Arminianismo Clásico, Arminianismo Reformado, Calvinismo, Sin categoría

Catecismo de Heidelberg, arminianismo y expiación (II)

𝙋𝙤𝙧 𝙁𝙚𝙧𝙣𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙀. 𝘼𝙡𝙫𝙖𝙧𝙖𝙙𝙤

Una idea bastante común expresada por muchos cristianos es que los arminianos y los calvinistas tenemos diferencias irreconciliables y que, por lo tanto, jamás podríamos llegar a considerarnos hermanos. Acusaciones de herejía suelen ser lanzadas de un bando hacia el otro. La soberanía de Dios es puesta en oposición al albedrío humano, el TULIP calvinista (Total Depravity, Unconditional Election, Limited Atonement, Irresistible Grace, Perseverance of the Saints) es puesto en oposición al FACTS arminiano (Freed by Grace to Believe, Atonement for All, Conditional Election, Total Depravity, Security in Christ) o incluso con el tergiversado DAISY (Diminished Depravity, Abrogated Election, Impersonal Atonement, Sedentary Grace, Yieldable Justification) creado por los calvinistas para caricaturizar al arminianismo (los arminianos no aprobamos el acrónimo DAISY. Dicho acrónimo es en realidad una formulación calvinista, que explica el arminianismo desde su perspectiva, más no representa al arminianismo real).

Desde el Sínodo de Dort ambas corrientes reformadas, calvinismo y arminianismo, han sido vistos como enemigos y no como hermanos. La naturaleza irreconciliable entre ambas posturas ha sido resaltada y, sin embargo, no deja de ser un mito popular que el calvinismo y el arminianismo somos totalmente opuestos, o que no podamos vernos como hermanos. Los verdaderos arminianos somos más que simplemente lo contrario al TULIP calvinista. ¿A qué me refiero con esto? A que es más lo que nos une que lo que nos separa a calvinistas y arminianos. Ni el FACTS ni el TULIP representan la totalidad del Evangelio y fuera de ellos hay mucho terreno en común entre arminianos y calvinistas.

A través de esta serie de artículos te invito a estudiar el Catecismo de Heidelberg, una de las Tres Formas de la Unidad de las Iglesias Reformadas a la cual Arminio afirmó adherirse. En ellos analizaremos cada una de las 52 secciones del Catecismo a la luz de la Palabra y la cosmovisión arminiana. Al hacerlo podremos determinar porqué Arminio se adhería al Catecismo de Heidelberg y por qué arminianos y calvinistas tenemos más en común de lo que muchos piensan.

CATECISMO DE HEIDLEBERG SEGUNDA PARTE (LIBERACIÓN)

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 𝟭2

Según el justo juicio de Dios, merecemos ser castigados ahora y en la eternidad: ¿Cómo, pues, podremos escapar este castigo y volver a gozar del favor de Dios?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

Dios requiere que su justicia sea satisfecha (Ex. 23:7; Rom. 2:1-11). Por tanto, se debe satisfacer completamente las demandas de esta justicia, sea por nosotros mismos o por algún otro (Isa. 53:11; Rom. 8:3-4).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 𝟭3

¿Podemos pagar esta deuda nosotros mismos?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

Definitivamente que no. De hecho, cada día incrementamos nuestra deuda (Mt. 6:12; Rom. 2:4-5).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 𝟭4

¿Podrá otra criatura –cualquiera que sea– pagar nuestra deuda?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

No. Para empezar, Dios no va a castigar a ninguna otra criatura por la culpa del ser humano (Ez. 18:4, 20; Heb. 2:14-18). Además, ninguna simple criatura puede soportar el peso de la ira eterna de Dios en contra del pecado y liberar a otros de ella (Sal. 49:7-9; 130:3).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 𝟭5

¿Entonces qué tipo de mediador y liberador deberíamos buscar?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

Uno que sea un ser humano verdadero (Rom. 1:3; 1 Cor. 15:21; Heb. 2:17) y justo (Isa. 53:9; 2 Cor. 5:21; Heb. 7:26), pero que también sea más poderoso que todas las criaturas, esto es, uno que también sea verdadero Dios (Isa. 7:14; 9:6; Jer. 23:6; Juan 1:1).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 𝟭6

