Por Fernando E. Alvarado
El rasgo distintivo del hombre prudente es el ser capaz de deliberar y de juzgar de una manera conveniente sobre las cosas.»
Aristóteles

INTRODUCCIÓN
En estos días de crisis sanitaria hemos podido ver la influencia que está teniendo la religión y la fe en lo que está pasando y lo que podría pasar con el coronavirus. Tenemos muchos ejemplos de ello.

ENTRE LA FE Y EL ABSURDO
En Corea del Sur, los integrantes de la Iglesia Shincheonji de Jesús, el Templo del Tabernáculo del Testimonio (un grupo fundado en la década de 1980 y cuyo culto se centra en la personalidad de su fundador y presidente, Lee Man-hee, quien asegura que Jesucristo se apareció ante él como una «brillante figura celestial» y lo nombró el «Pastor Prometido» mencionado en la Biblia como la segunda venida del Mesías) se volvió el epicentro de la epidemia surcoreana de coronavirus. Alrededor de 9.300 miembros de Shincheonji fueron aislados por estar infectados con el nuevo coronavirus. Según las autoridades del país asiático, en los servicios religiosos en la ciudad de Daegu, en el sudeste, los feligreses se infectaron unos a otros y luego se desplegaron por todo el país, aparentemente sin ser detectados y sin que a ellos les preocupase infectar a otros. Pero ¿por qué no se protegieron ni le dieron la importancia debida a la enfermedad? Porque los feligreses del culto, instruidos por su falso mesías, ven la enfermedad como una debilidad que a ellos, como creyentes, no les afecta. Ellos se consideran a sí mismos en un plano superior de comunión con Dios y merecedores de una especial protección divina. El mismísimo líder del grupo aseguró en un comunicado que la enfermedad era una «prueba de Satanás» y que no darle importancia demostraba que eran los verdaderamente elegidos por Dios para vencer el mal.[1]
En Nicaragua, el gobierno convocó a sus simpatizantes y empleados públicos a una multitudinaria marcha para rezar y pedir ayuda divina y así, supuestamente, de esa manera hacer frente “con amor” a la epidemia mundial. La caminata fue anunciada por la propia vicepresidenta, Rosario Murillo, y fue bautizada como ‘Amor en tiempos del Covid-19’, pese a que esta clase de aglomeraciones multitudinarias son contraindicadas en caso de pandemias.[2] Murillo no es cristiana evangélica, sino una practicante confesa del esoterismo. “La compañera Rosario”, como la llaman los seguidores, enarbola un discurso que amalgama religiosidad, utopías de izquierda, idealismo y espiritualidad. Esta poetisa que coquetea con la literatura, tiene un relato esotérico donde conjuga liturgia cristiana con superstición popular. En sus arengas utiliza frecuentemente tres elementos vinculados entre sí. “¡Nicaragua Cristiana, Socialista, Solidaria!”, dice. “¡La Patria Libre, la Patria Linda, la Patria Bendita!”. O “¡Cuánta Bendición! ¡Cuánto Prodigio! ¡Cuánto Milagro!”. Frases cargadas de magia para levantar el fervor popular.[3]

En África, el pastor Frankline Ndifor, de 39 años afirmaba que podía curar el corovirus. Ndifor, conocido en Camerún como ‘El profeta’ y cuya popularidad era tan grande que incluso fue candidato presidencial en las elecciones del año 2018 en ese país convocaba a sus seguidores a su iglesia, llamada Kingship International Ministries, y, una vez reunidos, ponía sus manos sobre las cabezas de quienes estaban enfermos. Después, entre todos oraban para que el virus desapareciera. Sin embargo, el pasado sábado 16 de mayo, se dio a conocer que falleció a causa de la pandemia. La ceguera y el fanatismo de sus seguidores quedó en evidencia cuando, el día de su funeral, los miembros de su iglesia gritaban y afirmaban que no había muerto, sino que estaba en un «retiro espiritual con Dios» y que luego resucitaría.[4]
En Estado Unidos, durante uno de sus programas en el canal Victory, el polémico telepredicador Kenneth Copeland, famoso por su opulento estilo de vida y por ser uno de los principales promotores de la confesión positiva y el falso Evangelio de la Prosperidad, ofreció a sus seguidores una curación espiritual del Covid-19. Copeland extendió su mano hacia la cámara y pidiendo a los espectadores que tocaran la pantalla de su televisor para poder recibir la sanación comenzó a orar: «Gracias, Señor Jesús. Él recibió tu sanación. Ahora dilo: la tomo. La tengo. Es mía. Te lo agradezco y te alabo”.

