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¿Debería un pentecostal celebrar el Día de la Reforma?

Por Fernando E. Alvarado

Hoy me escribieron preguntándome lo siguiente:

“¿Por qué a los pentecostales les ha dado por celebrar el mes de la Reforma Protestante? ¡Ustedes ni siquiera son reformados! Es más ¡Ni siquiera son protestantes!” (y que conste que me lo dijo un “bautista reformado”)

Otro, un pentecostal me escribió también diciendo:

“Yo no celebro eso. Lutero, Calvino, todos esos ¡Son un fraude! No eran los hombres de Dios que sus seguidores dicen que fueron. Ellos fueron responsables de grandes pecados, provocaron guerras y muertes. ¡No veo que haya que celebrar!”

Aquí les respondo a ambos…

PARA EMPEZAR: ¿QUÉ SIGNIFICA EL TÍTULO REFORMADO?

Muchas veces se oye a gente diciendo “soy reformado” o “tal iglesia no es reformada” o “somos un grupo de amigos reformados”. En el mundo de habla española, esta etiqueta se usa en contextos muy diversos y muchas veces de forma equivocada. Normalmente se usa la etiqueta para referirse a una de las siguientes cinco concepciones:

(1) Que tal persona o iglesia cree en las cinco “solas” de la Reforma.

(2) Que tal persona o iglesia prefiere la predicación expositiva a diferencia de la predicación temática.

(3) Que tal persona o iglesia avala cierta postura salvífica (es decir, los cinco puntos del calvinismo).

(4) Que tal persona o iglesia sostiene cierta postura sobre la música y/o el Espíritu Santo (es decir, una postura conservadora).

(5) Que tal persona o iglesia sostiene cierta postura escatológica (es decir, el amilenialismo).

Sin embargo, ningunas de estas concepciones capta la verdadera profundidad y anchura de la etiqueta “reformado” y algunas reflejan un entendimiento totalmente equivocado.

Jamás debemos olvidar que la Reforma tuvo 4 ramas principales: los luteranos, los calvinistas, los anglicanos y los anabaptistas. Estos 4 movimientos pueden ser llamados en propiedad Iglesias Reformadas, no sólo los calvinistas. Por lo tanto, “reformado” no significa exclusivamente “calvinista” o seguidor de las ideas de Calvino. Fue hacia el año 1600 que los calvinistas comenzaron a apropiarse para sí mismos del nombre “reformados” y a llamar “luteranos” a los que diferían de ellos. Dicho de otra manera, los seguidores de Calvino se “robaron” para sí el nombre “reformados”, asumiendo erróneamente que eran los únicos y legítimos herederos de la Reforma, cuando la verdad es que solo son una rama de la misma (y ni siquiera la rama mayoritaria). En todo caso, serían los luteranos quienes más derecho tendrían a ser llamados “reformados”, pues fue Martín Lutero, su fundador, quien hizo estallar la Reforma Protestante (y esto es lo que con tanto celo celebran los mismos calvinistas cada 31 de octubre, Día de la Reforma).

Tristemente, con una actitud de arrogancia y de pedantería espiritual, los calvinistas y sus herederos le niegan el título “reformados” a todos los que difieren de ellos y rechazan el TULIP, tienen una organización eclesiástica diferente o difieren en sacramentos y otros detalles menores. En la mentalidad reducida de los mal llamados “reformados” modernos, los luteranos, anglicanos y anabaptistas (y ya no se diga los otros grupos de ellos surgidos) son excluidos de la etiqueta de “reformados” por varios motivos doctrinales: los anglicanos por su eclesiología (tienen obispos), los luteranos además de por su eclesiología (tienen obispos), por su postura sobre la cena del Señor (la presencia corporal de Cristo en el pan y vino) y los bautistas por su postura sobre el bautismo, sobre la relación entre el Antiguo y Nuevo Testamento y sobre la relación entre el estado y la iglesia (una división clara y total). Esto, sin embargo, es puro sectarismo. Cualquier iglesia nacida de la Reforma es, por naturaleza, una iglesia reformada, ya que nació con, se inspiró en, o se derivó de la Reforma Protestante iniciada en 1517, que por cierto no fue calvinista. Los seguidores de Calvino pueden continuar robándose el título de “Reformados” si quieren (ya lo hicieron desde el sigo XVII), sin embargo, nada cambia lo que es históricamente correcto.

