Por: Fernando E. Alvarado
La doctrina de la elección, o predestinación, es enseñada en las Escrituras. Sin embargo, tal elección no se refiere necesariamente a la salvación eterna de un grupo o individuo en particular, sino más bien a la preordenación para el ejercicio de ciertos roles o papeles en el plan de Dios. Entre los predestinados a desempeñar roles específicos en el logro de la redención, el personaje principal es nuestro Redentor, el Señor Jesucristo. La elección de Jesús es el acto central y primario de la predestinación. La Biblia nos enseña que Jesucristo fue elegido desde antes de la fundación del mundo para ser nuestro Salvador:
“Cristo había sido destinado para esto desde antes que el mundo fuera creado, pero en estos tiempos últimos ha aparecido para bien de ustedes.” (1 Pedro 1:20, DHH).

En otras ocasiones, diversas personas fueron elegidas para roles especiales con el fin de facilitar los propósitos de Dios. Por ejemplo, Dios eligió a los doce apóstoles como instrumentos para establecer la iglesia. Sin embargo, podemos notar que tal elección fue para el servicio y no para la salvación. Esto se evidencia en el hecho de que incluso Judas se encuentra entre los doce elegidos (Lucas 6:13; Juan 6:70), aunque más adelante se convirtió en un traidor (Juan 6:71).[1] Bíblicamente, el hecho de que Dios elija a ciertos individuos para misiones especiales, no implica que dichos individuos serán salvos de forma incondicional y automática. Lo que la biblia sí enseña es que Dios elige a ciertos individuos para ejercer ciertos ministerios específicos. Por ejemplo:
- Dios eligió a Jeremías desde antes de nacer para que fuese su profeta:
“«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones».” (Jeremías 1:5, NVI).
- Dios eligió a Sansón desde antes de nacer como juez de Israel:
“Cierto hombre de Zora, llamado Manoa, de la tribu de Dan, tenía una esposa que no le había dado hijos porque era estéril. Pero el ángel del Señor se le apareció a ella y le dijo: «Eres estéril y no tienes hijos, pero vas a concebir y tendrás un hijo. Cuídate de no beber vino ni ninguna otra bebida fuerte, ni tampoco comas nada impuro, porque concebirás y darás a luz un hijo. No pasará la navaja sobre su cabeza, porque el niño va a ser nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Él comenzará a librar a Israel del poder de los filisteos».” (Jueces 13:2-5).

- Dios eligió a Jacob, por encima de Esaú, para llegar a ser el padre de la nación del Pacto:
“Isaac oró al Señor en favor de su esposa, porque era estéril. El Señor oyó su oración, y ella quedó embarazada. Pero, como los niños luchaban dentro de su seno, ella se preguntó: «Si esto va a seguir así, ¿para qué sigo viviendo?» Entonces fue a consultar al Señor, y él le contestó: «Dos naciones hay en tu seno; dos pueblos se dividen desde tus entrañas. Uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor».” (Génesis 25:21-23).
“No solo eso. También sucedió que los hijos de Rebeca tuvieron un mismo padre, que fue nuestro antepasado Isaac. Sin embargo, antes de que los mellizos nacieran, o hicieran algo bueno o malo, y para confirmar el propósito de la elección divina, no en base a las obras, sino al llamado de Dios, se le dijo a ella: «El mayor servirá al menor». Y así está escrito: «Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú». ¿Qué concluiremos? ¿Acaso es Dios injusto? ¡De ninguna manera! Es un hecho que a Moisés le dice: «Tendré clemencia de quien yo quiera tenerla, y seré compasivo con quien yo quiera serlo». Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano, sino de la misericordia de Dios.” (Romanos 9:10-16, NVI).