Copeland continuó orando y repitiendo una serie de frases como: “No soy un enfermo tratando de curarme. ¡Estoy curado, y el Diablo está tratando de darme la gripe! … O cualquier otra cosa que esté intentando. Curado y bien, en el dulce nombre de Jesús. Amén. Aleluya». Al terminar su oración, Copeland afirmó que toda su audiencia había quedado curada del Covid-19. Copeland cerró diciendo: «Según la palabra de Dios, estoy curado. Y no considero mi propio cuerpo. No considero síntomas en mi cuerpo. Solo lo que Dios ha prometido».[5]
Otros pastores de renombre, en abierta oposición a las medidas sanitarias impuestas por las autoridades, se han opuesto al cierre temporal de las iglesias y han visto en ello señales de persecución contra el cristianismo. En nombre de Dios han invitado a sus feligreses a la desobediencia civil y la reapertura de los templos, calificando de «timados», faltos de fe y sumisos al poder político a quienes se niegan a reabrir los edificios religiosos.[6]

¿FE O NECEDAD?
¿Qué tienen en común estos casos ocurridos en Asia, en Centroamérica y en Norteamérica? ¿Fe sincera pero errada? ¿fanatismo religioso? ¿Necedad? ¿Rebeldía? Dios lo sabe. Él conoce los corazones y las intenciones de cada uno. Pero una cosa sí es cierta: El hecho de que algunas personas crean literalmente que basta con su religión y su fe ciega para protegerse del coronavirus las lleva a ponerse en peligro de contraer el virus ellas mismas y en consecuencia de contagiar a aquellas personas con las que tengan contacto físico. La fe, sin embargo, jamás debe ser tomada como justificación para la imprudencia, pues escrito está:
«El sabio teme y se aparta del mal, pero el necio es arrogante y descuidado.» (Proverbios 14:16, NBLA)
«El hombre prudente ve el mal y se esconde, los simples siguen adelante y pagan las consecuencias.» (Proverbios 27:12, NBLA)
Aunque la fe llega incluso a superar la lógica humana esta, sin embargo, jamás es irracional ni ciega, tampoco es absurda ni tonta. Sobre todo la fe bíblica, la cual es perfectamente razonable.

LO QUE LA PANDEMIA HA PUESTO AL DESCUBIERTO
Pero la pandemia no solo ha puesto en evidencia la fe ingenua, irracional, equivocada y antibíblica de muchos creyentes sinceros, sino la poca convicción e hipocresía de otros que, de forma fraudulenta, se lucran de la fe de otros al afirmar poseer poderes milagrosos, desviando la gloria hacia sí mismos en vez de dirigirla hacia Dios. Resulta iluminador el considerar que algunos líderes religiosos que dicen ser capaces de llevar a cabo “milagros de curación de enfermedades” y que se lucran y ganan fama mediática a través de eso hayan cancelado eventos masivos de “sanación” justo cuando más se les necesita. Veamos la paradoja: dicen tener poder para curar, pero desconvocan actividades ante el riesgo de enfermar ellos mismos por el coronavirus.
Esto resulta sospechoso a los ojos del mundo y de los mismos creyentes evangélicos, ya que los lleva a pensar que, si fuera cierto que tienen tales poderes: ¿no deberían más bien ir a hospitales, clínicas y centros médicos a sanar enfermos? La cancelación de estas concentraciones “milagrosas” es un reconocimiento implícito de que en realidad no cuentan con el poder que dicen tener y con el cual obtienen grandes sumas de dinero. ¿O por qué no ejercen el ministerio de la visitación casa por casa y llevan sanidad a los enfermos por la pandemia? Los chamanes, falsos apóstoles y mercaderes de la fe han sido puestos en evidencia por la plaga.

