Distintivos del Pentecostalismo, Pentecostalismo Clásico, Vida Espiritual

Distintivos de un verdadero pentecostal.

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN.

¿Cuáles son las características o distintivos de ser pentecostal? ¿Qué nos marca como movimiento del Espíritu Santo? Ser pentecostal significa modelar una la vida conforme al día de Pentecostés que nos narra el capítulo dos de los Hechos. La experiencia pentecostal necesariamente implica la recepción del bautismo en el Espíritu y la experiencia de sus dones (Hechos 2:1-13), lo cual implica también comunión y dependencia del Espíritu Santo, la proclamación fiel de la Palabra de Dios (Hechos 2:14-41), el entendimiento de nuestro llamado y la vivencia del evangelio en una comunidad transformada (Hechos 2:42-47). Todos estos aspectos son indispensables para una auténtica pentecostalidad.

EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO.

El bautismo en el Espíritu Santo y el hablar en lenguas como la evidencia física inicial era y sigue siendo la base tanto de la vida cristiana como del ministerio pentecostal. El bautismo en el Espíritu Santo no es simplemente resultado de la búsqueda de una experiencia, sino que es el principio de una vida y un ministerio empoderado. En el libro de Hechos, el escritor Lucas establece la correlación entre el derramamiento del Espíritu Santo y el poder para testificar. Las últimas palabras de Jesús en la tierra incluían las de Hechos 1:8, “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Luego en Hechos 4:31, se cuenta, “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”. La Nueva Traducción Viviente traduce la última frase, “predicaban con valentía la palabra de Dios”.

Las tres partes del patrón de Hechos 1:8 y de 4:31 siguen igual para hoy:

  1. Buscar (orar, esperar)
  2. Recibir (bautismo, llenura del Espíritu Santo)
  3. Predicar (testificar, ministrar) con poder (valentía)

El creyente pentecostal de hoy puede y debe esperar la misma experiencia, y no en una sola ocasión. El Apóstol Pablo nos anima en Efesios 5:18, “Sed llenos del Espíritu” como un estado continuo y constante. Lamentablemente, se ha observado una tendencia peligrosa en las últimas décadas. La cifra básica que nos define como pentecostales, el porcentaje de creyentes bautizados en el Espíritu Santo ha bajado cada década. Es urgente cambiar esta peligrosa tendencia. Aquellos que nos hacemos llamar pentecostales en el siglo XXI debemos buscar y recibir la llenura del Espíritu y ministrar en su poder.

COMUNIÓN CON EL ESPÍRITU SANTO Y DEPENDENCIA DE ÉL

Los pentecostales creemos en el sacerdocio del creyente que afirma que no se necesita un sacerdote humano para buscar el perdón o hablar con Dios. Tenemos un Gran Sacerdote que siempre intercede por nosotros. Además, por la obra salvífica de Jesucristo, se rompió la cortina y ahora tenemos pleno acceso al Lugar Santísimo, a nuestro Padre Celestial. Así, cada creyente tiene la oportunidad y responsabilidad de aprender a acercarse a Dios para escucharlo, obedecer y depender del Espíritu Santo. Esta espiritualidad no solo está disponible para todos, sino que es lo que Dios espera observar en todo creyente.

El bautismo en el Espíritu Santo le da al pentecostal la alta sensibilidad del obrar de Dios en la vida diaria y ministerio. Ahí entra la práctica de hablar en lenguas, pero ahora en las lenguas privadas. Hay lenguas que operan en contextos públicos que son para la edificación del cuerpo de Cristo. Pero, también hay las lenguas privadas que son para la edificación de la persona. Es un lenguaje celestial para adoración e intercesión. Cuando hablamos en lenguas en nuestra cámara de oración, el Espíritu Santo ayuda al pentecostal a lograr mayor intimidad con Dios. Ya que es el Espíritu que habla por medio de nuestra lengua, nuestro espíritu puede enfocarse en Dios y escuchar su voz.

