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Reflexiones sobre el legalismo: Seis verdades incómodas

Por Fernando E. Alvarado

¿Por qué son conocidas nuestras iglesias pentecostales? ¿Por el mover del Espíritu? ¿Por la abundancia de carismas y la sana predicación de la Palabra? ¡Así lo quiera Dios! Tristemente, muchas de nuestras iglesias suelen ser reconocidas no tanto por la libertad del Espíritu o la predicación liberadora de la gracia de Dios, sino por lo opuesto: La esclavitud del legalismo. Si bien el cristianismo promueve un elevado estándar moral (Mt. 5:20), dicho estándar jamás debería degenerar en legalismo. En el cristianismo la santidad debe ser predicada sí o sí, pero sin olvidar que la santidad es un resultado no una causa. Podemos ser santos porque hemos sido salvados. La salvación viene primero, el buen comportamiento después. Y ese comportamiento no es meritorio. Ningún comportamiento, por bueno que sea, logrará que merezcas el favor de Dios. Es por gracia de principio a fin (1 Cor. 1:30-31; 4:7). El legalismo, en su absurdo intento por alcanzar una justicia propia, yerra el blanco y traiciona los principios más elementales del Evangelio.

Básicamente, el legalismo implica sacar la ley de Dios de su contexto original, optando en cambio por seguir una vida cristiana basada en obediencia a reglas y regulaciones. El legalista ve el cristianismo como una serie de «haz esto» y «no hagas aquello», es decir, una serie de principios morales fríos y fatales. Es así que el egalista se preocupa meramente por mantener la ley de Dios como si eso fuera un fin en sí mismo. Numerosos pensadores cristianos y ministros del Evangelio, concuerdan en afirmar que el legalismo es un veneno altamente tóxico para la vida espiritual del creyente. Hoy quiero invitarte a reflexionar en ciertas verdades sobre el legalismo que (primero Dios) te ayudarán a entender por qué el legalismo no debería tener cabida en nuestras iglesias:

𝙿𝚁𝙸𝙼𝙴𝚁𝙰 𝚅𝙴𝚁𝙳𝙰𝙳: 𝙴𝙻 𝙻𝙴𝙶𝙰𝙻𝙸𝚂𝙼𝙾 𝙴𝚂 𝚄𝙽𝙰 𝙼𝙾𝙽𝙴𝙳𝙰 𝙳𝙴 𝙳𝙾𝚂 𝙲𝙰𝚁𝙰𝚂
«La moneda del legalismo tiene dos lados: orgullo y culpabilidad. Cada logro alimenta nuestro orgullo. Cada fracaso alimenta nuestra culpabilidad.»

— 𝙿𝚊𝚞𝚕 𝙶𝚘𝚝𝚝𝚑𝚊𝚛𝚍𝚝, 𝚙𝚊𝚜𝚝𝚘𝚛 𝚢 𝚎𝚜𝚌𝚛𝚒𝚝𝚘𝚛 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚍𝚘𝚞𝚗𝚒𝚍𝚎𝚗𝚜𝚎.

𝚂𝙴𝙶𝚄𝙽𝙳𝙰 𝚅𝙴𝚁𝙳𝙰𝙳: 𝙴𝙻 𝙻𝙴𝙶𝙰𝙻𝙸𝚂𝙼𝙾 𝙴𝚂 𝚄𝙽𝙰 𝙼𝙴𝚉𝙲𝙻𝙰 𝙿𝙴𝙻𝙸𝙶𝚁𝙾𝚂𝙰 𝙳𝙴 𝙸𝙶𝙽𝙾𝚁𝙰𝙽𝙲𝙸𝙰 𝚈 𝙾𝚁𝙶𝚄𝙻𝙻𝙾 𝙴𝚂𝙿𝙸𝚁𝙸𝚃𝚄𝙰𝙻
«La base psicológica del legalismo es una combinación peligrosa de la ignorancia con el orgullo espiritual. Aunque el legalista se imagina muy entendido en las escrituras, en realidad solo entiende algo de ellas, sin captar los grandes temas. No entiende bien la suficiencia del sacrificio de Jesús, la justificación por la fe, el proceso de santificación y la relación del cristiano con la ley divina. No obstante, el Legalista no vacile en juzgar a los demás por no conformarse con los criterios que el inventa. ¡Es interesante que él está preparado de obedecer a toda clase de reglamento excepto el de no juzgar a su hermano! Con buena razón Pablo les trata de insensatos, necios y débiles! (Gal.3:1; 3:3; Ro.l4:1).»