¿Por qué el mediador debe ser un ser humano verdadero y justo?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

La justicia de Dios demanda que sea la naturaleza humana que pecó la que pague por el pecado (Rom. 5:12, 15; 1 Cor. 15:21; Heb. 2:14-16); pero un ser humano pecaminoso jamás podría pagar por otros (Heb. 7:26-27; 1 Pedro. 3:18).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 𝟭7

¿Por qué el mediador también debería ser verdadero Dios?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

Para que el mediador sea capaz de soportar, por el poder de su divinidad, el peso de la ira de Dios en su humanidad y ganar para nosotros y restaurar para nosotros la justicia y la vida (Isa. 53; Juan 3:16; 2 Cor. 5:21 Isa. 53; Juan 3:16; 2 Cor. 5:21).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 𝟭8

¿Quién es entonces este mediador–verdadero Dios y, al mismo tiempo, ser humano verdadero y justo?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

Nuestro Señor Jesucristo (Mt. 1:21-23; Lc. 2:11; 1 Tim. 2:5), que nos fue dado para liberarnos completamente y hacernos justos ante Dios (1 Cor. 1:30).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 𝟭9

¿Cómo te enteras de esto?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

Me lo dice el santo evangelio. Ya en el paraíso Dios empezó a revelar el evangelio (Gen. 3:15); después Dios lo proclamó por medio de los santos patriarcas (Gen. 22:18; 49:10) y profetas (Isa. 53; Jer. 23:5-6; Mi. 7:18-20; Hch. 10:43; Heb. 1:1-2) y lo prefiguró por medio de los sacrificios y otras ceremonias de la ley (Lv. 1-7; Juan 5:46; Heb. 10:1-10); y finalmente Dios lo cumplió mediante su propio amado Hijo (Rom. 10:4; Gal. 4:4-5; Col. 2:17).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 20

¿Son salvados por Cristo todos los hombres que perecieron en Adán?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

No. Los únicos que son salvos son aquellos que mediante la verdadera fe son injertados en Cristo y aceptan todos sus beneficios (Mt. 7:14; Juan 3:16, 18, 36; Rom. 11:16-21).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 21

¿Qué es la verdadera fe?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

La verdadera fe no es sólo un seguro conocimiento por el cual sostengo como cierto todo lo que Dios nos ha revelado en la Escritura (Juan 17:3, 17; Heb. 11:1-3; Stg. 2:19); sino también una confianza completa (Rom. 4:18-21; 5:1; 10:10; Heb. 4:14-16), que el Espíritu Santo crea en mí (Mt. 16:15-17; Juan 3:5; Hch 16:14) por medio del evangelio (Rom. 1:16; 10:17; 1 Cor. 1:21), de que Dios ha concedido gratuitamente, no sólo a otros, sino que también a mí (Gal. 2:20), perdón de pecados, justicia eterna, y salvación (Rom. 1:17; Heb. 10:10). Estos son dones de pura gracia, concedidos sólo en base a los méritos de Cristo (Rom. 3:21-26; Gal. 2:16; Ef. 2:8-10).

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 22

¿Qué, pues, debe creer un cristiano?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

Todo lo que se nos ha prometido en el evangelio (Mt. 28:18-20; Juan 20:30-31), lo cual se resume en los artículos de nuestra indiscutible fe cristiana universal.

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 23

¿Qué dicen estos artículos?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

  • Creo en Dios Padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.
  • Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo y nacido de la virgen María. Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió al infierno. Al tercer día resucitó de entre los muertos. Subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso. De allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.
  • Creo en el Espíritu Santo, una santa iglesia cristiana universal, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección del cuerpo, y la vida eterna. Amén.

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 24

¿En cuántas partes se dividen estos artículos?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

Se dividen en tres partes: Dios Padre y nuestra creación; Dios el Hijo y nuestra liberación; y Dios Espíritu Santo y nuestra santificación.

