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¿Qué creen los pentecostales? | Las Asambleas de Dios (VII) – El Bautismo en el Espíritu Santo

Por Fernando E. Alvarado

Al igual que las denominaciones protestantes históricas, las principales denominaciones pentecostales tienen sus propios credos o confesiones de fe. En el caso particular de las Asambleas de Dios (la más de las denominaciones pentecostales, con alrededor de 69 millones de miembros), dicha confesión de fe es conocida como “Declaración de verdades fundamentales”. Tal declaración contiene las 16 doctrinas que, de acuerdo con las Asambleas de Dios, la definen como denominación evangélica y pentecostal.

En esta ocasión te invito a conocer el Artículo 7 de la Declaración de Verdades Fundamentales de las Asambleas de Dios (en próximos artículos abordaremos las declaraciones de fe de otras denominaciones pentecostales).

ARTÍCULO 7, EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO

“Todos los creyentes tienen el derecho de recibir y deben buscar fervientemente la promesa del Padre, el bautismo en el Espíritu Santo y fuego, según el mandato del Señor Jesucristo. Esta era la experiencia normal y común de toda la primera iglesia cristiana. Con el bautismo viene una investidura de poder para la vida y el servicio y la concesión de los dones espirituales y su uso en el ministerio (Lucas 24:49; Hechos 1:4; Hechos 1:8; 1 Corintios 12:1-31). Esta experiencia es distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a ella (Hechos 8:12-17; Hechos 10:44-46; Hechos 11:14-16; Hechos 15:7-9). Con el bautismo en el Espíritu Santo el creyente recibe experiencias como: la de ser lleno del Espíritu, Juan 7:37–39, Hechos 4:8); una reverencia más profunda para Dios, Hechos 2:43, Hebreos 12:28); una consagración más intensa a Dios y dedicación a su obra (Hechos 2:42); y un amor más activo para Cristo, para su Palabra y para los perdidos (Marcos 16:20).”[1]

EXPLICACIÓN

Desde los primeros días del siglo veinte, muchos creyentes cristianos han enseñado y han recibido una experiencia espiritual que llaman el bautismo en el Espíritu Santo. En la actualidad, centenares de millones de creyentes se identifican con el movimiento que enseña y promueve la recepción de esta experiencia. La expansión global de este movimiento muestra el cumplimiento de las palabras de Jesucristo a sus discípulos cuando les prometió que el Espíritu Santo vendría sobre ellos, y recibirían poder para ser sus testigos a todo el mundo (Hechos 1:5,8).

El Nuevo Testamento enfatiza la centralidad de la función del Espíritu Santo en el ministerio de Jesús y la continuación de esa función en la iglesia primitiva. El ministerio público de Jesús fue iniciado por el Espíritu Santo que vino sobre Él (Mateo 3:16; Marcos 1:10; Lucas 3:22; Juan 1:32). El libro de los Hechos presenta una extensión de ese ministerio a través de los discípulos, mediante el empoderamiento del Espíritu Santo.

Los rasgos más característicos del bautismo en el Espíritu Santo son los que siguen:

(1) Teológicamente y como experiencia se distingue del nuevo nacimiento y los sucede.

(2) Está acompañado por las lenguas que habla quien lo recibe.

(3) Tiene un propósito que lo distingue de la obra del Espíritu en la regeneración del corazón y la vida de un pecador arrepentido.

Aunque el término “bautismo en el Espíritu Santo” no aparece en las Escrituras, es una conveniente designación para la experiencia que anunció Juan el bautista, que Jesús “[bautizaría] en Espíritu Santo” (Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33), que Jesús mismo repetiría (Hechos 1:5), y también Pedro (Hechos 11:16).

