Por: Fernando E. Alvarado.
INTRODUCCIÓN.
Para muchos resulta sorprendente descubrir que el arminianismo y el calvinismo están totalmente de acuerdo con la doctrina de la depravación total. Tanto los calvinistas como nosotros los arminianos creemos que la humanidad es totalmente corrupta e incapaz, en sí misma, de aceptar el evangelio. Jacobo Arminio escribió:
“En este estado, el libre albedrío del hombre hacia el bien verdadero no solo está herido, mutilado, enfermo, torcido y debilitado; sino también encarcelado, destruido y perdido. Y sus poderes no solo son debilitados e inútiles a menos que sean asistidos por la gracia, sino que no tienen ningún poder, excepto los que están excitados por la gracia divina. Porque Cristo ha dicho: Sin mí, nada podéis hacer. San Agustín, después de haber meditado diligentemente cada palabra en este pasaje habla así: Cristo no dice, sin mí, solo puedes hacer poco; ni dice Él, sin mí puedes hacer cualquier cosa ardua, ni sin mí puedes hacerlo con dificultad. ¡Sino que dice, sin mí nada podéis hacer! Tampoco dice, sin mí no se puede completar nada; pero sin mí no podéis hacer nada». [1]
Asimismo, el Tercer Artículo de la Remonstrancia afirma:
“El hombre no tiene la gracia salvadora de sí mismo, ni de la energía de su libre albedrío, en la medida en que, en el estado de apostasía y pecado, no puede ni por sí ni pensar, ni hacer nada que sea verdaderamente bueno; sino que es necesario que nazca de nuevo de Dios en Cristo, a través de su Espíritu Santo, y que se renueve en la comprensión, la inclinación o la voluntad, y todos sus poderes, para que pueda entender, pensar, querer y efectuar correctamente lo que es verdaderamente bueno, de acuerdo con la Palabra de Cristo en Juan 15: 5, «Sin mí no podéis hacer nada».[2]
La doctrina de la depravación total del hombre es reconocida unánimemente por la ortodoxia protestante. Sin embargo, en contraposición con el arminianismo clásico y el calvinismo, el pelagianismo y el semipelagianismo se oponen a la doctrina de la depravación total del hombre. El pelagianismo niega que las consecuencias del pecado de Adán pasaran a sus descendientes, afirma que todos los seres humanos nacemos en un estado moralmente neutral. Según esta doctrina, si un hombre recibe la enseñanza correcta, es capaz de vivir de una manera que agradaría a Dios. Debido a esto, el hombre tiene la opción de hacer lo bueno o lo malo sin ninguna restricción impuesta por su naturaleza pecaminosa. Por obvias razones, el pelagianismo es considerado una herejía.
El semipelagianismo, por otro lado, pretende ser un término medio entre el pelagianismo y la ortodoxia cristiana. Sostiene que hay una chispa de bien en el hombre, suficiente para permitirle comenzar el viaje, momento en el que Dios se hace cargo y termina el trabajo. Esta posición, también se considera herética por la ortodoxia cristiana, pese a ser sostenida, a veces inconscientemente, por muchos cristianos. Ahora bien, el énfasis tanto del pelagianismo como del semipelagianismo está en el libre albedrío humano, la capacidad de la humanidad para elegir libremente, sin la ayuda de Dios, y aceptar su oferta de salvación. Ambas herejías presentan un desafío a la ortodoxia bíblica y distorsionan el papel del hombre y de Dios en el proceso de salvación.
¿QUÉ IMPLICA LA DOCTRINA DE LA DEPRAVACIÓN TOTAL DEL HOMBRE?
Tanto Calvino como Arminio enseñaron la doctrina de la depravación total del hombre. Arminianos y calvinistas concordamos en este punto. La depravación total enseña que la humanidad fue creada a imagen de Dios y era santa. Pero esa humanidad cayó de su estado sin pecado cuando desobedecieron las instrucciones de Dios de no comer del fruto del Árbol del Conocimiento. Cuando hicieron esto, murieron espiritualmente, se separaron de Dios y cayeron en condenación.
Pero este concepto no debe ser tampoco mal entendido. Que la humanidad sea totalmente depravada no significa que sean tan malos como podrían ser. Lo que significa es que tenemos una inclinación natural al pecado y que nuestro estado natural es corrupto, incapaz de pensar o hacer algo por nosotros mismos que sea bueno. Esto incluye poder ganar cualquier favor de Dios, hacer cualquier cosa para salvarnos del juicio de Dios, o incluso creer en el evangelio de Cristo.
