Por Fernando E. Alvarado
Supongamos que alguien te hace la pregunta: “¿Qué es el reino de Dios?” ¿Cómo responderías? La respuesta más fácil sería notar que un reino es un territorio donde gobierna un rey. Y como entendemos que Dios es el Creador de todas las cosas, su reino se extiende por todo el mundo. Esto manifiesta que el reino de Dios está dondequiera que Dios reina, y dado que Él reina en todas partes, el reino de Dios está en todas partes. Sin embargo, eso no es todo. En el corazón de este tema está la idea del reino mesiánico de Dios. Un reino que será gobernado por el Mesías escogido de Dios, quien no será solo el Redentor de su pueblo, sino también su Rey.

EL REINO DE DIOS YA ESTÁ ENTRE NOSOTROS
Los Evangelios describen a Jesús de Nazaret proclamando el Reino como algo que ya está cerca, que está llegando en el presente, no como una realidad futura. Las actividades narradas de Jesús, al sanar las enfermedades, expulsar los demonios, enseñar una nueva ética de vida y ofrecer una nueva esperanza en Dios al más pobre, se entienden como una demostración que el Reino está en acción. Tener al Mesías, el Rey de los judíos, entre ellos, es un aspecto de este Reino: el Rey había llegado para representar su Reino. Por su vida sin pecado y mediante sus milagros estaba demostrando a los judíos como es el Reino.El Reino de Dios también se refiere al cambio de corazón o mente (metanoia) por parte de los cristianos, dando énfasis a la naturaleza espiritual de su Reino al decir que «el Reino de los Cielos está dentro de vosotros mismos». Esta frase puede también traducirse, sin embargo, «el reino de los cielos está en medio de vosotros». Pero, ¿Se limita sólo a eso? ¿O existe también una realidad futura del Reino?

EL REINO DE DIOS A TRAVÉS DE LA BIBLIA
El Reino de Dios ha sido un tema trascendental a lo largo de las Escrituras. La expresión “El reino de Jehová” aparece una vez en el Antiguo Testamento: malkuth Yahvé (1 Crónicas 28:5). Obviamente el “reino” aparece muchas veces para significar un territorio o dominio aquí en la tierra. “Dominio” o “reinado” es a veces la traducción de la idea de la autoridad y el poder de Dios (Salmos 22:28; 45:6; 66:7; 103:19; 145:11–13;). A través del Antiguo Testamento (pero especialmente en los Salmos y profetas) la idea de Dios como el Rey que gobierna sobre su Creación y sobre Israel se expresa claramente. Aunque el reino inmediato de Dios es evidente en el Antiguo Testamento, también hay un fuerte énfasis en el futuro cumplimiento del reino universal de Dios. Esta anticipación frecuentemente coincide con las expectaciones mesiánicas de la primera y la segunda venida (Isaías 9:6,7; 11:1–12; 24:21–23; 45:22–23; Zacarías 14:9). Daniel 4:34 describe el reino de Dios como “dominio sempiterno” y un reino por todas las edades.
La idea del Reino, sin embargo, cobra un significado más amplia y espiritual en el Nuevo Testamento. Mientras que la idea del reino universal de Dios penetra el Antiguo Testamento, el reino de Dios tiene un significado e importancia adicional en las enseñanzas y en el ministerio de Jesús. Este ministerio empieza con la proclamación “el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2; 4:17; Marcos 1:15). Aunque Jesús nunca definió específicamente el reino, Él lo ilustraba por medio de parábolas (Mateo 13; Marcos 4) y demostraba su poder en su ministerio. Enseñaba a sus discípulos a proclamar el reino al mandarlos a participar en el ministerio misionero (Mateo 10:7; Lucas 9:2; 10:9,11). Cada descripción de Jesucristo como Señor es un recordatorio de que Él es el soberano del reino de Dios.Así pues, de los varios contextos de la palabra reino en los Evangelios, el reinado de Dios se ve como (1) un presente reino o esfera en el cual las personas están entrando ahora, y (2) un futuro orden apocalíptico en el cual los justos entrarán después de la Segunda Venida de Cristo, un reino literal sobre esta Tierra.Entonces el reino de Dios es tanto una realidad actual como una promesa de un cumplimiento futuro. El Reino estuvo presente en la tierra en la persona y los hechos de Jesús durante el tiempo de su encarnación. Después de la resurrección, el Cristo resucitado está presente por su Espíritu, y donde esté su Espíritu, el Reino está presente. La plenitud del reino espera la llegada final apocalíptica al fin de esta era (Mateo 24:27,30,31; Lucas 21:27–31).
Hoy, la obra redentora está terminada, aunque la realidad del reino último es limitada. Por ejemplo, en la era presente, el poder del Reino no detiene el proceso de envejecimiento y muerte. Aunque Dios a veces subyuga las leyes naturales por un acto soberano o en respuesta a la oración y fe de los creyentes, el Reino todavía funciona por medio de seres humanos falibles. La Biblia también deja ver que la iglesia no cambiará finalmente el mundo antes de la Segunda Venida (esto de por sí es un duro golpe para la postura posmilenialista). Esta forma de pensar (el posmilenialismo) ha llevado a muchos a enfocarse en un Evangelio político y social, más que salvífico. Las acciones políticas y sociales justas son importantes, pero el énfasis principal del Reino es la transformación espiritual de los individuos que componen el cuerpo de Cristo. El Reino ya está presente, pero no está completo. Es tanto presente como futuro.

