Por Fernando E. Alvarado*
Una de las acusaciones más comunes en contra de los arminianos por parte de los calvinistas, es que una visión sinérgica de la fe (en oposición al monergismo) ‘le roba la gloria a Dios’. «Está centrada en el hombre», dicen, «¡y le da al hombre espacio para jactarse de salvarse a sí mismo!» Pero, ¿resiste esta lógica la prueba de las Escrituras? Echemos un vistazo a otro aspecto importante de la salvación: la santificación.

¿QUÉ ES LA SANTIFICACIÓN?
La santificación es la voluntad de Dios para nosotros: “Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación.” (1 Tesalonicenses 4:3) y tiene que ver con lo que sucede dentro del creyente. Afecta el intelecto, la voluntad, y los afectos. Es un estado de separación con Dios y para Dios en el cual todos los creyentes entran al nacer de nuevo:
«Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención.» (1 Corintios 1:30, LBLA).
Esta santificación inicial es una separación hecha una vez y para siempre, es una obra que Dios realiza, una parte intrínseca de nuestra salvación y de nuestra conexión con Cristo:
“Por esta voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo ofrecida de una vez para siempre.” (Hebreos 10:10)
Los teólogos a veces se refieren a este estado de santidad ante Dios como santificación inicial o «posicional» ya que es una consecuencia natural de nuestra justificación por la fe en Cristo. Depende única y exclusivamente de nuestra posición en Cristo:
“y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús” (Efesios 2:6, LBLA)
Hay, sin embargo, otro aspecto importante de la santificación: Los cristianos no serán enteramente santificados hasta la venida del Señor Jesús. Es por eso que Pablo afirma estar convencido de que Aquel que “comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.” (Filipenses 1:6, LBLA).
Aunque posicionalmente fuimos hechos santos por la sangre de Cristo (Hechos 13:39), sabemos que seguimos pecando (1 Juan 1:10). La santificación, por lo tanto, debe ser vista no sólo como un acto ocurrido una vez y para siempre, sino también como una experiencia práctica y diaria de nuestra separación para con Dios, una práctica que requiere, inevitablemente, nuestra participación consciente y voluntaria.
A esto se le conoce en teología como santificación «progresiva» o «experimental», y surge naturalmente en el creyente nacido de nuevo como efecto la nueva naturaleza implantada en él y a través de la obediencia a la Palabra de Dios. Así pues, esta santificación progresiva o experimental es lo mismo que Pedro llama “crece[r] en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18, LBLA), es decir, a la madurez espiritual por la cual cada creyente debe trabajar:
“Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (2 Pedro 1:5-8, LBLA)
Sin embargo, esa madurez, o santificación plena, nunca está completa en esta vida. Dios “la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses q:6, LBLA), es decir, que cristianos seremos enteramente santificados solo hasta la venida del Señor Jesús. A esta tercera fase de la santificación se le conoce como santificación «completa» o «final»; es decir, la glorificación o theosis por la que Pablo ora en 1 Tesalonicenses:
«Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.» (1 Tesalonicenses 5:23-24, LBLA)
Esta santificación final es vinculada por Pablo tanto con la gloriosa aparición de nuestro Señor Jesucristo como con nuestra futura glorificación personal o theosis:
«Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria» (Colosenses 3:4)
“Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es.” (1 Juan 3:2, LBLA)
“Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.” (2 Corintios 3:18, LBLA)
Entonces, y solo entonces, cuando experimentemos la gloriosa apoteosis y nos convirtamos en seres glorificados, estaremos separados definitivamente del pecado y la santificación será total en todos los sentidos.

¿ES LA SANTIFICACIÓN SINÉRGICA?