A este punto quiero recalcar lo siguiente:

LA TEOLOGÍA QUE HOY DICE LLAMARSE “REFORMADA” NO NECESARIAMENTE REPRESENTA LA MENTALIDAD DE LUTERO, EL PADRE DE LA REFORMA; POR CONSIGUIENTE, EL USO DEL TÉRMINO “REFORMADA” PARA REFERIRSE EXCLUSIVAMENTE A LA DOCTRINA CALVINISTA ES ABUSIVO.

Honestamente, a los pentecostales no nos importa si los calvinistas o cualquier otro nos considera reformados o no, o si piensan que somos protestantes o no. ¡Pueden quedarse con sus títulos! Somos cristianos y eso nos basta. Por otro lado, si quisiéramos usar dicho título tampoco tenemos que pedirle permiso a nadie para hacerlo.

SIGUIENDO: YO SÉ QUE LOS REFORMADORES NO FUERON PERFECTOS

De hecho ¡Todo mundo lo sabe! Y es lo que deberíamos esperar de cualquier humano: imperfección y pecado. Como ya lo mencioné en párrafos anteriores, la Reforma Protestante no fue un suceso único con un líder universal y una línea de pensamiento teológico monolítico y homogéneo. Las cuatro tradiciones protestantes principales que surgieron de la Reforma fueron la luterana, la calvinista, la anabaptista y la anglicana, cada una con importantes y valiosos aportes, pero también con graves errores y desaciertos. Por ejemplo:

(1.- MARTÍN LUTERO – Para empezar, Lutero no clavó sus famosas 95 tesis en la puerta de la iglesia de Todos los Santos, la Schlosskirche de Wittemberg, el 31 de octubre de 1517, que es como durante siglos hemos estudiado el dramático acontecimiento inicial de la Reforma protestante. La mayoría de los historiadores contemporáneos afirma que esas Tesis fueron enviadas como correspondía al superior eclesiástico de Lutero que era el arzobispo Alberto de Magdeburgo y al obispo Jerónimo Schultz, que eran los oficiales inmediatamente superiores en la Iglesia en condiciones de examinar y dar la aprobación para su publicación. La carta de Lutero con la que se acompañaron las Tesis dirigida ese día al Arzobispo corrobora este dato. El mito de que Lutero clavó sus 95 tesis en la catedral de Wittemberg el 31 de octubre de 1517 fue creado por Felipe Melanchton, su discípulo y amigo, con el propósito de presentar una imagen idealizada del reformador alemán.

Tampoco es un secreto que Lutero (el real, el histórico y despojado de toda idolatría sectaria) fue un personaje de carne y hueso lleno de dudas y contradicciones: conservador como se advierte durante la Guerra de los Campesinos (cuya masacre consintió y hasta recomendó), lujurioso (el mismo dijo en cierto ocasión: «he tenido tres mujeres a la vez»), misógino (despreciaba a las mujeres y las consideraba inferiores), quisquilloso, colérico y capaz de odios implacables, un antisemita, con un antisemitismo del que el mismo Hitler se hubiera sentido orgulloso (de hecho, Hitler extrajo algunas de sus ideas racistas del pensamiento de Lutero).[1]

(2.- JUAN CALVINO – ¡Hay tanto que decir de él! Para numerosos profesionales de la medicina, la historia, la psicología y la psiquiatría, Calvino es un caso patológico. El médico, historiador y erudito catalán José María Serra de Martínez, quien consagrara su tiempo al estudio al estudio de la vida de Calvino, escribió:

“Era serio y aplicado, pero sombrío, taciturno, malhumorado, inquieto y raro; duro con los demás y consigo mismo, y siempre inclinado a la acusación, a la sospecha, a la intriga y al rencor… no fue nunca hombre sano; fue, como veremos, un perseguido constante por la enfermedad. El cuadro clínico que presenta Calvino es el del artrítico en su grado máximo, en todas las manifestaciones típicas de esta diátesis. Unas veces la fiebre, la gota, las hemorroides, y siempre la tisis, que le impedía respirar. Quejóse con frecuencia de jaqueca, la que apenas le dejaba un día libre… Evidentemente Calvino era egoísta, irritable, e inestable; su egoísmo le hizo taciturno y orgulloso; su irritabilidad le convirtió en severo, cruel y tirano; y su inestabilidad de carácter le hizo ser inquieto, turbulento y belicoso. Este estado morboso de larga duración, agravado por el género de vida que hacía Calvino, que bien poco se cuidaba, continuamente absorto y preocupado en su obra reformadora y en la inquietud de perseguir a sus enemigos fantásticos o reales, vino a degenerar en una exacerbación de su demencia, y por ello se explica su tiranía verdaderamente monstruosa y sus persecuciones llenas de odio y brutalidad, y en el fondo inexplicables, pero debidas sin duda a las toxinas tuberculosas que perturbaban el funcionamiento celular del cerebro esclerosado…”[2]

Tales opiniones sobre Calvino no fueron gratuitas. Serra basó sus opiniones en el estudio de numerosas obras históricas, medicina y psiquiatría, entre ellas: Dr. CABANNÉS, Las indiscreciones de la historia, 1929; LEVY VALENCI, Psiquiatría, 1931; REGIS, Tratado de psiquiatría, 1909; T. DE BIESE, Vida de Calvino, 1580; FUNK, Historia eclesiástica, 1908; MOURRET, Historia general de la Iglesia, 1921; [61] PASTOR, Historia de los Papas, 1925; FISCHACHER, La juventud de Calvino, 1888; RENAND, El peligro protestante; GAUTIER, Las enfermedades de Calvino, 1905; MAIBOUG, Historia del Calvinismo, 1682; HIEROME HERMES BAHEC, Vida, muerte y doctrina de Juan Calvino, 1577; Dr. GRASSET, Fisiopatología, 1912; Dr. WEIGGANT, Manual de Psiquiatría, 1909; BALMES, El protestantismo; CALVINO, Corpus reformatorum, 1899; DOUMERGE, Doctrina de la predestinación de Calvino, 1829; CORNELIUS, Trabajos históricos, 1829; ABEL LEFRANC, La jeunesse de Calvin, 1882; F. BRUNETIÈRE, La obra de Calvino; BOUVIER, La question Michel Servet, 1908; Dr. BREAN, Histoire de la vie de Jean Calvin, 1875; ELSTEIN, Tratado de Medicina, 1906; E. BEULER, Tratado de Psiquiatría, 1924; CORRAL Y MAESTRE, Patología General, 1907; A. NICOLAS, Del protestantismo, 1899.

(3.- LA REFORMA ANABAPTISTA – Los primeros anabaptistas creían que su reforma debía purificar no únicamente la teología sino también la vida real de los cristianos, especialmente sus relaciones políticas y sociales. Es por ello que, personalmente, considero a los anabaptistas como los más cercanos a lo que verdaderamente debió ser la Reforma. Pero ni ellos, sin embargo, estuvieron siempre a la altura de lo que debió ser la Reforma. El fanatismo contaminó al anabaptismo desde sus inicios.