— 𝚁𝚘𝚐𝚎𝚛 𝙻. 𝚂𝚖𝚊𝚕𝚕𝚒𝚗𝚐, 𝙳.𝙼𝚒𝚗, 𝚙𝚊𝚜𝚝𝚘𝚛 𝚢 𝚊𝚞𝚝𝚘𝚛 𝚌𝚛𝚒𝚜𝚝𝚒𝚊𝚗𝚘 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚍𝚘𝚞𝚗𝚒𝚍𝚎𝚗𝚜𝚎.

𝚃𝙴𝚁𝙲𝙴𝚁𝙰 𝚅𝙴𝚁𝙳𝙰𝙳: 𝙴𝙻 𝙻𝙴𝙶𝙰𝙻𝙸𝚂𝙼𝙾 𝙳𝙴𝚂𝚃𝚁𝚄𝚈𝙴 𝙽𝚄𝙴𝚂𝚃𝚁𝙾 𝙲𝙾𝙼𝙿𝙰Ñ𝙴𝚁𝙸𝚂𝙼𝙾 𝙲𝙾𝙽 𝙳𝙸𝙾𝚂
«Si nosotros como cristianos vivimos exteriormente una obediencia y sumisión a lo externo de cualquier ley o sistema religioso, no vamos a elevar nuestra espiritualidad, pero a disminuirla. Semejante legalismo no puede acercarnos a Dios, sino que crea un abismo en nuestro compañerismo con Él. Caemos de la gracia. Tal vez podemos decir que tenemos un ‘desencuentro’ con Dios, porque rechazamos Su regalo de gracia – la misma gracia que nos salvó – para preferir nuestros propios logros.»

— 𝙲𝚑𝚊𝚛𝚕𝚒𝚎 𝙱𝚒𝚗𝚐, 𝚙𝚊𝚜𝚝𝚘𝚛, 𝚎𝚜𝚌𝚛𝚒𝚝𝚘𝚛 𝚢 𝚏𝚞𝚗𝚍𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝙶𝚛𝚊𝚌𝚎𝚕𝚒𝚏𝚎 𝙼𝚒𝚗𝚒𝚜𝚝𝚛𝚒𝚎𝚜.

𝙲𝚄𝙰𝚁𝚃𝙰 𝚅𝙴𝚁𝙳𝙰𝙳: 𝙴𝙻 𝙻𝙴𝙶𝙰𝙻𝙸𝚂𝙼𝙾 𝙲𝙾𝙽𝚃𝙰𝙼𝙸𝙽𝙰 𝙽𝚄𝙴𝚂𝚃𝚁𝙰 𝚅𝙸𝙳𝙰 𝙳𝙴𝚅𝙾𝙲𝙸𝙾𝙽𝙰𝙻
«Este espíritu de legalismo va más allá de la adherencia a la Ley del Antiguo Testamento. Por ejemplo, si alabamos para impresionar a otros, no ‘impresionamos’ a Dios. Si tenemos devocionales diarios sólo para satisfacer a la agenda, nosotros no ‘satisfacemos’ a Dios. Si confiamos en nuestro servicio sacrificial para ganar el favor de Dios, entonces ignoramos el regalo sacrificial de Dios para nosotros. Sólo la vida en el Espíritu bajo la gracia de Dios puede producir la vida recta que Dios desea.»

— 𝙲𝚑𝚊𝚛𝚕𝚒𝚎 𝙱𝚒𝚗𝚐, 𝚙𝚊𝚜𝚝𝚘𝚛, 𝚎𝚜𝚌𝚛𝚒𝚝𝚘𝚛 𝚢 𝚏𝚞𝚗𝚍𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝙶𝚛𝚊𝚌𝚎𝚕𝚒𝚏𝚎 𝙼𝚒𝚗𝚒𝚜𝚝𝚛𝚒𝚎𝚜.