Aunque el calvinista promedio suele creer que la salvación es un proceso monergístico de principio a fin (sinergismo es para ellos casi una mala palabra), los calvinistas de mayor peso teológico no están de acuerdo con dicha afirmación. Incluso ellos se ven obligados a reconocer que, en algunos aspectos, la salvación es un proceso sinérgico. Este es el caso, por ejemplo, con la santificación progresiva:
“En el caso de la santificación, tanto Dios como el creyente cooperan. Es verdad que Dios el Padre nos santifica (1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 12:5-11; Filipenses 2:3; Hebreos 13:20-21), que Dios el Hijo nos santifica por medio de su obra expiatoria y por su ejemplo de entrega (Hebreos 12:2) y que Dios el Espíritu Santo nos santifica (1 Pedro 1:2; Gálatas 5:22-23); pero es igualmente cierto que el creyente es llamado a cooperar con el Dios trino en la obra de la santificación. De allí tantos mandatos éticos dirigidos hacia los creyentes en el Nuevo Testamento. Puesto que el Espíritu mora en ellos, ahora pueden vivir de acuerdo a la voluntad del Altísimo (Romanos 6:3; 12:1; Filipenses 2:12; 1 Juan 3:3). La justificación es enteramente la obra de Dios; la santificación es obra de Dios y del creyente.”[1]
¡Muy bien por Coalición por el Evangelio! Dieron en el blanco. La salvación implica sinergismo. Ese no es el problema. El problema es que el calvinismo siempre ha insistido en que el sinergismo arminiano es incorrecto y antibíblico porque, si el hombre tiene algo que ver con su salvación o participa activamente en ella, le estaría robando la gloria a Dios en dicho proceso, pues la salvación del hombre le pertenece solo a Dios (Jonas 2:9, Salmo 3:8) ¡Solo Dios puede participar en ella! Él es el único sujeto activo. Cualquier implicación de sinergismo debe ser rechazada por cuánto atenta contra la soberanía de Dios. Lo que parecen no notar (o más bien ignoran de forma intencional) es que al reconocer que la santificación progresiva es sinérgica, tal reconocimiento implica por necesidad una falla lógica y teológica grave en su comprensión de la salvación. ¿Por qué?
El escritor calvinista Michael Riccardi afirmó:
“La doctrina arminiana wesleyana del sinergismo… no es bíblica y es tachada con razón de mala teología […] las implicaciones lógicas del sinergismo parecen implicar necesariamente una negación herética de la sola gratia […] La conclusión lógica del sinergismo puede ser una herejía.”[2]
Ahora bien, si el sinergismo es “mala teología”, si sus implicaciones lógicas y conclusiones son heréticas, entonces el sinergismo debería ser así (una herejía) en todos los casos en que se relacione con la salvación, no solo en la parte que ofenda a los calvinistas ¿o es que el sinergismo es “sana doctrina” solo cuando sirve de remiendo en su Ordo Salutis (como ocurre con la santificación)?
Michael Riccardi sin duda yerra al condenar el sinergismo, pero hay que reconocer que al menos es coherente y lleva las implicaciones de su teología hasta las últimas consecuencias. Esto no puede decirse de otros teólogos calvinistas. Por ejemplo, el teólogo reformado Louis Berkhof escribe:
“La regeneración, entonces, debe ser comprendida de manera monergista. Dios obra solo, y el pecador no tiene de ninguna manera parte en ello. Esto, por supuesto, no quiere decir, que el hombre no coopera en las etapas posteriores de la obra de redención. Es bastante evidente en las Escrituras que lo hace”.[3]
“El hombre coopera en la conversión. Aunque Dios es el autor de la conversión, es muy importante enfatizar el hecho, en contra de una falsa pasividad, que también hay una cierta cooperación en la conversión.”[4]
Wayne Grudem hace también afirmaciones similares:
“En algunos de los elementos de la aplicación de la redención tenemos una parte activa (esto es cierto, por ejemplo, de la conversión, la santificación y la perseverancia)”[5]
Incluso el ya extinto R. C. Sproul afirmó:
“Cuando Dios regenera un alma humana, cuando él nos hace espiritualmente vivos, nosotros tomamos decisiones. Nosotros creemos. Nosotros tenemos fe. Nosotros nos aferramos a Cristo. Dios no cree por nosotros. La fe no es monergista”[6]
El calvinismo puede pretender que tales afirmaciones concuerdan con su teología, pero incluso GotQuestions.com (de orientación calvinista) piensa lo contrario:
“Este punto de vista [sinergismo] esencialmente le roba a Dios Su soberanía y coloca la responsabilidad de la salvación directamente sobre los hombros de las criaturas que son totalmente incapaces de salvarse a sí mismas. En conclusión, el peso de la evidencia lógica y el peso de la evidencia bíblica, apoya la creencia monergística de la salvación – Dios es el autor y consumador de nuestra salvación.”[7]
Ahora bien, si el sinergismo le “roba a Dios su soberanía”, entonces ¿Por qué la santificación progresiva es sinergista? ¿acaso no es parte del proceso de salvación? ¿No le estaríamos robando la gloria a Dios en “esa” parte? El calvinista honesto debe reconocer que esto plantea una falla en su lógica pues, si el hombre participa activamente en la salvación (aún cuando fuese en una pequeña parte del proceso) la salvación deja de ser monergista y el determinismo exhaustivo (necesario para la coherencia lógica del calvinismo) es falso. Así, cuando tachan al arminianismo de estar errado por enseñar el sinergismo bíblico, en realidad escupen hacia arriba.

