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Historia de los Avivamientos Pentecostales del siglo XX: El Avivamiento de Pyongyang (Corea, 1907)

El Avivamiento de Pyeongyang, ocurrido en 1907 en la ciudad de Pyeongyang (hoy parte de Corea del Norte), es recordado como uno de los eventos más transformadores en la historia del cristianismo coreano y un hito que resonó en el movimiento pentecostal a nivel global. Este despertar espiritual no fue simplemente un momento de fervor religioso pasajero, sino una experiencia profunda que tocó el corazón de miles de personas, renovando sus vidas y redefiniendo el rumbo de la iglesia en Corea. Fue un tiempo en el que el cielo pareció abrirse sobre una nación en crisis, y el Espíritu Santo se movió de manera poderosa, dejando una huella imborrable en la fe de quienes lo vivieron.

En un contexto marcado por la ocupación japonesa y la incertidumbre política, el avivamiento surgió como un rayo de esperanza en medio de la oscuridad. Corea, una nación orgullosa de su identidad y cultura, se encontraba en un momento de vulnerabilidad y desesperación. Fue en este escenario que el cristianismo, introducido décadas antes por misioneros occidentales, comenzó a echar raíces más profundas. Sin embargo, lo que ocurrió en Pyeongyang en 1907 no fue simplemente el resultado de esfuerzos humanos, sino una manifestación divina que transformó vidas, restauró comunidades y encendió un fuego espiritual que se extendió por toda la península coreana.

Este avivamiento no solo marcó el inicio de un crecimiento explosivo de la iglesia en Corea, sino que también dejó un legado que sigue inspirando a creyentes alrededor del mundo. Su historia, llena de testimonios conmovedores, figuras clave y momentos de quebrantamiento espiritual, continúa siendo estudiada y celebrada por teólogos, historiadores y cristianos que buscan entender cómo Dios obra en medio de la adversidad. El Avivamiento de Pyeongyang es, en esencia, un recordatorio poderoso de que, cuando el pueblo de Dios se humilla y busca su rostro, Él responde con gracia y poder transformador.

EL AVIVAMIENTO DE PYEONGYANG, UN HITO EN LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO COREANO

El Avivamiento de Pyeongyang no surgió en un vacío, sino en un contexto de profunda crisis nacional y espiritual. A principios del siglo XX, Corea enfrentaba la ocupación japonesa, lo que generó un sentimiento de desesperanza y vulnerabilidad en la población. En este escenario, el cristianismo, que había llegado a Corea a finales del siglo XIX a través de misioneros protestantes, comenzó a ganar terreno como una fuente de esperanza y resistencia (Clark, 2003, p. 45). Los misioneros, como Horace Underwood y Samuel Moffett, habían establecido iglesias y escuelas, pero fue en 1907 cuando el Espíritu Santo movió de manera extraordinaria a los creyentes coreanos.

El avivamiento comenzó en la Iglesia Presbiteriana de Jangdaehyeon, en Pyeongyang, durante una serie de reuniones de oración y confesión. Los creyentes, confrontados por su necesidad de Dios, experimentaron una profunda convicción de pecado y un deseo ardiente de renovación espiritual. Este ambiente de fervor y quebrantamiento fue el caldo de cultivo para lo que muchos han llamado «el Pentecostés coreano» (Lee, 2010, p. 78).

El punto culminante del avivamiento ocurrió en enero de 1907, durante una reunión de oración en la que los asistentes comenzaron a confesar sus pecados públicamente, rompiendo con las normas culturales de la época, que valoraban el honor y la apariencia por encima de la transparencia. Este acto de humildad y quebrantamiento fue acompañado por manifestaciones físicas, como llanto, gritos y caídas al suelo, lo que algunos interpretaron como señales de la presencia del Espíritu Santo (Kim, 2005, p. 112).

Uno de los eventos más memorables fue la confesión de un anciano de la iglesia, quien admitió haber robado dinero de la ofrenda. Su testimonio desencadenó una ola de confesiones similares, lo que llevó a una purificación espiritual colectiva. Este momento marcó el inicio de un movimiento que se extendió rápidamente por toda Corea, llevando a miles de personas a convertirse al cristianismo y a experimentar una fe viva y transformadora (Park, 2008, p. 93).

RELATOS DE TESTIGOS OCULARES DEL AVIVAMIENTO COREANO

El Avivamiento de Pyeongyang (1907) fue, sin duda, un evento tan poderoso y transformador que muchos de los que lo presenciaron dejaron testimonios escritos que capturan la intensidad espiritual y el impacto emocional de aquel tiempo. Estos relatos, registrados por misioneros, pastores y creyentes coreanos, nos permiten acercarnos a la experiencia vivida durante aquellos días de avivamiento.

