Por Fernando E. Alvarado
Las doctrinas respecto al reino de Dios tienden a errar hacia uno de dos extremos. Un extremo asume que el Reino logra muy poco durante la era de la iglesia. El otro mantiene que el Reino logra demasiado. Algunos enfatizan en la naturaleza celestial del Reino, y esperan poca expresión sobrenatural en la tierra. Debido a que el cumplimiento del Reino es todavía futuro la Iglesia podría retractarse de responsabilidades sociales y cívicas. Otros ubican al Reino primariamente en la tierra. Ellos claman que la mayor parte del poder sobrenatural de Dios está disponible actualmente a una iglesia militante y que el cumplimiento del Reino ocurrirá durante la era de la iglesia. Ambos extremos deben ser evitados.

UN REINO EN DOS FASES
Es importante desarrollar una postura coherente al hablar del “ya, pero todavía no” del Reino. El Nuevo Testamento nos relata que después de un largo silencio de la voz profética, vino Juan el Bautista con un mensaje radical: «Arrepiéntanse, porque el reino de Dios está cerca» (Mat 3:20). Jesús inició su propio ministerio con la misma proclama (Mat 4:17). Envió sus discípulos a anunciar ese mismo mensaje (Mat 10:7). Así pues, con la venida del tan esperado Mesías comienza «el siglo venidero»; con la llegada del Rey, llegó el reino.
Para Jesús (y esto debemos entenderlo también nosotros) el reino no sólo se ha acercado sino que ha venido ya. Esto es ampliamente corroborado por las Escrituras: «Si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a ustedes el reino de Dios» (Mat 12:28). «El reino de Dios está entre ustedes» (Luc 17:20-21). Con esto Jesús anuncia que el reino es ya una realidad.

Otros textos enseñan lo mismo en otros términos: «Ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que son los últimos tiempos» (1Jn 2:18, nótese que esto se dijo a fines del primer siglo). «[Nos] han alcanzado los fines de los siglos» (1Cor 10;11, esto fue dicho alrededor del 53 d.C). ¡Desde que vino Cristo, y resucitó de los muertos, estamos en los últimos tiempos, los tiempos del reino! Pero hay un detalle que también debemos considerar: El reino de Dios ha venido, pero el reino del mal no se ha ido. Por ahora el reino de Dios vive en tensión, contradicción y combate.
No se ve mucho de la justicia y el amor del reino. Por eso Jesús nos manda buscar primero el reino y su justicia, y por eso oramos, «Venga tu reino [¡como si no hubiera venido ya!], hágase tu voluntad en la tierra» (Mat 6:10,33). Y por eso, sobre todo, Cristo volverá a traer la plenitud del reino. Un pasaje bíblico que enfoca esta relación entre presente y futuro es Juan 5.24-29: “El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna [tiempo presente ya] y no será juzgado [tiempo futuro] sino que ha pasado de la muerte a la vida [tiempo pasado]. Ciertamente les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya [el YA del reino] en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivirán. No se asombren de esto, porque viene la hora [el «todavía no» futuro, sin Ya] en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán de allí», unos para resurrección de vida y otros para resurrección de condenación.”

Esa fase final del reino se inaugurará, igual que la primera fase, por una venida de Cristo a la tierra. Esto también es evidenciado por las Escrituras. Incluso desde su cruz el ladrón penitente clamó, «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino» (Lc 23:42; Mr 13:26; 14:62). Y también se nos dice: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria» juzgará a justos e injustos (Mat 25:31). La venida del reino de Dios traerá, según Lucas 17:20-22, «los días del Hijo del hombre».
Pero eso no es todo. En su última cena Jesús declaró que no volvería a beber vino «hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre» (Mt 26:29). Al igual que las citas anteriores, el resto de las Escrituras anuncian importantes aspectos del reino de Dios que todavía no son realidad, sobre todo la resurrección del cuerpo y la vida perdurable como victoria final sobre la muerte (Jn 5:29; 1Tes 4:16).

En la plenitud venidera, el reino del mundo vendrá a ser reino de nuestro Dios y de su Cristo (Ap 11:15). No habrá dolor ni tristeza, hambre ni enfermedad, injusticia ni guerras. Teniendo esto en cuenta podemos deducir que las expresiones «heredar el reino» o «entrar al reino» parecen referirse, por lo menos a veces, al «todavía no» del reino de Dios, como también las expresiones «vida venidera» (1Tm 4:8), «ira venidera» (Lc 3.7) y «mundo venidero» (Heb 2:5).
Según el pensamiento bíblico, Cristo mismo traerá esa fase final del reino. A nosotros no nos toca traerlo, ni tampoco «construir el reino». Lo que nos toca es ser levadura del reino para «leudar» la historia con las fuerzas del reino que vino y vendrá. Con eso no vamos a construir una sociedad perfecta que podríamos identificar como el reino de Dios en la tierra. Menos pretenciosamente, luchamos por lograr sociedades más justas e igualitarias, conforme al reino que Cristo trajo y traerá.

EQUILIBRANDO AMBAS VERDADES
En este artículo he querido señalar la tensión bipolar que existe en el mismo evangelio del reino, entre el Ya del reino que vino (histórico) y el Todavía No del reino que vendrá (escatológico), entre la Venida de Jesús y su retorno. ¿Por qué? Porque los protestantes no solemos ser muy equilibrados en nuestras posturas. En cambio, solemos irnos a los extremos. La teología tradicional priorizaba casi exclusivamente la Segunda Venida y la vida eterna futura. Ahora la teología progresista a veces, ignorando el Todavía No del reino, está en peligro de reducir el mensaje del reino a un simple programa de acción social.
Considero que nuestra fidelidad al evangelio significa el debido equilibro entre el «ya» presente del reino y el «todavía no» de la promesa en su plenitud venidera. Cristo enseñó a sus discípulos que oraran, “venga tu reino” (Mateo 6:10). El Reino ya está entre nosotros porque ha invadido el dominio de Satanás y ha asegurado la victoria final. De alguna manera el Reino viene cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, es sanada o liberada, o es tocada de una manera divina. Pero la futura consumación del reino de Dios – el tiempo cuando todo mal y rebelión serán eliminados – es la esperanza ferviente del cristiano. Entonces con los discípulos oramos, “venga tu reino” – tanto ahora como cuando Cristo regrese.