- Dios eligió a Ciro y lo llamó por nombre antes de nacer para liberar a su pueblo:
“Así dice el Señor a Ciro, su ungido, a quien tomó de la mano derecha para someter a su dominio las naciones y despojar de su armadura a los reyes, para abrir a su paso las puertas y dejar abiertas las entradas: «Marcharé al frente de ti, y allanaré las montañas; haré pedazos las puertas de bronce y cortaré los cerrojos de hierro. Te daré los tesoros de las tinieblas, y las riquezas guardadas en lugares secretos, para que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llama por tu nombre. Por causa de Jacob mi siervo, de Israel mi escogido, te llamo por tu nombre y te confiero un título de honor, aunque tú no me conoces.” (Isaías 45:1-6, NVI).
5. Pablo fue elegido desde antes de nacer para llegar a ser apóstol:
“Pero Dios, que me escogió antes de nacer y por su gran bondad me llamó, tuvo a bien hacerme conocer a su Hijo, para que anunciara su evangelio entre los no judíos.” (Gálatas 1:15-16, DHH).

PREDESTINADOS PARA LA SALVACIÓN
Además de la predestinación de un individuo o grupo para desempeñar una tarea, o cumplir una misión específica en esta vida, la biblia nos habla de un cierto tipo de predestinación en relación con la salvación. La biblia nos enseña que Dios predestina individuos específicos a la salvación. Sin embargo, esto dista mucho de la doctrina calvinista de elección incondicional, o de su doctrina hermana, la gracia irresistible. Debe recordarse que el calvinismo enseña no solo una predestinación a la salvación, sino una predestinación a la fe misma. Según el calvinismo, Dios determina qué incrédulos se convertirán en creyentes. La elección incondicional es uno de los 5 puntos del calvinismo clásico. John Piper, en su breve artículo, «Cinco razones para abrazar la elección incondicional«, declara:
«La elección incondicional es la elección libre de Dios antes de la creación, no en base a la fe prevista, otorgando fe y arrepentimiento a los traidores, perdonándolos, y adoptándolos en el seno de su familia eterna de gozo.”[2]
El concepto puede sonar piadoso y hasta bíblico, pero está lejos de ser las buenas nuevas que pretende ser. La denominada “elección incondicional” implica, en su aspecto positivo, que Dios escogió desde antes de la fundación del mundo, previendo el pecado del hombre, a una multitud incontable de personas para salvarlas, no porque vio que creerían o consideró algo bueno en ellas, sino que lo hizo en amor y misericordia, según Su voluntad para alabanza de la gloria de Su gracia. El aspecto negativo de la misma suele pasarse por alto, ya que establece que Dios, en su soberanía, ha determinado de antemano quienes serán condenados eternamente sin que puedan hacer algo para cambiarlo.
Además, la declaración de Piper contiene serias contradicciones. Por ejemplo, Piper parece olvidar que, de acuerdo con la doctrina calvinista que él sostiene, Dios decreta cada detalle de nuestra propia existencia. Por lo tanto, si somos traidores es por el decreto y la voluntad de Dios. Pero Piper enmarca el asunto como si fuéramos traidores por nuestra propia voluntad. Pero esto no puede ser cierto si Dios influye soberanamente en nuestros deseos y decisiones.
Contrario a lo dicho por Piper, la Biblia nos enseña que ciertos individuos están predestinados a la salvación como tal, mas no por compulsión o manipulación ejercida sobre ellos como sugiere el calvinismo. Los que Dios conoce de antemano (Romanos 8:29) se convertirán en creyentes de su propia elección.[3] En la doctrina arminiana y bíblica, Dios no solo conoce de antemano la fe de ciertos individuos, Él conoce de antemano a los creyentes.