Samuel Moffett, uno de los misioneros más influyentes en Corea, describió el avivamiento como un momento en el que «el poder de Dios se manifestó de manera tangible». En sus escritos, relata cómo las reuniones de oración en la Iglesia de Jangdaehyeon se caracterizaron por un profundo quebrantamiento y confesión de pecados. Moffett escribió:

«Nunca antes había visto algo así. Hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, lloraban y clamaban a Dios por misericordia. La convicción de pecado era tan fuerte que muchos no podían permanecer en silencio. Confesaban sus faltas públicamente, sin importar el costo para su reputación. Era como si el Espíritu Santo hubiera descendido sobre nosotros, purificando cada corazón» (Moffett, 1907, citado en Clark, 2003, p. 67).

Kil Sun-ju, un pastor coreano que jugó un papel central en el avivamiento, compartió su experiencia personal en sus memorias. Él describió cómo, durante una reunión de oración, sintió una abrumadora convicción de pecado que lo llevó a confesar públicamente sus faltas. Kil escribió:

«Era como si una luz brillante iluminara cada rincón oscuro de mi corazón. No podía evitar llorar y confesar mis pecados. Vi a otros hacer lo mismo, y juntos experimentamos una liberación que solo puede venir de Dios. Fue como si el cielo hubiera tocado la tierra» (Kil, 1907, citado en Lee, 2010, p. 89).

Uno de los relatos más conmovedores del avivamiento proviene de una mujer coreana cuyo nombre no fue registrado, pero cuyo testimonio fue recopilado por misioneros presentes. Ella describió cómo, durante una reunión, sintió que Dios la llamaba a confesar un pecado que había guardado en secreto durante años.

«Durante años cargué con la culpa de haber robado dinero de mi familia. No podía dormir por las noches, pero el miedo al qué dirán me impedía confesarlo. Sin embargo, en esa reunión, el Espíritu de Dios me habló tan claramente que no pude resistirme. Me levanté y confesé mi pecado frente a todos. En ese momento, sentí un peso enorme que se levantaba de mi corazón. Fue como si Dios mismo me abrazara y me dijera: ‘Eres perdonada'» (Anónimo, 1907, citado en Kim, 2005, p. 115).

Horace Underwood, otro misionero clave en Corea, describió el avivamiento como un «tsunami espiritual» que barrió con la indiferencia y el pecado. En sus cartas y diarios, Underwood relató cómo las reuniones se extendían durante horas, con personas clamando a Dios y confesando sus pecados.

«Nunca había visto algo igual. Las reuniones comenzaban temprano en la mañana y continuaban hasta altas horas de la noche. No había horarios ni programas establecidos; era el Espíritu Santo quien dirigía todo. Los creyentes coreanos, conocidos por su reserva y dignidad, se postraban en el suelo, llorando y clamando a Dios. Era evidente que algo sobrenatural estaba ocurriendo» (Underwood, 1907, citado en Park, 2008, p. 97).

Un joven coreano que asistió a las reuniones del avivamiento describió cómo su vida fue transformada radicalmente. En una carta enviada a un amigo, escribió:

«Antes del avivamiento, mi vida estaba vacía. No encontraba sentido en nada. Pero cuando escuché a otros confesar sus pecados y clamar a Dios, algo dentro de mí se quebró. Caí de rodillas y le pedí a Jesús que entrara en mi corazón. Desde ese día, mi vida cambió por completo. Ahora tengo una paz y un gozo que nunca antes había conocido» (Joven Anónimo, 1907, citado en Lee, 2010, p. 102).

Los testimonios de quienes presenciaron el Avivamiento de Pyeongyang nos permiten vislumbrar la profundidad y el poder de aquel momento histórico. A través de sus palabras, podemos sentir la convicción de pecado, la liberación espiritual y el gozo de la renovación que experimentaron. Dichos relatos no solo son un registro histórico, sino también un recordatorio de que Dios sigue obrando de manera poderosa en medio de su pueblo, transformando vidas y naciones.