𝗣𝗥𝗘𝗚𝗨𝗡𝗧𝗔 25

Puesto que sólo existe un único ser divino (Dt. 6:4; 1 Cor. 8:4,6), ¿por qué hablas de tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo?

𝗥𝗘𝗦𝗣𝗨𝗘𝗦𝗧𝗔

Porque así se ha revelado Dios en su Palabra (Mt. 3:16-17; 28:18-19; Lc. 4:18 (Isa. 61:1); Juan 14:26; 15:26; 2 Cor. 13:14; Gal. 4:6; Tit. 3:5-6): estas tres personas distintas son el único, verdadero y eterno Dios.

LA PERSPECTIVA ARMINIANA

Más allá de nuestras diferencias en materia soteriológica, arminianos y calvinistas nos aferramos por igual a las verdades fundamentales de la fe cristiana. Como arminianos, concordamos plenamente con las afirmaciones hechas en la segunda sección del Catecismo de Heidelberg.

PREGUNTAS 12-13 (La expiación penal sustitutiva)

En total concordancia con las preguntas 12-13 del Catecismo de Heidelberg, los arminianos entendemos la expiación de Cristo como un sacrificio vicario y sustitutivo que satisfizo las demandas de la justicia de Dios sobre el pecado. La palabra “vicario” significa “sustituto”. Por lo tanto, Cristo fue nuestro sustituto en el sentido de que él tomó nuestro lugar y sufrió nuestro castigo. Su muerte sustitutiva también fue un acto legal por el cual Cristo cumplió la ley y, legalmente, pagó la pena del pecado. Pedro, basándose en Isaías 53, declara: “El mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por Sus heridas fueron ustedes sanados” (1 Pe 2:24). En el siguiente capítulo, él declara: “Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pe 3:18).

El carácter legal de Su sacrificio puede evidenciarse en las palabras del mismo Jesús. Mientras colgaba del madero, una de sus frases fue: “¡Consumado es!” ( Juan 19:30 ). Dicha expresión se traduce del griego “tetelestai”, un término legal de esa época. Tetelestai significa “está terminado”, “todo está cumplido”, “todo ha terminado” y, más específicamente “pagado en su totalidad”. De hecho, al estudiar los papiros antiguos correspondientes a la época neotestamentaria, se puede constatar que aquellos papiros que contenían recibos de impuestos ya cancelados, llevaban escrita la palabra “tetelistai” en ellos. Esto indicaba que la deuda había sido pagada en su totalidad. Es por tal motivo que esta palabra en los labios de Jesús resulta significativa. Cuando dijo: “consumado es”, quiso decir que Su obra redentora había sido completada. La paga que exigía la justicia divina en compensación por el pecado humano había sido pagada en su totalidad. Mediante “esa única ofrenda, él perfeccionó para siempre a los que está haciendo santos” (Hebreos 10:12-14, NTV).

Así pues, desde la perspectiva arminiana, la sustitución penal captura el corazón de la expiación, ya que vemos en el sacrificio expiatorio de Cristo el amor y la justicia de Dios. En la expiación penal sustitutiva no vemos al Padre contra el Hijo, sino más bien el desarrollo del Pacto de Redención acordado en el seno de la Trinidad desde antes que el mundo fuese (Efesios 1: 3-7), ya que el Hijo se entregó voluntariamente y con alegría por el bien de los pecadores. Ciertamente el Padre envió al Hijo (Jn 3:16), pero el Hijo se regocijó por hacer la voluntad del Padre (Jn 10:18). Así pues, Cristo pagó la pena del pecado del hombre, trayendo perdón, imputando justicia y reconciliando al hombre con Dios.

PREGUNTAS 14-19 (La necesidad de un Mediador, la Encarnación y la Deidad de Cristo)

Las preguntas 14-19 del Catecismo de Heidelberg se enfocan en la necesidad de un mediador y la naturaleza del mismo. Bíblicamente, Dios tiene una disputa con nosotros a causa del pecado. El pecado se describe en la Biblia como la transgresión de la ley de Dios (1 Juan 3:4) y la rebelión en contra de Dios (Deuteronomio 9:7; Josué 1:18). Dios odia el pecado, y el pecado está entre todos nosotros y Él. «No hay justo, ni aun uno» (Romanos 3:10). Todos los seres humanos son pecadores a causa del pecado que hemos heredado de Adán, así como el pecado que cometemos diariamente. El único pago justo por este pecado, es la muerte (Romanos 6:23), no sólo la muerte física, sino la muerte eterna (Apocalipsis 20:11-15). El justo castigo por el pecado es una eternidad en el infierno.

