al decir: «…salieron de nosotros, pero en realidad no eran de nosotros». (1 Juan 2:19 NBLA). Estos ministerios nacidos de las redes sociales se rodean de palabras, códigos, profecías y todo tipo de artilugios con fraseologías bíblicas y jergas cristianas y lamentablemente, por nuestra falta de discernimiento, logran trascender entre nosotros.
Los estamos colocando en nuestros púlpitos e invitando a nuestros eventos y congresos. Antaño se requería de buenas referencias ministeriales y conocimiento de su hoja de servicio en una iglesia local reconocida para considerar a una persona para nuestros púlpitos; ahora hemos bajado el estándar y si la persona tiene varios miles de seguidores en sus redes sociales automáticamente lo calificamos adecuado para ministrar entre nosotros. Esto está ocurriendo con más frecuencia en eventos juveniles y de mujeres, pero también se puede ver en eventos de pastores.
Estamos impresionados por las luces, y el acompañamiento del piano y la batería no nos ha dejado analizar todas las palabras que están saliendo de estos «profetas de códigos nuevos». Lamentablemente ha tenido que venir alguien desde afuera, sin llamado, sin visión, ni discernimiento para remover el disfraz de gente que se paseaban entre nosotros con altura y autoridad. Mientras esto ocurre, hoy la iglesia es cuestionada y los verdaderos ministros nacidos del Altar son afectados, por una sociedad que no ve ni le interesa ver la diferencia.

Mientras los ministros nacidos de la Redes Sociales generan likes comprando seguidores por medio de publicidad y demás acciones, los ministros del Altar siguen fieles a la palabra y al llamado. Estos pudieran no ser tan conocidos y no los verás de invitados en los grandes congresos de expansión, explosión, duplicación, multiplicación y potenciación de la sobrenaturalidad. Los ministros del Altar están ahí y la prensa y sociedad sabe dónde encontrarlos, sin embargo, es nuestra responsabilidad ser más cautos, aplicar mejor los filtros espirituales e históricos que tenemos.
Las redes sociales seguirán generando sus «influencer» y ministerios rimbombantes, pero no es posible que nosotros les cedamos los púlpitos y les demos reconocimientos. Volvamos a pedir cartas, hacer llamadas, orar al Señor para que nos dirija y confirme, volvamos a honrar a los que de verdad han estudiado en serias instituciones académicas de teología. Vamos a trabajar con los nacidos del Altar y dejemos que los nacidos de las redes tengan su recompensa, que será quedar enredados en sus mismas redes.