EL SINERGISMO NO LE ROBA LA GLORIA A DIOS
La biblia enseña claramente el sinergismo en el proceso de salvación (y no solamente en la santificación progresiva como quisiera hacernos creer el calvinismo). Para que su sistema funcione coherentemente, el calvinismo se ve obligado a hacernos creer en un concepto de soberanía divina que es, en esencia, determinismo exhaustivo (la creencia de que no existe un verdadero libre albedrío libertario/elección contraria de ningún tipo), y ese es otro grave error que comete dicho sistema teológico. Uno de los argumentos más efectivos contra la idea del determinismo exhaustivo proviene del capítulo 10 de 1 Corintios:
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla.” (1 Corintios 10:13, LBLA)
Dios es fiel, y con cada tentación crea una vía de escape para que podamos soportarla en lugar de ceder a ella. Sin embargo, si caemos en pecado, y ese pecado estaba predeterminado (como debe ser en el determinismo exhaustivo), entonces la única conclusión posible es que Dios permite que seamos tentados más allá de lo que somos capaces de soportar, lo cual sería contrario a las Escrituras.
Para desgracia del calvinismo, la Escritura misma da testimonio de una santificación sinérgica:
“… Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.” (Filipenses 2:12-13, LBLA)
Pero si la santificación es sinérgica, entonces esto plantea la pregunta. ¿Nuestra santificación glorifica a Dios? Absolutamente. Y esto de por sí es problemático para el calvinismo, ya que si la santificación es sinérgica y aun así glorifica a Dios, el monergismo pierde su mayor argumento a favor. En Juan 15, Jesús declara a sus discípulos:
“En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois [esto implica sinergismo, participación de la voluntad humana] mis discípulos.” (Juan 15:8, LBLA)
Esto plantea dificultades obvias para los argumentos calvinistas estándar contra la fe sinérgica: ¿Cómo es que la fe sinérgica de alguna manera le roba la gloria a Dios, mientras que la santificación sinérgica le trae gloria? ¿Debemos ahora etiquetar la santificación como ‘centrada en el hombre’? ¿Por qué la fe sinérgica nos daría razones para gloriarnos en nuestra salvación, pero la santificación sinérgica no nos daría razones para gloriarnos en nuestra santidad? ¿Por qué la fe sinérgica no es ‘del Señor’, pero la santificación sinérgica obviamente lo es? De repente, los argumentos en contra del sinergismo no suenan tan inteligentes, y el esfuerzo calvinista para producir una campaña de desprestigio redactada astutamente contra los arminianos durante los últimos 400 años comienza a sonar muy hueca.
En el proceso de santificación vemos un sinergismo que glorifica a Dios:
- Dios recibe la gloria porque el Espíritu Santo, que cambió nuestra naturaleza durante la regeneración, mora en nosotros produciendo “tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.” (Filipenses 2:12-13, LBLA)
- Las Escrituras mismas nos ordenan: “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”, lo cual implica que somos nosotros quienes tomamos decisiones basadas en esa nueva naturaleza que recibimos del Espíritu.
La visión sinérgica de la fe es perfectamente bíblica ya que, tal como lo enseñan las Escrituras, uno solo puede creer a través de la gracia de Dios y la obra del Espíritu Santo en su corazón, porque el corazón del hombre está irremediablemente perdido debido a su naturaleza caída, apartado de la gracia. Es cierto que los arminianos creemos que la gracia es resistible, pero esto no le quita la gloria a Dios, porque la obra del Espíritu en la santificación es igualmente resistible; de lo contrario, nunca podríamos pecar.
La colaboración del hombre en el proceso de santificación jamás podría robarle la gloria a Dios, ya que ninguna santidad obrada en nosotros puede atribuirse a nuestro propio mérito, sino a Dios, el cual nos suministra el Espíritu a fin de que podamos vencer el pecado y ser santos; y esto, ciertamente, no es producto de nuestras obras, sino más bien un don otorgado a nosotros por medio de la fe:
“Aquel, pues, que os suministra el Espíritu y hace milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe? (Gálatas 3:5, LBLA)” (Gálatas 3:5).