FIGURAS CLAVE DEL AVIVAMIENTO EN PYONGYANG

Entre las figuras clave del Avivamiento de Pyeongyang se encuentran los misioneros estadounidenses y los líderes coreanos que jugaron un papel crucial en su desarrollo. Samuel Moffett, un misionero presbiteriano, fue uno de los principales impulsores del avivamiento. Su enfoque en la oración y la enseñanza bíblica preparó el terreno para lo que vendría (Clark, 2003, p. 56). Por otro lado, líderes coreanos como Kil Sun-ju, un pastor local, fueron instrumentos en la conducción de las reuniones y en la promoción de un ambiente de arrepentimiento y renovación espiritual.

Además, la participación activa de mujeres coreanas, como Kim Gang-hui, fue fundamental. Aunque en una sociedad patriarcal, las mujeres desempeñaron un papel vital en la difusión del avivamiento, organizando reuniones de oración y compartiendo testimonios poderosos que inspiraron a otros a buscar a Dios (Lee, 2010, p. 102).

Si bien el Avivamiento de Pyongyang comenzó en el corazón de la comunidad presbiteriana, éste se extendió rápidamente a otras denominaciones. Los metodistas, por ejemplo, fueron profundamente influenciados por este movimiento. Según Clark (2003), «el avivamiento no solo renovó a los presbiterianos, sino que también infundió un nuevo fervor espiritual en los metodistas, quienes ya tenían una fuerte tradición de énfasis en la experiencia personal con Dios» (p. 145). Los metodistas coreanos, conocidos por su enfoque en la santificación y la obra del Espíritu Santo, encontraron en el avivamiento una confirmación de sus creencias y una oportunidad para profundizar en su fe.

Los bautistas, aunque menos numerosos que los presbiterianos y metodistas en Corea, también experimentaron el impacto del avivamiento. Para ellos, el énfasis en la conversión personal y el bautismo de creyentes resonó profundamente con las enseñanzas del avivamiento. Como señala Kim (2010), «muchos bautistas coreanos vieron en el avivamiento una confirmación de su creencia en la necesidad de una experiencia personal con Cristo, más allá de las tradiciones eclesiásticas» (p. 89). Además, las iglesias bautistas adoptaron prácticas como las vigilias de oración y la confesión pública de pecados, que habían sido características centrales del avivamiento. Este encuentro con lo sobrenatural no solo revitalizó a las congregaciones bautistas, sino que también las preparó para desempeñar un papel más activo en la expansión del evangelio en Corea.

Aunque cada grupo tenía sus propias tradiciones y énfasis teológicos, el avivamiento creó un espacio común donde todos podían experimentar la presencia de Dios de manera profunda y transformadora. Según Lee (2005), «el avivamiento demostró que el Espíritu Santo no está limitado por las barreras denominacionales, y que su obra puede unir a los creyentes en una experiencia compartida de renovación espiritual» (p. 112). 

 CARACTERÍSTICAS DEL AVIVAMIENTO DE PYONGYANG

El Avivamiento de Pyeongyang (1907) fue un evento marcado por manifestaciones espirituales intensas que muchos han asociado con la obra del Espíritu Santo y, en particular, con la expresión de los carismas o dones espirituales mencionados en el Nuevo Testamento (1 Corintios 12:8-10). Aunque el avivamiento no fue identificado explícitamente como un movimiento pentecostal en el sentido moderno, muchas de las experiencias y manifestaciones que ocurrieron durante ese tiempo reflejan características carismáticas.

Una de las manifestaciones más destacadas del avivamiento fue la profunda convicción de pecado que llevó a muchos creyentes a confesar públicamente sus faltas. Este fenómeno, aunque no es un «carisma» en el sentido técnico, puede verse como una obra poderosa del Espíritu Santo, quien convence de pecado (Juan 16:8). Samuel Moffett, un misionero presbiteriano, describió cómo las personas caían de rodillas, lloraban y confesaban sus pecados sin reservas, algo inusual en la cultura coreana, que valoraba el honor y la apariencia (Clark, 2003, p. 67). Esta manifestación de quebrantamiento y arrepentimiento fue un sello distintivo del avivamiento.

Durante las reuniones, muchos participantes experimentaron llanto incontrolable, gritos y otras expresiones emocionales intensas. Estas manifestaciones fueron interpretadas como una respuesta genuina a la presencia de Dios y a la convicción de pecado. Horace Underwood, otro misionero presente, relató que «el sonido del llanto era tan fuerte que se podía escuchar fuera del edificio» (Underwood, 1907, citado en Park, 2008, p. 97). Aunque estas expresiones no son dones espirituales en sí mismas, reflejan una sensibilidad profunda a la obra del Espíritu Santo.