Cabe notar que la expresión aparece en los Evangelios y también el Libro de los Hechos. La ilustración del bautismo presenta la inmersión, como se ve en la analogía del Juan el bautista del bautismo en agua que él administraba y el bautismo en el Espíritu Santo que administraría Jesús. Ser bautizado en el Espíritu Santo se debe diferenciar de lo que Pablo declara en 1 Corintios 12:13 que, según la sintaxis griega, lee: “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo”. El contexto de este pasaje muestra que “por” es la mejor traducción, indicando que el Espíritu Santo es el instrumento o medio por el cual se lleva a cabo el bautismo. En los versículos 3 y 9 del capítulo, Pablo usa la misma preposición dos veces en el mismo versículo para indicar una actividad del Espíritu Santo. En 1 Corintios 12:13, “bautizados en un cuerpo” habla de la obra del Espíritu Santo de incorporar a un pecador arrepentido al cuerpo de Cristo (Romanos 6:3; Gálatas 3:27). Este es el “un bautismo” de Efesios 4:5; es el bautismo indispensable e importante que resulta en el “un cuerpo” del versículo 4. Para resumir: en la conversión, el Espíritu Santo bautiza en Cristo/el cuerpo de Cristo; en una experiencia subsiguiente y diferente, Cristo bautizará en el Espíritu Santo.

Se usan diversos términos bíblicos para referirse a esta experiencia, especialmente en el libro de los Hechos, que registra el primer descenso del Espíritu sobre los discípulos de Jesús y da ejemplos similares de encuentros del Espíritu con el pueblo de Dios.

Las siguientes expresiones en Hechos se usan de manera intercambiable para describir la experiencia:

(1) Bautizado en el Espíritu—1:5; 11:16; véase también Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33. El término “bautismo en el Espíritu” generalmente sirve como un conveniente sustituto y también se usa en este documento.

(2) El Espíritu viene, o desciende, sobre—1:8; 8:16; 10:44; 11:15:19:6; véase también Lucas 1:35; 3:22.

(3) El Espíritu derramado—2:17,18; 10:45

(4) El don que mi Padre prometió—1:4

(5) El don del Espíritu—2:38; 10:45; 11:17

(6) El don de Dios—8:20; 11:17; 15:8

(7) Recibir el Espíritu—8:15,17,19; 19:2

(8) Lleno con el Espíritu—2:4; 9:17; además Lucas 1:15,41,67. Esta expresión, junto con “lleno del Espíritu”, tiene una aplicación más amplia en los escritos de Lucas. El mandato de Pablo de “ser llenos con el Espíritu” (Efesios 5:18) no se refiere a la plenitud inicial del Espíritu; es un mandamiento para continuar llenándose del Espíritu.

Ninguno de estos términos expresa todo lo que envuelve la experiencia. Son metáforas que expresan la idea de que el receptor es completamente dominado o saturado por el Espíritu, que ya mora en él (Romanos 8:9,14-16; 1 Corintios 6:19; Gálatas 4:6). Aunque el bautismo en el Espíritu es un don de la gracia de Dios, no debe llamarse “una segunda obra de gracia” o “una segunda bendición”. Tal expresión indica que un creyente no puede tener experiencia o experiencias de la gracia divina entre la conversión y el bautismo en el Espíritu Santo.[2]

UNA EXPERIENCIA POSTERIOR Y DISTINTA A LA CONVERSIÓN

Los grupos no pentecostales sugieren a menudo que el bautismo en el Espíritu Santo equivale a ser sellado con el mismo al momento de la regeneración y que, por ende, no existe manifestación visible del mismo. De modo que, para ellos, el bautismo en el Espíritu Santo implica solamente la obra mediante la cual el Espíritu de Dios coloca al creyente, al momento de la salvación, en unión con Cristo y en unión con otros creyentes en el Cuerpo de Cristo. Basan tal afirmación en 1 Corintios 12:12-13, el cual nos dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13). Con ello pretenden negar la experiencia pentecostal y la validez del movimiento; pero ¿Es realmente así?