Es importante recordar que la oración es comunicación de dos vías. En los ricos tiempos de adoración y oración, habrá momentos de silencio para reflexionar y dejar al Espíritu oportunidades para hablarnos, a veces en suaves susurros. El primer deber del creyente es aprender a escuchar la voz del Espíritu Santo, comprometerse a obedecerla sin condición y desarrollar la dependencia absoluta de Él. Nuestra formación pentecostal tiene base, desde el principio, en la creencia en el bautismo en el Espíritu Santo y en el llamado universal del creyente al servicio. El Espíritu Santo le da a todo creyente poder y dones para servir y ministrar.

ROL IMPRESCINDIBLE DEL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA Y EL MINISTERIO DEL CREYENTE

Además, por la obra del Espíritu Santo, “las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). El Espíritu Santo mora en nosotros y Él comienza a sembrar y cosechar su fruto en nuestras vidas: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). Además, Él nos bendice con dones espirituales que nos habilitan para servirle a Él, a su cuerpo y un mundo desesperado sin Él.

A veces, tomamos como común el desarrollo del fruto del Espíritu Santo, o peor error, como producto automático de ser pentecostales. Sin embargo, cultivar el fruto del Espíritu Santo es resultado de la misma relación íntima con Jesús – más de Él y menos de mí. Y esa experiencia es la base de una relación íntima con el Espíritu Santo. A través de la llenura del Espíritu Santo recibimos poder para ser testigos de Jesucristo. Además, cuando practicamos estar en la presencia del Espíritu Santo, la sensibilidad se aumenta, no solamente de su presencia, sino también de la operación de los dones que Él nos imparte para servir la diversidad de ministerios. 1 Pedro 4:10 dice, “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”. La NTV dice, “Dios, de su gran variedad de dones espirituales, le ha dado un don a cada uno de ustedes”.

El creyente pentecostal aprende como depender del Espíritu, y no de su propio talento o conocimiento, y como ministrar en el poder del Espíritu. La iglesia pentecostal reconoce y aprecia la diversidad del ministerio e igualmente de los dones espirituales.

LLAMADO INDIVIDUAL UNIVERSAL AL SERVICIO

Otro distintivo pentecostal desde el principio ha sido la creencia que Dios ha llamado a todo creyente servirle a Él. No existía ninguna brecha entre ministro y laico en el principio. En la iglesia verdaderamente pentecostal, la brecha debe ser mínima. Sí, la iglesia aprueba y aparta a algunos como ministros aprobados y acreditados. Sin embargo, lo hace en pleno reconocimiento que todo creyente tiene ministerio y ha recibido dones para habilitar su ministerio. Así, los pentecostales afirmamos que el Espíritu sigue llamando y potenciando a todo creyente participar en el gran plan de Dios para alcanzar el mundo para Cristo.

CONOCIMIENTO Y COMPROMISO CON LA SANA DOCTRINA BÍBLICA Y PENTECOSTAL

Un verdadero pentecostal debe poner énfasis en el conocimiento y compromiso con la sana doctrina bíblica y pentecostal. El apóstol Pablo instruyó a Timoteo en 2 Timoteo 2:15, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. La NTV dice, “Esfuérzate para poder presentarte delante de Dios y recibir su aprobación. Sé un buen obrero, alguien que no tiene de qué avergonzarse y que explica correctamente la palabra de verdad”.

La gran meta es presentarnos a Dios de tal manera que recibimos su aprobación. El versículo sugiere que requerirá esfuerzo y diligencia personal, alto conocimiento y uso recto de la Palabra de Dios, y compromiso con obedecerla y vivirla. El conocimiento y compromiso con la sana doctrina bíblica y pentecostal son resultado de cumplir con el consejo de 2 Timoteo 2:15. Seamos obreros aprobados, con conocimiento y compromiso con la sana doctrina bíblica y pentecostal.

CONCLUSIÓN

Conocimiento bíblico y fervor espiritual deben caracterizar nuestra fe pentecostal. No es el uno sin el otro. Conocimiento sin fervor omite la dinámica del Espíritu que activa y aplica el conocimiento. Fervor sin conocimiento deja al obrero no aprobado, avergonzado porque no maneja bien la Palabra de Dios. Conocimiento y fervor juntos, en equilibrio pone al obrero en el lugar más seguro donde el Señor lo puede usar. Es nuestro distintivo de ser pentecostal – bautizado, empoderado, conectado, llamado, involucrado y comprometido. ¡Eso es ser pentecostal!

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