NATURALEZA CORPORATIVA DE LA ELECCIÓN
La elección de Dios es de naturaleza corporativa. La Biblia nos enseña que Dios eligió, entre otras cosas, a la nación Israel para cumplir Sus propósitos (Deuteronomio 7:7-8). En su soberanía y presciencia, Dios eligió a la nación que surgiría de Jacob y no de Esaú para cumplir una misión específica (Génesis 25:23; Romanos 9: 10-14); también eligió a la Iglesia en el Nuevo Testamento (1 Pedro 2: 9); a través de Jesucristo, el elegido de Dios (Isaías 42: 1), para cumplir sus propósitos divinos. Los elegidos, entonces, en el Nuevo Testamento, están formados por individuos que han sido unidos por el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo para cumplir los propósitos de Dios Padre, que está trabajando todo en conformidad con Su voluntad (Efesios 1:11). Solo cuando uno se une a Cristo es considerado el elegido o escogido por Dios.
El apóstol Pablo escribe:
“Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo. Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad” (Efesios 1: 3-5, NVI).
De acuerdo con Efesios 1: 3-5, en lo que concierne a la elección, Dios es el que otorga todas las bendiciones, pero tales bendiciones vienen únicamente a aquellos que están en Cristo Jesús. Este pasaje también nos enseña que, antes de que Dios creara el mundo, Él escogió “algo” para aquellos que llegaran a estar en Cristo. Ese “algo” que Dios eligió para ellos es que fueran hechos «santos y sin mancha delante de él » (Efesios 1: 4). Por lo tanto, el texto no indica que Dios nos eligió «para estar en Él», sino más bien, predestinó que, aquellos que llegaran a formar parte del Cuerpo de Cristo, fuesen hechos “santos y sin mancha delante de él… adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo «.
La elección de Dios de los que creen en Cristo es una enseñanza importante del apóstol Pablo (Romanos 8: 29-33; 9: 6-26; 11: 5, 7, 28; Colosenses 3:12; 1 Tesalonicenses 1: 4; 2 Tito 2:13, Tito 1: 1). El término “Elección” (Griego “eklego”) se refiere a Dios escogiendo en Cristo a un pueblo a quien él destina para ser santo e irreprensible ante sus ojos (2 Timoteo 2:13). Pablo ve esta elección como expresión de la iniciativa de Dios como el Dios del amor infinito al darnos como su creación finita toda bendición espiritual a través de la obra redentora de su Hijo. La enseñanza de Pablo sobre la elección implica las siguientes verdades:
- La elección es cristocéntrica, es decir, la elección de los seres humanos ocurre sólo en unión con Jesucristo. “Él nos escogió en él” (Efesios 1: 4). Jesús mismo es primero de todos los elegidos de Dios. En cuanto a Jesús, Dios dice: “Aquí está mi siervo a quien he escogido” (Mateo 12:18, Isaías 42: 1, 6; 1 Pedro 2: 4). Cristo, como el elegido, es el fundamento de nuestra elección. Sólo en unión con Cristo nos hacemos miembros de los elegidos (Efesios 1: 4, 6-7, 9-10, 12-13). Nadie es elegido aparte de la unión con Cristo por medio de la fe.
- La elección es “en él … a través de su sangre” (Efesios 1: 7). Dios propuso antes de la creación (Efesios 1: 4) formar un pueblo a través de la muerte redentora de Cristo en la cruz. Así, la elección se fundamenta en la muerte sacrificial de Cristo para salvarnos de nuestros pecados (Hechos 20:28; Ro 3: 24-26).
- La elección en Cristo es principalmente corporativa, es decir, la elección de un pueblo (Efesios 1: 4-5, 7, 9). Los elegidos son llamados “el cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12), “mi iglesia” (Mateo 16:18), “un pueblo que pertenece a Dios” (1 Pedro 2:9), y la “novia” de Cristo (Apocalipsis 19:7). Por lo tanto, la elección es corporativa y abarca a las personas individuales solamente cuando se identifican y se asocian con el cuerpo de Cristo, la iglesia verdadera (Efesios 1: 22-23).[4] Esto era cierto ya de Israel en el Antiguo Testamento (Deuteronomio 29:18-21).