Aunque concedemos cierta validez al razonamiento de nuestros hermanos no pentecostales, los pentecostales creemos que el bautismo en el Espíritu Santo no es lo mismo que la conversión, sino una experiencia posterior. Ser bautizado en el Espíritu Santo se debe diferenciar de lo que Pablo declara en 1 Corintios 12:13 que, según la sintaxis griega, se lee: “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo”. El contexto de este pasaje muestra que “por” es la mejor traducción, indicando que el Espíritu Santo es el instrumento o medio por el cual se lleva a cabo el bautismo. En los versículos 3 y 9 del capítulo, Pablo usa la misma preposición dos veces en el mismo versículo para indicar una actividad del Espíritu Santo. En 1 Corintios 12:13, “bautizados en un cuerpo” habla de la obra del Espíritu Santo de incorporar a un pecador arrepentido al cuerpo de Cristo (una expresión equivalente [“bautizados en Cristo] es usada en Romanos 6:3 y Gálatas 3:27). Este es el “un bautismo” de Efesios 4:5; es el bautismo indispensable e importante que resulta en el “un cuerpo” del versículo 4.

Dicho de otra manera: en la conversión, el Espíritu Santo bautiza en Cristo/el cuerpo de Cristo al nuevo creyente, haciéndolo parte del Pueblo del Pacto e hijo adoptivo de Dios; sin embargo, esto no es lo mismo a lo que nos referimos al hablar del bautismo en el Espíritu Santo, es más bien un bautismo en Cristo. ¿Por qué? Porque al momento de la salvación, el Espíritu Santo es el bautizador de los creyentes, el que incorpora a los creyentes al cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:13). Sin este bautismo no hay salvación ni adopción (Romanos 8:9; 8:15). Este bautismo en Cristo hace dos cosas, (1) nos une al Cuerpo de Cristo, y (2) hace realidad nuestra co-crucifixión con Cristo.

Por medio de este bautismo inicial en Cristo (nuestra incorporación a su cuerpo místico y nuestra unión con Él) somos resucitados con Él a una vida nueva (Romanos 6:4). Experimentar este bautismo en Cristo, efectuado por obra del Espíritu Santo (quien en este caso ejerce el rol de bautizador) sirve como base para mantener la unidad en la iglesia, como está escrito en el contexto de Efesios 4:5. Estar asociados con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección a través del bautismo de Cristo, establece la base para nuestra separación del poder persistente del pecado que está en nosotros y nuestro caminar en una vida nueva (Romanos 6:1-10, Colosenses 2:12). Sin este bautismo no hay regeneración ni esperanza de vida eterna (Juan 3:5).

Pero el bautismo en el Espíritu Santo, el cual es una experiencia subsiguiente y diferente a la conversión, es Cristo el bautizador, Él es quien bautiza en el Espíritu Santo (Mateo 3:11) y el Espíritu Santo es el elemento en el cual es inmerso el creyente ya incorporado previamente en el Cuerpo de Cristo. ¿Cómo lo sabemos? Porque la Escritura así lo afirma en numerosas ocasiones.

Es fácil deducir, a través del texto bíblico, que el bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia posterior a la conversión. En una ocasión Jesús dijo a setenta y dos de sus discípulos: “regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:20). Tal afirmación fue hecha antes de que ellos recibieran el bautismo en el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Si el bautismo en el Espíritu Santo fuese lo mismo que la conversión (u ocurriera simultáneamente) ¿cómo pudieron los setenta y dos, o incluso los mismos apóstoles, ser salvos (tener sus nombres escritos en los cielos) sin ser regenerados, lo cual es obra del Espíritu Santo?

De acuerdo con las palabras de Jesús, si sus discípulos hubieran muerto antes del descenso del Espíritu en Pentecostés, ellos seguramente habrían ido a la presencia del Señor, lo cual indica que su regeneración ocurrió en un momento anterior al bautismo en el Espíritu Santo ocurrido el día de Pentecostés (Hechos 2). Algunos eruditos afirman que la experiencia del nuevo nacimiento de los discípulos sucedió en el momento en que el Cristo resucitado “sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22), sin embargo tal suceso ocurrió posterior a lo relatado en Lucas 10:20, lo cual anula dicha hipótesis; además, eso equivaldría a decir que Cristo dio poder a 12 inconversos, no nacidos de nuevo, para representarle y echar fuera demonios, sanar enfermos y predicar el mensaje de salvación, una salvación que por cierto aún no poseían pues no habían recibido siquiera el Espíritu, el cual constituye las arras de nuestra herencia (Lucas 10:17-20; Efesios 1:13-14; Romanos 8:9). En el caso de los 72, así como de los apóstoles y demás discípulos de Cristo que le acompañaron fielmente durante su ministerio terrenal, resulta evidente que la conversión (salvación) no fue lo mismo, ni ocurrió al mismo tiempo, que el bautismo en el Espíritu Santo.