Significa también que el hombre no puede tomar la iniciativa en la salvación. Si Dios no hace primero algo que le permita creer, entonces el hombre nunca lo hará. Es un acto de gracia por parte de Dios que nos permite creer. Nuestra voluntad no es libre de elegir a Dios. El ser humano simplemente no tiene libre albedrío con respecto a elegir creer.
En oposición al pelagianismo y al semipelagianismo, la Biblia nos enseña que:
- La humanidad fue creada santa, pero cayó en pecado a través de la desobediencia voluntaria (Génesis 1: 26-28; 3: 1-19).
- Todos los humanos somos pecadores y desobedientes a Dios. Estamos muertos en nuestros pecados, no meramente heridos o dañados (Efesios 2: 1-3; Romanos 3:23; Colosenses 2:13). Tampoco somos moralmente neutros.
- No hay ni siquiera uno de nosotros, por bueno que se considere, que haga el bien (Romanos 3: 9-18).
- En nuestro estado natural de pecado somos incapaces de agradar a Dios (Romanos 8: 7-8).
- Nadie puede venir a Cristo a menos que el Padre los atraiga (Juan 6:44).
Concordamos con el calvinismo en que el libre albedrío del hombre no solo se encuentra herido, mutilado, enfermizo, deshabilitado; sino que también ha sido hecho cautivo, destruido y perdido, de tal manera que el libre albedrío humano es totalmente inútil a menos que sea asistido por la gracia. Entendemos que, debido al oscurecimiento del entendimiento y la perversidad del corazón, el hombre ha quedado en un estado de impotencia moral. Además, reconocemos que la voluntad del hombre no es libre de hacer ningún bien a menos que sea libertada por el Hijo de Dios a través del Espíritu de Dios.
¿LO ENSEÑA LA BIBLIA?
De acuerdo con la Biblia, por la caída de Adán toda la humanidad fue constituida pecadora y está “destituida de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Romanos 6:23 nos enseña que “la paga del pecado es muerte”, esta muerte incluye todas las malas consecuencias que han sobrevenido al hombre después de la caída. La caída hizo que el hombre, en todas sus partes, sufriera sus efectos. Su físico, voluntad, inteligencia, y demás facultades están corrompidas por causa de la caída de Adán. Esto no significa que el hombre, aunque quiera, no puede acercase a Dios, sino que el hombre nunca quiere hacer la voluntad de Dios ya que no está en su voluntad hacerlo: Su voluntad está inclinada contra Dios de forma permanente, y de manera instintiva y voluntaria se torna hacia el mal. Nace enajenado de Dios y peca por elección.
En este sentido, podemos decir que el hombre perdió el libre albedrío en lo que a tomar la iniciativa en la salvación se refiere. Ahora él ya no puede elegir seguir el camino de Dios, no puede amar a Dios ni hacer nada agradable a Él debido a su naturaleza pecaminosa. El hombre no perdió su libertad, sino que perdió su capacidad de hacer lo bueno. Debido a esta depravación humana y a la incapacidad del hombre de desear hacer lo bueno, Dios, aparte de la gracia especial que produce salvación, también obra una gracia común que permite que los impíos puedan ser buenos ciudadanos, que no sean delincuentes, asesinos, etc. Sin embargo, estas obras no son agradables a Dios ya que no nacen de un corazón que quiera agradarle. Como tampoco le agradan las acciones de quienes intentan agradarle por medio de cosas que Él no ha ordenado.
La doctrina de la depravación total del hombre halla su fundamento en las Escrituras. No es una invención calvinista o arminiana. La doctrina de la depravación total del hombre se fundamenta en pasajes como:
- 1 Corintios 2:14 “…Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente…”
- Génesis 2:17 “…Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás…”
- Romanos 5:12 “…Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron…”
- 2 Corintios 1:9 “…Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos…”
- Efesios 2:1-3 “…Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás…”
- Efesios 2:12 “…En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo…”
- Jeremías 13:23 “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?”
- Salmos 51:5 “…He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.
- Juan 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios…”
- Romanos 3:10-12 “…Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno…”
- Job 14:4 “¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie”.
La depravación del hombre, como consecuencia de la caída, es total. Él está obligado a Satanás que lleva al hombre cautivo a su voluntad. El hombre es depravado en el sentido de que está muerto, ciego, sordo, imposible de enseñar y aprender las cosas de Dios y gobernado por Satanás a través de su corazón perverso y alma corrupta.
REFERENCIAS:
[1] Arminius, J., Complete Works of Arminius, Volume 1, Public Disputations of Arminius, Disputation 11 (On the Free Will of Man and its Powers)
[2] Article 3 of the Five Articles of the Remonstrance.