Bien harían tales líderes religiosos en reconocer abierta y públicamente que no tienen ninguna clase de poderes especiales para enfrentar al coronavirus o cualquier otra enfermedad. El COVID-19 ha dejado en claro que las declaraciones, decretos y confesiones positivas carecen de poder real. Cual hojas de la higuera maldita, tal verborragia es puro follaje sin frutos (Mateo 21:18-19). El poder reside en Dios, no en nosotros. El poder para hacer milagros y efectuar sanidades depende de la voluntad y soberanía divina, no de la nuestra. Y aunque se nos puede conferir cuando Dios así lo decide, dicho poder no es nuestro ni reside en nosotros de forma incondicional. Esta verdad ha sido reconocida y aceptada desde siempre por los pentecostales de sana doctrina que, a diferencia de muchos de esos embaucadores de la TV, siguen ejerciendo sabiamente su ministerio aún en tiempos de la pandemia.

LOS PRIMEROS PENTECOSTALES ANTE LA PANDEMIA
En muchas iglesias pentecostales o carismáticas se suele ver al pasado como señal de poder y ejemplo para nuestros días en lo que a manifestaciones espirituales se refiere. Pero ¿enfrentaron los creyentes pentecostales algo parecido a lo que estamos experimentando nosotros hoy con el COVID-19? Sí. Lo hicieron.
En 1918, cuando el pentecostalismo aún estaba en pañales y las manifestaciones de poder eran comunes en las iglesias, los relatos de la «gripe española» (pandemia causada por un brote del virus Influenza A del subtipo H1N1) llenaron las páginas de The Christian Evangel (más tarde conocido como Pentecostal Evangel) la revista oficial de las Asambleas de Dios. En Springfield, Missouri, donde la Asambleas de Dios habían establecido su sede central recientemente, se produjo un gran brote. The Christian Evangel registraba que todas las iglesias de las Asambleas de Dios estaban cerradas.[7]
Las iglesias y los pastores cumplieron con los mandatos del Departamento de Salud de cerrar sus reuniones y poner en cuarentena a los enfermos. Reconocieron que necesitaban proteger a las personas en las ciudades en las que vivían. En varias ocasiones, los ministros cancelaron las reuniones de avivamiento porque la epidemia de gripe española se estaba extendiendo por toda la ciudad. Ciertamente algunos vieron la epidemia como resistencia a la gran obra que Dios estaba haciendo. Aun así, vieron la dolorosa realidad de la mortalidad humana como un mayor impulso para alcanzar a los perdidos.[8] Sin embargo, estos creyentes también fueron a las casas de aquellos que estaban enfermos para orar, y vieron muchas respuestas a la oración. No tenían miedo de orar por los enfermos. En algunos casos, les ministraron incluso en la muerte.[9]