EL PENTECOSTÉS SAMARITANO

Es significativo también que en ningún caso el Nuevo Testamento iguala la expresión “llenos del Espíritu Santo” (usada en Hechos 2:4 para describir la experiencia pentecostal) con la regeneración. Siempre se usa en conexión con personas que ya son creyentes. El caso de los samaritanos es ilustrativo (Hechos 8:14–20). El pentecostés samaritano muestra que uno puede ser un creyente y aun así no haber tenido una experiencia del tipo pentecostal. Las siguientes observaciones muestran que los samaritanos eran genuinos seguidores de Jesús antes de la visita de Pedro y Juan:

(1) Felipe claramente les proclamó las buenas nuevas del evangelio (versículo 5).

(2) Ellos creyeron y fueron bautizados (versículos 12,16)

(3) Ellos habían “recibido [dekomai] la palabra de Dios” (versículo 14), una expresión sinónima de conversión (Hechos 11:1; 17:11; véase también 2:41)

(4) Pablo y Juan les impusieron las manos para “recibieran el Espíritu Santo” (versículo 17), una práctica que el Nuevo Testamento nunca asocia a la salvación.

(5) Los samaritanos, después de su conversión, tuvieron una dramática y observable experiencia del Espíritu (versículo 18).

LA CONVERSIÓN DE SAULO DE TARSO

Saulo de Tarso nos muestra a través de su experiencia este mismo punto (Hechos 9:17). En la conversión de Pablo podemos ver que ser bautizado, o más correctamente ser “lleno del Espíritu Santo” es una experiencia identificable que va más allá de la obra del Espíritu en la regeneración. Tres días después de su encuentro con Jesús en el camino a Damasco (Hechos 9:1–19), recibió la visita de Ananías. Las siguientes observaciones son importantes:

(1) Ananías se dirigió a él como “Hermano Saulo”, que probablemente indica una relación mutualmente fraterna con el Señor Jesucristo.

(2) Ananías no instó a Pablo al arrepentimiento ni a creer, aunque sí lo animó a ser bautizado (Hechos 22:16).

(3) Ananías puso las manos sobre Saulo para que recibiera sanidad y para que fuera lleno del Espíritu.

(4) Hubo un lapso de tres días entre la conversión y el momento en que fue lleno del Espíritu.

LOS CREYENTES EN ÉFESO

En Éfeso, Pablo encontró un grupo de Discípulos que no habían experimentado el bautismo en el Espíritu (Hechos 19:1–7). De este suceso derivan tres importantes preguntas:

(1) ¿Eran estos hombres seguidores de Jesús o seguidores de Juan el bautista? En el libro de los Hechos, en casi cada ocurrencia de la palabra “discípulo” (mathe-te-s), con sólo una excepción, se refiere a los seguidores de Jesús. La razón de Lucas para referirse a estos hombres como “ciertos discípulos” es que no estaba seguro del número exacto: “Eran por todos unos doce hombres” (versículo 7). Ellos eran creyentes cristianos que necesitaban enseñanza; como Apolos (Hechos 18:24–27), ellos necesitaban que se les expusiera “más exactamente el camino de Dios” (18:26).

(2) Qué quiso decir Pablo con la pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (una traducción estricta del versículo 2). Él percibió en ellos una carencia espiritual, pero no cuestionó la validez de su fe en Jesús ni su salvación. Considerando que en el libro de los Hechos la cláusula “recibir el Espíritu Santo” se refiere al bautismo (Hechos 8:15,17,19; 10:47; 2:38), Pablo está preguntando si han tenido la experiencia de la venida del Espíritu Santo sobre ellos en una manera carismática, cómo sí sucedió después (versículo 6).

