Por Fernando E. Alvarado
La doctrina de la expiación limitada, enseña que Cristo efectivamente redime de cada pueblo “solo a aquellos que fueron elegidos desde la eternidad para salvación”[1]. En el calvinismo, la muerte de Cristo fue para todos en lo que respecta a la suficiencia de la satisfacción que Él logró, pero no en lo que respecta a su aplicación. En otras palabras, la muerte de Cristo fue suficiente para expiar los pecados del mundo entero, pero la voluntad de Dios fue redimir efectivamente a aquellos y solo a aquellos que fueron elegidos desde la eternidad, y dados a Cristo por el Padre. A menudo el término “redención particular” se usa como sinónimo de “expiación limitada”, porque busca dejar claro que Jesús no murió en lugar de cada pecador en la tierra, sino por su propio pueblo y por nadie más, limitando así el alcance del amor y la misericordia divinas. La pregunta es: ¿Apoya la Biblia la doctrina de la Expiación limitada o redención particular?
LA SALVACIÓN ES PARA TODOS SEGÚN LA BIBLIA
La Biblia declara que Dios, exactamente como se esperaría de alguien quien es amor y Padre de misericordias, ama a todos con amor infinito y desea que todos se salven. Él no quiere que ninguno perezca y ha hecho de la muerte de Cristo el sacrificio propiciatorio por los pecados de toda la humanidad, si tan sólo creen en él:
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“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). Seguramente el «todos» que se refiere a aquellos que iban por mal camino son los mismos «todos» (es decir, todo Israel y toda la humanidad) cuya iniquidad fue puesta en Cristo.
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“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. (Juan 1:29). Así como en el Antiguo Testamento los sacrificios fueron ofrecidos para todo Israel y no para un grupo selecto de israelitas, también el cumplimiento mismo del sacrificio de Cristo como el cordero de Dios fue ofrecido para toda la humanidad y no para unos cuantos «elegidos» o un número limitado.
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“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él .El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:14-18, 36). Nótese que, por medio de la serpiente de bronce elevada, la cual Cristo dijo que era la figura de él mismo siendo levantado en la cruz, Dios trajo sanidad y salvación al pueblo. Dicha salvación es para todos los que miraren a él por fe, no sólo para unos cuantos elegidos.
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“Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel” (Malaquías 4:4). La ley, con su acompañamiento de sacrificios, era para todo Israel, no para algunos cuantos elegidos, y el cumplimiento en Cristo es para toda la humanidad.”
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“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37).
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16).
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“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos” (Romanos 5:6). Todos son impíos, no solamente los elegidos.
“Más la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes” (Gálatas 5:22).
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“Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
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“El que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15). Por cierto, los elegidos no son los únicos pecadores.
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“El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
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“El cual se dio a sí mismo en rescate por todos” (2 Timoteo 2:6).
“Quien es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen” (1 Timoteo 4:10).
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“Para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (Hebreos 2:9).
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“No queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
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“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 1:9-2:2).
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“Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1 Juan 4:14).
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“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:14-15).
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“Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20Así que, somos embajadores en nombre de Cristo” (2 Corintios 5:19-20).
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“Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida” (Romanos 5:18).
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“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11).
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“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:34-35).
Tomar todas estas (y muchas otras declaraciones similares) y atreverse a decir que sólo se refieren a un grupo selecto de elegidos es cambiar deliberadamente la palabra de Dios. ¿O es que solo los elegidos se descarrían como ovejas perdidas? ¿Sólo los elegidos tienen sed? ¿Sólo los elegidos son impíos y pecadores? ¿Sólo los elegidos están bajo pecado? Es obvio que no. La salvación está disponible a través de la fe en Cristo para todo el que quiera apropiarse de ella. Estos versículos y muchos más como ellos declaran en un lenguaje inequívoco que Cristo fue enviado para ser «el Salvador del mundo,» que su muerte fue «un rescate por todos» y que por lo tanto es «el Salvador de todos los hombres» que creen. Creer que se refiere solo al mundo de los elegidos es una suposición injustificada. Tal argumento es falaz.
¿A QUIÉN LE CREEREMOS?
Lamentablemente, en su deseo de defender el calvinismo muchos se ciegan a las Escrituras y a la razón. Obviamente, la multitud de versículos que claramente declaran que Dios ama a todos y es misericordioso para con todos y que Cristo murió por todos, no se anulan con otros versículos declarando que Cristo murió por la iglesia, que su muerte fue un rescate para muchos o la seguridad de que él murió por nosotros. Por supuesto, los apóstoles, escribieron a creyentes, para recordarles que Cristo murió por ellos, pero esa declaración no puede anular muchas de las obvias declaraciones de que Él murió por todos. Sin embargo, este mismo argumento es ofrecido repetidamente por calvinistas hasta este día.