The Christian Evangel publicó muchos de esos relatos de ministros. Sin embargo, también incluyó una lista de solicitudes de oración en la última página de la revista, muchas de las cuales eran personas que pedían oración por ellos mismos o por sus hijos debido a la gripe. Lamentablemente, podemos suponer que muchas de esas personas murieron. Sin embargo, el periódico también publicó historias del triunfo de creyentes pentecostales que fueron sanados. Un testimonio particularmente importante fue el de E.N. Bell, el primer superintendente general de las Asambleas de Dios, cuya esposa contrajo el virus de la gripe, pero fue sanada. Ella testificó: «El Espíritu mismo intercedió por mí».[10]
En otra ocasión, Robert Craig, un notable líder pentecostal temprano de San Francisco, testificó que, aunque muchos murieron en la ciudad, ninguno en su congregación murió de influenza.[11] Fuera de los Estados Unidos, una de las áreas más afectadas por la pandemia fue la India. Los relatos de la trágica pérdida de vidas allí llenaron The Christian Evangel. En uno de sus artículos The Christian Evangel describe incluso la progresión de la enfermedad e informa que una persona podría morir en tan solo tres días.[12] Lamentablemente, muchos misioneros también murieron a causa de la pandemia. Una misionera en particular, Nellie Andrews Norton, murió a causa de su ministerio con personas infectadas con el virus H1N1. El homenaje a Norton publicado en The Christian Evangel decía:
«Cuando la gripe llegó a nuestro medio el mes pasado, Nellie no escatimó esfuerzos, sino que trabajó día y noche cuidando a los enfermos hasta que ella misma contrajo la enfermedad».[13]

Pero relatos como este siempre reconocieron que los creyentes no eran superhombres inmunes a la plaga. Antes bien reconocían la fragilidad humana mientras enfatizaba que, para el creyente, la muerte era una «promoción» al cielo por sacrificar su vida aquí en la tierra.
Ellos no declararon ni decretaron, tampoco renegaron de su fe ni pretendieron darle órdenes a Dios como muchos telepredicadores, evangelistas, pastores, «salmistas proféticos», pseudoprofetas o «ministros de alabanza» de hoy en día lo hacen. Jamás afirmaron que no aceptarían un «no» por respuesta. Ellos simplemente aceptaron la voluntad de Dios en sus vidas, fuese para sanidad o para muerte. Y aunque jamás se negaron a orar o ministrar a un enfermo que los necesitara por miedo al contagio, tampoco se declararon en rebeldía ante las autoridades estatales ni crearon teorías de conspiración, ni desarrollaron delirios de persecución religiosa por el cierre de los templos debido a la cuarentena.

APRENDAMOS DEL PASADO
¿Qué nos dice todo esto a nosotros? Hay dos cosas que aprender del ejemplo histórico de nuestros antepasados en la fe:
(1- Primero, los pentecostales tempranos sufrieron la peor pandemia de gripe española hasta ese momento de la historia. Aunque creían en la curación milagrosa y los dones de sanidades, no afirmaban que su fe en Dios los protegería de la enfermedad en todos los casos o los haría invulnerables. Muchos contrajeron la gripe; Algunos murieron. Sin embargo, los primeros pentecostales continuaron proclamando que Dios era un sanador, y muchos fueron preservados a través de la pandemia o curados de ella. Su creencia en la continuidad de los dones no los volvió fanáticos descerebrados. En cualquier caso, testificaron que su fe en Dios y la oración los ayudaron a superar la crisis.
(2.- Segundo, la adoración y el ministerio de los primeros pentecostales fueron interrumpidos por la crisis. Los templos estaban cerrados. Las campañas y demás reuniones al aire libre fueron canceladas. Incluso la publicación de The Christian Evangel se retrasó. Sin embargo, los primeros pentecostales siguieron las pautas establecidas por el Gobierno o el Departamento de Salud y cerraron sus templos y cancelaron sus demás actividades debido al riesgo de contagio cuando se les indicó. No fueron descuidados con la vida de las personas durante la pandemia. Estaban dispuestos a quedarse en casa y orar, sabiendo que eso era tan valioso en la crisis y que para ser iglesia no se necesitan las cuatro paredes de los templos ni grandes concentraciones. Lo importante eran las personas.