- La elección a la salvación y santidad del cuerpo de Cristo es siempre certera. Pero la certeza de la elección para los individuos permanece condicionada a su fe personal viviente en Jesucristo ya la perseverancia en unión con él. Pablo demuestra esto de la siguiente manera: El propósito eterno de Dios para la iglesia es que debemos ser “santos e irreprensibles ante sus ojos” (Efesios 1: 4). Esto se refiere tanto al perdón de los pecados (Efesios 1:7) como a la pureza de la iglesia como esposa de Cristo. El pueblo elegido de Dios está siendo guiado por el Espíritu Santo hacia la santificación y la santidad (Romanos 8:14, Gálatas 5: 16-25). El apóstol enfatiza repetidamente este propósito primordial de Dios (Efesios 2:10, 3:14-19, 4: 1-3, 13-24, 5:1-18). Cumplimiento de este propósito para la iglesia corporativa es certero: Cristo hablando de la iglesia dice: “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa e irreprensible” (Efesios 5:27). El cumplimiento de este propósito para los individuos en la iglesia es condicional. Cristo nos presentará “santos e irreprensible ante sus ojos” (Efesios 1: 4) sólo si continuamos en la fe. Pablo lo declara claramente: Cristo “te presentará santo delante de él sin mancha … si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído” (Colosenses 1:22-23).
- La Elección a la salvación en Cristo es ofrecida a todos (Juan 3: 16-17; 1 Timoteo 2: 4-6; Tito 2:11; Hebreos 2:9), pero se vuelve real para personas particulares dependientes de su arrepentimiento y fe como Aceptan el don de Dios de salvación en Cristo (Efesios 2: 8, 3:17, Hechos 20:21, Romanos 1:16, 4:16). En el punto de la fe, el creyente es incorporado al cuerpo elegido de Cristo (la iglesia) por el Espíritu Santo (1 Corintios 12:13), convirtiéndose así en uno de los elegidos. Así, hay tanto la iniciativa de Dios como nuestra respuesta en la elección (Romanos 8:29, 1:1-11).

LA ELECCIÓN IMPLICA PREDESTINACIÓN, PERO ESTA TAMBIÉN ES CONDICIONAL
La elección pues, depende de la pertenencia o no al Cuerpo de Cristo, aquellos que conforman la verdadera iglesia del Señor. La Biblia nos enseña que Dios ha predestinado a su iglesia para salvación. Pero ¿Qué significa ser predestinado? El término “predestinación” (Griego “prooizo”) significa “decidir de antemano” y se aplica a los propósitos de Dios comprendidos en la elección. La elección es la elección de Dios “en Cristo” de un pueblo (la iglesia verdadera) para sí mismo. La predestinación comprende lo que sucederá con el pueblo de Dios (todos los creyentes genuinos en Cristo). La Biblia nos enseña que Dios predestina a sus elegidos para ser llamados (Romanos 8:30), justificados (Romanos 3:24, 8:30), glorificados (Romanos 8:30), conformados a la semejanza de su Hijo (Romanos 8:29), ser santos e irreprensibles (Efesios 1:4), adoptados como hijos de Dios (Efesios 1:5), redimidos (Efesios 1:7), ser los receptores de una herencia (Efesios 1:14), hechos para la alabanza de su gloria (Efesios 1:2, 1 Pedro 2:9), receptores del Espíritu Santo (Efesios 1:13, Gálatas 3:14), creados para hacer buenas obras (Efesios 2:10), etc.
La predestinación, como la elección, se refiere al cuerpo corporativo de Cristo (es decir, la verdadera iglesia espiritual), y comprende a los individuos sólo en asociación con ese cuerpo a través de una fe viva en Jesucristo (Efesios 1:5,7,13; Hebreos 2:38-41,16:31). Nadie fuera de la verdadera iglesia está predestinado para salvación. Pero una vez dentro, permanecer en ella o no, es nuestra decisión:
“Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman.” (Juan 15:4-6).