(3) ¿Está de acuerdo Pablo con la enseñanza de Lucas de que hay una obra del Espíritu en los creyentes que se distingue de su obra en la salvación? Este suceso en Éfeso, como también la propia experiencia de Pablo, requiere de una respuesta afirmativa.

LOS CREYENTES EN CESAREA

En algunas ocasiones, la salvación y la recepción del bautismo o llenura del Espíritu Santo pueden ocurrir de forma simultánea, pero aún en tales casos podemos ver que ambos sucesos son distintos entre sí. El caso de Cornelio en Cesarea nos aclara un poco más este punto (Hechos 10:44–48). La narración acerca de Cornelio alcanza su punto cúspide en el derramamiento del Espíritu Santo sobre él y los de su casa.

Él no era cristiano antes de la visita de Pedro; él era un hombre temeroso de Dios, un gentil que había dejado el paganismo y había adoptado importantes aspectos del judaísmo sin convertirse en prosélito, es decir, plenamente judío. Aparentemente, quienes eran de la casa de Cornelio creyeron y fueron regenerados en el momento en que Pedro habló de Jesús como aquel a través del cual “todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (versículo 43). Al parecer, simultáneamente experimentaron un derramamiento del Espíritu como el que hubo el Día de Pentecostés, como Pedro después informó a la iglesia de Jerusalén (Hechos 11:17; 15:8,9). Las expresiones con que se describe esta experiencia no se usan en ninguna parte de los Hechos para describir la conversión: “el Espíritu Santo cayó sobre” (Hechos 10:44; 8:16); “el don del Espíritu Santo” (Hechos 10:45; 11:17; 8:20); “sobre los gentiles se derramase” (Hechos 10:45); “bautizados con [en] en el Espíritu Santo” (Hechos 11:16).

El bautismo en el Espíritu de los creyentes en Cesarea es paralelo al de los creyentes en Jerusalén (Hechos 2), Samaria (Hechos 8), y Damasco (Hechos 9). Pero a diferencia de la experiencia de sus antecesores, ellos vivieron una experiencia unificada en que la conversión y el bautismo en el Espíritu sucedió en una rápida sucesión, pero manteniéndose siempre como dos hechos separados. Si ellos no hubiesen creído, no hubiesen sido salvados, regenerados. Y sin esa experiencia previa, jamás hubieran recibido la llenura del Espíritu Santo.

¿A QUÉ CONCLUSIÓN NOS LLEVA LA BIBLIA?

El estudio de los casos anteriores nos permite concluir que:

(1.- En tres de las cinco instancias (Samaria, Damasco, Éfeso) las personas que tuvieron una experiencia del Espíritu identificable ya eran creyentes. En Cesarea, esa experiencia fue casi simultánea con la fe salvadora de Cornelio y los de su casa. En Jerusalén, los receptores (los apóstoles y demás discípulos) ya eran creyentes en Cristo.

(2.- En los tres relatos hubo un lapso entre la conversión y el bautismo en el Espíritu (Samaria, Damasco, Éfeso). El intervalo de espera en el derramamiento de Jerusalén fue necesario con el fin de que se cumpliera la importancia tipológica del Día de Pentecostés. En el caso de Cesarea, no se distingue un lapso, pero cumplió con el propósito de convencer a los judíos que los gentiles eran también herederos de la salvación.

(3.- La posición ideal y bíblicamente correcta es que el bautismo en el Espíritu Santo y la conversión, o la regeneración, no son lo mismo ni ocurren, necesariamente, al mismo tiempo.[3]

FUENTES:


[1] Declaración de Verdades Fundamentales, disponible en: https://ag.org/es-ES/Creencias/Declaraci%C3%B3n-de-verdades-fundamentales-

[2] VERDADES CARDINALES | EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO: https://pensamientopentecostalarminiano.org/2018/11/24/verdades-cardinales-el-bautismo-en-el-espiritu-santo/

[3] ¿ES EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO LO MISMO QUE LA CONVERSIÓN? | https://pensamientopentecostalarminiano.org/2021/02/24/es-el-bautismo-en-el-espiritu-santo-lo-mismo-que-la-conversion/

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