La respuesta es obvia: Por medio de la fe. Y esta fe, que nos permite recibir el “suministro del Espíritu” es, en sí misma, un regalo de Dios:
“Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios.” (Efesios 2:8, LBLA)
Nada podemos hacer sin el auxilio de la gracia (el Espíritu Santo). Jesus dijo:
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.”. (Juan 15:4-5, LBLA)
Usando una analogía similar, Pablo agrega en Romanos 11 que ni siquiera debemos jactarnos de nuestra permanencia en el olivo [el pueblo de Dios] o de que otros fueron desgajados para que nosotros fuésemos insertados. Las ramas que fueron cortadas del olivo permanecieron en pie mientras fueron sustentadas por la raíz [Cristo], tal como ocurre con nosotros ahora. No somos parte del árbol porque le aportemos algo al árbol o colaboremos con Él, tampoco ayudamos en nada al sustento de la raíz. ¡Es la raíz, Cristo, quien nos sostiene a nosotros!
La gracia de Dios es el principio, el sostenimiento y la culminación de nuestra salvación y santificación. Por lo tanto, el ser humano no tiene razón para pensar que es el centro de todo, y tampoco tiene derecho a reclamar gloria alguna por su redención o santidad, y no tiene lugar para jactarse de lo que Dios le ha provisto gratuitamente. Por eso, decir que el sinergismo le roba la gloria a Dios es simplemente falso. Y si eso es así, entonces no solo la santificación progresiva es sinérgica, sino todo el proceso: Dios le concede al hombre la fe como un don, pero Dios no cree por el hombre ni ejerce la fe en su lugar. El hombre es habilitado para ejercer la fe cuando Dios libera su albedrío. Pero es el hombre quien elige creer o no. De lo contrario no sería responsable por su condenación. Sin esa libre elección del hombre no podría darse la conversión y el nuevo nacimiento, tampoco la santificación y la perseverancia en la fe. Sin ese trabajo sinérgico el hombre no sería salvo. Sí, la salvación es del Señor, pues es Dios quien da el primer paso a través de su Espíritu, pero en el resto del proceso todo es sinérgico.
El calvinismo es medio hipócrita al afirmar el sinergismo solo en la santificación progresiva pero no en el resto. Si la santificación progresiva puede ser sinergista sin robarle la gloria a Dios ¿Por qué no todo el proceso de salvación puede ser sinergista? ¿Por qué en otras áreas se considera que roba la gloria de Dios y en esta no? ¿En qué forma le robo la gloria a Dios al ejercer libremente mi fe, al arrepentirme al ser tocado por su Espíritu, al buscar mi santificación o al perseverar en la fe?
El sinergismo enseñado por el arminianismo es bíblico. No le roba la gloria a Dios. Al contrario, le da toda la gloria a Dios, pero lo hace en términos bíblicos y según lo trazado por las Escrituras. No necesitamos excedernos y llevar la soberanía de Dios más allá de lo que la Biblia enseña. ¡Eso sí es robarle a Dios si gloria! El arminianismo es una teología de la gracia, las verdaderas doctrinas de la gracia; pues reconocemos que, sin la gracia de Dios, verdaderamente no somos nada, y todo arminiano, como buen sinergista salvado por la gracia, sólo puede responder: ¡Soli Deo Gloria!
ACERCA DEL AUTOR:

REFERENCIAS:
[1] Will Graham, Justificación y santificación: ¿Cuál es la diferencia?, 8 de noviembre, 2016. https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/justificacion-y-santificacion-cual-es-la-diferencia/ consultado el 21 de junio de 2023.
[2] Michael Riccardi, Las Características de la Herejía, 18 de julio de 2021, https://evangelio.blog/2021/07/18/las-caractersticas-de-la-hereja/ consultado el 21 de junio de 2023.
[3] Louis Berkhof, Systematic Theology. Parte IV:VI.F.3.
[4] Louis Berkhof, Parte IV:VII.F.2.
[5] Wayne Grudem, Teología Sistemática (Editorial Vida: 2007), 733.
[6] R. C. Sproul, Escogidos por Dios, (Tyndale: 1986), 93.
[7] GotQuestions.com, Monergismo vs. sinergismo ¿Cuál doctrina es la correcta?, https://www.gotquestions.org/Espanol/monergismo-vs-sinergismo.html consultado el 21 de junio de 2023.