Aunque no sabemos cuánto tiempo más estarán cerradas las iglesias o las personas sufrirán durante la pandemia de coronavirus. Sin embargo, sabemos que las personas de fe han perseverado y vencido en el pasado y lo harán otra vez hoy y en el futuro. Nuestras comunidades pueden experimentar pérdidas trágicas, pero también podremos escuchar testimonios dramáticos de sanidad. Necesitamos orar los unos por los otros. Necesitamos animarnos unos a otros. Necesitamos cuidarnos unos a otros, especialmente a los más vulnerables (niños, ancianos y enfermos crónicos). Pero, sobre todo, nuestras iglesias deben seguir el ejemplo de quienes nos precedieron para mantenerse a salvo personalmente y obedecer las pautas que mantienen a otros a salvo. Si podemos hacer esto, lo lograremos. Nuestras convicciones religiosas no deben ser motivo de imprudencia; el fanatismo religioso jamás debe tomar el lugar de la fe.

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES:
[1] Véase: “Coronavirus: la secta de Corea del Sur que promete vida eterna a miles de adeptos y que se convirtió en el principal foco de la epidemia fuera de China”, BBC News Mundo, 2 marzo 2020, disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51621151
[2] Véase: “Amor en tiempos de COVID-19: Gobierno De Nicaragua convoca una marcha para enfrentar el coronavirus”, Wilfredo Miranda Aburto, AA News, 15 de marzo de 2020, disponible en: https://www.aa.com.tr/es/mundo/-amor-en-tiempos-del-covid-19-gobierno-de-nicaragua-convoca-una-marcha-para-enfrentar-el-coronavirus/1766441?fbclid=IwAR2O9LIMhyN_Xk0VjCO_ChGMNYgLAPj9qNzx0Pfj_rQ7kFc14HxkWNWsuy0
[3] Véase: “Rosario Murillo, entre el esoterismo, la religiosidad y la extravagancia política”, Clarín Mundo, 28/04/2018, disponible en: https://www.clarin.com/mundo/rosario-murillo-esoterismo-religiosidad-extravagancia-politica_0_HkSieSGTz.html?fbclid=IwAR21shnrpb9T14a6zkTRZC0dKaRdP4bgE1q7HPLVkJS1vfXPrSTlvjqvPkc
[4] Véase: “Pastor que decía que curaba el coronavirus murió por la pandemia”, Tendencias El Tiempo, 20 de mayo 2020, disponible en: https://www.eltiempo.com/mundo/africa/pastor-que-decia-que-curaba-el-coronavirus-murio-por-la-pandemia-497628?fbclid=IwAR3mu0hOhP0suAKHYNiiLsouBRkAfKdYYnzcSGCyY3m7gxK42Db4kZJAGL0
[5] Véase: “Predicador afirma que puede curar el coronavirus a través de la televisión”, SDP Noticias. 17 de marzo de 2020, disponible en: https://www.sdpnoticias.com/sorprendente/pastor-evangelista-afirma-que-puede-curar-el-coronavirus-a-traves-de-la-television.html?fbclid=IwAR0q38vaq-q0_XPB2vI3uXNuVqhHat8BUKWERbKfyUa9uB14Lh3Cus6WhFs
[6] Véase: “Dante Gebel sobre apertura limitada de templos: El estado no tiene autoridad para despojarnos de nuestro llamado”, Stephanie Sánchez, Mundo Cristiano, 25 de mayo de 2020, disponible en: https://www1.cbn.com/mundocristiano/estados-unidos/2020/may/dante-gebel-sobre-apertura-limitada-de-templos-ldquo-el-estado-no-tiene-autoridad-para-despojarnos-de-nuestro-llamado-rdquo?fbclid=IwAR0TcPxNmB5lpRKaIaLuW7LdDSbSPFRoqp-RKo8aHLZh6GB6WqlOs4KZ_lM
[7] Christian Evangel (October 19, 1918), p. 4.
[8] Christian Evangel (November 16, 1918), p. 7.
[9] Alice Luce, “Mexican Work in California,” Christian Evangel (December 14, 1918), p. 14.
[10] Mrs. E. N. Bell, “The Lord That Healeth”, Christian Evangel (March 22, 1919), p. 6.
[11] Christian Evangel (December 28, 1918), p. 1.
[12] Christian Evangel (January 11, 1919), p. 10.
[13] Christian Evangel (February 8, 1918), p. 8.