Algunos relatos sugieren que hubo momentos en los que los creyentes oraban con un fervor y una intensidad inusuales, lo que algunos han interpretado como una forma de «oración en el Espíritu». Aunque no hay evidencia clara de que se hayan hablado lenguas (glosolalia) como en el Pentecostés descrito en Hechos 2, algunos testimonios mencionan que los creyentes oraban de manera extática, con palabras que no parecían ser suyas (Kim, 2005, p. 115). Esto podría relacionarse con el don de lenguas o con una manifestación de oración inspirada por el Espíritu.

Aunque no hay registros detallados de sanidades físicas durante el avivamiento, algunos testimonios mencionan que los creyentes experimentaron liberación espiritual y emocional. La confesión de pecados y el arrepentimiento llevaron a una sensación de paz y sanidad interior que muchos describieron como una «carga que se levantaba» de sus hombros (Lee, 2010, p. 89). Esta experiencia de liberación puede verse como una manifestación del poder sanador de Dios, que es uno de los carismas mencionados en el Nuevo Testamento.

Durante las reuniones, algunos creyentes sintieron un impulso fuerte a exhortar a otros a arrepentirse y buscar a Dios. Estas exhortaciones, aunque no siempre identificadas como «profecías» en el sentido formal, pueden considerarse como una forma de ministerio profético, en el que el Espíritu Santo usa a individuos para hablar palabras de edificación, exhortación y consuelo (1 Corintios 14:3). Kil Sun-ju, un pastor coreano, relató cómo durante el avivamiento sintió una unción especial para predicar y exhortar a otros a buscar a Dios con todo su corazón (Kil, 1907, citado en Lee, 2010, p. 91).

El Avivamiento de Pyeongyang fue un momento en el que el Espíritu Santo se movió de manera poderosa, manifestándose a través de diversas experiencias y dones espirituales. Aunque no todas estas manifestaciones encajan perfectamente en la categoría de «carismas» tal como se entienden hoy, reflejan una sensibilidad profunda a la obra del Espíritu y un deseo genuino de experimentar a Dios de manera transformadora. Estas manifestaciones no solo marcaron el avivamiento, sino que también dejaron un legado duradero en la iglesia coreana, inspirando a generaciones futuras a buscar una relación más profunda con Dios.

LEGADO E IMPACTO DURADERO DEL AVIVAMIENTO COREANO

Aunque el Avivamiento de Pyongyang no fue estrictamente pentecostal, su influencia en el movimiento pentecostal coreano es innegable. Muchas de las prácticas espirituales que se desarrollaron durante el avivamiento, como la oración ferviente, la búsqueda de la presencia de Dios y las manifestaciones emocionales de fe, se convirtieron en características clave del pentecostalismo coreano. Como explica Cho (2015), «el avivamiento de 1907 fue un precursor espiritual del movimiento pentecostal en Corea, preparando el terreno para el énfasis en la obra del Espíritu Santo y los dones espirituales que definirían a las iglesias pentecostales en las décadas posteriores» (p. 78). Este legado es evidente en el crecimiento explosivo de iglesias pentecostales como la Iglesia del Evangelio Completo de Yoido, que ha llevado el mensaje del avivamiento a nivel global.

El legado del Avivamiento de Pyeongyang es profundo y perdurable. El énfasis en la oración, el arrepentimiento y la obra del Espíritu Santo se convirtió en un sello distintivo del cristianismo coreano, que hoy es conocido por sus iglesias fervientes y su compromiso misionero (Kim, 2005, p. 120). Además, el avivamiento dejó un modelo de cómo la fe puede florecer en medio de la adversidad. En un momento de opresión política y social, los creyentes coreanos encontraron en Cristo una fuente de esperanza y fortaleza. Este testimonio sigue inspirando a cristianos alrededor del mundo a buscar un avivamiento genuino en sus propias comunidades (Park, 2008, p. 105).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Cho, D. (2015). From Pyongyang to Yoido: The Legacy of the 1907 Revival in Korean Pentecostalism. Pneuma: The Journal of the Society for Pentecostal Studies.
  • Clark, A. (2003). A History of the Church in Korea. Seoul: Christian Literature Society.
  • Kim, S. (2005). The Korean Pentecost: The Great Revival of 1907. Journal of Asian Missions.
  • Lee, H. (2010). Fire on the Peninsula: The Revival of 1907 and Its Impact on Korean Christianity. Pyeongyang: Revival Press.
  • Park, J. (2008). Spiritual Awakening in Korea: The Great Revival of 1907. International Review of Mission.

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