Por otro lado, nada de lo que podamos hacer por nuestra propia cuenta sería suficiente para mediar entre nosotros y Dios. Por más buenas obras o porque guardemos la ley, no nos hace lo suficientemente justos para estar delante de un Dios santo (Isaías 64:6; Romanos 3:20; Gálatas 2:16). Sin un mediador, estamos destinados a pasar la eternidad en el infierno, ya que es imposible salvarnos a nosotros mismos de nuestro pecado. Esto coloca al ser humano en un verdadero dilema: Como los pecados que cometemos están en contra de un ser infinito (Dios), el castigo también debe ser infinito. Hay dos formas de llevar a cabo este castigo. O un ser infinito debe morir una vez para pagar por los pecados (la cruz), o los seres finitos deben pagar por sus pecados infinitamente (infierno). Jesucristo es Dios (Juan 1: 1-18) y, por lo tanto, es un ser infinito. Nosotros somos seres finitos, creados. Por tal motivo Jesús se ofreció amorosamente y murió en nuestro lugar cuando fue crucificado en la cruz. Este era un ser infinito que hacía un pago único por los pecados que satisfacían los requisitos de Dios (Hebreos 10:10, 14). Dicho de otra manera, nosotros no podríamos haber pagado el precio por nuestros propios pecados. O si lo hubiéramos hecho, simplemente habríamos sido castigados y echados en el infierno por una eternidad. Pero Cristo tomó la iniciativa de venir al mundo en la forma del Hijo de Dios, Jesucristo, para pagar el precio por nuestros pecados. Esto nos lleva a considerar el misterio de la Encarnación y la naturaleza divina de Cristo.

La doctrina cristiana de la encarnación afirma que Jesucristo es Dios hecho carne y, de ese modo, Jesús era verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Él nació de la virgen María; es decir, Jesús tenía una concepción sobrenatural, pero un nacimiento perfectamente natural. Los evangelios de Mateo y Lucas se abren con la historia de la concepción sobrenatural de Jesús y con el nacimiento virginal de Jesús. El evangelio de Juan toma una perspectiva más cósmica, en la que Juan describe la encarnación de la preexistente Palabra o Verbo de Dios. El escribe: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.» (Juan 1:1-3). Nuestro único Mediador, quien es el agente que reconcilia a Dios con el hombre, es Aquel que participa tanto de la deidad como de la humanidad. Fue el eterno Logos, el Verbo, quien se hizo carne y habitó entre nosotros. Fue la segunda persona de la Trinidad quien tomó en sí mismo una naturaleza humana para obrar nuestra redención. Él es “vere homo” (verdadero hombre) y “vere Deus” (verdadero Dios).

La iglesia primitiva consideraba la Encarnación como una de las verdades más importantes de nuestra fe. Por eso, formularon lo que vendría a ser el Credo de Calcedonia, una declaración que expresa qué es lo que debemos creer y lo que no debemos creer acerca de la Encarnación. Este credo fue el fruto de un largo concilio que tomo lugar desde el 8 de octubre hasta el 1 de noviembre de 451 d.C., en la ciudad de Calcedonia y “ha sido tomado como la definición estándar y ortodoxa de la enseñanza bíblica sobre la persona de Cristo desde esa fecha” por todas las ramas principales del Cristianismo (Wayne Grudem, Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine [InterVarsity y Zondervan Publishing, 1994], pág. 556.). Existen cinco verdades principales con las que el Credo de Calcedonia resumió la enseñanza bíblica acerca de la Encarnación, y a ella nos adherimos los arminianos: (1) Jesús tiene dos naturalezas—Él es Dios y hombre; (2) cada naturaleza es plena y completa—Él es completamente Dios y completamente hombre; (3) cada naturaleza se mantiene distinta; (4) Cristo es una sola Persona; (5) y las cosas que son verdad de solo una de las naturalezas son, no obstante, verdad de la Persona de Cristo.