AMILENIALISMO, UNA ESCATOLOGÍA INCONSISTENTE
Ciertamente, tengo problemas serios para aceptar la validez de la postura amilenial como suele presentarse entre los reformados. Querer afirmar que ya estamos en el milenio (al cual consideran simbólico) y que Satanás está atado actualmente me parece por demás fantasioso e irreal por parte de la teología reformada. Es difícil tomarlo en serio ¿Por qué? Porque como es evidente para todos, el período entre la primera y la segunda venida de Cristo (esta era presente) está marcado por el enfrentamiento violento entre el poder del Reino y el poder que domina al mundo en esta era presente. Esto no sería posible si el diablo ya estuviera atado. El conflicto divino con lo demoníaco caracteriza la era presente (por eso no podríamos estar viviendo en el Milenio actualmente como algunos sugieren). Es la era de conflicto como también la era del Espíritu. Los creyentes tienen que combatir las fuerzas del mal (Efesios 6:12).
No tenemos la garantía del buen éxito total e instantáneo en este conflicto. Cada victoria sobre la enfermedad, el pecado, la opresión, o lo demoníaco es un recordatorio del poder actual del reino y de la victoria final venidera, una victoria asegurada por la resurrección. Estamos llamados a combatir la enfermedad, pero enfrentamos la realidad de que no todos aquellos por los que se ora serán sanados. Estamos en armonía con los propósitos de Dios en esta era al enfrentar la enfermedad de toda manera posible; nos regocijamos con las victorias notables, pero no estamos perplejos cuando algunos no son sanados. No nos rendimos al mal ni a las luchas del tiempo actual; pero tampoco nos enfurecemos con Dios ni culpamos a otros cuando toda petición no es concedida. Estos son aspectos con los que lidiamos a diario, pero que me llevan a sospechar de la escatología reformada y su interpretación alegórica. Si Cristo ya está reinando, si ya estamos en el Milenio. Si la era misma de la iglesia es el Milenio ¿Por qué todo esto? Simplemente hay algo que no cuadra entre la escatología reformada (el amilenialismo, e incluso el posmilenialismo), la realidad y la Biblia.
Sí, el Reino de Dios está entre nosotros, pero su completa culminación (y esto incluye Apocalipsis 20), es todavía futura. El «ya, pero todavía no» del Reino de Dios nos exige la existencia literal de una teocracia aún futura, una teocracia pura con Cristo como cabeza reinando por mil años sobre la Tierra y dando paso luego a un Reino eterno posterior al juicio final.