Con tal razonamiento, Pablo no hubiera sido capaz de utilizar «vosotros», «ustedes», etc., en sus escritos a los Corintios porque eso significaría que los beneficios de la muerte de Cristo y la resurrección eran sólo para ellos. Por el mismo argumento, para David decir: “Jehová es mi pastor” (Salmo 23:1) significa que se trataba sólo de David. O cuando los profetas de Israel escribieron, «Verdaderamente tú eres Dios que te encubres, Dios de Israel, que salvas» (Isaías 45:15; Jeremías 50:34), significa que Dios solo era el Dios y el Redentor de Israel. Igualmente, absurdo sería para Pablo decir “el cual me amó” (Gálatas 2:20), lo cual significaría que Cristo solo amó a Pablo.
Otros argumentos que emplean los calvinistas son igualmente irrazonables. Tal falta de lógica lo vemos aun hoy en día en muchos eruditos neo-calvinistas. Por ejemplo, en un intento poco razonable de John Piper y su personal pastoral por explicar 1 Timoteo 4:10, él afirma:
“La muerte de Cristo demuestra tan claramente el aborrecimiento justo de Dios del pecado, que él es libre para tratar al mundo con misericordia sin comprometer su justicia. En este sentido Cristo es el Salvador de todos los hombres. Pero es sobre todo el Salvador de aquellos que creen. El no murió por todos los hombres en el mismo sentido… La muerte de Cristo realmente solo salva de todo mal a aquellos por quienes Cristo murió en forma particular»[2]
¡Su interpretación del texto es totalmente contradictoria! ¿Suena coherente afirmar que Cristo no murió por todos los hombres en el mismo sentido, pero que él es el Salvador de todos los hombres en el mismo sentido? ¿Cuál es este sentido? No podemos hallar ningún sentido en estas tonterías. Pero otra vez, muestra el extremo en el que muchos son capaces de caer para defender el calvinismo. Aún Spurgeon mismo se contradijo al decir que Dios es capaz de salvar a todo el que él desea salvar. Pero luego afirmó que Dios no puede ser sincero ya que no todos son salvos, ni es su deseo que todos los hombres sean salvos. Por lo tanto, el Dios del calvinismo es menos benevolente que Spurgeon, quien deseaba que todos los hombres fueran salvos, y seguramente menos benevolente que Pablo, quien estaba dispuesto a ser «anatema» para salvar a sus hermanos judíos (Romanos 9:1-5). ¿Cómo podría Dios desear que todos los hombres sean salvos, tener el poder para salvar a todos a quienes él desea salvar y, sin embargo, no salvarlos a todos?
John MacArthur (al igual que Spurgeon) intenta escapar de la contradicción evidente diciendo que Dios tiene una voluntad de «decreto» y una «voluntad de deseo».[3] En el proceso de intentar escapar de una contradicción, cae en otra. ¿Cómo podría Dios, según la posición extrema del calvinismo en cuanto a su soberanía, no decretar algo que el realmente desea? Los calvinistas se jactan que ellos son exegetas de las Escrituras. ¿Pero dónde en 1 Timoteo 2:4 (o en cualquier otro lugar) existe incluso un indicio de «dos voluntades», una de «decretos» y otra de «deseos» tal como lo enseñan Piper, MacArthur y otros? Es la imposición sobre las Escrituras de una teoría anti-bíblica que atrapa al calvinista en estas contradicciones. Obviamente, la contradicción desaparecería si admitiesen que Calvino y sus ideas están erradas, pero esto no se puede permitir, porque destruiría el becerro de oro del calvinismo. Neciamente, cierto erudito calvinista afirma:
«Si la muerte de Cristo estaba destinada a salvar a todos los hombres, entonces debemos decir que Dios no era capaz o no estaba dispuesto a llevar a cabo sus planes».[4]
Tristemente olvida que la muerte de Cristo sólo beneficia a los que reciben a Cristo (Juan 1:12) y que la salvación es «la dadiva de Dios» (Romanos 6:23) y debe ser recibida voluntariamente.
En cuanto a los hombres teniendo poder de oponerse a los planes de Dios, ¿Es el mal en el mundo el plan de Dios? ¿Por qué entonces debemos orar, «Hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra»? Las Escrituras dejan en claro que el beneficio de la muerte, sepultura, y resurrección de Cristo, como pago completo por los pecados del mundo, está disponible para ser recibido por todo aquel que cree al Evangelio. Mientras que la ira de Dios permanece sobre todos los que rechazan a Cristo y la salvación que Él verdaderamente ofrece a todos.
Sin lugar a duda, la expiación limitada es la parte de la doctrina calvinista que más flagrantemente niega las Escrituras y la magnitud del amor de Dios. Lamentablemente pocos calvinistas están dispuestos a admitirlo.
REFERENCIAS:
[1] Cánones de Dort, II.8.
[2] John Piper and Pastoral Staff, “TULIP: What We Believe about the Five Points of Calvinism: Position Paper of the Pastoral Staff”, (Minneapolis, MN: Desiring God Ministries, 1997), 14–5.
[3] John MacArthur, The MacArthur Study Bible; Nashville, TN: Word Publishing, 1997, 1862.
[4] Loraine Boettner, The Reformed Doctrine of predestination; Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1932, 155