Las enseñanzas del Concilio de Calcedonia son afirmadas por la Biblia, la cual enseña que Jesús no es alguien que simplemente se parece mucho a Dios, o alguien que tiene un caminar muy cercano con Dios. En cambio, Jesús es el mismo Dios Altísimo. Tito 2:13 dice que como cristianos “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús” Después de ver al Cristo resucitado, Tomás exclamó: ¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28). De la misma forma, el libro de Hebreos nos da el testimonio directo de Dios Padre acerca de Cristo: “Pero con respecto al Hijo dice: ‘Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos”, y el evangelio según Juan llama a Jesús “el unigénito Dios” (Juan 1:18). Otra forma que en la Biblia enseña que Jesús es Dios es al demostrar que Él tiene todos los atributos de Dios. Él sabe todo (Mateo 18:20; 28:20; Hechos, 18:10), esta en todas partes (Mat 16:21; Lucas 11:17; Juan 4:29), tiene todo el poder (Mat 8:26, 27; 28:18; Jn 11:38-44; Lc 7:14-15; Apocalipsis 1:18), no depende de nada fuera de si mismo para vivir (Jn 1:4; 14:6; 8:58), gobierna sobre todo (Mat 28:18; Ap 19:16; 1:5), nunca comenzó a existir y nunca cesará de existir (Juan 1:1; 8:58), y es nuestro Creador (Colosenses 1:16). En otras palabras, todo lo que Dios es, Jesús es. Porque Jesús es Dios. Esto afirmamos los arminianos. En esto creemos.

PREGUNTAS 20-21 (Sobre la naturaleza de la expiación y el papel de la fe para la salvación)

Las preguntas 20-21 del Catecismo de Heidelberg abordan el tema de la expiación y su alcance, así como la esencialidad de la fe en el proceso de la salvación. El arminianismo (fundamentado en la Palabra de Dios) afirma que Cristo llevó el pecado del mundo y Su expiación fue destinada, extendida y ofrecida a todos los hombres. Sin embargo, esto no significa que todos serán salvos. La expiación universal hecha por Cristo debe aplicarse al individuo; y esa aplicación está condicionada a la fe: Él salva a todos los que invocan su nombre con fe (Romanos 10:13). Cristo fue presentado como una propiciación, un sacrificio expiatorio, para todo el mundo (1 Juan 2:2) y, sin embargo, ese sacrificio expiatorio es efectivo por medio de la fe para la salvación (Romanos 3: 23-25).

En sus ataques contra la teología arminiana, los oponentes al arminianismo argumentan que si Cristo murió por todos los hombres como enseña el arminianismo, entonces todos, de forma incondicional, serían salvos. Esta herejía, conocida como universalismo, nunca ha sido parte de la teología arminiana, sino que es, más bien, una acusación infundada hecha por los algunos calvinistas a nuestra teología. Lo que el arminianismo sí enseña en realidad es que la expiación es eficaz para todos los hombres potencialmente, para ningún hombre incondicionalmente, y solo para los fieles de manera eficiente (Robert Shank, Elect in the Son, 86). Los datos bíblicos apoyan tres líneas generales de pensamiento: (1) Cristo murió por todas las personas, demostrando que Su expiación está destinada, está disponible y es ofrecida a todos los hombres; (2), no todas las personas que han vivido, viven o vivirán en este mundo han sido o serán salvadas; (3), los beneficios de la expiación se aplican únicamente a los creyentes, imputándoles así la justicia de Cristo cuando son regenerados y justificados. De esta manera, la expiación es presentada en la Biblia como genuinamente diseñada y disponible para todos, pero únicamente aplicable a los creyentes. Es un perdón condicional. La expiación es, por lo tanto, efectiva en dos sentidos: Es suficiente para todos los hombres, y eficiente para los elegidos (Robert Shank, Elect In The Son, 71). Pasajes como Juan 3:16 argumentan que la provisión para la salvación es universal (Dios amó al mundo), pero para que esto sea apropiado debe haber fe individual (quien crea). En otras palabras, la expiación es provisional hasta que se aplique, y sólo puede aplicarse con la condición de la fe y sobre la base de la unión con Cristo. Cuando se aplica, la expiación se vuelve eficaz (Forlines, Classical Arminianism, 234).