Así pues, bíblicamente, la elección es condicional. Está supeditada a la pertenencia al Cuerpo de Cristo, a permanecer en Él. Para aquellos que permanezcan, hay un destino establecido: la vida eterna (Mateo 24:13, Romanos 2:6-7, Apocalipsis 3:13).

NI LA BIBLIA NI LA HISTORIA DE LA IGLESIA APOYA UNA VISIÓN INCONDICIONAL E INDIVIDUALISTA DE LA ELECCIÓN
Los autores del Nuevo Testamento, los apóstoles y sus sucesores inmediatos vieron la doctrina de la elección para la salvación en términos principalmente corporativos, y no como individualista e incondicional, como sería inventada posteriormente por Agustín de Hipona y propagada más adelante por Lutero, Calvino y los calvinistas posteriores.
Los primeros cristianos después de la edad de los apóstoles jamás entendieron la elección como un asunto de Dios eligiendo a algunos para ser salvos y otros para ser condenados. El énfasis en los primeros siglos del cristianismo residió en el libre albedrío humano para elegir a favor o en contra de Dios. Para los primeros cristianos, aquellos a quienes Dios salva llegan a formar parte del grupo de sus elegidos. Es cierto que Dios los conoció desde antes de la creación del mundo, sin embargo, el conocimiento previo no determinó el destino. El libre albedrío para elegir o rechazar la provisión de Dios determina el destino eterno de uno. Este fue el consenso de la iglesia primitiva sobre el tema de la elección y la predestinación. La teoría novedosa de la elección incondicional estuvo ausente en el pensamiento de la iglesia primitiva. Esta fue un invento posterior de Agustín de Hipona. De modo que, a la luz de la Biblia, las teorías novedosas de Agustín (354-430 E.C.) hubieran sido consideradas heterodoxas por los primeros cristianos, pues estaban completamente en desacuerdo con la teología de los siglos primero y segundo que ya estaba firmemente establecida y recibida. Agustín no redescubrió la supuesta doctrina de la elección incondicional de Pablo: él mismo originó el error; y Lutero, Calvino y otros reformadores repitieron su error.[5]

LA ELECCIÓN SE BASA EN LA PRESCIENCIA DE DIOS
Las Escrituras enseñan que Dios predestinó a aquellos a quienes Él conoció de antemano (Romanos 8:29), y elige de acuerdo con Su conocimiento previo (1 Pedro 1: 1-2). En Romanos 8:29, Pablo no enseña una elección incondicional para salvación. Lo que Pablo dijo fue que la predestinación de Dios (o, mejor dicho, la predeterminación) era conformar al creyente a la imagen de Su Hijo, Jesucristo, y no elegirlo incondicionalmente para el cielo. Respectivamente, Pedro estaba escribiendo a los creyentes, a quienes llama “los elegidos, extranjeros dispersos”, pues habían sido dispersados por varias provincias. De acuerdo con Pedro esta elección estaba de acuerdo con el conocimiento previo de Dios el Padre (1 Pedro 1: 2). El conocimiento previo de Dios de todas las personas incluye su conocimiento de ellos como creyentes o no creyentes. Por lo tanto, no tiene nada de extraño cuando los autores de las Escrituras afirman que los creyentes estaban predestinados a ser conformados a la imagen de Jesús, o que los creyentes eran elegidos de acuerdo con el conocimiento previo de Dios.