En 1534, en la ciudad de Münster, tomó el poder una secta anabaptista radical cuyo objetivo era crear la Nueva Jerusalén, en la que se viviría conforme a las enseñanzas de la Biblia. Pronto, no obstante, la exaltación religiosa se apoderó de los nuevos gobernantes y los habitantes quedaron a la merced del fanatismo más desenfrenado. La ciudad fue “purificada” de católicos y luteranos, y los disidentes fueron ejecutados sin piedad. La población se vio obligada a vivir en la austeridad más total y a compartir todos sus bienes, observando un estricto comunismo religioso. Todos los libros, con la excepción de las Sagradas Escrituras, fueron destruidos en la hoguera, y un hombre al que juzgaron poseído por el demonio fue arrojado de una torre. Para emular el estilo de vida de los personajes del Antiguo Testamento, fue instituida la poligamia, y las mujeres que se negaban a aceptar esta nueva realidad fueron castigadas con la muerte. Este reino del terror duró cerca de un año, hasta que las tropas del obispo Franz van Waldeck lograron penetrar en la ciudad y poner punto final a la dictadura anabaptista.[3]

(4.- ENRIQUE VIII Y LA REFORMA ANGLICANA – El desencadenante de la Reforma inglesa no fue un Avivamiento espiritual. Fue el deseo del rey Enrique VIII de obtener la nulidad de su matrimonio. Todo comenzó como una disputa política y no teológica. Bien podría decirse que el adulterio y la lujuria de Enrique VIII fueron la verdadera motivación en el surgimiento del anglicanismo. Este tirano, asesino de católicos y de sus propias esposas por no darle un heredero varón, ni siquiera merece estar en la lista de héroes de la Reforma. Él, sin embargo, fue el iniciador de la reforma anglicana, otra rama de la reforma protestante.[4]

Lejos de idealizar la Reforma Protestante iniciada en 1517 por Lutero, y continuada por otros reformadores en años siguientes. Soy consciente que las vidas de estos grandes hombres dejaron mucho que desear. No los considero modelos a seguir en todo, pero tampoco me cierro a rechazar sus aportes al cristianismo por sus errores personales. De una forma u otra, Dios usó sus vidas imperfectas para iniciar una obra que avanzaría, crecería, se desarrollaría y maduraría con el paso de los siglos. A fin de cuentas (y sin ánimo de ofender a dichos personajes), si Dios le habló a Balaam a través de un asno, ¿Por qué no podría haber usado a pecadores imperfectos como Lutero, Calvino, los anabaptistas radicales y al mismo Enrique VIII para dirigir la historia hacia donde a él le placía?

POR QUÉ YO SÍ LO CELEBRARÉ

Sí, sé que la información arriba mencionada es perturbadora. Y es por eso que debemos preguntarnos de nuevo: ¿Vale la pena celebrar la Reforma? Sí, pero no con el sentido idolátrico y negacionista de la historia con el que otros lo hacen. Los reformadores no fueron “santos perfectos e infalibles”. Fueron pecadores, imperfectos y se equivocaban tanto o más que nosotros hoy en el siglo XXI. A pesar de ello, creo que vale la pena celebrar la Reforma si así lo elegimos.  Y esto al menos por 6 razones:

(1. SI APRECIAS TENER UNA COPIA DE LA BIBLIA EN TU IDIOMA, DEBERÍAS CELEBRAR LA REFORMA: ¿Los nombres Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina te suenan familiares? Son los traductores de la Biblia Reina-Valera, que es la versión más leída en todas las iglesias hispanas. La Reforma permitió la traducción de la Biblia a la lengua del pueblo (la iglesia católica sólo la permitía en latín), lo cual incluye al castellano. Si esta mañana has leído tu Biblia en español, dale gracias a Dios por la Reforma.

(2. SI COMO YO ERES PASTOR Y ESTÁS CASADO, DEBERÍAS CELEBRAR LA REFORMA: Antes de la Reforma, los clérigos lo tenían prohibido. Roma enseñaba —y aún enseña— que el celibato es el estado civil más santo, y por lo tanto lo requiere de sus sacerdotes, monjas, y monjes. Lutero, tras leer la Biblia detenidamente, escribió: “No existe nada en la Escritura que requiera el celibato. De hecho, la Biblia quiere que la gente “fructifique y se multiplique.” Lutero no solo abogó por la abolición del celibato para los clérigos, sino que ayudó a una monja a escaparse de un convento y se casó con ella para probar su punto. ¡Bendito sea Lutero! (es maravilloso estar casado y ser ministro de la Palabra).