Por lo tanto, no es la realización de la expiación lo que es intrínsecamente salvífico; más bien, en virtud de la fe de un individuo, la expiación se aplica sobre él y éste es redimido de la maldición del pecado por los méritos de Cristo. La expiación se realizó para todos (1 Juan 2: 2), pero se aplica a través de la fe (Romanos 3:22, 25). La enseñanza arminiana clásica es que Cristo murió para proporcionar la salvación para todos, una disposición que es efectiva solo cuando se aplica a aquellos que creen.[4]

PREGUNTAS 22-25 (La Trinidad)

Las preguntas 22-25 del Catecismo de Heidelberg afirman de doctrina de la Trinidad como esencial para la fe cristiana y uno de los fundamentos de la misma. Ciertamente, la palabra trinidad no aparece en la Biblia (de la misma forma en que tampoco aparece la palabra Biblia en la Biblia, por ejemplo), pero el concepto que representa se encuentra claramente en las Escrituras: (1) Vemos que solamente hay un Dios (Deuteronomio 6:4, 1 Corintios 8:4, Gálatas 3:20, 1 Timoteo 2:5); (2) Vemos que el Padre es Dios (Juan 6:27, Romanos 1:7, 1 Pedro 1:2); (3) Vemos que Jesús es Dios (Juan 1:1-3, Romanos 9:5, Colosenses 2:9, Hebreos 1:8, 1 Juan 5:20). Ahora, con respecto al Espíritu Santo, la Biblia afirma que no es una fuerza impersonal, sino una Persona (ver Juan 14:16, 14:26, 15:26; Romanos 8:26-27; 1 Corintios 2:10; 1 Corintios 12:7-11; Efesios 4:30). Posee los atributos de Dios (ver por ejemplo Salmos 139:7-8; 1 Corintios 2:10 y Hebreos 9:14) porque es Dios (Mateo 28:19; Hechos 5:3-4; 1 Corintios 3:16). Y por eso con frecuencia es mencionado al mismo nivel del Padre y del Hijo (Mateo 28:19 y 2 Corintios 13:14). También vemos en múltiples pasajes que aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu son personas distintas (Mateo 3:16-17), y el Hijo obedece al Padre, y el Espíritu obedece al Hijo y al Padre, los tres son el mismo y único Dios, y ninguno es menor que otro. Y ese es el glorioso misterio de la Trinidad: Solo hay un Dios, ese Dios es tres personas y cada una de esas personas es plenamente Dios.

La Confesión Arminiana de 1621 declara:

“Dios es considerado distintiva y relativamente bajo una triple hipóstasis, o bajo tres personas, bajo las cuales Él mismo ha dado a conocer Su propia deidad en Su Palabra. Y esta trinidad es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Una hipóstasis de la deidad no ha sido creada ni engendrada [el Padre]. Otro es producto del Padre por generación, por lo cual se le conoce como el unigénito del Padre [el Hijo]. Finalmente, otro procede de manera peculiar del Padre y del Hijo, o emana del Padre por el Hijo [el Espíritu Santo].” (Confesión Arminiana de 1621, Capítulo III, Sobre la Santa y Sagrada Trinidad)

LO QUE EL CATECISMO DE HEIDELBERG NOS ENSEÑA

Personalmente, tengo muchos amigos calvinistas a quienes amo y considero mis hermanos. Y el Catecismo de Heidelberg deja en evidencia que, más allá del TULIP o el FACTS que aparentemente nos separa, es más lo que nos une en el Evangelio. Calvinistas y arminianos creemos por igual en las grandes doctrinas de la Biblia, tenemos una fe común que es indispensable preservar. Haríamos bien en proclamar juntos dichas verdades que nos unen en vez de enfocarnos en los aspectos que nos separan.

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