𝚀𝚄𝙸𝙽𝚃𝙰 𝚅𝙴𝚁𝙳𝙰𝙳: 𝙴𝙻 𝙻𝙴𝙶𝙰𝙻𝙸𝚂𝙼𝙾 𝙴𝚂 𝙼Á𝚂 𝚀𝚄𝙴 𝚄𝙽 𝚂𝙸𝙼𝙿𝙻𝙴 𝙴𝚁𝚁𝙾𝚁 𝙳𝙴 𝙸𝙽𝚃𝙴𝚁𝙿𝚁𝙴𝚃𝙰𝙲𝙸Ó𝙽 ¡𝙴𝚂 𝙾𝚃𝚁𝙾 𝙴𝚅𝙰𝙽𝙶𝙴𝙻𝙸𝙾!
Quizá el problema del legalista es que no descansa plenamente en la obra de Cristo para ser aceptado y bendecido por Dios, sino en su propia conformidad a un estándar de conducta previamente establecido. Mientras el evangelio nos mueve a la obediencia por agradecimiento tras haber sido aceptados por Dios de pura gracia, el legalismo nos dice que debemos obedecer para ser aceptados.
En el evangelio, la aceptación de Dios viene primero y la obediencia después. En el legalismo es a la inversa: la obediencia viene primero para lograr ser aceptados después. En el legalismo todo gira en torno a lo que hacemos o a lo que dejamos de hacer. Por eso el legalista no podrá experimentar jamás el amor, gozo, vida y pasión del verdadero Evangelio, ya que ha convertido la fe cristiana en una simple rutina. ¡El legalista predica un Evangelio diferente!

𝚂𝙴𝚇𝚃𝙰 𝚅𝙴𝚁𝙳𝙰𝙳: 𝙰𝙻 𝙿𝚁𝙴𝙳𝙸𝙲𝙰𝚁 𝚄𝙽 𝙴𝚅𝙰𝙽𝙶𝙴𝙻𝙸𝙾 𝙳𝙸𝙵𝙴𝚁𝙴𝙽𝚃𝙴, 𝚈 𝙰Ñ𝙰𝙳𝙸𝚁 𝙼𝙰𝙽𝙳𝙰𝚃𝙾𝚂 𝙳𝙴 𝙷𝙾𝙼𝙱𝚁𝙴 𝙰𝙻 𝙴𝚅𝙰𝙽𝙶𝙴𝙻𝙸𝙾, 𝙴𝙻 𝙻𝙴𝙶𝙰𝙻𝙸𝚂𝚃𝙰 𝙴𝚂𝚃Á 𝙱𝙰𝙹𝙾 𝙼𝙰𝙻𝙳𝙸𝙲𝙸Ó𝙽
Pero hay algo mucho peor y condenatorio en el legalismo, ya que este agrega nuestras propias reglas a la ley de Dios y las trata como divinas. Este es el tipo de legalismo más común en nuestras iglesias, y ciertamente el más fatal. Jesús reprendió a los fariseos en este mismo punto, diciendo: «Vosotros… dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres». No tenemos derecho a crear restricciones en lo que Él no ha restringido. Esto es sumamente peligroso, ya que le añade a la Palabra de Dios y coloca bajo juicio de madición divina a quienes practican tal forma de legalismo:

«No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno.» (Deuteronomio 4:2)
«Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás.» (Deuteronomio 12:32)
«No añadas a sus palabras, no sea que El te reprenda y seas hallado mentiroso.» (Proverbios 30:6)
«He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.» (Eclesiastés 3:14)
«Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.» (Apoclaipsis 22:18)

Sí, ¡El legalismo es una verdadera maldición dentro de la iglesia! Si bien cada iglesia tiene el derecho a crear sus propias políticas en ciertas áreas, cuando utilizamos políticas humanas para de alguna manera atar las conciencias y hacer que esas políticas determinen la salvación de alguien, nos aventuramos peligrosamente a entrar en el territorio que solo le pertenece a Dios. ¡Qué el Señor reprenda a esos falsos dioses del legalismo que abundan en nuestras iglesias!

2 comentarios en “Reflexiones sobre el legalismo: Seis verdades incómodas”

  1. Se puede considerar legalismo el tener que cumplir cierto numero de cursos con duración de un año para aspirar a pertenecer a una congregación cristiana y de no cumplirlos no perteneces, ni tampoco te puedes bautizar, ni presentar a tus hijos, ni servir como diacono ni estar en un grupo de las llamadas células? bendiciones y gracias por su respuesta.

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