(3. SI SABES QUE TU TRABAJO SECULAR GLORIFICA A DIOS TANTO COMO EL TRABAJO DE UN PASTOR, DEBERÍAS CELEBRAR LA REFORMA: Un ingeniero cristiano que hace su trabajo con excelencia es tan amado por Dios como teólogo, pastor, evangelista o misionero. Ambos tienen una tarea por hacer en el reino de Dios. Los reformadores se esmeraron mucho en elevar las tareas cotidianas hechas para el Señor. “No solo son las personas dentro de la iglesia las que hacen la obra de Dios”, comenta Lutero sobre 1 Pedro 2:9. “Oh, no. Todos somos sacerdotes. Por tanto, todos hacemos la obra de Dios”.

(4. SI APRECIAS LA LIBERTAD DE CONCIENCIA Y EL DERECHO A ELEGIR TU PROPIA RELIGIÓN O NO PRACTICAR NINGUNA, DEBERÍAS CELEBRAR LA REFORMA: Antes de la Reforma la libertad de conciencia era una utopía. Todos estaban obligados a pertenecer a la iglesia católica, así no estuvieran de acuerdo con sus enseñanzas. Tampoco había otras opciones para alguien que quisiera permanecer en el cristianismo. Incluso nuestra fe pentecostal no hubiera sido posible sin el derecho a la libertad de conciencia cimentado en las enseñanzas de la Reforma.

(5. SI ESTÁS ACOSTUMBRADO A ESCUCHAR EL EVANGELIO DE LA JUSTIFICACIÓN POR GRACIA A TRAVÉS DE LA FE, DEBERÍAS CELEBRAR LA REFORMA: La Reforma era necesaria porque recuperó el evangelio. La pregunta fundamental para la humanidad es, ¿qué debo hacer para ser salvo? Y la iglesia medieval titubeaba al responder. ¿Cuántos han entrado a la eternidad pensando que su posición delante de Dios estaba bien debido a ciertos ritos y obras? La Reforma recuperó la proclamación clara de que somos reconciliados con Dios solo a través de la fe en Cristo.

(6. SI TE REGOCIJAS AL VER EL EVANGELIO PREDICADO POR TODO EL MUNDO, DEBERÍAS CELEBRAR LA REFORMA: La Biblia fue traducida a las lenguas vernáculas para que la gente tuviera acceso a la Escritura. Esto, a su vez, provocó un imperativo misionero, el cual fue testigo de muchos predicadores enviados a toda Europa, Norteamérica, India, y hasta Sudamérica. Nosotros hoy, a 501 años de la Reforma Protestante, continuamos recibiendo bendición de lo que Dios hizo allí.

Por estas razones y muchas otras, yo, como evangélico y pentecostal, celebro la Reforma Protestante. Me da lo mismo si a un calvinista le parece apropiado o no. Respeto si otros pentecostales optan por no hacerlo, pero yo no veo nada de malo en hacerlo. Por el contrario, nos recuerda las razones por las cuales existimos como movimiento y nos invita a la reflexión para no cometer los mismos errores.

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS


[1] Heiko A. Obernan, «Lutero, un hombre entre Dios y el diablo» (Alianza Universidad, 1992).

[2] José María Serra de Martínez, Juan Calvino – Un Caso patológico, Editorial Vilamala, Barcelona 1932, pp. 55-61

[3] Estep, William R. (1963) Historia de los Anabautistas. Casa Bautista de Publicaciones, 1975.

[4] Avis, Paul. «What is Anglicanism?» en Sykes, Stephen y Booty, John. The Study of Anglicanism (SPCK 1988) p. 405

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