Es indiscutible que Dios ha visto el futuro. Él ha estado ahí sin imponerlo por la fuerza, ni obligar a sus criaturas a cumplir con un hado ineludible, sino más bien respetando la libertad por el mismo concedida a sus criaturas. En cuanto a la elección incondicional, Arminio escribió:
“Con respecto al artículo de Predestinación, mis sentimientos al respecto son los siguientes: Es un decreto eterno y gracioso de Dios en Cristo, por el cual Él determina justificar y adoptar a los creyentes, y dotarlos de vida eterna, y condenar a los incrédulos y personas impenitentes… Pero un decreto como el que he descrito no es aquel por el cual Dios resuelve salvar a algunas personas en particular y, para que pueda hacer esto, resuelve dotarlos de fe, y condenar a otros y no otorgarles fe. Sin embargo, muchas personas declaran que esta es la clase de predestinación en la que trata el apóstol… Pero niego lo que afirman.”[6]
Como arminianos, reconocemos que hay un cierto decreto eterno de Dios, según el cual Él administra los medios necesarios para la fe y la salvación, y esto lo hace de la manera que Él sabe que es apropiado para la justicia, es decir, para Su misericordia y Su gracia. Sin embargo, Dio no ha elegido de forma incondicional a unos para vida eterna y a otros para condenación. Arminio afirma:
“Dios anticipa las cosas futuras a través de la infinidad de Su esencia y a través de la perfección preeminente de Su comprensión y presciencia, no como Él quiso o decretó que necesariamente deberían hacerse; aunque Él no los conocería de antemano, a excepción de que eran futuros, y no serían futuros a menos que Dios haya decretado realizarlos o permitirlos ”.[7]
La salvación de unos y la condenación de otros descansa o depende de la presciencia y la previsión de Dios, por medio de la cual Él conoció de antemano, por toda la eternidad, lo que los hombres, a través de la gracia preveniente o precedente, harían. En su presciencia, Dios sabía desde la eternidad quienes perseverarían con la ayuda de la gracia posterior; y quien no querría creer y perseverar.[8]
Dios sigue siendo el que elige salvar; y lo hace de acuerdo con una condición particular: la fe en Jesucristo. Dado que la elección está directamente vinculada a la salvación, y como Dios no ha decretado salvar a nadie incondicionalmente, tampoco ha elegido incondicionalmente a nadie para la salvación. El apóstol Pablo lo afirma así: “Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen.” (1 Corintios 1:21, NVI). Dios ha elegido salvar a los que creen. Los que rehúsen creer serán parte del grupo de los reprobados, y esto por elección y responsabilidad propia, no por un designio divino de carácter antojadizo.

ELEGIDOS POR DIOS
Con respecto a la elección y la predestinación, podríamos usar la analogía de un gran barco en su camino hacia el cielo. El barco (la iglesia) es elegido por Dios para ser su propia nave. Cristo es el capitán y el piloto de esta nave. Todos los que desean ser parte de este barco elegido y su Capitán pueden hacerlo a través de una fe viva en Cristo, por la cual estos vienen a bordo del barco. Mientras estén en el barco, en compañía del capitán del barco, están entre los elegidos. Si optan por abandonar el barco y el capitán, dejan de formar parte de los elegidos. La elección siempre está en unión con el capitán y su barco. La predestinación nos habla sobre el destino de la nave y lo que Dios ha preparado para aquellos que permanecen en ella. Dios invita a todos a venir a bordo de la nave elegida a través de la fe en Jesucristo.[9]

REFERENCIAS:
[1] Jack Cottrell, The Faith Once for All: Bible Doctrine for Today (Joplin, MO: College Press Publishing Company, 2002), 389.
[2] https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/5-motivos-para-aceptar-la-eleccion-incondicional/
Artículo publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Sandra Merino.
[3] Jack Cottrell, The Faith Once for All: Bible Doctrine for Today (Joplin, MO: College Press Publishing Company, 2002), 392.
[4] Robert Shank, Elegido en el Hijo, Bethany House Publishers, 1970.
[5] William W. Klein, “Election,” in Dictionary of the Later New Testament and Its Developments, eds. Ralph P. Martin and Peter H. Davids (Downers Grove: IVP Academic, 2008), 318-20.
[6] Arminius, “A Letter to Hippolytus A Collubus: III. Divine Predestination,” 2:698-99.
[7] Ibid., 707.
[8] Ibid., 719.
[9] Biblia de Estudio «Vida Plena», La Elección y predestinación», pp. 1854-1855.