Por Fernando E. Alvarado
¿Evangélicos que no evangelizan? Irónico, ¿O no? Sin embargo ¡Esa es la realidad de muchas congregaciones hoy! Quizá concuerdes conmigo en que es necesario que Dios siga inquietando y trayendo cambios a la iglesia y su liderazgo en el área del evangelismo y las misiones. Urge liberar a la Iglesia de ese espíritu cómodo, de negligencia y de apatía que viven los propios creyentes para con la misión real de la iglesia. Muchos argumentan la falta de recursos económicos como el mayor obstáculo a superar, pero ¿Es esa la razón real? ¿No será más bien la causa nuestro espíritu mezquino y poco dadivoso? ¿No será más bien que, en el fondo, no amamos tanto al Señor ni nos interesa la salvación de los perdidos?
En general, las iglesias optan por darle prioridad a aquellas áreas que suelen ser las que acaparan más del 80% de las entradas por diezmos y ofrendas: los gastos de mantenimiento y servicios del templo, los arreglos y mejoras en el local y la compra de equipos de sonido, eventos sociales internos e intercongregacionales, etc. Quedando, frecuentemente el capítulo de evangelización, misiones y de apertura de nuevas obras, con muy escasa dotación económica y hasta en ocasiones no pocas iglesias no tienen en su presupuesto ni siquiera contemplado presupuesto alguno para el área de evangelismo y misiones.
¿Duda alguien que la iglesia necesita un avivamiento? Todos amamos asistir a eventos, convenciones, retiros y conciertos; amamos participar en desayunos, almuerzos y cenas de fraternidad cristiana; invertimos gran cantidad de recursos en retiros espirituales, campamentos y charlas motivacional es, pero ¿Cuánto de eso va enfocado a cumplir con la Gran Comisión? Con demasiada frecuencia, se escucha de parte de pastores y líderes en general, que no se puede avanzar más porque están solos, o casi nadie quiere dar de su tiempo y recursos, no solo financieros, sino también de dones y talentos. La participación de los miembros en labores evangelísticas, promovidas en su iglesia local, no supera el 12% de la membresía para unírsele y hacer más obra de evangelización y en algún caso, de plantación. El resultado es aún peor si de interés por las misiones se trata. Así el resultado es que el pastor, el liderazgo local y la membresía en general, limitan su vida eclesiástica a un par de reuniones de adoración semanales, dar un pequeño estudio bíblico, congregarse los domingos y atender asuntos de administración y relaciones con la denominación a la cual se pertenece ¡La situación es insostenible, misionológicamente hablando!
¿Cómo negar que nos falta amor por los que se pierden sin Cristo? El nivel de involucramiento en iniciativas domésticas de parte de los creyentes de las iglesias, tiene un resultado muy escaso de participación en los trabajos de iniciación de nuevas congregaciones. En infinidad de casos, la parálisis de la obra de predicación a los perdidos es muy elevada y la de plantación de nuevas congregaciones. Abundan las congregaciones, con más de 30 años de existencia, que nunca han plantado una nueva congregación. Su experiencia de envío de obreros/misioneros a otros lugares de su comunidad, país u otros países, es escasa realmente, o inexistente. Hay que trabajar más en unidad con Dios si queremos que se levanten varios cientos de nuevos líderes, para cubrir las bajas de los que se retiran y para proveer a las congregaciones nuevas.